¿A dónde quieres que mire?
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¿A dónde quieres que mire?
Esa noche las estrellas brillaban con una intensidad peculiar. Pero en las profundidades del lúgubre bosque norteño de Camelot era difícil llegar a contemplarlas, pues el ramaje de los altos y frondosos árboles se entrelazaba creando una maraña que impedía la visión del cielo nocturno.
No era una noche fría, sin embargo, el suave viento que soplaba llevaba con él un tétrico aullido que parecía murmurar un llanto desconsolado de algún alma perdida, produciendo una gélida sensación a quienes lo llegaban a escuchar. Una neblina cubría como una alfombra de la naturaleza la hierba del bosque, dando un extraño aspecto fantasmal al lugar.
Pero ella jamás había sentido el miedo en aquellos lugares; curiosamente, a pesar de su fragilidad e inocencia, el bosque siempre la sosegaba. Y allí se encontraba, medio tumbada en un claro entre los árboles; que se alzaban rodeándola, proyectando sombras por doquier entre la niebla y cortando el viento silbante. Una situación tétrica para muchos, encantadora para ella.
Descalza en ese claro del bosque, podía contemplar las estrellas, tan hermosas aquella noche de la recién llegada primavera. Esa misma tarde, había encontrado un baúl en su casa que no recordaba tener. En el baúl, un papiro muy antiguo, arrugado, con la tinta desgastada; y una caja de música tallada en madera con los bordes dorados.
Dayanna giró la llave dorada a un lado de la caja de música y la abrió. Una melodía tintineante comenzó a salir de ella, una melodía que parecía que había sido compuesta para acompañar al lamento inexistente del viento de aquella noche. Tin…tin…tin….una pequeña bailarina tallada en la misma madera giraba en el centro de la caja de música. A Dayanna le parecía muy hermoso.
Posó la caja en la suave hierba del bosque y sacó la hoja arrugada de un pliegue de su vestido rosa. La alisó bajo la luz de la Luna llena y miró las letras escritas. La caligrafía resultaba casi hipnótica: “¿ A dónde quieres que mire?”
No era una noche fría, sin embargo, el suave viento que soplaba llevaba con él un tétrico aullido que parecía murmurar un llanto desconsolado de algún alma perdida, produciendo una gélida sensación a quienes lo llegaban a escuchar. Una neblina cubría como una alfombra de la naturaleza la hierba del bosque, dando un extraño aspecto fantasmal al lugar.
Pero ella jamás había sentido el miedo en aquellos lugares; curiosamente, a pesar de su fragilidad e inocencia, el bosque siempre la sosegaba. Y allí se encontraba, medio tumbada en un claro entre los árboles; que se alzaban rodeándola, proyectando sombras por doquier entre la niebla y cortando el viento silbante. Una situación tétrica para muchos, encantadora para ella.
Descalza en ese claro del bosque, podía contemplar las estrellas, tan hermosas aquella noche de la recién llegada primavera. Esa misma tarde, había encontrado un baúl en su casa que no recordaba tener. En el baúl, un papiro muy antiguo, arrugado, con la tinta desgastada; y una caja de música tallada en madera con los bordes dorados.
Dayanna giró la llave dorada a un lado de la caja de música y la abrió. Una melodía tintineante comenzó a salir de ella, una melodía que parecía que había sido compuesta para acompañar al lamento inexistente del viento de aquella noche. Tin…tin…tin….una pequeña bailarina tallada en la misma madera giraba en el centro de la caja de música. A Dayanna le parecía muy hermoso.
Posó la caja en la suave hierba del bosque y sacó la hoja arrugada de un pliegue de su vestido rosa. La alisó bajo la luz de la Luna llena y miró las letras escritas. La caligrafía resultaba casi hipnótica: “¿ A dónde quieres que mire?”
Dayanna- Pink Vader
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Localización : Camelot
Fecha de inscripción : 07/11/2010
La dulce chica de las flores
¿A dónde quieres que sus ojos miren, bruja?
¡¿¿Bruja??! ¿¿Bruja yo?? – Pensó en cuanto leyó la segunda línea del escrito como si las palabras del mismo le hablasen directamente a su mente. Soltó la hoja en un acto reflejo: ¡ese papiro estaba dirigido a una bruja!... no, con esas cosas no se había de jugar.
Dayanna sintió miedo, un escalofrío. De pronto parecía como si la suave brisa del bosque hubiera crecido en intensidad, vigilándola en cada palabra. Miró a su alrededor angustiada, a los frondosos y esbeltos árboles que la rodeaban, comprobando que no había nadie que la espiara escondido entre ellos, comprobando que todo eran sombras en la oscuridad.
No debería seguir leyendo – negaba con la cabeza-… no… no debería.. no es bueno jugar con estas cosas…- sus pensamientos fluían rápidamente tratando de matar su curiosidad mientras la caja de música seguía ambientando con su tintineante melodía la sombría noche.
Bueno… sólo un poco… sólo un poco más…- esa idea la impulsó a estirar su brazo hasta volver a coger el papiro sobre la hierba. Se mordió el labio inferior y continuó con su lectura:
¿Dónde quieres que se pose fija su mente? Susúrrame bajo la luz de la luna llena a quién quieres crear una obsesión. Cuéntame qué obsesión quieres que penetre en su cabeza y yo la encerraré en ella.
Será fácil, bruja. Sólo necesitarás dos flores de campanilla, la flor de la sumisión; y dos escabiosas columbarias, la flor que simboliza el alma en duelo.
Dayanna frunció ligeramente el ceño. Casualmente flores. Gateó un poco hasta tener a su alcance la cesta de mimbre que siempre llevaba con ella y le echó un vistazo. Sí, en ella tenía campanillas y escabiosas; además de otras muchas especies, pues estos dos tipos de flores, eran muy comunes en los bosques de Camelot.
Se encogió de hombros y sonrió con la ilusión de una niña en su rostro. ¿Qué habría de malo en hacer un pequeño hechizo si ella pudiera? Se comenzó a morder los nudillos de su mano izquierda cavilando sobre las palabras del papiro: ¿y si pudiera conseguir que los ojos de ese apuesto caballero se fijasen en ella? Suspiró risueña. No sería nada malo…. de hecho sería extraordinario.
Esos caballeros nunca se fijaban en humildes muchachas como ella…Siempre se rodeaban de las damas cultas, bien vestidas y perfumadas de la alta nobleza, esas damas que Dayanna tanto admiraba.
Pero quizás.. y sólo quizás… si le susurraba su nombre a la Luna Llena y usando las propiedades de esas flores…. en fin, cogió dos campanillas y dos escabiosas del cesto de mimbre y leyó el último párrafo del antiguo y misterioso papiro hallado:
Trazarás un círculo en la tierra yerma bajo la luz de la Luna Llena. Te colocarás en su centro, alzando con tu mano derecha por los pelos la cabeza de un hombre decapitado. En la cabeza, sin ojos, estarán metidas en cada una de las cuencas de los globos oculares vacías una flor de campanilla y una flor de scabiosa columbaria.
Entonces pronunciarás las palabras que conocemos, bruja; y luego me susurrarás bajo la luz de la luna llena a quién quieres crear una obsesión. Cuéntame qué obsesión quieres que penetre en su cabeza y yo la encerraré en ella.
Dayanna dejó caer la hoja y las flores mientras soltaba un grito lleno de pánico nacido de sus entrañas. Su tez palideció ante las macabras palabras del escrito, sintiendo náuseas por ellas. Se arrastró por la tierra alejándose del papiro, como si este pudiera hacerla daño, mirándolo con auténtico pavor. El miedo la inundó por completo.
Poco tardó en llegar cabalgando en su montura, alertado por el grito de Dayanna, un miembro de la caballería de la Guardia Real de Camelot, vestido con el Emblema del Reino.
Sorprendido, al ver de noche y sola a una joven en las profundidades del bosque, desmontó de su caballo y se acerco a ella
-Por los dioses, ¿cómo puede ser que una joven dama como vos camine sola por el peligroso bosque del Norte del Reino más aún siendo de noche? – el Guardia se paró justo en frente de ella ofreciéndole su mano derecha galante para ayudarla a levantarse, mientras mantenía la otra posada en la empuñadura de su espada, en una postura totalmente caballeresca. - ¿Acaso no conocéis los peligros de estos lares, milady? Suerte tenéis que haya sido yo en mi guardia nocturna quien os ha encontrado, y no cualquier ser sombrío de la noche…. - terminó con una sonrisa afable hacia ella que inspiraba confianza
Dayanna le miró, pálida aún por el horror que habían causado en ella las palabras leídas; y muy sorprendida porque no estaba acostumbrada a que la trataran así. Boquiabierta miraba al caballero de la Guardia Real.. y detrás de él.. la Luna Llena.
La tintineante melodía de la caja de música fue cesando lentamente. La pequeña bailarina de madera dejó de girar sobre sí misma poco a poco al compás del cese de la música…
Dayaaaaannnaaa….Daaayaaannaaaa – alguien la llamaba con una voz muy suave y tétrica
¡¿¿Bruja??! ¿¿Bruja yo?? – Pensó en cuanto leyó la segunda línea del escrito como si las palabras del mismo le hablasen directamente a su mente. Soltó la hoja en un acto reflejo: ¡ese papiro estaba dirigido a una bruja!... no, con esas cosas no se había de jugar.
Dayanna sintió miedo, un escalofrío. De pronto parecía como si la suave brisa del bosque hubiera crecido en intensidad, vigilándola en cada palabra. Miró a su alrededor angustiada, a los frondosos y esbeltos árboles que la rodeaban, comprobando que no había nadie que la espiara escondido entre ellos, comprobando que todo eran sombras en la oscuridad.
