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Carpelton Green

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Mensaje  Nindë Vie Dic 19, 2008 12:27 pm

*Recorrió la distancia que le separaba de la casa del común, como la llamaban desde los tiempos de los consejos de ancianos, como alma que lleva el diablo. Philliph había sido escueto pero claro: La guardia de Sir Calixto Telpen Bouly-Malvan había llegado. Se arrepintió de haber elegido aquel jubón desteñido para vestirse aquella mañana, pero no había remedio. No podía hacer esperar a los enviados del viejo Malvan, como le conocían en muchos círculos incómodos. Subió casi con el corazón en la boca los 7 escalones que encumbraban hasta la puerta de la casa, uno por cada día de la semana y abrió intentando que la respiración no delatara sus años de inactividad.

*Shepard levantó la vista al escuchar la puerta, despacio, sin prisa alguna y dejando la tarea de pasar el dedo por la mesa del Alguacil. Miró el escaso polvo que había en ellos y los entrefrotó carraspeando en señal de desaprobación.

*-Buenos días señor, no os esperábamos tan pronto.-Mintió. Entró cerrando con cuidado tras de si y casi aplastando la nariz de Philliph con la puerta. Ni recordaba que le seguía hasta allí y el joven tuvo que hacer un giro algo cómico para no recibir el entallón de lleno.

*-No cabe duda de ello Alguacil Ascot.- Caminó un par de pasos saliendo de detrás de la mesa y colocó al tiempo las manos a la espalda. Portaba la armadura ligera con el emblema de los Bouly-Malvan, sin el yelmo, que permanecía sobre la mesa de Ascot regalándole prestigio a la vieja madera de cedro. Las botas bien lustradas, el cabello y barba bien recortados, sin duda debía ser un mando respetado.

*-Disculpad el desorden- dijo mientras colocaba unos libros de una mesa más cotidiana.- Los acontecimientos han dejado algunas tareas por resolver sobre impuestos y terrenos…-Tragó saliva,¿por qué todo le parecía tan desordenado ese día? Había mandado un mes atrás la comunicación al castillo Malvan sobre las desapariciones. No recibieron respuesta y volvieron a mandarla una semana después. Ya no esperaban que les mandaran ayuda alguna y ahí estaba aquel tipo estirado.

*-No disculpéis vuestra dejadez Alguacil. Si fuérais eficaz ni eso ni mi presencia aquí hubieran sido necesarias. Está claro que no habéis sabido hacer frente a la situación a pesar de que Sir Calixto ha depositado su confianza en vos para mantener la paz en este pueblo.- Caminó hacia la ventana, como si algo en el exterior le hubiera llamado la atención. Guardó silencio unos instantes y miró a Ascot con cierta superioridad.- Por eso estoy yo aquí. Desde ahora me hago cargo del suceso, quedáis relegado del cargo mientras yo y mis hombres permanezcamos en Carpelton Green. Solo atenderéis a nimios conflictos que nada tengan que ver con los... ¿regresados?- Había mirado a uno de los 8 hombres que lo acompañaban con cierta sorna al pronunciar aquella palabra.- Si, regresados, sin duda la imaginación de los pueblos no tiene límites.

*Ascot tragó saliva asintiendo a las palabras de Shepard. Hacía frío fuera pero él tenía un calor que le ruborizaría la cara de vergüenza.- Si es el deseo de mi señor no he de contradecir vuestras palabras. Quedo a vuestra disposición para lo que necesitéis, testigos, pruebas lo que preciséis capitan….- ¿Cómo pretendían que solucionara algo así si contaba con un solo ayudante y hectáreas de monte virgen por peinar?.

*Shepard chasqueó negativamente con la lengua y se cruzó de brazos. Mostrando las muñequeras como recién pulidas.-Shepard, capitan Shepard, Alguacil. Nada de eso necesito, me basto con mis métodos para solucionar esto. Nos quedaremos aquí mientras permanezcamos en el pueblo. Usaremos las cuadras de la casa de al lado para nuestras monturas y mientras nosotros ocupemos este lugar, nadie ha de entrar ni aquí ni donde guardemos los caballos ¿entendido Alguacil?- Arrastró sonoramente la última palabra recalcando cada sílaba con cierto desprecio.

*Ascot permaneció serio y no le satisfizo con una mirada o un gesto de disgusto ante el trato que estaba recibiendo. Hizo un gesto de conformidad con la cabeza y otro para señalar a Philliph que salían de allí.- Capitán Sephard, vuestras órdenes serán cumplidas de inmediato.- Abrió la puerta y salio seguido de su ayudante.

*Arthur_Watson salió de su lugar anónimo entre los 8 guardias que formaban la compañía de Shepard y se colocó al lado y algo retrasado de su capitán.- Señor, ¿ creéis que darán problemas?-No hacían falta más palabras. Era la mano derecha de Shepard y su cometido, atajar problemas antes de que surgieran.

*-Ese Alguacil, si sabe lo que le conviene no nos molestará. Preparad los caballos salimos en media hora.- Recogió el yelmo de lo alto de la mesa de cedro y subió las escaleras hacia la segunda planta de aquella construcción. Era un lugar diáfano donde habían colocado las mantas y que terminarían de acondicionar para dormir.

*Ascot caminaba con paso lento y mirando la ladera de aquel monte que tantas complicaciones les estaba creando.-Philliph avisa a la mujer de Harold, que prepare víveres y algo caliente de comer para esta gente. Me parece que se quedarán por algún tiempo y tenemos que disponer de lo que necesiten. No quiero ganarme las iras de Calixto si es que no me las gané ya.- Philliph asintió y cuando llegaron a la travesía que llevaba a la taberna se separaron. El Alguacil viró rumbo a la pequeña capilla donde habría de encontrarse con el padre Evans.
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Carpelton Green Empty Primer encuentro de Victoria y Shepard

Mensaje  Nindë Dom Dic 21, 2008 8:10 pm

* Siempre que llovía buscar los cepos era un martirio. Se embarraban y se hundían de manera que muchas veces saltaban pero no agarraban presa alguna. Sin embargo, esa mañana parecía que había suerte y tenía tres de tres. Tendría que bajar pronto, amenazaba con volver a llover y en el monte una lluvia ligera, se transformaba en una tormenta en cuestión de minutos. Amarró el zorro que había atrapado al cinto y volvió a montar la trampa acuclillándose mientras los filos de la capa se mojaban.

*Shepard había encabezado la fila de a dos que solían formar cuando salían de patrulla y ahora rezagaba el caballo hasta a la altura de Arthur .- Tomaremos la ladera sur, hay una senda que penetra bastante en la espesura antes de hacerse intransitable por los caballos.-Conocía más de lo que se podía pensar de aquel lugar sin duda.Llevó la mano al pechopetral, inclinándose sobre el caballo para hacerlo.

