Alys

Edad: Su cuerpo tiene nueve años. Su mente algunos más.
Apariencia: No llega al metro veinte de estatura. Menuda. Ojos grandes y redondos , piel blanca y lisa. Cabello fino , dorado.
Historia::


En otra época fui alquimista , seguidora de mitos como la piedra filosofal o la fuente de la juventud. Pero de eso hace mucho tiempo , tanto , que ni siquiera yo lo recuerdo…

Estaba convencida que el mundo se regía por los cuatro elementos ; agua , fuego , tierra y aire , siendo el primero el centro de sus investigaciones.
Sostenía que la vida había aparecido gracias a esa molécula y con ella debía terminar. Creía que , si lograba controlarla podría dominar la vida y desterrar la muerte. Estaba tan sedienta de control que se olvidó de lo más básico : vivir. Cuando notó que la fuerza se comenzaba a escapar de su cuerpo decidió dejar sus estudios de lado y embarcarse en un viaje que muchos otros antes realizaron sin éxito : la búsqueda de la fuente de la juventud. Buscó durante largos años y finalmente la encontró. Pero no era como ella esperaba. De hecho , nada fue como esperaba.
Toda la bibliografía que había estudiado estaba equivocada ; mapas e historias conducían a un punto exacto del atlántico. Allí no había nada. No había árboles, ni isla. No había tierra de la oscuridad de las Novelas de Alejandro , ni un lugar frondoso y perfecto como garantizaba las cartas de Lord Oslic. En su lugar , hubo una sirena. No había fuente porque el agua que proporcionaba la juventud eterna era saliva de este extraño ser. Fue entonces cuando la alquimista comprendió. Nadie lo había encontrado porque siempre habían sido hombres los que se habían aventurado y ya se sabe la influencia que tienen las sirenas con respecto a ellos. Ella había leído mucho sobre las sirenas , sabía que no tenían corazón , eran embusteras , farsantes. Pura fantasía. Pero , contra todo pronóstico , Idia , que así se llamaba la sirena , le contó la verdad. Le dijo que odiaban a los humanos porque podían alcanzar lo que ellas sólo conseguían tantear ; el amor. Lo prohibido sabe dos veces mejor. Fue por eso que , cuando llegó hasta allí, Idia le propuso un trato ; le daría de beber , proporcionándole lo que nadie tuvo antes; la inmortalidad , a cambio de una cosa ; su corazón.

Sellaron el pacto con un beso.


… De eso hace ya muchos años , cientos. He visto nacer , crecer y morir a hermanos y amigos con demasiada frecuencia. Y ninguna desgracia a conseguido sacarme una lágrima. Mi alma se encuentra encerrada en un cuerpo de nueve años que resiste estoico el desgaste del tiempo. Nueve fue el número elegido por la sirena que hoy debe cargar todo mi pesar , un año por cada humano que consiguió encontrarla.
Sobre cómo he llegado aquí no tengo mucho que decir , los tiempos cambian y yo debo adaptarme a ellos.