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Mensaje  Tempts_Fate Miér Jul 06, 2011 3:35 pm

Una de las primeras cosas que averiguaba siempre al llegar a una ciudad era la localización del burdel. Siempre había un burdel.

No era por el deseo desesperado de quien no encuentra más calor femenino que el de los brazos de las cortesanas, no. Seducir era algo casi innato en él, pero las prostitutas tenían algo -llámesele je ne sais quoi- que le encantaba. Era la picardía, la falta de pudor, la consciencia de su cuerpo y movimientos casi perfectos. Todas esas cosas que no tenían las demás mujeres del mundo. En la mayoría de los casos, claro.
Nunca le importó pagar por una puta, siempre que fuese de su agrado, porque eran su compañía nocturna favorita.

Atravesó las puertas del Red Apple pensando en todo esto, y buscando con la mirada alguna chica de su agrado. No tenía preferencias físicas: Rubias, morenas, pelirrojas, fueran de la raza que fueran, tuvieran pecho grande o pequeño, caderas anchas o estrechas, todo le daba igual. Buscaba una expresión poco convencional en su rostro o un olor especial. Le gustaban las mujeres fuera de lo común.
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Mensaje  Dayanna Miér Jul 06, 2011 9:58 pm

El Red Apple era, por excelencia, el Burdel de Camelot. Sus cortesanas eran las más conocidas de todo el Reino, y sus servicios, los más caros. Aquel lugar, "cuna de pecado" llamado por muchos, se erguía haciendo esquina de una manzana cualquiera de los Bajos Fondos, y su fachada pasaría desapercibida si no fuera por esos amplios ventanales del primer piso, por donde a veces asomaba alguna de sus rameras de lujo, aumentando la sed de los que buscaban el calor más exquisito alcanzable en una alcoba compartida.

A pesar del aspecto de materiales deteriorados, arenisca labrada desgastada por el tiempo y la falta de cuidados; a pesar de ese aspecto exterior que acompasaba con la pobreza de los Bajos Fondos, muy lejano a la inexorable belleza de los ornamentados edificios del centro de la ciudad (la zona noble); por dentro, el Red Apple, aparentaba a cada detalle la grandiosidad de la Oligarquía. De esta manera, sus clientes más habituales, los nobles más adinerados, se sentían "como en casa". Butacas de terciopelo, hogares levantados con sillares y decoraciones de madera talladas, telajes y cortinas de calidad exquisita, mantos de seda sobre las mesas. El lugar era la fuente del placer, y en las mesas centrales, varios miembros de distintas casas de la nobleza de Camelot y otras tierras colindantes, se olvidaban del saber estar y jugaban a juegos de cartas mientras las muchachas les hacían carantoñas, insinuaciones.. haciéndoles sentirse cual dioses en el Olimpo.

Había aumentado cuantiosamente el número de burdeles en los Bajos Fondos, pero ninguno llegaba al nivel del Red Apple. También había rameras que ofrecían sus servicios en calle y esquina, para aquellos que no eran pudientes como los nobles y miembros de la oligarquía. Pero el Red Apple tenía algo especial, no sólo era un burdel. El Red Apple era lugar donde se traficaba con los secretos más poderosos del Reino, y sus cortesanas, eran poderosas no sólo por el traicionero don de la seducción, sino por todos los trapos sucios que llegaban a conocer de aquellos pobres magnates que las buscaban casi a diario.

Cuando ese muchacho atravesó el umbral de la puerta de acceso, Susanne no pudo evitar sentir curiosidad. No solían ser jóvenes agraciados los que visitaban el Red Apple. La mirada del muchacho guardaba cierta picardía, lo que a ella le resultaba inquietante.

Suzanne decidió dejar los arrumacos a Sir Finnches, quien reía sonoramente por una buena jugada en las cartas, y acercarse al joven desconocido antes de que el corpulento hombre que guardaba la entrada se le adelantara. Vestía de rosa, como de costumbre, con un vestido de poca tela, casi un camisón ligero de verano. Llevaba una muñeca de trapo en su brazo derecho. Caminaba descalza. Parecía tan inocente que a primeras jamás nadie pensaría que se trataba de una de las cortesanas más famosas del Burdel. Cuando llegó a la altura del muchacho, esbozó una sonrisa cargada de ternura. ¿Ternura? No era en realidad eso. Esa era una de las peculiaridades que hacía a Susanne especial. Tras ese rostro dulce que parecía la pureza más bendita del cielo, se podía adivinar lujuria y cierta mezquindad en su mirada. Algo paradójico que resultaba irresistible. Ese rostro era el que ahora mostraba al veinteañero.