*Arthur asintió, mirando de reojo a su capitán.- Es nuevo, Corso se hará a él enseguida, ya sabes que no le gustan las cosas nuevas, pero no me gustaba el estado en el que estaba el otro. Este lugar es pura humedad.- El caballo de Shepard era un demonio, arisco hasta el extremo y no era fácil tratarlo. Sin embargo era el caballo del capitán, había sido su caballo desde hacía bastante tiempo y él se enorgullecía de que fuera de esa manera. Arthur era el único que se encargaba de él junto a Shepard, y por las almas del purgatorio si no desearía que fuera otro quien lo hiciera.

*-Está bien, pero me lo deberías haber dicho. No quiero que se encabrite sin estar precavido.- Volvió a su posición altiva, mirando al frente mientras comenzaban la ascensión por la ladera sur.- Permaneceremos en este pueblo asqueroso un tiempo, necesitaremos bastantes cosas y no quiero que sean de este lugar. Viajarás a Bristol con Reeves y te harás del material allí.-Sabía que aquella misión era un castigo, había tenido algún desliz que otro y Calixto Tempe se vengaba ahora así de él. Aunque por otra parte era lo normal, sabía lo que estaba pasando y guardar silencio sobre ello era su pasaporte a limpiar su expediente. Aunque eso no impedía que sintiera un profundo desprecio por ese lugar de castigo para él.

*Victoria Nelly se incorporó y miró en la dirección en la que oía el ruido de los cascos de los caballos. Era una partida de 9 hombres bien formados y con ropajes de soldados. ¿Qué se les habría perdido por allí?. Seguramente sería la ayuda que habrían mandado al fin desde el castillo Bouly-Malvan. Se caló la capucha y tomó el mismo sendero que traían ellos. Era el camino más directo y fácil de transitar y encontrarse en atajos durante una tormenta no era recomendable.

*Shepard no tardó en distinguir la figura encapada que bajaba la ladera. NO parecía alguien peligroso desde luego, si le apuraban hasta diría que aquella manera de caminar no era la de un hombre, así que no le dio mayor importancia y esperaría a llegar a su altura para averiguar.

*Se encontró al fin con la partida de soldados y desde luego eran lo que pensaba, pues el distintivo del viejo Malvan lo llevaban bien visible en el peto. No pensaba en decir ni media palabra así que bajó la cabeza y siguió su paso tranquilo hasta la aldea donde prepararía las presas que había conseguido esa mañana lluviosa.

*-Vaya Arthur, alguien a quien no le da miedo desaparecer. Mujer, deja de pasear por aquí y vuelve a tus quehaceres en la casa.- Desde el caballo y apoyado en el borrén, miraba con altivez que poco necesitaba de la física para estar a mayor altura. Un pueblo de locos donde el torpe alguacil les había facilitado el trabajo y donde las mujeres desobedecían su obligación para con el marido y los hijos.

*Victoria Nelly levantó la vista primero hacia Sephard y después hizo un rápido reconocimiento del resto de soldados que reían la gracia del que parecía el jefe.- Yo no paseo por el monte, trabajo en él señor. Mi padre era trampero y yo heredé sus aperos y trabajo. Por lo segundo descuidad, ya bajaba a mi casa.- Como le gustaría tirarle de la montura y patearle la entrepierna allí mismo, pero sabía cual era su lugar y apreciaba su vida demasiado para tratar con un tipo como aquel.

*Shepard no pudo más que echar la cabeza atrás en una sonora carcajada que secundaron sus guardias. Incluso hizo ademán de retirarse lágrimas de la risa. Cuando terminó su risotada volvió a apoyarse en el borrén.-Deja de jugar a ser un hombre, eso es un pecado. No quiero volver a verte por aquí.- Apretó las rodillas contra el lomo de Corso que rebufó antes de empezar un trote agresivo y medio descontrolado. Que la gente subiera allí y que si volvía fuera en estado de muerto viviente, no le importaba, pero que alguien campara a sus anchas y tuviera ojos para lo que no debía, era otra.

*Victoria Nelly dejó que el tropel de soldados partiera sin hacer más comentarios. Había tenido que retrasar su posición para que aquel caballo loco no la pisara o golpeara con la cabeza. Ahora, viendo las espaldas de todos ellos ya más alejadas, rió de medio lado y escupió al suelo.-No conseguirías verme ni aunque estuviera delante tuya cerdo inglés.-Siguió ladera abajo pero con la firme determinación de no perder de vista la guardia del viejo Malvan, pues algo le decía que Sir Calixto y su historia oscura que no estaba a la vista de todo el mundo, tenía algo que ver con lo que estaba pasando por aquella montaña.

*Shepard miró atrás y vió alejarse a la mujer, volvió la vista al frente y llamó a su segundo a su altura mientras seguía al trote ladera arriba. Pronto dejarían la zona transitable y deberían marchar a pie.-¡Arthur!, no pierdas de vista a esa mujer, y si vuelves a ver que ronda la linde del bosque o que simplemente mira hacia aquí arriba, me lo haces saber. Me encargaré personalmente de que se le quiten las ganas de meter las narices donde no la llama nadie.

*- Descuida.-No había más que decir, Sephard acostumbraba a hablar dando órdenes y el truco para no molestarlo era acatar de inmediato. Cuando el capitán lo llamó antes de saber que partían para Carpelton Green, le contó poco sobre lo que pasaba y sobre lo que había que hacer, pero una cosa le quedó clara. “De lo que veas, de lo que te diga, silencio. Este asunto de Carpelton no es desconocido para el viejo, solo mantén todo como está ahora y nos quitaremos un peso de encima más grande de lo que crees”. El también estaba pendiente de perdón junto a Shepard, mejor obedecer.

*Shepard y el resto llegaron pronto hasta donde el monte les dejaba transitar con los caballos, así que desmontó y ató a Corso en un arbol donde de inmediato el caballo empezó a roerle los chupones. La guardia hizo lo mismo y se dispusieron a adentrarse monte arriba. El capitán levantó la mano para que Arthur acudiera a su encuentro y hablarle quedamente.

*Arthur entendió de inmediato que debía escuchar algo que los demás no debían, así que hizo que los demás se retrasaran unos metros mientras aceleraba el paso.- Que ocurre ¿ hay algo?

*Shepard ladeó un ramal por donde atravesó para seguir ascendiendo.- Lo habrá, caminaremos durante media hora, quizá más. No estamos buscando nada en realidad, solo esperamos que nos encuentren. Haz que el resto busque cualquier cosa que se te ocurra y cuando veas que me alejo demasiado, no me busques, voy solo. Toma rumbo este y espera en un claro que hay con una roca plana redondeada y un reborde en forma de triángulo.- Aunque prefería no ir solo no le quedaba alternativa. Las cosas tenían una forma de funcionar y no se asemejaba a la que él querría.

