Indagando en asuntos turbios.

Ildaron se encontraba sentado en un banquete de madera, solo con una toalla reliada en la cintura como prenda, acababa de tomar un baño con Skadi y estaba relajado y contento después de mucho tiempo. La muchacha le había preguntado por la enfermedad y él hacía memoria para responder.

Los mercenarios andan detrás, me juego el cuello ahora mismo al saber más de lo que han querido contarme reflexionaba mientras el pelo húmedo le caia por los hombros.

Hay alguien detrás, alguien bastante importante...no obstante ese canalla del nuevo jefe no quiso decirme nada, bah...asesino hipócrita.

La joven le miró, aún metida en la bañera de madera llena de agua caliente. Tenía el cabello liso cayendo por sus hombros y el agua le llegaba justo hasta la mitad de los senos.

- Bueno... tarde o temprano se acabará sabiendo, espero más pronto que tarde. La enfermedad es extraña y quiero morir en paz, no llena de granos.

Su frase parecía cruel, pero no quería derrumbarse, prefería bromear y no tomarse demasiado en serio las cosas. Se quedó después en silencio, disfrutando de la cálida agua mientras sus pensamientos volaban, no hacia los recuerdos como tantas otras veces, si no hacia las palabras de Ildaron.

Había alguien detrás de todo aquello, y tenía que saber quien era. Controlar a la población y a un reino entero a base de miedo era una idea perfecta, y malvada.

No se, más vale que nos andemos con ojo porque estos no se andan con tonterias Skadi. Suspiró y se levantó, sentandose a su lado para acariciarle la espalda desnuda.

Tengo que protegerte, como siempre he hecho Sonrió divertido. ¿Sabes algo de tu amiguito médico?

- ¿Miika? No, no he vuelto a verle, ni siquiera me he cruzado con él.

Murmuró frunciendo el ceño, ¿le habría pasado algo al joven? Esperaba que no, la serviría de ayuda en futuros próximos a ella y a Ildaron, y además le había parecido un chico muy dulce.

- ¿Crees que estará bien?

Buscó su mano con la suya, dándole la suave esponja para que la frotara la espalda. Nunca le había visto tan atento, ni tan cuidadoso.

- No quiero que vuelvas a ningún burdel.

El mercenario rió entre dientes mientras le lavaba la espalda, mirandole la piel, no encontró ningún lunar ni imperfección. Eso ya me lo decías antes...pero ahora puede que te haga caso dijo sin borrar la sonrisa, al tiempo que aprovechaba para hacerla de rabiar con cosquillas en los costados, riéndose así más alto.

¿Es esto el inicio de un romance? Nunca he vivido ninguno, frunció el ceño pensativo, le habían asaltado dudas en la cabeza de cómo debería comportarse para saber estar en una relación. Quizá te suene una pregunta estúpida pero...¿Hay que...hay que hacer algo? preguntó aún con el ceño fruncido.

- Tal vez no estés hecho para una relación, no sabes ser noble y fiel.

Skadi se echó agua a la cara, preguntándose como podía seguir la bañera caliente tras tanto rato sumergida en ella.

Qué sabrás tú...nunca me has conocido en ese aspecto Rió y la sumergió en el agua entre risas mientras procuraba no mojarse demasiado.

Ya verás como me las ingeniaré para hacerlo bien...jeje. Se apartó y se secó los brazos para levantarse y asomarse al exterior por una ventana.

Skadi jadeó al salir del agua, apartándose el cabello empapado del rostro y mirándole mientras le salpicaba, sin llegar a darle.

- ¿Y qué piensas hacer pedazo de idiota?

Dijo con diversión, por el hundimiento que la había hecho segundos antes.

Uhm...alomejor te hago algún gesto de esos empalagosos de los trovadores...no digo una canción, porque parecería un pollo degollado... rió entre dientes mirando por la ventana, afuera los guardias seguían intentando poner orden en la desordenada ciudad, ahora azotada por la epidemia.

Quizá regalarte una flor hermosa en estos tiempos que corren sea el mayor logro que un hombre pueda alcanzar... dijo con aire meditabundo, pues las dudas sobre el futuro le asaltaban la mente, ¿quién sabe si alguno de ellos dos no se infectaría mañana? Miró a Skadi entonces, viendo su cuerpo desnudo sin mostrar rubor, ya lo había visto antes cuando jugaban en el río de jóvenes, aunque su entrepierna ahora sentía cosas al verla desnuda que no sentía de niño.

Mmm...y ¿qué me regalaras tú? Se cruzó de brazos sonriendo ampliamente sin dejar de mirar sus formas femeninas.

- Un beso, un largo beso, húmedo y ardiente.

Skadi empapó la esponja y dejó resbalar el agua por su cuerpo, girando el rostro hacie el hombre. Su cabello negro y rizado, estaba recogido en un moño despeinado, haciendo que algunos bucles cayeran por sus hombros y se empaparan las oscuras puntas.