- Buena luna, señor - parpadeo de ojos tierno y que mostraba con sarcasmo carencia de doble intención. Mentira. - Bienvenido al Red Apple ¿os puedo ayudar en algo?
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Mensaje  Tempts_Fate Jue Jul 07, 2011 7:39 am

Al entrar en el local quedó gratamente sorprendido.

-Mon dieu...- murmuró, formando una sonrisa en los labios. Era uno de los mejores prostíbulos que había pisado en su vida. Era contraste de pobreza y lujo, no destacaba entre los demás edificios de los Bajos fondos y al mismo tiempo sobresalía entre todos ellos. Seda y terciopelo, roble y caoba. Se sintió repentinamente fuera de lugar entre tanta nobleza -al fin y al cabo, él no era más que un buscavidas adinerado- pero pronto se dio cuenta de la gran ventaja del lugar. Había mesas de juego y mucha gente estúpida con mucho dinero que perder. Maravilloso. Era como robar legalmente. Pasó la mano por uno de los butacones y rápidamente advirtió que era una imitación. Buenísima, pero aquello tenía de terciopelo lo que él de inglés.

Escogió una mesa junto a la chimenea. Adoraba el crepitar del fuego, los movimientos insinuantes de las llamas. Luego escogió una víctima, alguno de los clientes recién llegados que aún no habían empezado a jugar. Dejó la capa en un perchero y se colocó bien la camisa, aparentando que no era un ladrón ni un trilero. Se dirigió hacia el objetivo fijado, pero algo le cortó el paso antes de poder llegar. Bajó la mirada. Oh, cierto, las demoiselles del lugar. Casi las había olvidado, negocios antes que mujeres.

Normalmente era él el que elegía a sus chicas, pero a veces eran ellas las que venían a él. Aficionado a las sorpresas que rara vez obtenía, no se negaba nunca en esos casos. Podía ser algo malo o algo bueno, pero el error no habría sido suyo, sino que habría sido cosa de los hados.
La observó largamente, con media sonrisa. La melena lisa y pelirroja le llegaba hasta las caderas, desparramándose graciosamente por sus hombros. Tenía unos enormes ojos castaños, avellanados, muy dulces. El rostro redondeado, el cuerpo pequeño y níveo, parecía que no se hubiese terminado de formar. Sin embargo, era más alta que la mayoría de mujeres del local. Además, sus movimientos, esa mirada calculadamente tierna, denotaba que, por lo menos de mente, ya era toda una mujer. De las más peligrosas, pensó el francés. Ensanchó su sonrisa al ver el camisón rosa e infantil, y la muñeca de trapo. La muchacha conocía sus características y las explotaba. Ese aura de niñez que la rodeaba, que para muchas habría sido una maldición a la hora de conseguir hombres, ella la explotaba sin pudor, convirtiéndose en una nínfula que incitaba al pecado.

-Bon soir, chère- saludó, besándole la mano. Que fuesen rameras no significaba que hubiese que tratarlas distinto a otras mujeres. Incluso, opinaba él, mejor. Sus palabras también estaban perfectamente calculadas, esa absurda costumbre de saludar en su idioma. Como si no supiera hacerlo en el del país, siendo el saludo una de las primeras cosas que se aprenden. Pero el exotismo era su arma particular. Funcionaba.-Lo cierto es que sí. Me haríais un hombre muy feliz si accediéseis a acompañarme en el juego. Esta noche me siento afortunado, y dicen que la fortuna tiene rostro de mujer...

Mientras hablaba, vigilaba de reojo al hombre que había decidido desplumar aquella noche. Estaba bebiendo y de momento no se había movido. Observaba a las chicas con semblante bobalicón, como un niño frente a una tienda de dulces, sin saber cuál escoger. Sólo que los niños, por lo general, suelen ser más listos.

-[color=red]Decidme, petite, ¿cuál es vuestro nombre?
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Mensaje  Dayanna Jue Jul 07, 2011 9:48 am

Susanne - respondió ella clavando sus dulces iris en la mirada del joven a la par que flexionaba graciosamente las rodillas como respuesta al cortés beso caballeresco que él le había ofrecido en la mano -, pero todos me llaman "Suzy" - al decir su mote acentúo el inato suavizado timbre de voz que poseía. Le divertía gratamente jugar a provocar con su candorosa apariencia.

Los recién llegados solían desconcertarse preguntándose si se trataba de una cortesana más o sólo una pobre ingenua a la que las rameras habían dado cobijo por no tener dónde caer muerta. Sabía muy bien cómo realizar su "papel". Ella se divertía y aprovechaba esa incertidumbre, provocando un deseo que los clientes nuevos no sabían si podrían saciar con dinero. Tras un par de buenas jugadas, los hombres soltaban cualquier cantidad de dinero con tal de conocer el significado de una noche "entre muñequitos de trapo".