*Victoria Nelly llegó a su casa al fin. Colgó el capuz cerca de la chimenea para que se secara y descolgó el zorro y los dos conejos que llevaba en el cinto. Los colocó sobre la mesa y después dejó el zurrón sobre ella. Se sentó en una banqueta y se quedó en silencio, el sielncio que solo el crepitar de las brasas del hogar provocaba. Después abrió el zurrón y sacó una figurita extraña, de piedra pulida roja. Tenía forma de triángulo y tenía tallada la imagen de una luna. La había encontrado en el monte. Se levantó con la figura triangular en la mano y la guardó en un pequeño cofre que guardaba bajo el camastro. Había 5 piedras más iguales en su interior.
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Carpelton Green Empty Para no ser un regresado.

Mensaje  Nindë Miér Mar 18, 2009 6:52 pm

No temblaba de miedo, lo hacía de frío.

Hacía tanto que apenas podía respirar, esa fácil acción para mantenerse con vida, se había convertido en un suplicio de hielo abrasador. Ya no podía caminar más, no con los pies destrozados por las aristas de las piedras de cuarcita que poblaban el suelo. Ahora se habían tintado de un rojo apagado que no hacía mucho era brillante, perdiendo con ello ese tono mágico que la luz de la luna es capaz de arrancarle al cuarzo. Era curioso, ya había caído la noche y podía ver aquella tonalidad en las piedras, su sangre coagulada y reseca. Es más, podía ver incluso algunos destellos aleatorios en la oscuridad de la noche, pero pronto se dio cuenta que no se trataba de antorchas que lo persiguieran como hacía unas horas . Era un efecto de sus ojos, ese que practicaba en su cama mientras se los apretaba intentando dormirse. Se estaba muriendo.

NO debería haber subido a la montaña, pero se había escapado una oveja y no podía volver sin ella a la aldea. No debería tardar mucho, esos animales son tan lerdos, que se pararía en el primer foco verdoso de hierba que se encontrara, pero no fue así. Por más que corría tras ella, más se alejaba y así hasta que tarde, se dio cuenta que no sabía volver. Entonces fue cuando escuchó aquel sonido. Al principio pensaba que era un enjambre de abejas, un zumbido que crecía poco a poco al tiempo que sus latidos ganaban velocidad en su garganta y estómago. Después se apreciaba un sonido casi cubierto por el primero más agudo que no supo identificar y después vio las antorchas. O más bien habría que decir las llamas que flotaba en el aire pues no veía mano que portara palo con lumbre ni nada que se le pareciera y rezó pensando que serían almas errantes. Empezó a correr, sin una dirección fija, solo en descenso que era lo único seguro que se le antojaba, pero la montaña parecía más grande ahora, más espesa y más tortuosas sus sendas escondidas entre la maleza.

Le rozó la nuca, una sombra cálida lo hizo y cuando se giró, vio algo basto que lo perseguía y era en la cabeza donde tenía las llamas, o quizá fuera en los cuernos porque no pudo mantener esa posición sin caerse. Rodó ladera abajo y en ese trayecto su brazo derecho crujió como una rama seca, pero ya no sintió que le anduvieran cerca. Había caído por un saliente y había dado con los huesos en un brezal, donde su piel perdió su continuidad mediante arañazos más que profundos.

Cuánto tiempo permaneció allí no lo sabía, pero cuando recobró la consciencia estaba solo y eso no era tan bueno como parecía. A pesar de los múltiples dolores que lo atenazaban, se levantó buscando una salida al infierno en el que se había convertido aquella montaña, pero sus pasos solo lo encaminaban una y otra vez a paredes inexpugnables de roca. Ahora yacía apoyado en una de esas paredes, observando su sangre seca en las aristas de cuarcita que poblaban el suelo. Se moría sin remedio y todo por huir de un destino aun peor, ser un regresado. Aquello era lo que atrapaba a la gente y la volvía ausente. Y no era solo uno había más, como si de una manada de bestias del averno se tratara. Pero ahora no había, ni su ruido zumbante le llegaba de ninguna de las maneras. No escuchaba nada, ni tampoco veía la sangre en las cuarcitas, ni sentía frío, ni tenía miedo.

Ya no temblaba.
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Mensaje  Nindë Mar Mayo 05, 2009 2:24 pm

*Abrió la puerta, con una fuerza innecesaria, salvo que lo que pretendía era poner más énfasis a su entrada. Había estado pensando las palabras que diría para no extralimitarse. Solía tomarse licencias que nadie más podría ni siquiera pensar, pero tal y como estaba en aquel momento, necesitaba de un temple que quizá no fuera capaz de alcanzar.

*Duncan hizo un gesto que pretendía invitar a pasar, restando teatralidad a la entrada de su primo. Estaba sentado en su sillón, con los pies sobre una banqueta mientras comía una granada perla a perla.-Pasa, estas en tu casa primo. Me pregunto que te hizo pensar que quería tener esta sensación de sorpresa.

*-No creo que tenga que sorprenderte, supongo que sabes a que he venido.-Había caminado mientras hablaba y ahora estaba junto al ventanal, no muy lejos de Duncan, que parecía no tener ninguna preocupación a sus espaldas. Desde que su tío Calixto le designara consejero mayor tras la muerte de su padre, todo había sido problema tras problema. Pero su tío había confiado en él por algo, así que su trabajo consistía en mantener aquella casa libre de peligro alguno.

*-Sácame de dudas.-Cogió otra perla roja y la miró unos instantes antes de hacerla desaparecer de la vista, camino de su estómago. Parecía que nadie se daba cuenta de que tras su padre, el viejo Malvan, era él quien tenía el poder de dirigir aquellas tierras, de hacer lo que le placiera. Sin embargo, su primo Erik tenía esa particular manera de amargarle los momentos más tranquilos desde que lo nombraran consejero.

*-Glen Mhor-dijo volviéndose con la mirada inquisitiva hacia Duncan que parecía más pendiente de conocer a fondo la forma de cada perla que comía.-¿Sabes cuantos están esperando un desliz como ese para saltar sobre nosotros?¿En que estabas pensando Duncan?

*Duncan bajo los pies de la banqueta y se sentó mejor en el sillón, aquello tenía pinta de sermón. Se habían criado juntos y se tenían un gran afecto. Sin hermanos, Duncan veía en Erik esa figura que le faltaba, pero desde que era consejero, ya no le seguía en sus aventuras. Ahora se pasaba el tiempo vigilando sus pasos, como si necesitara una niñera.-¿Olvidas que somos primos del rey? No dejaría que tal cosa pasara.