No debería seguir leyendo – negaba con la cabeza-… no… no debería.. no es bueno jugar con estas cosas…- sus pensamientos fluían rápidamente tratando de matar su curiosidad mientras la caja de música seguía ambientando con su tintineante melodía la sombría noche.
Bueno… sólo un poco… sólo un poco más…- esa idea la impulsó a estirar su brazo hasta volver a coger el papiro sobre la hierba. Se mordió el labio inferior y continuó con su lectura:
¿Dónde quieres que se pose fija su mente? Susúrrame bajo la luz de la luna llena a quién quieres crear una obsesión. Cuéntame qué obsesión quieres que penetre en su cabeza y yo la encerraré en ella.
Será fácil, bruja. Sólo necesitarás dos flores de campanilla, la flor de la sumisión; y dos escabiosas columbarias, la flor que simboliza el alma en duelo.
Dayanna frunció ligeramente el ceño. Casualmente flores. Gateó un poco hasta tener a su alcance la cesta de mimbre que siempre llevaba con ella y le echó un vistazo. Sí, en ella tenía campanillas y escabiosas; además de otras muchas especies, pues estos dos tipos de flores, eran muy comunes en los bosques de Camelot.
Se encogió de hombros y sonrió con la ilusión de una niña en su rostro. ¿Qué habría de malo en hacer un pequeño hechizo si ella pudiera? Se comenzó a morder los nudillos de su mano izquierda cavilando sobre las palabras del papiro: ¿y si pudiera conseguir que los ojos de ese apuesto caballero se fijasen en ella? Suspiró risueña. No sería nada malo…. de hecho sería extraordinario.
Esos caballeros nunca se fijaban en humildes muchachas como ella…Siempre se rodeaban de las damas cultas, bien vestidas y perfumadas de la alta nobleza, esas damas que Dayanna tanto admiraba.
Pero quizás.. y sólo quizás… si le susurraba su nombre a la Luna Llena y usando las propiedades de esas flores…. en fin, cogió dos campanillas y dos escabiosas del cesto de mimbre y leyó el último párrafo del antiguo y misterioso papiro hallado:
Trazarás un círculo en la tierra yerma bajo la luz de la Luna Llena. Te colocarás en su centro, alzando con tu mano derecha por los pelos la cabeza de un hombre decapitado. En la cabeza, sin ojos, estarán metidas en cada una de las cuencas de los globos oculares vacías una flor de campanilla y una flor de scabiosa columbaria.
Entonces pronunciarás las palabras que conocemos, bruja; y luego me susurrarás bajo la luz de la luna llena a quién quieres crear una obsesión. Cuéntame qué obsesión quieres que penetre en su cabeza y yo la encerraré en ella.
Dayanna dejó caer la hoja y las flores mientras soltaba un grito lleno de pánico nacido de sus entrañas. Su tez palideció ante las macabras palabras del escrito, sintiendo náuseas por ellas. Se arrastró por la tierra alejándose del papiro, como si este pudiera hacerla daño, mirándolo con auténtico pavor. El miedo la inundó por completo.
Poco tardó en llegar cabalgando en su montura, alertado por el grito de Dayanna, un miembro de la caballería de la Guardia Real de Camelot, vestido con el Emblema del Reino.
Sorprendido, al ver de noche y sola a una joven en las profundidades del bosque, desmontó de su caballo y se acerco a ella
-Por los dioses, ¿cómo puede ser que una joven dama como vos camine sola por el peligroso bosque del Norte del Reino más aún siendo de noche? – el Guardia se paró justo en frente de ella ofreciéndole su mano derecha galante para ayudarla a levantarse, mientras mantenía la otra posada en la empuñadura de su espada, en una postura totalmente caballeresca. - ¿Acaso no conocéis los peligros de estos lares, milady? Suerte tenéis que haya sido yo en mi guardia nocturna quien os ha encontrado, y no cualquier ser sombrío de la noche…. - terminó con una sonrisa afable hacia ella que inspiraba confianza
Dayanna le miró, pálida aún por el horror que habían causado en ella las palabras leídas; y muy sorprendida porque no estaba acostumbrada a que la trataran así. Boquiabierta miraba al caballero de la Guardia Real.. y detrás de él.. la Luna Llena.
La tintineante melodía de la caja de música fue cesando lentamente. La pequeña bailarina de madera dejó de girar sobre sí misma poco a poco al compás del cese de la música…
Dayaaaaannnaaa….Daaayaaannaaaa – alguien la llamaba con una voz muy suave y tétrica
Dayanna- Pink Vader
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Re: ¿A dónde quieres que mire?
Instinto soltó una muda carcajada que acabó provocando la muerte de una insensata musaraña.
Ella , etérea y volátil , estaba en todos y en ningún lugar. Habitaba en los corazones de señores , campesinos y asesinos. Jugueteaba en los bajos fondos , donde vivían la mayoría de sus fieles seguidores. Y en ese momento vio a través de unos ojos arácnidos la escena que estaba teniendo lugar en el bosque de Camelot. No le prestaba excesiva atención a ese lugar pues solía dejarlo en manos de sus dos hijas : Hambre y Libido. Moscas , lobos , ciervos , águilas , libélulas , gatos , osos… todos mataban para comer. Vivían para reproducirse y morían para volver a alimentar a microorganismos. Instinto veía el ciclo de la vida sencillo y poco interesante. Quizá fue por eso que le gustó tanto la especie humana. Tan cambiante , frágil e ignorante… Ella disfrutaba canturreando en sus mentes , ofreciéndoles sus más íntimos deseos. Y hubo una época en la que los hombres la querían y vivían bien. Pero la corrupción inundó el alma humana y entonces sólo buscaban a Instinto para satisfacer sus macabras ideas alejadas de toda naturaleza. Y fue entonces cuando Instinto empezó a cansarse y abandonó uno a uno a la mayoría de los hombres. Pero siguió viviendo con algunos…
Hacía mucho tiempo que Instinto no tomaba apariencia humana , no la necesitaba para guiar al resto de animales. Pero sabía que esa era la mejor forma de atraerla. Olió el aire y gimió. Reconocía ese olor pero lo notaba ligeramente cambiado. “Quizá un poco menos picante” -pensó.
En ese momento se situó detrás del caballero y miró a Dayanna. La miró con la inocencia de una cría de seis años. Tenía el cabello recogido en dos trenzas que caían sobre su vestido de terciopelo. La nariz puntiaguda estaba manchada de pecas que recorrían el resto del redondeado rostro. Al sonreír la ausencia de varios dientes ofrecían a la niña un aire adorable que se esfumó cuando habló. Era una voz muda . Los labios de la niña se movían y las palabras que debían de salir de ellos retumbaban en la mente de Dayanna con la misma profundidad que sus propios pensamientos.- “Hola Dayanna. ¿Me recuerdas?” Preguntó. Sabía que no lo hacía. Instinto no necesitaba de un lenguaje verbal para leer en las personas pero conocía esa extraña manera de comunicación que utilizaban los humanos y le gustaba emplearla. [La figura de la niña se encontraba tras el caballero pero sólo era visible para la chica , era una visión extracorpórea de su propia alma. Cuando intentara contestarle no necesitaría hacerlo en voz alta , sólo bastaría con un pensamiento. De esta manera se mantendría oculto todo lo que dijeran]
Al mismo tiempo , Instinto olisqueó el cuello del caballero. No lo había visitado antes. Atravesó su espalda y se incrustó en su corazón. Respiró de cada latido y sonrío cuando saboreó el deseo que se - abría paso tan sigiloso que incluso su propietario lo ignoraba. “Te gusta ¿Verdad?”. - Ahora su voz era tan dulce que amargaría a la miel. Un escalofrío recorrió el cuerpo del caballero. Sentía algo raro. ¿Era el viento , la oscuridad, quizá bestias salvajes? “Estáis los dos solos. Sólo tú patrullabas por aquí porque te gusta estar solo. Porque sabes que estás vacío. Agárrala.”- El caballero que se llamada Eric seguía mirando a Dayanna con la misma gentileza pero algo había cambiado “Cógela. Atrápala”
Ella , etérea y volátil , estaba en todos y en ningún lugar. Habitaba en los corazones de señores , campesinos y asesinos. Jugueteaba en los bajos fondos , donde vivían la mayoría de sus fieles seguidores. Y en ese momento vio a través de unos ojos arácnidos la escena que estaba teniendo lugar en el bosque de Camelot. No le prestaba excesiva atención a ese lugar pues solía dejarlo en manos de sus dos hijas : Hambre y Libido. Moscas , lobos , ciervos , águilas , libélulas , gatos , osos… todos mataban para comer. Vivían para reproducirse y morían para volver a alimentar a microorganismos. Instinto veía el ciclo de la vida sencillo y poco interesante. Quizá fue por eso que le gustó tanto la especie humana. Tan cambiante , frágil e ignorante… Ella disfrutaba canturreando en sus mentes , ofreciéndoles sus más íntimos deseos. Y hubo una época en la que los hombres la querían y vivían bien. Pero la corrupción inundó el alma humana y entonces sólo buscaban a Instinto para satisfacer sus macabras ideas alejadas de toda naturaleza. Y fue entonces cuando Instinto empezó a cansarse y abandonó uno a uno a la mayoría de los hombres. Pero siguió viviendo con algunos…
Hacía mucho tiempo que Instinto no tomaba apariencia humana , no la necesitaba para guiar al resto de animales. Pero sabía que esa era la mejor forma de atraerla. Olió el aire y gimió. Reconocía ese olor pero lo notaba ligeramente cambiado. “Quizá un poco menos picante” -pensó.