Pero aquel joven tenía en esa expresión algo diferente: picardía. Con él, el juego iba a ser... más divertido. Susanne no pudo evitar esbozar una amplia sonrisa de emoción y curiosidad, le llamaba la atención. La muchacha, pese a aparentar que en su candidez vivía ajena a lo que ocurría en el mundo real, era muy observadora.

¿Sois francés, cierto? - sonrió. Ya había tenido algún cliente de aquellas tierras con anterioridad. Conocía ese acento, aunque no sabía mucho de aquellos lares. - ¿La François? - dijo mal totalmente a propósito para ser corregida por él, sonriendo. Se giró ligeramente y movió el brazo señalando hacia el noble que se sentaba junto al hogar, aquel a quien el francés se había encaminado antes de que ella se interpusiera. - Podríais probar suerte contra Sir Darve... pero os advierto.. es un gran jugador - dijo alzando el tono de voz para que el noble la oyera y llamar su atención. Así fue, Sir Darve dejó de buscar entre las mujeres del Red Apple y ladeó su cabeza hacia donde Suzanne y el forastero se encontraban. Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver que la dulce Suzy le nombraba. Levantó su sombrero de copa ligeramente a modo de saludo.

Susanne sonrio al Sir con toda su angelical malicia y se encaminó hacia él: John, el Señor quiere probar fortuna esta noche.. pero no seáis malo con él- dijo acentuando su cara de aniñada, casi hasta mostrándo un rostro de súplica por el nuevo en su rostro, mientras dejaba su muñeco de trapo sobre la mesa de madera de roble. La mueca de lástima en su rostro era falsa, pues algo en su interior le decía que era a Sir Drave a quien había de compadecer esa noche - , por cierto, su nombre es ... - se giró hacia el francés esperando que fuera él quien se presentara, pues todavía ella no sabía su nombre.
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Mensaje  Tempts_Fate Jue Jul 07, 2011 2:40 pm

Se acercó un poco más a ella. Olía dulce, a madreselva, y al mismo tiempo tenía impregnado y oculto el olor del burdel: Picante, embriagador, perfume a incienso y jengibre.

-Es un verdadero placer, Susanne- pronunció el nombre exagerando su característico deje, alargando la ese y diciendo la e del final, como un pequeño salto de la lengua. La voz de la chica era tibia y suave, muy apropiada. Enredó el pelo rojo entre sus dedos, jugando a la pícara ternura, dándose cuenta del interés que denotaba la expresión de la cortesana. No obstante, no debía confiarse: Aunque pareciese una curiosidad sincera, bien podía ser un truco más de la joven, que parecía tener un amplio arsenal.

-Mais oui, petite-no pudo reprimir una risa sin malicia al oír a la muchacha intentar hablar su idioma natal. Toda ella desprendía suavidad, poniendo todo su empeño en ser adorable. Mal que le pesase, esto empezaba a afectar a Jean-Luc, quien empezaba a sentir un cierto cariño temporal (no duraría más de esa noche) por Susanne. -La France-corrigió, sonriente.

Además de hermosa, era inteligente. Se había dado cuenta de las intenciones del ladrón, y decidió ayudarle a llevarlas a cabo.
-[color=red]Bueno, creo que no tengo miedo. Como os he dicho, hoy me siento afortunado, y tengo a una dama que confío acepte acompañarme...- mejor el papel de jugador aficionado y supersticioso que de experto en naipes. Siguió a la muchacha cuando se encaminó hacia el noble. Hizo una leve inclinación de cabeza y eliminó la astucia de su rostro, metiéndose más en su papel.

-Delacroix. Remy Delacroix, a su servicio-mintió descaradamente, pero siempre encantador. Decir el verdadero nombre en las mesas de juego era un error de principiante que él se cuidaba mucho de cometer. También exageró el acento francés, pues bien sabía que la gente se confiaba con los extranjeros, pensando por algún motivo que eran más tontos. -¿Tendréis a bien jugar un rato conmigo?

El ricachón sonrió mirando a Suzanne y asintió.
-Por supuesto, joven. No puedo negarme a nada que me pida la pequeña Suzy...
-Merci beaucoup, monsieur Darve- y si no le entendía, que se aguantase. -Me temo que no conozco demasiados juegos habituales por estos lares... ¿Qué propone?- de nuevo, mentía. Los conocía todos, o casi todos.
-¿Quiere jugar al poker? Tengo entendido que en Francia (sois francés, ¿cierto?)... que en Francia se conoce el poker.
-Bien sur, monsieur Darve. Sí conozco el juego.
-¡Estupendo, entonces! Suzy, querida, ¿por qué no vas a por una baraja de cartas?
-También, Suzanne... creo que es injusto que yo goce de la compañía de tan hermosa dama y que no hayamos dado tiempo a monsieur Darve a hablar con una de las señoritas... ¿no cree, monsieur?- el noble soltó una sonora carcajada.
-¡Me gusta cómo piensas, muchacho! Es cierto, Suzy, pregunta a alguna de tus amigas si querrá acompañarme esta noche. Confío en tu criterio.