- Aunque si prefieres un soneto...- dijo con una sonrisa curvando sus femeninos y anchos labios.

Mmmm...dónde has estado toda mi vida bromeó con una sonrisa amplia y se acercó a ella, abrazándola contra él aun estando vestido. Tu picardía es propia de mercenarios, te he enseñado bien, ¿No crees? Te he curado de espanto.

Dicho esto reclamó sus labios en el beso prometido, deslizando la lengua dentro de la boca de la joven, saboreando algo que había soñado muchos años. Mmm...ningún soneto me resultaría tan dulce como estos gestos, te he esperado muchos años...hermanita. Le guiñó un ojo con una sonrisa pícara.

- Que me sigas llamando hermanita consigue que me estremezca.

Murmuró, abriendo la boca para recibir a la suya, sacando una pierna del agua y rodeándole con ella. Su cuerpo se perlaba de las gotas de agua a la luz de la luna que se colaba por la ventana, al igual que los restos de jabón de su espalda y sus hombros.

Notó un escalofrío al escucharla decir aquello y la sacó del agua, poniendola frente a él, hasta hacía apenas dos días no sabía de aquellos sentimientos de Skadi hacia él, pero en los besos que ambos se daban hacía un claro acto de presencia la lujuria. Acarició los menudos pechos de la chica recogiéndolos en sus manos y deseó que aquel instante no acabara nunca.

Entonces te llamaré hermanita cuando nos deseemos. Respondió sonriendo pícaramente.

- Las manos donde pueda verlas.

Casi ordenó, con una sonrisa. En pocos segundos, Skadi se alejó y tomó una suave toalla en la que envolvió su cuerpo, quitándose los restos de jabón con suaves pasadas de la tela aterciopelada.

- Dijiste que ibas a contarme eso de los mercenarios, empieza pues. Lo estoy deseando oír.

Puf...es bastante interesante y peligroso, espero que no salga tu vena aventurera eh? Dijo yendo con ella a la pequeña cocina de la casa, para coger alguna fruta que mordisquear.

Logré informarme de que los mercenarios del barrio saben a que juegan...saben de qué va todo esto pero todos callan, lo cual es raro, porque estas cosas se saben siempre por susurros..y cosas. El nuevo líder está comprado por alguien de arriba, no se quien, sólo se que a alguien de arriba le interesa que la ciudad este sumida en un caos de cadáveres, apestados y ruina...no obstante, no termino de imaginarme quién puede desear algo asi y tampoco he tenido más tiempo de investigar.

Guardó un rato de silencio mientras se comía la pera, quizá pensando en quién podría andar detrás de tan turbios asuntos, pero suspiró negando con la cabeza mientras tragaba.

Es peligroso también, el líder me amenazó sin lugar a dudas para que no husmease.

Skadi fue tras él, con la toalla enredada en su cuerpo a modo de vestido mientras su cabello mojado se recogía atrás en un moño alto, despeinado y goteando agua.

- Quizá a alguien no le gusta el actual Gobierno de la ciudad y manda una enfermedad para que pensemos que esta ciudad, religiosamente hablando, es corrupta por culpa del Rey o los nobles. ¿No te diste cuenta? Todos los enfermos son plebeyos, eso podría hacer pensar que Dios castiga al Rey de Camelot arrebatándole al pueblo que le paga los impuestos.

Murmuró, dándole un mordisco a la fruta que él había cogido.

- O... puede ser que esto sea obra del mismo Gobierno de la ciudad. Todos los apestados son viejos desdentados, mujeres viudas o niños huérfanos. Gente.- dijo atándose aún mejor la toalla.- que no paga apenas impuestos o que arrastra muchas deudas.

Hemos vivido en muchos lugares niña y en todos ellos hemos visto que los campesinos trabajan sus campos y acarrean sus ganados, por muy apurados de deudas que estén. Esto va más allá, los campesinos piensan que sus campos y sus cosechas no sirven, los descuidan, el rey no promulga ningún edicto, ninguna ley, no dice nada y la ciudad se desmorona, hace tiempo escuché en la taberna que un noble quería poner en el trono a una nueva reina... y no sé, si alguien influyente está detrás de todo...no se que pensar.

Se sentó en una de las viejas sillas de la cocina y tamborileó con los dedos en el tablero de la mesa mientras se mordía el labio inconscientemente, pensando alguna solución.

En las últimas noches se han visto algunos ataques aislados, Skadi. Dijo mirándola no exento de preocupación El otro día uno de esos me escupió a la cara, con la fortuna de que me dio en el pelo... Puso una mueca de asco al recordar Me tuve que lavar con agua bien caliente y no sabía nada de ti, me preocupas cuando sales tanto tiempo y no se de ti. Negó con la cabeza, preocupado.

- No creo que te preocupe tanto. - caminó hasta él y le miró fijamente.- Ildaron, son mis cosas, y yo me ocupo de ellas. Sé estar sola, y ahora mismo lo estoy.

Skadi volvió a apartarse unos metros y dio vueltas por la habitación.