En ese momento se situó detrás del caballero y miró a Dayanna. La miró con la inocencia de una cría de seis años. Tenía el cabello recogido en dos trenzas que caían sobre su vestido de terciopelo. La nariz puntiaguda estaba manchada de pecas que recorrían el resto del redondeado rostro. Al sonreír la ausencia de varios dientes ofrecían a la niña un aire adorable que se esfumó cuando habló. Era una voz muda . Los labios de la niña se movían y las palabras que debían de salir de ellos retumbaban en la mente de Dayanna con la misma profundidad que sus propios pensamientos.- “Hola Dayanna. ¿Me recuerdas?” Preguntó. Sabía que no lo hacía. Instinto no necesitaba de un lenguaje verbal para leer en las personas pero conocía esa extraña manera de comunicación que utilizaban los humanos y le gustaba emplearla. [La figura de la niña se encontraba tras el caballero pero sólo era visible para la chica , era una visión extracorpórea de su propia alma. Cuando intentara contestarle no necesitaría hacerlo en voz alta , sólo bastaría con un pensamiento. De esta manera se mantendría oculto todo lo que dijeran]
Al mismo tiempo , Instinto olisqueó el cuello del caballero. No lo había visitado antes. Atravesó su espalda y se incrustó en su corazón. Respiró de cada latido y sonrío cuando saboreó el deseo que se - abría paso tan sigiloso que incluso su propietario lo ignoraba. “Te gusta ¿Verdad?”. - Ahora su voz era tan dulce que amargaría a la miel. Un escalofrío recorrió el cuerpo del caballero. Sentía algo raro. ¿Era el viento , la oscuridad, quizá bestias salvajes? “Estáis los dos solos. Sólo tú patrullabas por aquí porque te gusta estar solo. Porque sabes que estás vacío. Agárrala.”- El caballero que se llamada Eric seguía mirando a Dayanna con la misma gentileza pero algo había cambiado “Cógela. Atrápala”
Happy_Halloween- Instinto primario
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Re: ¿A dónde quieres que mire?
Dayanna había apartado su candorosa y frágil mirada de los ojos de aquel desconocido Caballero andante para posarlos sobre aquella niña que había aparecido de pronto detrás de él. ¿Quizá estaba soñando? ¿De dónde había salido esa niña?
Negó con la cabeza desconcertada mientras se reclinaba algo más hacia atrás, tratando de alejarse, ignorando la mano que el Guardia la ofrecía para reincorporarse. Miraba a la cría que en su mente hablaba con voz inhumana mientras negaba a la pregunta que retumbaba en su mente: hola Dayanna, ¿me recuerdas?....
Dayanna negaba aterrorizada con la cabeza a la muda pero ensordecedora voz, negando a la pregunta, negando a la vez a lo surrealista de la situación, quizá negando también a su miedo, quizá a una posible paranoia. Negaba palidecida mirando a la niña.
Eric contempló a Dayanna. Tan frágil y dulce, tan asustada… con la mirada perdida hacia algún punto del bosque detrás de él, retrocediendo espantada de … de nada. Porque no había nada. Eric volvió un segundo la cabeza atrás y sólo vio los frondosos árboles y el fantasmagórico aspecto del bosque norteño de Camelot. Pero a Dayanna parecía que el miedo la podría partir en mil pedazos. Su rostro bajo la luz de la luna se veía tan pálido por la angustia...
El Caballero de la Guardia Real dio un par de pasos y se agachó hasta ponerse a la altura de la muchacha. Posó suavemente su brazo derecho en el hombro de ella, con mucho tacto, no quería asustarla aún más. Sólo quería calmarla, sosegarla. Quería transmitirle seguridad, que estaba a salvo, que nada le sucedería estando él allí junto a ella.
Sí, Eric era todo un caballero.
Pero…ciertamente, algo muy profundo en su interior le hacía sentir poder y satisfacción a raíz de esa situación. El ser capaz de tener pleno dominio sobre el miedo de una joven tan frágil y dulce le complacía de una manera de la que ni si quiera él era consciente.
Dayanna dejó de contemplar a la niña cuando él puso su brazo en su hombro. Se sobresalto y giró ligeramente la cabeza, cruzándose las miradas de ambos. La perturbó cómo la estaba mirando, era extraño, ¿qué decían esos ojos? Apenas le sostuvo la mirada unos segundos, enseguida agachó la cabeza. Demasiado cerca, solos, el bosque, la noche, la mirada…. Esas situaciones la ponían curiosamente nerviosa.
Buscó a la niña de nuevo con la mirada, pero sin levantar la cabeza por miedo a toparse con “él”. La niña ya no estaba donde antes. Miró hacia otro lado, en todo momento con la cabeza gacha. ¡Ahí está! Sentada de espaldas a ella junto a su cesto de flores. Tenía cogida la caja de música y le estaba dando cuerda. Pobrecita.. ¿se habrá perdido? La niña se giró hacia Dayanna, no tenía rostro, sólo una mueca de sonrisa macabra.
Eric esbozó media sonrisa embelesado por la timidez de la joven perdida en el bosque y posó el dedo índice y pulgar sobre la barbilla de Dayanna: no, nunca agachéis la cabeza, milady. Por nada ni por nadie - dijo mientras alzaba el mentón de ella.
Dayanna dejó molesta que su rostro siguiera el recorrido marcado por una mano posada en su barbilla, abandonando así su mirada la imagen de la niña para posarse sobre el rostro de él. Arqueó una ceja y frunció el ceño con desprecio mientras las comisuras de sus labios se hundían hacía abajo en su rostro, en una desagradable mueca de desagrado. Demasiado cerca. Su olor... su aliento... su voz… su tacto… Esas situaciones la ponían particularmente nerviosa.
Negó con la cabeza desconcertada mientras se reclinaba algo más hacia atrás, tratando de alejarse, ignorando la mano que el Guardia la ofrecía para reincorporarse. Miraba a la cría que en su mente hablaba con voz inhumana mientras negaba a la pregunta que retumbaba en su mente: hola Dayanna, ¿me recuerdas?....
Dayanna negaba aterrorizada con la cabeza a la muda pero ensordecedora voz, negando a la pregunta, negando a la vez a lo surrealista de la situación, quizá negando también a su miedo, quizá a una posible paranoia. Negaba palidecida mirando a la niña.
Eric contempló a Dayanna. Tan frágil y dulce, tan asustada… con la mirada perdida hacia algún punto del bosque detrás de él, retrocediendo espantada de … de nada. Porque no había nada. Eric volvió un segundo la cabeza atrás y sólo vio los frondosos árboles y el fantasmagórico aspecto del bosque norteño de Camelot. Pero a Dayanna parecía que el miedo la podría partir en mil pedazos. Su rostro bajo la luz de la luna se veía tan pálido por la angustia...
El Caballero de la Guardia Real dio un par de pasos y se agachó hasta ponerse a la altura de la muchacha. Posó suavemente su brazo derecho en el hombro de ella, con mucho tacto, no quería asustarla aún más. Sólo quería calmarla, sosegarla. Quería transmitirle seguridad, que estaba a salvo, que nada le sucedería estando él allí junto a ella.
Sí, Eric era todo un caballero.
Pero…ciertamente, algo muy profundo en su interior le hacía sentir poder y satisfacción a raíz de esa situación. El ser capaz de tener pleno dominio sobre el miedo de una joven tan frágil y dulce le complacía de una manera de la que ni si quiera él era consciente.
Dayanna dejó de contemplar a la niña cuando él puso su brazo en su hombro. Se sobresalto y giró ligeramente la cabeza, cruzándose las miradas de ambos. La perturbó cómo la estaba mirando, era extraño, ¿qué decían esos ojos? Apenas le sostuvo la mirada unos segundos, enseguida agachó la cabeza. Demasiado cerca, solos, el bosque, la noche, la mirada…. Esas situaciones la ponían curiosamente nerviosa.
Buscó a la niña de nuevo con la mirada, pero sin levantar la cabeza por miedo a toparse con “él”. La niña ya no estaba donde antes. Miró hacia otro lado, en todo momento con la cabeza gacha. ¡Ahí está! Sentada de espaldas a ella junto a su cesto de flores. Tenía cogida la caja de música y le estaba dando cuerda. Pobrecita.. ¿se habrá perdido? La niña se giró hacia Dayanna, no tenía rostro, sólo una mueca de sonrisa macabra.
Eric esbozó media sonrisa embelesado por la timidez de la joven perdida en el bosque y posó el dedo índice y pulgar sobre la barbilla de Dayanna: no, nunca agachéis la cabeza, milady. Por nada ni por nadie - dijo mientras alzaba el mentón de ella.
Dayanna dejó molesta que su rostro siguiera el recorrido marcado por una mano posada en su barbilla, abandonando así su mirada la imagen de la niña para posarse sobre el rostro de él. Arqueó una ceja y frunció el ceño con desprecio mientras las comisuras de sus labios se hundían hacía abajo en su rostro, en una desagradable mueca de desagrado. Demasiado cerca. Su olor... su aliento... su voz… su tacto… Esas situaciones la ponían particularmente nerviosa.
Dayanna- Pink Vader
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Fecha de inscripción : 07/11/2010
Re: ¿A dónde quieres que mire?