*-Tú olvidas las cosas Duncan. El rey necesita apoyos para defender estas tierras de los ingleses, justo los apoyos que están pendientes de cortarnos la cabeza. Necesitan un motivo para barrernos del mapa, y lo lograrán retirando su apoyo al rey sin que eso suponga una declaración de guerra. Si Williams de Lochside retira su apoyo al rey, el resto de nobles lo seguirá y el rey tendrá que elegir entre su primo Calixto o un ejército que pueda enfrentarse a los ingleses este invierno. He venido para decirte que tu padre está al tanto y hablará contigo al mediodía.

*Duncan no dejó de comer la granada, un fruto difícil de conseguir, aunque lo que intentaba era no levantarse y tumbar a Eric de un puñetazo. Y lo hacía porque en el fondo sabía que su primo tenía la razón, pero Erik le debía obediencia y que le recriminara algo que en un tiempo solían hacer juntos era algo que no podía concebir. –Si padre quiere hablarme allí estaré Erik. Ahora márchate, tengo cosas que hacer más importantes que escuchar las quejas de una vieja.

*-Eres un inconsciente, con lo de Carpelton Green a punto de saltarnos en la cara y tu complicando más las cosas.-se puso la mano en la boca como si pudiera de esa manera arrancar las palabras que quería decirle y que por la jerarquía que existía entre ellos no podía pronunciar.

*Duncan se levantó y al hacerlo, el sillón salió despedido hacia atrás, casi tumbándolo.-Escúchame bien Erik, no tientes la suerte, un día olvidaré que eres de mi sangre y entonces ya no me vigilarás más.-Le mantuvo la mirada durante unos instantes cuando se dio cuenta de que se había llevado en un acto reflejo, la mano a la empuñadura de la espada. El asunto de Carpelton era algo que nadie debía pronunciar.

*Erik no le aguantó mucho más la mirada y se giró para encara la puerta. Ya no había mucho de aquello que les había unido en un tiempo pasado, aunque lo que quedaba aun era importante. Desde el principio supo que habría problemas puesto que conocía las andanzas de Duncan y tener que corregirle sería un trabajo no solo difícil, también peligroso.- No olvides que al mediodía tu padre llegará.- Salió por la puerta recortando con rapidez el recodo que le alejaba de aquella parte del castillo.

*Duncan le vio irse y también salió de la sala, pero no giró en dirección a donde se dirigía Erik. Por el contrario, tomó la dirección opuesta y abrió una puerta pequeña que había en uno de los corredores. Antes de entrar, sacó el medallón que llevaba, regalo de su abuela de debajo del jubón, un círculo con un triángulo en el medio. Lo miró y lo guardó de nuevo. Entró por aquella puerta bajando unas escaleras iluminadas por el baile de una tea perenne. Muchos escalones después veía a la anciana Niamhun, manojo de arrrugas ciego.
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Mensaje  Nindë Miér Mayo 27, 2009 4:18 pm

*En la ladea no llovía, pero había una humedad que confería al aire esa propiedad de calar las cosas sin que fuese perceptible. El suelo estaba mas blando sin llegar a embarrarse por completo, pero la hierba aprovechaba para dejar líneas de agua sobre el cuero del calzado, como pinceladas difusas que finalmente terminarían por cubrirlo todo. Victoria era ahora el blanco de esos pinceles naturales, mientras acortaba la distancia que separaba su casa de la posada de Harold. Allí le daría a Tabita los conejos que le había prometido a cambio de un precio razonable.

*Tabita estaba afanada en colocar las mantas y sabanas en el cesto grande y llevarlos después a la casa del común como le había indicado el alguacil Ascot. Tenia mucho que hacer y aquella petición no la ayudaba a terminar pronto aquel día. Cuando la puerta se abrió se llevo un susto que no esperaba y que casi hace que cayera dentro del cesto.

*-Tabita, ten cuidado.- Se acerco a la rechoncha mujer de Harold que había hincado una rodilla al suelo y las manos como había podido sobre las asas del gran cesto de ropa.

*-Por Dios que casi me matas de un susto. Estaba en mis cosas y no te oí llegar. Ah, los conejos, lo había olvidado. Es un día de locos- Se levanto con la agilidad que solo las mujeres obesas pero trabajadoras son capaces de mostrar.

*-Deja que te ayude-dijo acercándose y ofreciendo una mano que no fue necesaria a todas luces. Dejó los conejos sobre una mesa y sacudió las manos.- ¿Donde vas con esa ropa? Yo puedo acercarla a donde quieras, no tengo nada que hacer.

*-Gracias Victoria, pero tengo que llevarla a la casa del común. Son unas ropas de cama para los soldados que han llegado esta mañana, no se si los habrás visto. Thomas ha llegado todo trastornado pidiendo que las llevara sin falta y que no tocara nada, solo que lo dejara todo en el piso inferior. No puedo dejar que lo lleves, me metería en un lío si lo hiciera y te metería a ti también.

*Si en un principio, ofrecía su ayuda de la manera más desinteresada, ahora sentía un interés manifiesto por ir donde se hospedaban aquellos soldados. Algo le hacía tener esa curiosidad por saber algo mas sobre ellos, sobre ese inglés malnacido que no le daba ninguna buena sensación.-Vamos Tabita, esos soldados están en el monte, me he cruzado con ellos, no se enterarán. No pienso tocar nada allí dentro, lo dejaré donde dices y marcharé sin que nadie sepa si fuiste tu o yo quien llevó el cesto. Necesitas una mano y esta posada no se puede quedar sola. Confía en mí, no pasará nada.

*Miró con cierta preocupación, pero Victoria tenía razón ¿quién se iba a enterar? Si dejaba allí el cesto y nadie la veía no habría nada que reprocharle. Ella tenía mucho que hacer y tener que salir, con lo que le dolía la espalda con aquella humedad, no iba a mejorar su día.-está bien, pero no toques nada, deja el cesto y vete.

*-Claro, descuída. Mañana te traeré algún otro conejo si hay suerte. Con esos soldados por el monte, me temo que espantarán a los animales.-Cogió el gran cesto y lo colocó sobre el costado, rumbo a la casa del común. Tabita había colocado una manta gruesa sobre toda la pila de ropa y evitar así que se mojara en el trayecto y uno de los picos le rozaba en el dorso de la mano haciéndole unas cosquillas que no sintió siquiera. Tenía la cabeza en otra parte, en el monte, donde los soldados estaban haciendo sabía Dios que. Subió los escalones sin darse cuenta tampoco y cuando se percató de donde estaba, su mano levantaba el pasador de la puerta.- Bueno…