- Tendrás que solucionar algo tú, yo voy a ausentarme. Me iré al bosque, últimamente no me encuentro bien.

¿Cómo que te vas? No puede ser que te vayas, estamos juntos ahora..¿no? ¿Qué sucede? Frunció el ceño extrañado, nunca se había preocupado tanto por una mujer como para tener dudas en su cabeza, ¿Acaso Skadi se marchaba de su lado?

Los asuntos de la ciudad se solucionarán con el tiempo...pero ahora creo que tú tienes más prioridad para mi, si estamos juntos...¿Eso quiere decir que te vas de mi lado? preguntó por fin, sintiendo una extraña sensación de opresión en el pecho, no sabía por qué preguntaba, de siempre ambos habían estado yendo y viniendo a su aire, pero por alguna razón que el mercenario no abarcaba a entender del todo, que se alejara de él tras haber dicho de estar juntos le preocupaba, quizá fuese eso lo que describían como preocuparse de alguien...

- Tenemos vidas diferentes. A ti te gusta beber, las mujeres, ésto último sobretodo, matar,... ya sabes, la vida de un mercenario. Y los mercenarios no tienen esposas ni familias, Ildaron.

Skadi respiró hondo y se sentó sobre la mesa. Unas leves ojeras marcaban su pálido rostro, de labios resecos y mirada cansada.

- Ojalá todo fuera diferente, pero no lo es. Siento como si mi cuerpo quisiera abandonar este mundo, ¿sabes? Y como si a nadie fuese a importarle. Tengo ya unos cuantos años a mis espaldas, y sin embargo, soy una mujer vacía. No puedo seguir en Camelot.

Terminó, mirándole.

El mercenario frunció el ceño en el sitio, apoyado en la encimera mirándola. No podía creerse que la viva Skadi le dijese aquello ahora.

Muchas veces eres tú quien me ha animado, no hay por qué decir esas cosas...eres tan joven como yo y estás sana, no te ha afectado la enfermedad...hermana, siempre hemos estado juntos, si marchas me faltará mi mitad. Se descubrió suspirando tras decir aquello.

Llevamos juntos tantos años...nos complementamos mutuamente, en misiones...en los gustos...¡hasta en la forma de pensar! decía resistiéndose a aceptar aquello.

Skadi, con su particular mirada, se acercó a él y posó la mano en su brazo, con una delicadeza con la que nunca lo había tratado.

- Lo tuyo son las espadas, los burdeles y las trampas. Acabarías cansándote de estar con una sola mujer.

La mujer de cabellos negros respiró hondo y cerró los ojos cuando apoyó su frente en su cálida mejilla. No quería marcharse, pero no quería sufrir. Pasaban tiempo alejado, y ella pensaba en dónde estaría... y siempre con quién.

Un buen mercenario tiene muchas lealtades a señores con bolsas llenas de oro, pero también tienen lealtad a su parentesco, aunque en nuestro caso sea ficticio, que los dioses bajen si no te considero más que una compañera de viajes, o que incluso hermana. Dijo altivo mientras respiraba hondo, deslizando sus dedos por su cabello hasta acariciar con suavidad su espalda.

Nunca me dijiste lo que se ahora, ¿Cómo lo iba a saber? Por eso hacía lo que hacía ladeó levemente la cabeza, con gesto de abatimiento aunque lo sabía disimular medianamente bien. No obstante siempre quise lo mejor para mi hermanita, si es lo que deseas para estar bien...pues... No quiso seguir hablando tras decir aquello, nunca se había enamorado hasta ahora, y tenía claro que no lo volvería a hacer, si algo odiaba Ildaron era sufrir por cosas que no podía matar con una buena espada para quitárselas de encima.

(no me mates... u.u...)


Skadi se lo quedó mirando, escuchando sus palabras y luego bajando de nuevo la mirada, posándola en uno de sus brazos, donde jugueteaba con el cuero de su manga.
-¿Soy la única?
Cuando habló, volvió a mirarle. Tras el baño, no llevaba sus pinturas y su piel estaba limpia y tersa. Tenía su acostumbrada palidez y sus enormes ojos siempre atentos a cualquier cosa.

El mercenario no pudo evitar dibujar una de sus sonrisas de medio lado mientras la miraba. Cuando estaba recién bañada, Skadi aparentaba mucha menos edad que cuando se cubría de pinturas y armaduras.

Siempre me recuerdas a un animalillo con ojos grandes y atentos cuando me miras tras bañarte, cuando no llevas armadura ni nada. Rió levemente y luego se concentró en su pregunta.

Estos días he estado muy liado, combates, emboscadas de vivos...y de muertos, viajes aquí y allá...los ratos libres los he empleado para pensar en cosas y descansar, no he buscado mujeres en los lugares a los que he ido. Dijo asintiendo con suavidad. ¿Te responde eso a tu pregunta? Espero que sí, ya sabes que pensar buenas respuestas nunca fue cosa de este mercenario. Suspiró rascándose la cabeza.