Ella iba en la sangre , fluido que recorre el cuerpo de todo vertebrado e invertebrado. Podía coagularse , concentrarse o derramarse. Y en ese momento , en ese cuerpo decidió lo segundo. Fue entonces cuando Eric dejó a un lado el protocolo , la nobleza y la entereza y decidió dejarse llevar por ella. Sus labios se abrieron y se posaron sobre los de la chica con rabia. Buscaba su lengua con ansia , sin importarle lo demás. Fueron sus dientes los que hicieron que la primera gota de sangre cayera sobre la tierra húmeda. Fueron sus manos , cerradas como garras en torno a los brazos de Dayanna , los que mostraron sus intenciones grotescas. La empujó hacia atrás con su propio cuerpo . A pesar de que la armadura le restaba agilidad la adrenalina del momento compensaba su fuerza. Sujeta la muchacha como estaba , no había nada ni nada que pudiera detenerlo. “No debo hacerlo. No debo hacerlo”- decía su conciencia , pero la entrepierna tenía una respuesta diferente. Y ya se sabe de quien se dejan llevar los hombres. Fue así como comenzó el forcejeo por parte de Dayanna.
A lo lejos con el aullido de un lobo como señal , daba comienzo la cacería. Los ciervos se dispersaban como podían. La vida cuando se escapa sabe mejor. Eso lo sabía el cervatillo que había logrado despistar a los cánidos con su madre , lo sabían los carroñeros que vigilaban el movimiento del bosque y lo sabia la cierva que corría a través de los árboles con los lobos pisándole los talones. El crujir de ramas indicaba cada camino que escogía el animal para intentar salvar la vida. Si Eric no hubiera estado tan ocupado intentando bajarse los pantalones hubiera escuchado ese sonido. Si Instinto no hubiera conocido a Dayanna ella tampoco lo habría percibido , pero si por algo se caracterizaba Instinto era por su fidelidad para con sus favoritos. Y Dayanna lo era. La niña apareció detrás del caballero en el momento en que él conseguía sacarse el miembro .- “Mátale ahora y corre. Escucha. ¿Lo oyes? Son lobos. Si no lo matas ahora ellos os matarán a los dos. Yo me encargaré de que así sea” - Los ojos de la niña eran oscuros como la noche , atemporales. Su rostro estaba vacío de emociones, al menos emociones que un humano pudiera reconocer. Instinto no entendía por qué Dayanna no la escuchaba , antes solía hacerlo y decidió que era hora de recordarle viejas andanzas.- “ Usa tu poder. Esas palabras que sólo tú puedes pronunciar. Invócame y podré matar por ti , destruir por ti. Pero necesito que me llames. ¡Llámame!”- Las palabras retumbaban con fuerza en la cabeza de la chica. Las sienes se llenaban de sangre al mismo tiempo que Eric la embistió por primera vez , derramando las siguientes gotas de sangre sobre la tierra. Lo que había empezado como un tenue color rojizo estaba comenzando a tomar intensidad y un lobo que pasaba cerca de allí advirtió el fuerte olor.
A lo lejos con el aullido de un lobo como señal , daba comienzo la cacería. Los ciervos se dispersaban como podían. La vida cuando se escapa sabe mejor. Eso lo sabía el cervatillo que había logrado despistar a los cánidos con su madre , lo sabían los carroñeros que vigilaban el movimiento del bosque y lo sabia la cierva que corría a través de los árboles con los lobos pisándole los talones. El crujir de ramas indicaba cada camino que escogía el animal para intentar salvar la vida. Si Eric no hubiera estado tan ocupado intentando bajarse los pantalones hubiera escuchado ese sonido. Si Instinto no hubiera conocido a Dayanna ella tampoco lo habría percibido , pero si por algo se caracterizaba Instinto era por su fidelidad para con sus favoritos. Y Dayanna lo era. La niña apareció detrás del caballero en el momento en que él conseguía sacarse el miembro .- “Mátale ahora y corre. Escucha. ¿Lo oyes? Son lobos. Si no lo matas ahora ellos os matarán a los dos. Yo me encargaré de que así sea” - Los ojos de la niña eran oscuros como la noche , atemporales. Su rostro estaba vacío de emociones, al menos emociones que un humano pudiera reconocer. Instinto no entendía por qué Dayanna no la escuchaba , antes solía hacerlo y decidió que era hora de recordarle viejas andanzas.- “ Usa tu poder. Esas palabras que sólo tú puedes pronunciar. Invócame y podré matar por ti , destruir por ti. Pero necesito que me llames. ¡Llámame!”- Las palabras retumbaban con fuerza en la cabeza de la chica. Las sienes se llenaban de sangre al mismo tiempo que Eric la embistió por primera vez , derramando las siguientes gotas de sangre sobre la tierra. Lo que había empezado como un tenue color rojizo estaba comenzando a tomar intensidad y un lobo que pasaba cerca de allí advirtió el fuerte olor.
Happy_Halloween- Instinto primario
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Re: ¿A dónde quieres que mire?
Dayanna no lo vio venir. La boca de él se abalanzó sobre la suya sin darle tiempo a apartarse. No fue la historia de un beso. Fue nauseabundo. El olor de su aliento la ahogaba, su saliva producía arcadas en ella. Pero no podía apartar su rostro porque él apretaba su cara contra ella ansiando más y más. No sólo sentía el sabor de su saliva, había algo más, algo con cierto toque metálico. Era su propia sangre. Él la estaba mordiendo.
Dolía. Le hacía daño. Le mordía y le agarraba con fuerza clavándole los dedos en los brazos sujetándola, inmovilizándola.
Puerco malnacido.
Abrió los ojos cuando oyó esa voz en su interior, fría y despectiva. Las lágrimas hacían su visión borrosa, pero podía verla, ahí estaba ella, detrás, viéndolo todo: la niña del bosque.
Dayanna quiso pedirle ayuda, quiso llorar de rabia derrumbada por lo que la estaba haciendo aquel hombre, quiso levantar la mano hacia la niña para que ella la cogiera y la sacara de allí.
Pero la niña sólo esperaba ser escuchada… Era cierto, Dayanna hacía tiempo que había dejado de percibir a Instinto. Ya no se acordaba de cuando juntas solían salir de caza y Dayanna se deleitaba con esas experiencias que tanto saciaban su peculiar instinto: amputaciones de miembros a herejes, torturas, sacrificios…
Pero ya no. Ahora Dayanna era dulce e ingenua…. ¿Dulce e ingenua? Por desgracia para Eric, esa noche Dayanna escuchó a Instinto.
Cerró los ojos con fuerza y cuando los abrió de nuevo su mirada había cambiado. Miraba al Guardia de otra manera. Sentía la misma repugnancia pero la disfrazaba tras una faz provocativa, una sonrisa sinuosa y una mirada pícara. Le apartó ligeramente mirándole con ese rostro sugerente y la boca medio abierta, provocándole aposta, luego se mordió el labio inferior suavemente. Sí, Dayanna conocía bien a Instinto, sabía lo traicionera que podía llegar a ser para algunos.
Así fue. Instinto traicionó a Eric, que se sumió en ella, en su deseo primario, olvidándose de todo lo demás. Eso le permitió a Dayanna sacar aquella mediana daga que siempre llevaba escondida en uno de los pliegues de su vestido sin que él se diera cuenta.
Y en un movimiento rápido Dayanna clavó la daga en el abdomen del caballero de la Guardia Real, bajo la coraza, donde no hay armadura. Él la miro con los ojos abiertos aspirando fuerte, incrédulo, el dolor corto de raíz el placer. Esa mirada era una mirada que ella había visto antes: la mirada del que no esperaba morir esa noche. Dayanna sonrió con sorna y comenzó a mover la daga en sierra haciendo una herida que abriera el abdomen antes de que él pudiera reaccionar.
Sí. Si Dayanna no hubiera estado escuchando a Instinto no habría sido capaz de tal cosa, pero cuando la escuchaba, la florista se volvía una auténtica asesina. Incluso le maravillaba sentir como las vísceras de él y su sangre chorreaban sobre ella.
-No me miréis así – dijo con sorna y frialdad a Eric mientras este daba espasmos sobre ella ahogándose en su propia agonía-, ¿quién dijo que fuera yo la que estaba sola en el bosque y no el bosque a solas conmigo? – arqueo la ceja despectivamente – Esta noche quizá una de vuestras cabezas sí pueda ser de utilidad – dijo y comenzó a reír con malicia.
Eso fue lo único que Eric oyó decir a aquella muchacha que había encontrado sola en el bosque, y eso fue lo último que Eric oyó antes de morir.
Dayanna sacó la daga y la limpió sobre la hierba con el cuerpo de él todavía sobre el suyo. Era pesado. En el cielo nocturno se veían las aves carroñeras inscribiendo circunferencias. Bien sabían que esa noche había festín. Pero no sólo eso, los lobos habían llegado. Expectantes rodeaban la escena.
Dolía. Le hacía daño. Le mordía y le agarraba con fuerza clavándole los dedos en los brazos sujetándola, inmovilizándola.
Puerco malnacido.
Abrió los ojos cuando oyó esa voz en su interior, fría y despectiva. Las lágrimas hacían su visión borrosa, pero podía verla, ahí estaba ella, detrás, viéndolo todo: la niña del bosque.
Dayanna quiso pedirle ayuda, quiso llorar de rabia derrumbada por lo que la estaba haciendo aquel hombre, quiso levantar la mano hacia la niña para que ella la cogiera y la sacara de allí.
Pero la niña sólo esperaba ser escuchada… Era cierto, Dayanna hacía tiempo que había dejado de percibir a Instinto. Ya no se acordaba de cuando juntas solían salir de caza y Dayanna se deleitaba con esas experiencias que tanto saciaban su peculiar instinto: amputaciones de miembros a herejes, torturas, sacrificios…
Pero ya no. Ahora Dayanna era dulce e ingenua…. ¿Dulce e ingenua? Por desgracia para Eric, esa noche Dayanna escuchó a Instinto.