*Entro despacio cuando la puerta se abrió con un crujido familiar. Estaba todo casi igual que la última vez que había ido a la casa del común, cuando la primera desaparición. Algunos papeles más y quizá una silla nueva, pero por lo demás no parecía que los soldados hubieran estado allí nunca. Dejó el cesto en la gran mesa que presidía la sala y tras la cual se solía sentar el Alguacil Ascot y llevo la vista a las escaleras que encumbraban a la segunda sala, a un piso superior. Las pertenencias de los soldados debían estar allí arriba, así que puso la mano sobre la barandilla y empezó a subir con silencioso cuidado las escaleras. Quién sabía si hubiera algún soldado allí enfermo o herido que no hubiera podido subir con el resto. Pero no había nadie. Solo mantas enrolladas y cajas que se disponían por la amplia sala. Pero había un lugar que estaba sobrecuidado, las cosas se disponían de una manera casi milimétrica en comparación que las demás que no estaban en absoluto descuidadas o mal puestas. Pero aquel rincón cercano a la ventana que se encontraba sobre la puerta de acceso del edificio era sustancialmente diferente. Sin ofrecer blanco desde el exterior, disfrutaba de claridad y amplitud con respecto al resto de “apartados”. Un mesa antiguamente utilizada en aquel edificio servia para colocar algunas cosas en perfecto orden y presididas por un yelmo bien lustrado. Sin duda eran las cosas del capitán. Sobre la mesa también había un cuchillo en una funda, unas bolsas de cuero y algo que llamo su atención sobremanera. Un colgante en forma de piedra triangular engarzado en un soporte metálico. Era una piedra exactamente igual a las que tenía escondidas bajo su cama.

¿Cómo tenía aquel inglés una piedra así, que solo había visto en aquel monte y donde a ciencia cierta el capitán era la primera vez que iba? ¿Quizá hubiera estado antes y ella no lo sabía? Era difícil que tal cosa pasara, pero si así era ¿qué significaban aquellas piedras y que el capitán tuviera una?

Había estado observando la piedra y mientras reflexionaba sobre ello iba levantando lentamente la vista hasta dejarla en la ventana y entonces fue cuando lo que había en el exterior la saco de sus pensamientos. La figura del capitán inglés bajo la caladera sutil de la humedad de Carpelton Green. El sobresalto hizo que rozara el yelmo que casi cae al suelo si no fuese por sus reflejos. Lo dejo en su lugar tal y como lo había encontrado, pero al mirar de nuevo por la ventana no era el capitán, era Phillips el que se acercaba hasta allí. Los nervios le habían jugado una mala pasada y ahora las cosas podían empeorar. Bajó con rapidez las escaleras y agarró las asas del cesto, fingiendo un sobresalto al abrirse la puerta. De esa manera, justificada la respiración acelerada de bajar las escaleras.

*-Victoria…-había ido para asegurarse de que Tabita había dejado las cosas en su lugar y por el contrario encontraba a Victoria. No era que no le gustara encontrársela por cualquier parte, pero no debería estar allí. Si por algo había ido él era precisamente para asegurarse, como el Alguacil le había dicho, que nadie entrara allí sin permiso expreso.-Que… ¿que haces aquí?

*-Phillips, Dios mió que susto me has dado, he traído esto. Tabita esta mal de la espalda ya sabes y tenía mucho trabajo. Le dije que yo se lo traería. Ya se que no debía hacerlo, pero no podía dejar que viniera ella. Ya me iba.

*Miró a su alrededor para asegurarse de que no había estado haciendo nada más que lo que decía haber hecho. Después se dio cuenta de que si ella se percataba de que no se fiaba, provocaría aun mas rechazo por su parte hacia él, así que sonrió y asintió conforme. –Bien, pero márchate antes de que alguien más te vea y no vuelvas a hacer algo así.

*-Descuida Phillips, ya me voy.- Se caló la capucha y salió mientras el mantenía la puerta abierta.

*Esperó a que saliera y no pudo evitar volver a ojear la habitación mientras se cerraba la puerta.- Victoria…espera.- carraspeo un poco mientras se acercaba a ella.-Quizá, no se… te gustaría que te invitara a comer donde Tabita, no hoy, mañana o pasado, cuando quieras.

*Tomó aire, como siempre hacía cuando Phillips le hacía aquellas proposiciones. Ya la tenía en cuenta antes de enviudar, antes de que se casara, mucho antes, y nunca le había dado esperanzas de que aceptara sus proposiciones de matrimonio. Aun así Phillips insistía y ella le daba evasivas.-Si, claro, ya...ya veo cuando me quedo por aquí para comer. Hoy vuelvo al monte, tengo que ver unos cepos…ya sabes, ya...ya te digo algo.

*Sonrió, quizá esa fuera la vez en la que aceptaría comer con él y así la aldea consideraría la idea de que hubiera un próximo enlace. Quién sabía, con Victoria las cosas nunca eran predecibles.-Bien, pues, ya nos veremos entonces.

*Asintió mientras se giraba y tomaba el camino hacia casa. Una vez allí se sentó frente a la chimenea apagada, con apenas rescoldos que dijeran que había estado prendida un tiempo antes. La curiosidad la estaba corroyendo el pensamiento y alejaba cualquier otra idea que no fuera averiguar que pasaba allí. Miró por la ventana que encaraba la ladera del monte, como si pudiera ver a los soldados pisoteando sus sendas, espantando sus presas y observándolos a todos desde allí arriba, como sabía que hacía lo que transformaba a la gente en regresados día si día también.

* Bastantes horas después, cuando Shepard subió al segundo piso de la casa del común, tuvo una sensación que le hizo inspeccionar la estancia desde el borde de las escaleras. Era como si notara un calor en aquella habitación vacía, una estela de alguien que había estado allí. Pero por más que miró no consiguió encontrar nada que lo corroborase. Aun así, no desoía a su instinto nunca y estaría alerta.
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Mensaje  Nindë Vie Mayo 29, 2009 2:39 pm

*La anciana estaba revolviendo unas piedras sobre un gran plato de metal, mientras una antorcha hacía bailotear su sombra sobre él. No levantó la vista del plato cuando llegó Duncan, aunque le hizo un gesto para que se acercara. Estaba completamente ciega, y leía las piedras con solo pasar los dedos sobre ellas. –Joven Duncan, te estaba esperando.

*Duncan no encontraba el olor a humedad ancestral de aquel lugar desagradable. Le traía recuerdos de su niñez, de su adolescencia y en definitiva de toda su vida. Aquel era el lugar que habían ocupado parte de sus antepasados, no recordaba bien desde cuando, pero ahora solo estaba la anciana Niamhun. Se sentó frente a ella tras coger una banqueta de madera de roble.

*-¿Por qué te afliges?-removió con las uñas de nuevo las piedras y las palpó otra vez, con pausa y dedicación. Tenía el pelo tan largo que tras recogerlo de cualquier manera en una especie de prendido de ramas, le caía hasta el suelo donde se arremolinaba. La cara denotaba, que había tenido bellas facciones en un tiempo que sería irreal para cualquier persona y que ahora estaba cuajado de arrugas.

