Alyena

NOMBRE: Alyena Carmarham
EDAD: 32
PROCEDENCIA: Normandía

"En cambio, mi progenitor me decía que si alguna vez necesitaba saber cómo se manejaba un arma que no fuera las ya conocidas por mí, las respuestas a mis dudas las tendría tía Alyena.
No era la mejor con los sables. Ni con la espada. Mucho menos desarmada. Pero tuviera lo que tuviera en las manos, era diestra.
Y eso, unido a su estilo de lucha arrojado y decidido, la hacía ser muy peligrosa.
Lanzas. Dagas. Aceros de doble filo para ser asidos o arrojados. A mi tía le daba igual y a mí, para mi desgracia, también.
Las tardes con ella se hacían eternas. En su mirada nada quedaba de aquella mujer que me acogía en sus brazos con cariño. Sus ojos eran fríos, duros, carentes de emoción en mis ratos de adiestramiento.

- “¡Eres tan inútil como tu padre, engendro! ¡Pura escoria! Solo los muertos no se levantan y tú, lamentablemente para ti, aun no lo estás. ¡Así que levántate y continúa!”

En mi inocencia me quedaba a veces tumbado en el suelo haciéndome el malherido. Pero tía Alyena no tenía compasión conmigo y no era tonta ni mucho menos. Sabía dónde estaban sus límites y, lo que era aun peor, los míos.
Sus poses de defensa y ataque a veces me producían cierta risa al verlas bastante burdas comparándolas a las posturas adoptadas por mis padres, bastante más estilistas en ello, o con las de tío Erion, visiblemente más prácticas.
Pero con el paso del tiempo aprendí a valorarlas, dándome cuenta que esa forma de luchar se adaptaba a cualquier acero que esgrimiese, dejando pocas brechas por las que derrotarla.

- “¿Te hace gracia? Perfecto. Pues más vas a llorar. ¡Préparate!”

En esas ocasiones era cierto que terminaba llorando. Incluso sangre en algunas de ellas."