Cerró los ojos con fuerza y cuando los abrió de nuevo su mirada había cambiado. Miraba al Guardia de otra manera. Sentía la misma repugnancia pero la disfrazaba tras una faz provocativa, una sonrisa sinuosa y una mirada pícara. Le apartó ligeramente mirándole con ese rostro sugerente y la boca medio abierta, provocándole aposta, luego se mordió el labio inferior suavemente. Sí, Dayanna conocía bien a Instinto, sabía lo traicionera que podía llegar a ser para algunos.
Así fue. Instinto traicionó a Eric, que se sumió en ella, en su deseo primario, olvidándose de todo lo demás. Eso le permitió a Dayanna sacar aquella mediana daga que siempre llevaba escondida en uno de los pliegues de su vestido sin que él se diera cuenta.
Y en un movimiento rápido Dayanna clavó la daga en el abdomen del caballero de la Guardia Real, bajo la coraza, donde no hay armadura. Él la miro con los ojos abiertos aspirando fuerte, incrédulo, el dolor corto de raíz el placer. Esa mirada era una mirada que ella había visto antes: la mirada del que no esperaba morir esa noche. Dayanna sonrió con sorna y comenzó a mover la daga en sierra haciendo una herida que abriera el abdomen antes de que él pudiera reaccionar.
Sí. Si Dayanna no hubiera estado escuchando a Instinto no habría sido capaz de tal cosa, pero cuando la escuchaba, la florista se volvía una auténtica asesina. Incluso le maravillaba sentir como las vísceras de él y su sangre chorreaban sobre ella.
-No me miréis así – dijo con sorna y frialdad a Eric mientras este daba espasmos sobre ella ahogándose en su propia agonía-, ¿quién dijo que fuera yo la que estaba sola en el bosque y no el bosque a solas conmigo? – arqueo la ceja despectivamente – Esta noche quizá una de vuestras cabezas sí pueda ser de utilidad – dijo y comenzó a reír con malicia.
Eso fue lo único que Eric oyó decir a aquella muchacha que había encontrado sola en el bosque, y eso fue lo último que Eric oyó antes de morir.
Dayanna sacó la daga y la limpió sobre la hierba con el cuerpo de él todavía sobre el suyo. Era pesado. En el cielo nocturno se veían las aves carroñeras inscribiendo circunferencias. Bien sabían que esa noche había festín. Pero no sólo eso, los lobos habían llegado. Expectantes rodeaban la escena.
Dayanna- Pink Vader
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Re: ¿A dónde quieres que mire?
El lobo los miraba con tranquilidad. El sudor caía sobre la tierra en forma de baba espumosa. Entre sus patas delanteras la cabeza de una cierva descansaba con los ojos vidriosos y la lengua rozando la hierba. Los bosques de Camelot guardaban cientos de leyendas , algunas ciertas y otras no. Pero había una en particular que se había ido reforzando con el tiempo y había tantos testimonios que era imposible averiguar qué grado de verdad albergaba. Los lugareños decían que entre aquellos árboles los animales vivían salvajes pero con un grado de inteligencia que no se veía en ningún otro lugar. Parecía que sabían donde atacar , cuando y cómo. Al mirar ahondaban en el alma de quien los mirase e incluso parecían comprender. Al cazar lo hacían con saña , disfrutando de la sangre y del sabor de las vísceras. Tras una noche de caza como aquella el amanecer descubría un espectáculo sombrío y estremecedor. Se encontraban partes de intestinos hasta en las copas más altas de los árboles. Restos de ojos , lenguas , orejas aparecían desperdigadas por doquier , envueltas de una sustancia pegajosa y blanquecina. Los cuerpos estaban descuartizados sin signos de haber sido devorados. El principal sospechoso era el lobo. Esta sospecha nació cientos de años atrás , cuando la ignorancia y el miedo vivían en el corazón de los hombres. Era tanta la desconfianza que este animal les inspiraba que la presión que ejercieron sobre ellos casi los condujo a la extinción. Hubo una época en que no había feria , tienda o museo donde no se encontrase alguno de estos animales disecado o empalado. Llegose incluso a crearse una fiesta nacional que consistía en matarlos a pedradas. Fue entonces cuando algo cambió. Se dice que los últimos lobos que quedaban estaban en Camelot , disponiéndose los campesinos a matarlos como de costumbre. Pero aquella vez no fueron los órganos de los lobos los que mancharon el suelo. Los pocos que sobrevivieron dijeron que el mirar de aquellos animales había variado. Que eran demonios salidos del mismo infierno los que mataron aquel día. Fue entonces cuando la leyenda tomó forma. Se cuenta que los pocos lobos que quedaban emigraron a los bosques de Camelot , temerosos de desaparecer. Nunca salían de allí , nunca mataban fuera del bosque. Pero si alguien osaba entrar en su territorio la cosa cambiaba. Las leyes prohibieron la entrada de cualquier ciudadano. En silencio ambas especies fueron cómplices de un pacto que duró muchos años. Pero hubo un rey ,dañino y traicionero como la naturaleza humana , que dejó de fiarse del lobo. Alentado por el cese de las matanzas ordenó a algunos miembros de la guardia real que vigilaran a los cánidos. Decía que no se fiaba de ellos y que posiblemente estaban matando a sus espaldas. Los lobos habían ignorado eso durante años , confiados en los humanos. Pero eso cambió cuando Abrok , jefe de la última manada , vio la escena que estaba teniendo lugar en su territorio. Vio a Eric y a Dayanna pisando su hierba. Vio como sangre humana manchaba sus piedras , haciendo que el aire que él respiraba estuviese contaminado. Dejó caer la cabeza de la cierva y ahora los miraba con tranquilidad , intentando descubrir qué había pasado.
Instinto se arrastró por el suelo hasta colocarse junto a Abrok. Con la dulzura habitual le habló en susurros.- "Huele querido compañero. Distingue entre lo humano y lo mágico. Sabes que los hechiceros nunca os hicieron daño alguno y que incluso os prestaron su ayuda haciendo que YO os favoreciera en la última batalla. Huele y maldice a los humanos , traicioneros y cambiantes como el mar que tanto odiáis. Huele y comprueba que es sangre humana la que mancha tu tierra , que la muerte se ha llevado a ese traidor y que pronto se llevará a los demás."- Abrok gruñó , enseñando los dientes , amenazador. No podía creerse lo que veía y avanzó para comprobarlo. Olisqueó la tierra , arrastrando el hocico entre las hojas caídas hasta llegar al cuerpo inerte de Eric. Se llenó de su sangre y de su sudor , analizando de donde venía y memorizando el resto de olores que permanecían adheridos a él como la carne al hueso. Levantó la cabeza y miró a Dayanna. La miró a los ojos y la reconoció. Agachó ligeramente el cuerpo en señal de agradecimiento y se alejó en un trote ligero , recogiendo la cabeza de la cierva y perdiéndose en el bosque.
Ella se fue con él , siguió cazando con el resto de lobos. Siguió descuartizando y desgarrando , empapando de rabia acumulada contra el resto de criaturas indefensas. Guió en un entrenamiento que pronto llegaría a su fin. Y mientras estaba allí también permanecía junto a Dayanna. Ahora su rostro había cambiado , volvía a ser la niña pequeña y adorable que sabía que gustaba a la joven vendedora de flores. Leía en su rostro el desconcierto de los acontecimientos ocurridos y esperaba con paciencia su reacción...
Instinto se arrastró por el suelo hasta colocarse junto a Abrok. Con la dulzura habitual le habló en susurros.- "Huele querido compañero. Distingue entre lo humano y lo mágico. Sabes que los hechiceros nunca os hicieron daño alguno y que incluso os prestaron su ayuda haciendo que YO os favoreciera en la última batalla. Huele y maldice a los humanos , traicioneros y cambiantes como el mar que tanto odiáis. Huele y comprueba que es sangre humana la que mancha tu tierra , que la muerte se ha llevado a ese traidor y que pronto se llevará a los demás."- Abrok gruñó , enseñando los dientes , amenazador. No podía creerse lo que veía y avanzó para comprobarlo. Olisqueó la tierra , arrastrando el hocico entre las hojas caídas hasta llegar al cuerpo inerte de Eric. Se llenó de su sangre y de su sudor , analizando de donde venía y memorizando el resto de olores que permanecían adheridos a él como la carne al hueso. Levantó la cabeza y miró a Dayanna. La miró a los ojos y la reconoció. Agachó ligeramente el cuerpo en señal de agradecimiento y se alejó en un trote ligero , recogiendo la cabeza de la cierva y perdiéndose en el bosque.
Ella se fue con él , siguió cazando con el resto de lobos. Siguió descuartizando y desgarrando , empapando de rabia acumulada contra el resto de criaturas indefensas. Guió en un entrenamiento que pronto llegaría a su fin. Y mientras estaba allí también permanecía junto a Dayanna. Ahora su rostro había cambiado , volvía a ser la niña pequeña y adorable que sabía que gustaba a la joven vendedora de flores. Leía en su rostro el desconcierto de los acontecimientos ocurridos y esperaba con paciencia su reacción...
Happy_Halloween- Instinto primario
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Re: ¿A dónde quieres que mire?
Dayanna los había oído llegar. Instinto también le había advertido de su presencia. Aún así no los veía, tumbada boca arriba con el peso muerto del cadáver sobre ella, sólo veía la cúpula del cielo nocturno con estrellas, la luna llena, algunas nubes y las aves carroñeras acechando. Pero percibía perfectamente la presencia de la manada formando un círculo alrededor de ella. Escuchaba su propia respiración agitada por el forcejeo que acababa de mantener y más lejos las respiraciones de los lobos, roncas y camufladas en el silbido del viento. Tomo aire mientras apartaba el cuerpo del miembro de la Guardia para reincorporarse. Era pesado, y su olor le resultaba desagradable.