*-Erik, con su martilleo incesante sobre lo que hago o no.- apoyó las palabras en el gesto de golpear los nudillos sobre su muslo. Dejó de morderse la lengua, para volver a hablar aunque se había quedado algo perdido en la visión de las manos de Niamhun. – Me reprochó lo de Glen Mhor.

*Levantó una mano para indicar lo estúpido de aquel reproche y volvió a su tarea de reconocer la posición de las piedras. Después levantó la vista hacia Duncan, ofreciendo la visión de sus ojos cubiertos por una semitransparente película. –Él no es de los nuestros, no lleva nuestra sangre. Tu padre se empeñó en quedárselo, pero solo es el sobrino de tu madre. Recuerda que en algún momento será prescindible.

*Un aguijón de hiel le atravesó el estómago al escucharlo. La anciana tenía razón, pero era Erik, y tenían un lazo importante. Pero nada era más importante que el clan y si Erik ponía en peligro la subsistencia del mismo, no habría nada que impidiera su muerte.- Erik cree que lo hace por nuestro bien. Trata con los nobles, conoce los entresijos de la corte y sabe que no debemos dar pasos poco fiables.

*Glen Mhor pertenecía Williams de Lochside, y sus aldeanos por supuesto que también. Si algo les pasaba, ahí estaba Williams para defenderlos. Pero Glen Mhor también perteneciá de algún modo a Niamhun y a su clan, y si había que hacer sacrificios, se hacían. Antes de Niamhun, hubo otra matriarca y antes de ella otra y antes otra y así hasta que se perdía la memoria y Glen Mhor, por su situación era la fuente para mantener los sacrificios del clan.-No hemos sobrevivido por dar pasos poco fiables.

*Bajó la mirada, no podía mantenerse durante mucho tiempo la mirada con Niamhun. Erik sabía que Williams solo tenía sospechas de que la casa Malvan tenía algo que ver con aquellos rituales ancestrales, pero era solo eso, un puñado de conjeturas y sospechas. Y luego estaba lo de Carpelton aunque aquello estaba en su territorio y era harina de otro costal.-Padre ha enviado una partida a Carpelton.


*-Ya lo se, olvidas que no necesito salir de aquí para conocer. Shepard mmm buena elección, sabrá tener la boca cerrada por la cuenta que le trae.- estaba más pendiente de sus piedras y lo que le decían de Williams de Lochside. Lochside no tenía nada contra ellos, pero tarde o temprano encontraría la manera de desterrarlos de la faz de la tierra. Desde que el cristianismo empezara a asentarse en aquellos territorios, los cultos antiguos eran herejías y sus practicantes el blanco de los buscadores de demonios.-Esto es nuevo…

*Duncan se acercó adelantando del cuerpo, como si pudiera adivinar lo que aquellas piedras decían a la anciana. Obviamente se retiró de nuevo ante lo absurdo de la acción.-¿Qué ves?.- Una serpiente había cruzado por detrás de Niamhun y buscaba un lugar entre unos pellejos donde dormitar. Dejó una estela sobre el suelo arenoso que mostraba los cuarzos ante la luz de la tea. A muchas millas de distancia, alguien observaba las cuarcitas bajo la luz de la luna antes de morir.

*-Shepard no lo tendrá fácil me temo si no se deshace de una mujer. Ella busca en los lugares adecuados.- Escupió sobre las piedras y las movió de nuevo, quedando pensativa cuando las leyó con las manos.-Cuídate de Lochside, sueña contigo desde hace dos semanas.

*-Me busca, si. Sabe que mi mano firma lo de Glen Mhor pero no tiene pruebas para denunciarme ante el Rey. Cuando todo esto acabe, beberé de su sangre.- Se le dibujó una sonrisa complacida cuando se imagino sangrándolo como un cerdo y probando la calidez del líquido que le había dado la vida. Pensó en Shepard, cada uno tenía su foco de atención distante de su verdadero problema. Era un inglés, pero también un mercenario. No le importaría vender a su gente.

*-Tu padre ha llegado.

*Asintió y marchó. Cuando salió de nuevo a la claridad del día los ojos le escocieron durante unos instantes, así que se frotó con el dorso del guante y pestañeó antes de comenzar a recorrer el largo pasillo que lo llevaría hasta el gran salón donde su padre solía despachar. Primero mantuvo un paso lento, con la mano sobre la empuñadura para que al nadar la espada no le entorpeciera, después aceleró el paso, dejando que sus botas retumbaran en el silencio del castillo.

*De igual forma en que caminaba Duncan, Erik se incorporó a la marcha desde una puerta que se encontraba a la derecha. Miraba al frente, como lo hacía Duncan, como si no se hubiera percatado de que habían coincidido en el recorrido. También con la mano en la empuñadura, tenía el semblante algo pálido, enmarcado por una rala barba oscura a juego con el cabello corto y casi negro.

*-Pensaba que estarías al lado de mi padre para verme llegar y poner tu sonrisa triunfal, esa que pones cuando piensas, te lo advertí.-No cambió el paso al hablar, solo torció por exigencias del recorrido hacia la izquierda y comenzó a bajar unos escalones que salvaban el desnivel del suelo para seguir por otro de los corredores interminables.

*Hizo un sonido que intentaba hacerse pasar por un reproche, una risa o un carraspeo y tampoco frenó el paso.- Te equivocas, no estoy contento con todo esto. No podemos tener errores a estas alturas o todo se perderá. Estamos a un paso de ganar esta partida Duncan, de colocarnos en el lugar que nos corresponde pero no podemos descuidarnos lo más mínimo.

*Duncan se paró en seco y agarró del peto a su primo, topándolo contra la pared y acercándose lo suficiente como para que pudiera sentir el aliento sobre el rostro.- Estoy harto de que me corrijas, de que me eches en cara que puedo estropear las cosas. Yo soy un Malvan y se lo que hago, no lo olvides.

*Aguantó las ganas de empujarlo para sacárselo de encima, pero no de contestarle.-No pensé que me echaras en cara que no llevo la sangre Malvan, que no soy familia por esa rama, Duncan. A estas alturas, no lo esperaba.

*Duncan mantuvo la posición unos segundos más, quizá arrepentido de sus propias palabras. Era Erik, no merecía que le hablase así porque nunca había tenido en cuenta ese detalle. Que fuera hijo de la hermana de su madre lo convertía en su primo y que no fuera un Malvan nunca había supuesto un problema para la causa. Lo soltó pero no se disculparía, nunca lo hacía.- Vamos, nos está esperando.

*Se colocó el peto y miró a Duncan sin decir nada, no esperaba ninguna disculpa, ya se conocían, pero no olvidaría que las cosas entre ellos ya no eran igual. Siguió a su primo y abrió la puerta cuando llegaron al gran salón, sin que nada más se hubieran dicho hasta que llegaron. Y allí estaba el viejo Malvan, el gran Calixto.