Los linderos del bosque norteño eran lugares que por el día transitaban comerciantes, , lugareños, forasteros, incluso niños que jugaban a ser miembros de la Guardia Real batiéndose con espadas de madera torpemente construidas. Pero pocos osaban adentrarse más allá de dónde finalizaban los senderos periféricos construidos en piedra, menos aún cuando caía la noche.
Dayanna, sin embargo, cada vez que la luz se iba, se internaba en el corazón del bosque, vagando entre los árboles acompañada solamente por los lamentos del silbido del viento. Se decía que muchas almas perdidas erraban en aquel lugar y que sus llantos se oían en la brisa que recorría aquellos montes con boscaje, sin cesar, de un lado a otro, eternamente.
Y en la búsqueda de las flores que habían sido testigos de las historias y leyendas de aquellos lugares ellos la habían visto cruzando su territorio, descubriendo sus lugares sagrados, lugares antiguos a los que no permitían el paso del hombre. Los lobos la habían observado multitud de veces en la distancia. Ellos bien sabían que ella recorría noche tras noche su hogar, llevándose parte de su magia a la ciudad una vez llegado el amanecer. Jamás se habían interpuesto en su camino. Sólo la habían contemplado a lo lejos. Instinto eso ya se lo había susurrado a Dayanna, ya le había dicho que los grandes lobos del bosque a menudo solían vigilarla en sus viajes.
Se reincorporó tras quitarse de encima el cuerpo del hombre y giró sobre sí misma mirando uno a uno a los miembros de la manada. Ya les había presentido antes pero esa era la primera vez que les veía. Detuvo sus movimientos cuando sus ojos llegaron a Abrok. Era el de mayor tamaño, pero también se veía el liderazgo en su mirada. Dayanna inclinó la cabeza ligeramente. No era miedo lo que sentía, pero sí un profundo respeto y sabía que estaba siendo juzgada por los señores del bosque.
Se giró y miró el cuerpo del difunto. Se agachó y desenfundó la espada de Eric alzándola luego para coger impulso. La luz de la luna llena produjo un fugaz reflejo en el filo del arma mientras Dayanna la bajaba con fuerza hasta el cuello del guardia. El tajo se acompañó de un grito de la mujer por la fuerza ejercida y un chorro de sangre que salpico la tierra húmeda.
Si Dayanna hubiera sido un vigoroso bárbaro como Kerish, la cabeza de aquel individuo ya estaría separada de su cuerpo. Pero era una muchacha de poca fuerza y cuerpo aniñado, así que la espada quedó enclavada en mitad de los tendones y arterias del cuello, produciendo un peculiar espectáculo de ligamentos, tejidos y sangre iluminado por la luz de la luna y estrellas. Sonrió ante la visión.
Dayanna ladeó la cabeza y miró a Abrok. Los lobos seguían inmóviles formando un circulo a su alrededor, contemplándola. Pero algo hizo relajarse a la florista. La niña del bosque estaba de cuclillas al lado del Lobo Mayor, se tapaba la boca con la mano susurrando al animal a la oreja. Instinto se giró y miró a Dayanna, esbozando una sonrisa. Dulce sonrisa a falta de algunos dientes bajo una mirada de ojos negros, niña perdida en mitad de la noche entre los árboles de un fantasmagórico bosque forjado entre leyendas.
Dayanna correspondió la sonrisa y volvió a mirar el cadáver semi-decapitado. Apoyó su pie descalzo en el tórax haciendo fuerza con él hacia abajo mientras con las dos manos empujaba de la empuñadura del arma hacia arriba para arrancarla de los tendones del cuello de Eric. El instrumento salió unido a varios chorros de sangre que llegaron a salpicar hasta el rostro de la muchacha. La segunda estocada consiguió que el cuello quedase dividido en dos mitades.
La cara de Eric seguía reflejando el mismo desconcierto que cuando ella le había robado la vida en medio de su deleito. Sus ojos y boca estaban abiertos de manera desorbitada. Ya te he dicho que no me mires así – dijo antes de meter sus dedos rodeando los globos oculares para poder arrancarlos de sus cuencas, primero uno, luego el otro. Lo hizo con cuidado, para que no se aplastaran, pues luego los guardó en su cesta de mimbre, entre las flores, como trofeo personal. Y, ya de paso, cogió cuatro flores: dos campanillas y dos escabiosas.
Abrok gruñó y se acercó al cuerpo decapitado de Eric, seguido de la niña del bosque. Enseñaba sus dientes amenazantes mientras olisqueaba la tierra manchada con la sangre del hombre. Luego alzó su cabeza y miró a Dayanna. Ella le hizo un gesto para que se deleitara con la carne del humano, pero el lobo simplemente inclinó el rostro. Ellos jamás se alimentaban ya con vísceras humanas. Sólo mutilaban los cuerpos de los hombres en venganza por los antiguos sacrificios a su raza. Para ellos los humanos estaban infectados. Dayanna se acercó a la cabeza mutilada e introduzco con hostilidad las flores en las cuencas oculares del guardia, luego la levantó agarrándola los pelos. Abrok la miraba y parecía sonreír. Ella cogió un pequeño palo escondido entre las hojas caídas de los árboles sobre el suelo y arrastrándolo dibujó un círculo en la tierra.
Dayanna alzó la cabeza mutilada de Eric hacia el cielo. La luna iluminaba aquellas cuencas sin ojos, con flores arrugadas en ellas, por cuyas comisuras se derramaba sangre hasta el brazo de ella, formando riachuelos y goteando hasta la tierra.
La manada aulló y retomó su camino en trote ligero, volviendo a la cacería nocturna. Dayanna sentenció las palabras del papiro, gritó un nombre y creó una obsesión mientras la niña la miraba y sonreía. Un nombre y una obsesión que hicieron que esbozara una sonrisa llena de maldad. Luego se giró y miró a Instinto, que puso su dedo índice sobre sus labios.
Sssssssssshhhhh
Los linderos del bosque norteño eran lugares que por el día transitaban comerciantes, , lugareños, forasteros, incluso niños que jugaban a ser miembros de la Guardia Real batiéndose con espadas de madera torpemente construidas. Pero pocos osaban adentrarse más allá de dónde finalizaban los senderos periféricos construidos en piedra, menos aún cuando caía la noche.
Dayanna, sin embargo, cada vez que la luz se iba, se internaba en el corazón del bosque, vagando entre los árboles acompañada solamente por los lamentos del silbido del viento. Se decía que muchas almas perdidas erraban en aquel lugar y que sus llantos se oían en la brisa que recorría aquellos montes con boscaje, sin cesar, de un lado a otro, eternamente.
Y en la búsqueda de las flores que habían sido testigos de las historias y leyendas de aquellos lugares ellos la habían visto cruzando su territorio, descubriendo sus lugares sagrados, lugares antiguos a los que no permitían el paso del hombre. Los lobos la habían observado multitud de veces en la distancia. Ellos bien sabían que ella recorría noche tras noche su hogar, llevándose parte de su magia a la ciudad una vez llegado el amanecer. Jamás se habían interpuesto en su camino. Sólo la habían contemplado a lo lejos. Instinto eso ya se lo había susurrado a Dayanna, ya le había dicho que los grandes lobos del bosque a menudo solían vigilarla en sus viajes.
Se reincorporó tras quitarse de encima el cuerpo del hombre y giró sobre sí misma mirando uno a uno a los miembros de la manada. Ya les había presentido antes pero esa era la primera vez que les veía. Detuvo sus movimientos cuando sus ojos llegaron a Abrok. Era el de mayor tamaño, pero también se veía el liderazgo en su mirada. Dayanna inclinó la cabeza ligeramente. No era miedo lo que sentía, pero sí un profundo respeto y sabía que estaba siendo juzgada por los señores del bosque.
Se giró y miró el cuerpo del difunto. Se agachó y desenfundó la espada de Eric alzándola luego para coger impulso. La luz de la luna llena produjo un fugaz reflejo en el filo del arma mientras Dayanna la bajaba con fuerza hasta el cuello del guardia. El tajo se acompañó de un grito de la mujer por la fuerza ejercida y un chorro de sangre que salpico la tierra húmeda.
Si Dayanna hubiera sido un vigoroso bárbaro como Kerish, la cabeza de aquel individuo ya estaría separada de su cuerpo. Pero era una muchacha de poca fuerza y cuerpo aniñado, así que la espada quedó enclavada en mitad de los tendones y arterias del cuello, produciendo un peculiar espectáculo de ligamentos, tejidos y sangre iluminado por la luz de la luna y estrellas. Sonrió ante la visión.
Dayanna ladeó la cabeza y miró a Abrok. Los lobos seguían inmóviles formando un circulo a su alrededor, contemplándola. Pero algo hizo relajarse a la florista. La niña del bosque estaba de cuclillas al lado del Lobo Mayor, se tapaba la boca con la mano susurrando al animal a la oreja. Instinto se giró y miró a Dayanna, esbozando una sonrisa. Dulce sonrisa a falta de algunos dientes bajo una mirada de ojos negros, niña perdida en mitad de la noche entre los árboles de un fantasmagórico bosque forjado entre leyendas.