*Siempre que veía a su padre un escalofrío le recorría el cuerpo. Erik lo sabía y esperó que en aquella ocasión no lo recordara, no necesitaba que su primo viera en él un punto de debilidad, tampoco que lo viera su padre, pero a éste le sería más difícil lograrlo. Se acercó y se inclinó al igual que haría Erik, como mandaban los protocolos, como infundía la presencia de Sir Calixto Telpen Bouly-Malvan, como había hecho desde que se tuviera en pie.-Padre.

*Observó a los dos jóvenes ante él y guardó silencio casi durante un minuto, mientras hacía que permanecieran con la rodilla hincada y mirando al suelo. – Solo te pediré una cosa Duncan, dime quien eres.

*Levantó la vista con la lentitud de alguien que espera tener sobre la cabeza una espada afilada y cuando se encontró con los ojos grises de su padre se recordó que no debía titubear al hacerlo.-Yo soy Duncan Gael Telpen Malvan señor de Gaaban y Lepz, conozco la palabra, la sangre y el mundo de la madre.-tragó saliva.

*Asintió y volvió a mantener un silencio que pesaba sobre los jóvenes como una losa.-Eres el que acabará con la línea.

*-No padre, no lo haré.-intentó que las palabras no sonaran como las de un niño asustado pero supuso que eso daría igual, nunca sería otra cosa hasta que llegara el momento de demostrarlo. Ningún hombre podría ser otra cosa nunca hasta ese momento.

*-Cállate. Deberías saber que no son buenos tiempos para mostrar tus acciones a la luz del día, que tendrás que seguir los ritos sin levantar sospechas y por el contrario ¿qué haces? Centrar la atención en nosotros. Estamos a un paso de lograr hacernos con el trono pero no podemos dar pasos en falso, nadie es amigo y nos jugamos mucho. Cuando los normandos entren aquí, podrás mostrar quien eres en realidad, perpetuarás nuestra sangre y tendrás el trono de Inglaterra. Nuestros hermanos esperan al otro lado del mar Duncan, llevan esperando demasiado tiempo como para que ahora llegues tú y te ensañes en una aldea de mala muerte con unos infelices. Sigue el rito, pero no cometas errores de nuevo.

*Erik sabía que Duncan estaría temblando por dentro con la presencia de su padre allí y por algo que había hecho. Pero también sabía que Sir Calixto no podía prescindir de Duncan. Era su hijo y el futuro de la línea de sangre, necesitarían una hija nacida y viva para que eso ocurriera, una hija de Duncan y una normanda con la sangre de Gaan, una descendiente de Niamhun y de Twahum. Lo más importante era que la línea de sangre no se perdiera, que el rito vikingo del albor de los tiempos no se desvaneciera al fin.

*-Se descontroló padre. Fui al sacrificio como mandó Niamhun, pero se descontroló. Nos descubrieron y tuvimos que hacerlo.-Sentía como si el estómago pesara demasiado, como si hubiera estado lamiendo metal o masticando arena y solo deseaba volver con la anciana, donde nadie le dijera que todos estaban en contra de ellos, donde el mundo antiguo era reciente y la gente se rendía ante el poder de Gaan la diosa.

*-Se trata de que no se descontrole nada Duncan, ese es tu cometido y no debe haber fallos. Marcha ahora, tengo que despachar con Erik. Te veré en la cena del jueves en el castillo de William de Lochside, tenemos que apoyarle en este difícil trance que tú has provocado- dijo el tú con tal fuerza que Duncan se encogió sobre su propio pellejo a pesar de ser un comentario sarcastico.

*Agachó la cabeza en señal de respeto y no dijo nada más. Con su padre solo había que hablar cuando él lo indicara y cuando no lo hacía, hablar era una acción que podía tener malas consecuencias y no se quedaría allí para comprobarlo. Se levantó y miró a Erik que aun permanecía con la rodilla hincada y la cabeza gacha. Ahora le tocaba a él sufrir la presencia abrumadora del viejo Malvan.
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Mensaje  Nindë Jue Jul 22, 2010 10:42 am

*Que magnífico hubiera sido que Erik y Duncan fueran una misma persona pensaba Calixto. Duncan poseía cualidades excepcionales para los planes de Sir Calixto. Fuerza, valentía destreza, perseverancia, honor. Erik por su parte era inteligente, perspicaz, audaz, manipulador . Sin duda hubieran sido el hijo perfecto. Pero eso era una batalla que no podía ganar y la guerra era demasiado larga como para perder el tiempo en contiendas cuyo resultado no podía ser favorable. Lo único que podía hacer era mantenerlos juntos.

*Niumhun dejó de recolocar las piedras al sentir que Sir Calixto bajaba las escaleras y esperó a que llegara a su altura.-Duncan ama tanto nuestra causa, que en ocasiones sus actos pueden ser peligrosos.-La anciana no veía al Sir, pero sabía que acababa de sentarse donde una hora antes lo había hecho su hijo.

*Sir_Calixto se pasó el dorso de la mano por el mentón y miró las piedras en el plato. Sabía que la anciana sentía un desmedido amor por Duncan y eso hacía que ahora buscara algo con qué disculpar sus deslices. Lo achacó a que ya eran demasiadas generaciones esperando una sucesora y su desesperación hacía que pusiera toda su energía en Duncan y en que consiguiera una hija. Emitió un sonido de condescendencia.

*-Erik cela demasiado las cosas…-La anciana guardó silencio, algo que no estaba acostumbrada a hacer, pero a pesar de no tener los ojos para ver el rostro de Calixto al nombrar a su sobrino, sabía que estaba a la defensiva. Colocó las manos en el regazo y dejó que el silencio fuera el protagonista durante unos instantes más.-El no es un Malvan.

*-¿Los gorriones son valientes Niumhun?.

*-No juegues con acertijos que yo misma te enseñé.

*-Precisamente , no olvido tus enseñanzas Niumhun. Los gorriones no son valientes, son listos. Por eso cuando cruzan la casa del halcón, van en bandada prieta, porque el halcón no puede atacar a la masa. Sólo si un gorrión se separa, el halcón se lanza al ataque y el terror hace presa en el grupo y la estrategia…pufff. -Argumentó extendiendo los dedos de las manos como si quisiera salpicar agua, un gesto que sólo él podía ver, pero que Niumhun sabía que había hecho.

*Niumhun sabía que aquella enseñanza hacía referencia a mantener unido a todo el clan y Erik era parte del paquete. No tenía nada en contra de él , al contrario, apreciaba sus cualidades, pero también sentía celos de que esas cualidades no fueran de Duncan. También ella había dejado esa batalla de lado, y sabía que debían mantener a Erik junto a Duncan a modo de pequeña conciencia. Quizá se estaba precipitando, eran demasiados años esperando y no podía equivocarse ahora.