Dayanna correspondió la sonrisa y volvió a mirar el cadáver semi-decapitado. Apoyó su pie descalzo en el tórax haciendo fuerza con él hacia abajo mientras con las dos manos empujaba de la empuñadura del arma hacia arriba para arrancarla de los tendones del cuello de Eric. El instrumento salió unido a varios chorros de sangre que llegaron a salpicar hasta el rostro de la muchacha. La segunda estocada consiguió que el cuello quedase dividido en dos mitades.
La cara de Eric seguía reflejando el mismo desconcierto que cuando ella le había robado la vida en medio de su deleito. Sus ojos y boca estaban abiertos de manera desorbitada. Ya te he dicho que no me mires así – dijo antes de meter sus dedos rodeando los globos oculares para poder arrancarlos de sus cuencas, primero uno, luego el otro. Lo hizo con cuidado, para que no se aplastaran, pues luego los guardó en su cesta de mimbre, entre las flores, como trofeo personal. Y, ya de paso, cogió cuatro flores: dos campanillas y dos escabiosas.
Abrok gruñó y se acercó al cuerpo decapitado de Eric, seguido de la niña del bosque. Enseñaba sus dientes amenazantes mientras olisqueaba la tierra manchada con la sangre del hombre. Luego alzó su cabeza y miró a Dayanna. Ella le hizo un gesto para que se deleitara con la carne del humano, pero el lobo simplemente inclinó el rostro. Ellos jamás se alimentaban ya con vísceras humanas. Sólo mutilaban los cuerpos de los hombres en venganza por los antiguos sacrificios a su raza. Para ellos los humanos estaban infectados. Dayanna se acercó a la cabeza mutilada e introduzco con hostilidad las flores en las cuencas oculares del guardia, luego la levantó agarrándola los pelos. Abrok la miraba y parecía sonreír. Ella cogió un pequeño palo escondido entre las hojas caídas de los árboles sobre el suelo y arrastrándolo dibujó un círculo en la tierra.
Dayanna alzó la cabeza mutilada de Eric hacia el cielo. La luna iluminaba aquellas cuencas sin ojos, con flores arrugadas en ellas, por cuyas comisuras se derramaba sangre hasta el brazo de ella, formando riachuelos y goteando hasta la tierra.
La manada aulló y retomó su camino en trote ligero, volviendo a la cacería nocturna. Dayanna sentenció las palabras del papiro, gritó un nombre y creó una obsesión mientras la niña la miraba y sonreía. Un nombre y una obsesión que hicieron que esbozara una sonrisa llena de maldad. Luego se giró y miró a Instinto, que puso su dedo índice sobre sus labios.
Sssssssssshhhhh
Dayanna- Pink Vader
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Re: ¿A dónde quieres que mire?
Instinto se llevo el dedo índice a los labios , haciendo saber a Dayanna que el hechizo había finalizado. El olor de la florista cambió , ahora era… “Un poco más picante”-Concluyó Instinto en voz alta , con una media sonrisa cruzándole el pecoso rostro.
- Te gusta la magia , Dayanna. Y te gusta porque es indómita e imprevisible. - La niña avanzó hacia la joven. Con cada paso su cuerpo se hacía más traslúcido. Cuando llegó a colocarse junto a ella , Dayanna podía distinguir los árboles que se encontraban tras Instinto.- Antaño sufriste por no saber controlarla. Tan sólo espero que esta vez no sea así - Entrecerró los ojos y le dedicó una última sonrisa que Dayanna sufrió como un escalofrío recorriéndole toda la espalda hasta llegar a su cabeza , transformándose en un dolor punzante. Era el dolor de la verdad. Instinto se sentía más fuerte porque Dayanna lo era. Los recuerdos atravesaron hueso y carne. Rompieron la línea del tiempo y escaparon del olvido , reconstruyendo una memoria rota. Dayanna veía imágenes que creía olvidadas , escuchaba conversaciones que nunca había tenido. Rostros de personas que no había conocido. “¿Qué me está pasando?” -El rostro de la muchacha reflejaba angustia. Era como estar sufriendo y sintiendo cientos de sentimientos a la vez. Era insoportable. La joven cayó sobre la tierra , en el centro del círculo anteriormente dibujado. Se echó las manos a la cabeza para intentar mantenerla en su sitio. Se le antojaba que en cualquier momento fuera a estallar.
“ Estás volviendo a ser tú “- La imagen de Instinto había desaparecido pero aún estaba allí. Ahora sus palabras eran como un salvavidas en medio de un mar furioso.-” ¿Lo sientes , verdad? Sientes que tu cuerpo va a romperse , que hay dos fuerzas tirando de ti en sentido opuesto y tu alma está en el medio.. No luches contra ella , déjate llevar. Siente como te desgarra para hacerse visible.- La voz cambió , ahora era grave e intensa , asemejándose más a una voz masculina.- Aférrate a ella y no la apartes de ti. Tú no eres una florista. Tú no quieres ver a los humanos felices. Son ESCORIA. No merecen vivir y mucho menos merecen que TÚ dediques tu vida a ellos. ¡Despierta de una vez! - A medida que Instinto subía el volumen el cuerpo de Dayanna se retorcía aún más. Y cuando más la necesitaba Instinto la dejó sola.
Y es que el Instinto es algo que nace de dentro y que no podemos controlar. Nos habla en ciertos momentos , quizá cuando no queremos escuchar. O puedes buscarlo toda una vida y nunca llegar a encontrarlo. El Instinto es así e intentar controlarlo sería como conocer la verdad , dominar la felicidad o rechazar el placer. Una auténtica locura.
- Te gusta la magia , Dayanna. Y te gusta porque es indómita e imprevisible. - La niña avanzó hacia la joven. Con cada paso su cuerpo se hacía más traslúcido. Cuando llegó a colocarse junto a ella , Dayanna podía distinguir los árboles que se encontraban tras Instinto.- Antaño sufriste por no saber controlarla. Tan sólo espero que esta vez no sea así - Entrecerró los ojos y le dedicó una última sonrisa que Dayanna sufrió como un escalofrío recorriéndole toda la espalda hasta llegar a su cabeza , transformándose en un dolor punzante. Era el dolor de la verdad. Instinto se sentía más fuerte porque Dayanna lo era. Los recuerdos atravesaron hueso y carne. Rompieron la línea del tiempo y escaparon del olvido , reconstruyendo una memoria rota. Dayanna veía imágenes que creía olvidadas , escuchaba conversaciones que nunca había tenido. Rostros de personas que no había conocido. “¿Qué me está pasando?” -El rostro de la muchacha reflejaba angustia. Era como estar sufriendo y sintiendo cientos de sentimientos a la vez. Era insoportable. La joven cayó sobre la tierra , en el centro del círculo anteriormente dibujado. Se echó las manos a la cabeza para intentar mantenerla en su sitio. Se le antojaba que en cualquier momento fuera a estallar.
“ Estás volviendo a ser tú “- La imagen de Instinto había desaparecido pero aún estaba allí. Ahora sus palabras eran como un salvavidas en medio de un mar furioso.-” ¿Lo sientes , verdad? Sientes que tu cuerpo va a romperse , que hay dos fuerzas tirando de ti en sentido opuesto y tu alma está en el medio.. No luches contra ella , déjate llevar. Siente como te desgarra para hacerse visible.- La voz cambió , ahora era grave e intensa , asemejándose más a una voz masculina.- Aférrate a ella y no la apartes de ti. Tú no eres una florista. Tú no quieres ver a los humanos felices. Son ESCORIA. No merecen vivir y mucho menos merecen que TÚ dediques tu vida a ellos. ¡Despierta de una vez! - A medida que Instinto subía el volumen el cuerpo de Dayanna se retorcía aún más. Y cuando más la necesitaba Instinto la dejó sola.
Y es que el Instinto es algo que nace de dentro y que no podemos controlar. Nos habla en ciertos momentos , quizá cuando no queremos escuchar. O puedes buscarlo toda una vida y nunca llegar a encontrarlo. El Instinto es así e intentar controlarlo sería como conocer la verdad , dominar la felicidad o rechazar el placer. Una auténtica locura.
Happy_Halloween- Instinto primario
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Re: ¿A dónde quieres que mire?
Voces de su interior retumbaban en sus adentros taladrando los rincones más perdidos de su alma… Cuando te pierdes entre visiones y recuerdos que se mezclan los segundos parecen eternidad. Dayanna cayó al suelo con las manos apretando su cabeza, intentando sacar todas las imágenes de su mente, sin saber cuáles formaban parte de un pasado, cuales formaban parte de una locura, ni cuales provenían simplemente de los susurros de Ella.
El dolor invadió su cuerpo mientras las palabras de Instinto se convertían en sensaciones y su imagen se materializaba en el bosque desapareciendo entre sus árboles. Apretó más fuerte su cabeza cuanto más agudo era el dolor, y soltó un grito lleno de ira y sufrimiento mientras cerraba con fuerza sus ojos, inundados en lágrimas: son escoria…¡son escoria!
Abrok y su manada se detuvieron por un instante al escuchar el espeluznante grito de Dayanna a lo lejos, pero pronto reanudaron la marcha. Los lobos bien sabían que no estaba siendo atacada, y que de ti mismo nada ni nadie pueden salvarte.
Su cuerpo agotado cayó en mitad del círculo dibujado en la tierra, junto al cadáver del hombre decapitado y a su cabeza mutilada. Su mente se sumió en un profundo sueño colmado de pesadillas. El gélido viento del bosque se llevó con él la historia acontecida.
El silencio inundó la escena.
El dolor invadió su cuerpo mientras las palabras de Instinto se convertían en sensaciones y su imagen se materializaba en el bosque desapareciendo entre sus árboles. Apretó más fuerte su cabeza cuanto más agudo era el dolor, y soltó un grito lleno de ira y sufrimiento mientras cerraba con fuerza sus ojos, inundados en lágrimas: son escoria…¡son escoria!