*-Envié a Shepard a la aldea. Se han vuelto demasiado descuidados y hay que mantener las cosas más tranquilas. En unos días llegará con tu remedio Niumhun, Duncan te lo bajará.

*La anciana necesitaba demasiado de aquel remedio para alargar su vida. Era demasiado vieja, nunca había pasado algo así. Pero no nacían niñas, no había sucesora aun. Si Duncan no tenía una hija que la sucediera, dudaba que pudiera mantenerse con vida durante otra generación. Había pasado la de Calixto y la del padre de Calixto, y la del padre de su padre sin que hubiera suerte. Tenía todas las esperanzas en Duncan, su tataranieto.

*Sir Calixto se levantó observando la preocupación en el rostro de Niumhun. No podía leer sus pensamientos, pero no era difícil comprender que la anciana sabía que se moriría pronto y que aun había mucho que hacer. Eran un clan antiguo, con costumbres antiguas que ya nadie recordaba. Sus dioses habían sido suplantados a lo largo del tiempo, pero ellos se habían mantenido fuertes, invisibles. Si conseguían que sus parientes del continente invadieran la isla, todo sería mucho más sencillo. Sería como siempre había sido en las tierras vikingas.

*Shepard observaba el frasquito que contenía aquel líquido blanco, debía llevarlo al castillo Malvan en cuanto el caballo estuviera preparado. No era una misión que encomendar a nadie, debía hacerlo él mismo. Mirando el frasquito no dejaba de pensar que si a él también le le vaciaran el cerebro, parecería un fantasma. Guardó el frasco bien seguro en su cinto y bajó las escaleras de la casa del común para montar a Corso y ver a Duncan. Malditos daneses, malditos vikingos.
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Mensaje  Nindë Mar Dic 07, 2010 11:56 am

Tendemos a pensar que cuando morimos, o estamos por morir, el mundo se parará ante nuestra ausencia. Que las cosas que hasta ese momento habían sido, ya no serían, que les faltaría una pieza importante que seríamos nosotros. Nos embarga la tristeza al pensar que dejamos solos a los que nos rodean, indefensos sin nuestra presencia. Pero en realidad, nos sentimos mal porque nada es imprescindible, no formamos parte de nada importante, y si lo hacemos, rápidamente somos suplantados. Nuestra estela es rápidamente suplantada, y solo nos resta la esperanza de no caer en el olvido. Pero mientras no lleguemos a ese punto, nuestros movimientos nos parecen necesarios para nuestros intereses, sin pensar que solo somos parte de un plan general, donde todas las piezas tienen sus sustitutos correspondientes y que una vez fallas, el mecanismo seguirá adelante sin ti.

El día estaba plomizo como de costumbre, pero eso no era impedimento para que un gavilán alzara el vuelo en busca de su presa. Aprovechaba el aire planeando sobre él, ahorrando energías mientras miraba abajo. Los ojos de un depredador aéreo pueden detectar detalles tan minúsculos, que desde una gran altura pueden calcular la velocidad y la trayectoria adecuada para alcanzar su objetivo de una manera innata. Fue de esa manera que tomó algo de altura y se dejó caer en picado mientras a 100 metros de su objetivo, el caballo del capitán Shepard se dirigía al castillo Malvan a toda prisa y a 1 kilómetro rumbo oeste, Victoria volvía al monte evitando ser vista por los soldados de Sir Calixto. Pero aunque ambos pensaban que sus acciones obedecían a algo muy importante, el gavilán no les consideró en absoluto para su misión de caza, como tampoco los sucesos que estaban por venir, les tendría más en cuenta de lo necesario para su propio propósito. No, Victoria y Shepard, como Duncan o Philliphs o el alguacil Ascot, o el resto de personas que intervenían en esa parte de la realidad del mundo, no eran imprescindible. Representarían su papel pensando que eran independientes, pero en realidad formaban parte de una rueda que tenía su propia idea sobre el rumbo que tomaría y que si no obtenía de alguna de sus piezas lo que quería, simplemente la suplantaría con otra.

Quizá en todo aquello, solo una persona pensaba de aquella manera y esa persona era la anciana Niumhun. Se sabía pieza de un engranaje, una pieza que comenzaba a mostrar su fecha de caducidad y solo le quedaba observar y aprovecharse del rumbo de la rueda en la que estaba inmersa para poder beneficiarse. A diferencia del resto, Niumhun sabía que sus actos no eran tan voluntarios, y eso era una ventaja con respecto al resto, porque había dejado de actuar para alcanzar sus objetivos y comenzó a dedicarse a aprovechar el trabajo de los demás.

Había tenido sueños extraños, y los sueños son representaciones que la gran rueda del destino le mostraba. Había visto la figura de Victoria y después había tenido más sueños recurrentes con ella. No le había visto la cara, pero sabía de ella, sentía su presencia en esos sueños, y sabía que representaba un peligro para sus planes. Pero lejos de pensar en eliminarla, utilizó su conocimiento sobre que el destino tiene sus propios caminos por los que nos pone a caminar y si éste decidía que viviera, ella sabría cómo utilizarla.


Victoria tenía la firme decisión de averiguar qué tenía que ver el colgante de Shepard con las piedras que había encontrado en el monte y todo aquello con lo que les pasaba a los regresados. Ella vivía en el monte desde siempre, nunca había visto al capitán de los Malvan y que Shepard tuviera la misma piedra tallada, sólo podía significar que lo que había en el monte, había estado en otros lugares. Que de alguna manera, Shepard sabía lo que pasaba y que estuviera allí, obedecía más a prolongarlo que a atajarlo. Ese pensamiento la acompañó hasta bien entrado el monte donde siguió con su rastreo.


Shepard era un militar de nacimiento. Obedecía órdenes y las hacía cumplir. NO se paraba a pensar si eran o no correctas, para eso ya había gente por encima de él. Y no era porque no tuviera capacidad de dirigirse, que no tuviera inteligencia para que nadie tuviera que ordenarle nada. Shepard era un mercenario, le gustaba el dinero y el poder que le aportaba estar a las órdenes de Sir Calixto. Bajo su nombre, podía desarrollar sus dotes de tirano y sanguinario sin que le interrumpieran. Claro que excederse le había supuesto tener aquella incómoda misión bajo su mando. Lo peor de todo, era que no podía entrar a saco en la aldea y reventar cabezas como el que entra en un campo de calabazas. Tenía que mantener la calma, no hacer que los ojos de Sir Williams de Lochside, del rey y de todos los enemigos de los Malvan se fijaran en Carpelton Green. Eso era lo que más le desquiciaba. Eso y que era un hombre supersticioso y el clan de los Malvan le ponía los pelos de punta cuando su linaje salía a relucir. Apretó el paso como si con ello pudiera dejar atrás el vello de punta suspendido en el aire, mientras se alejaba con Corso a galope tendido.
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