Abrok y su manada se detuvieron por un instante al escuchar el espeluznante grito de Dayanna a lo lejos, pero pronto reanudaron la marcha. Los lobos bien sabían que no estaba siendo atacada, y que de ti mismo nada ni nadie pueden salvarte.
Su cuerpo agotado cayó en mitad del círculo dibujado en la tierra, junto al cadáver del hombre decapitado y a su cabeza mutilada. Su mente se sumió en un profundo sueño colmado de pesadillas. El gélido viento del bosque se llevó con él la historia acontecida.
El silencio inundó la escena.
Dayanna- Pink Vader
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Re: ¿A dónde quieres que mire?
Dayanna entreabrió los ojos desubicada. Estaba tumbada bocabajo sobre tierra húmeda. Le dolía la cabeza y sentía mucho frío. ¿Dónde estoy? ¿Qué hora es? Las preguntas invadían su mente mientras su mano derecha se colocaba en su sien dolorida.
Asustada. Se sentía asustada. No recordaba qué había pasado. ¿Se habría quedado dormida recogiendo flores durante la noche? Ya le había pasado antes... gajes del oficio. ¡Qué faena! ¡Qué frío! Musitó malhumorada antes de abrir los ojos de par en par y reincorporarse espantada al ver sangre en su mano y su brazo.
Pero eso no fue lo peor. Dayanna giró sobre sí misma mientras sentía como la ansiedad impedía que el aire entrase en sus pulmones, siendo testigo de la escena más macabra que había visto en su vida. Se echo los puños cerrados sobre su boca tiritando, soltando un grito mudo, derramando lágrimas. Sintió arcadas, iba a vomitar.
Sacudió su cuerpo, su pelo y su vestido, histérica, como si mil cucarachas los recorriesen. Luego se apresuró a coger su cesta y se fue corriendo llorando de aquel lugar, preguntándose por qué alguien haría una cosa así, y por qué alguien la habría golpeado para dejarla entre toda la sangre.
Corría sin rumbo, enloquecida por la visión del cuerpo sin cabeza y aquella cara sin ojos, soltando gritos entre los llantos, cayendo al suelo al tropezar con las raíces de los árboles. Se levantaba y retomaba la carrera, entre la maleza, pinchándose, con ansiedad y angustia, sin saber a dónde iba. Buscaba a algún amigo, a alguien que la ayudara o la protegiera. Tenía mucho miedo.
Se fue cansando y su marcha fue cesando. Estaba muy cansada. Comenzó a tararear una canción que recordaba de su infancia, una canción que solía cantarle su Aya cuando era noche de tormenta y no podía dormir por el miedo al sonido de los truenos y al resplandor de los relámpagos.
La tarareaba muy bajito mientras su carrera se convirtió en un caminar lento y sigiloso entre los árboles del bosque. Susurrándola, con voz temblorosa, no quería que aquel que la hubiera hecho eso pudiera escucharla o localizarla.
Comenzó a recordar otros tiempos mientras tatareaba la canción. Ya desde muy pequeña le gustaban las flores y las recogía en las cumbres de las montañas allá donde ella había nacido… Y, como si algo o alguien caminara junto ella susurrando en la mente de muchacha frágil e inocente, Dayanna fue olvidando el recuerdo de su desafortunado despertar mientras divagaba en los recuerdos que mantenía de su niñez.
Así es, el instinto le decía a Dayanna que era mejor no recordar, así que Instinto y ella habían hecho un peculiar pacto de silencio a lo largo de los últimos años. Instinto también optó porque el mejor sitio para ir después de lo acontecido aquella noche serían los Bajos Fondos de Camelot, pues en esos lares no llamaba la atención el olor a sangre ni la suciedad. Por supuesto, Instinto también dejó caer en algún lugar de la mente de Dayanna que lavar las manchas del ayer, siempre era una buena idea.
Dayanna caminaba feliz entre los árboles del bosque tarareando alegremente una canción de su infancia y recogiendo las flores que encontraba por su paso. Quedaba poco para el amanecer y se había desubicado. No le solía pasar a menudo, ciertamente tenía bastante habilidad para desenvolverse sola por esos lugares, pero ya le había pasado antes… gajes del oficio. Tampoco le disgustaba, así descubría lugares nuevos.
Descubrió un pequeño riachuelo con hermosos nenúfares donde limpió su vestido, su cesta y su rostro. Recoger flores era un trabajo que solía causar bastante suciedad: manchas de tierra, hierba, el pigmento floral… gajes del oficio.
Tras un rato curioseando por aquellos nuevos lugares del bosque que desconocía, llegó a sus linderos. La Ciudad de Camelot se veía hermosa desde ellos. Algunas casas se erguían ya en ellos, algo ruinosas. A medida que Dayanna fue avanzando los edificios cada vez se encontraban más apelotonados, formando callejuelas más estrechas. Se rascó la cabeza mirando curiosa a su alrededor, no le sonaba haber estado por allí antes. No importaba, siempre era bueno un nuevo sitio para vender sus flores. Aunque la poca gente que caminaba por esos lugares tan a las afueras no parecían muy pudientes. Daba igual, sonrió, se encontraba de buen humor. Estaba segura que ese iba a ser un buen día.
Así fue como Dayanna entró en los Bajos Fondos de Camelot
Asustada. Se sentía asustada. No recordaba qué había pasado. ¿Se habría quedado dormida recogiendo flores durante la noche? Ya le había pasado antes... gajes del oficio. ¡Qué faena! ¡Qué frío! Musitó malhumorada antes de abrir los ojos de par en par y reincorporarse espantada al ver sangre en su mano y su brazo.
Pero eso no fue lo peor. Dayanna giró sobre sí misma mientras sentía como la ansiedad impedía que el aire entrase en sus pulmones, siendo testigo de la escena más macabra que había visto en su vida. Se echo los puños cerrados sobre su boca tiritando, soltando un grito mudo, derramando lágrimas. Sintió arcadas, iba a vomitar.
Sacudió su cuerpo, su pelo y su vestido, histérica, como si mil cucarachas los recorriesen. Luego se apresuró a coger su cesta y se fue corriendo llorando de aquel lugar, preguntándose por qué alguien haría una cosa así, y por qué alguien la habría golpeado para dejarla entre toda la sangre.
Corría sin rumbo, enloquecida por la visión del cuerpo sin cabeza y aquella cara sin ojos, soltando gritos entre los llantos, cayendo al suelo al tropezar con las raíces de los árboles. Se levantaba y retomaba la carrera, entre la maleza, pinchándose, con ansiedad y angustia, sin saber a dónde iba. Buscaba a algún amigo, a alguien que la ayudara o la protegiera. Tenía mucho miedo.
Se fue cansando y su marcha fue cesando. Estaba muy cansada. Comenzó a tararear una canción que recordaba de su infancia, una canción que solía cantarle su Aya cuando era noche de tormenta y no podía dormir por el miedo al sonido de los truenos y al resplandor de los relámpagos.
La tarareaba muy bajito mientras su carrera se convirtió en un caminar lento y sigiloso entre los árboles del bosque. Susurrándola, con voz temblorosa, no quería que aquel que la hubiera hecho eso pudiera escucharla o localizarla.
Comenzó a recordar otros tiempos mientras tatareaba la canción. Ya desde muy pequeña le gustaban las flores y las recogía en las cumbres de las montañas allá donde ella había nacido… Y, como si algo o alguien caminara junto ella susurrando en la mente de muchacha frágil e inocente, Dayanna fue olvidando el recuerdo de su desafortunado despertar mientras divagaba en los recuerdos que mantenía de su niñez.
Así es, el instinto le decía a Dayanna que era mejor no recordar, así que Instinto y ella habían hecho un peculiar pacto de silencio a lo largo de los últimos años. Instinto también optó porque el mejor sitio para ir después de lo acontecido aquella noche serían los Bajos Fondos de Camelot, pues en esos lares no llamaba la atención el olor a sangre ni la suciedad. Por supuesto, Instinto también dejó caer en algún lugar de la mente de Dayanna que lavar las manchas del ayer, siempre era una buena idea.
Dayanna caminaba feliz entre los árboles del bosque tarareando alegremente una canción de su infancia y recogiendo las flores que encontraba por su paso. Quedaba poco para el amanecer y se había desubicado. No le solía pasar a menudo, ciertamente tenía bastante habilidad para desenvolverse sola por esos lugares, pero ya le había pasado antes… gajes del oficio. Tampoco le disgustaba, así descubría lugares nuevos.
Descubrió un pequeño riachuelo con hermosos nenúfares donde limpió su vestido, su cesta y su rostro. Recoger flores era un trabajo que solía causar bastante suciedad: manchas de tierra, hierba, el pigmento floral… gajes del oficio.
Tras un rato curioseando por aquellos nuevos lugares del bosque que desconocía, llegó a sus linderos. La Ciudad de Camelot se veía hermosa desde ellos. Algunas casas se erguían ya en ellos, algo ruinosas. A medida que Dayanna fue avanzando los edificios cada vez se encontraban más apelotonados, formando callejuelas más estrechas. Se rascó la cabeza mirando curiosa a su alrededor, no le sonaba haber estado por allí antes. No importaba, siempre era bueno un nuevo sitio para vender sus flores. Aunque la poca gente que caminaba por esos lugares tan a las afueras no parecían muy pudientes. Daba igual, sonrió, se encontraba de buen humor. Estaba segura que ese iba a ser un buen día.
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Dayanna- Pink Vader
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