Jean-Luc sonrió. Si alguna de las chicas le distraía, el juego sería más fácil. Siempre que se dejase distraer, claro estaba. No le había visto jugar, y nunca subestimaba a un rival. Mantuvo una expresión jovial, como queriendo caerle bien a Darve, aunque no le importase lo más mínimo.
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Mensaje  Dayanna Lun Jul 11, 2011 12:39 pm

Susanne era minuciosa en su papel de "ninfa angelical del Red Apple", y, aunque aparentaba impulsividad y transparencia, ciertamente cada uno de sus gestos estaban cuidadosamente calculados. Pero esa noche Jean-Luc fue una visita inesperada, y la pequeña Suzy no podía evitar esbozar una pícara sonrisa lejana a su habitual gesto de inocencia cada vez que el forastero movía pieza en la jugada. "Muchacho listo" - pensaba para sí y ese pensamiento se dejaba entrever por segundos en su rostro. La noche prometía divertida.

El gesto de Jean-Luc cambió totalmente cuando ella le presentó a Sir Darve, detalle que no le pasó por alto a la joven Susanne. Ahora parecía otro, un pobre diablo a punto de ser desplumado en una noche cualquiera de los Bajos Fondos. Al parecer, el tal "Remy Delacroix", también era un hombre que sabía cómo esconderse tras una máscara ficticia bajo gestos y expresiones estudiadas.

La conversación entre Jean-Luc y John Darve no hizo otra cosa que acentuar lo prometedor de la noche. Susanne reía en sus adentros, intentando que tal sensación no se denotara en su rostro para mantener su candidez.

- ¡Me gusta como piensas muchacho! Es cierto, Suzzy pregunta a alguna de tus amigas si querrá acompañarme esta noche. Confio en tu criterio

Susanne sonrio a Sir Darve e inclinó el rostro. Dejó el muñeco de trapo sobre la mesa de caoba y fue a buscar una baraja para que iniciaran el juego.

Poker. Nunca nadie le había enseñado a jugar, pero ya era mucho el tiempo que llevaba ejerciendo sus servicios en el Red Apple y a menudo había observado con atención partidas de ese juego de cartas entre la clientela del Burdel. Le gustaba y había aprendido su funcionamiento, lo cual por supuesto era algo que no había dejado notar al resto de meretrices ni a la clientela. Sonrió mientras llegaba a uno de los armarios tras la zona de la barra donde se servían los licores y bebidas más exquisitos fabricados en el Reino, incluso algunos de importación. Esa noche era la más reciente de las cortesanas incorporadas al Red Apple la encargada de atender la barra y las consumiciones: Annais, originaria de un pueblo de las montañas norteñas de Camelot.

Susanne se sirvió ella misma en una copa licor de frambuesa. Llevó la copa a los labios para beber de ella, pensativa, observando al extranjero y a Sir Darve a lo lejos.

- Annais, querida - sonrio a la joven cortesana. Annais era de las pocas con las que Susanne mostraba su verdadero rostro. Tenía un gesto inocente por lo que Suzy la había tomado como "aprendiz". La diferencia era básicamente que Annais no gozaba de la frialdad de la pequeña Suzy, siendo su candidez bastante más veraz. Apenas tardó en centrar su atención en Susanne - Cuando consideres oportuno, lleva a la mesa en la que se encuentra el Señor Darve una copa de whisky como a él le gusta, ya sabes - hizo una pausa y dio otro sorbo al licor de frambuesa. Conocía bien lo que bebía Sir Darve, no así los gustos del recién llegado. Se tomó la libertad de elegir por él, al fin y al cabo, el tal Reino llamado Francia tenía fama por sus vinos-, y una copa del mejor vino que tengamos para "el nuevo" - así llamaban a aquellos que llegaban por primeras veces al Red Apple.

Suzzy cogió la baraja y su copa de licor de frambuesa. Antes de volver a la mesa donde se hallaban Jean-Luc y Sir Darve, tomó la pequeña iniciativa de robar una carta y esconderla bien entre sus escasos ropajes: el as de corazones. Sonrio y fue en busca de Valentina Cortes, apodada como Mami. Ella había elegido a Mami casi como adivinando las intenciones del tal "Delacroix". Valentina era jovial y encantadora, no paraba de hablar y contar historias, cariñosa y divertida. Era la dama del Red Apple perfecta para continuar con el inesperado juego de la noche. Además, Mami jamás negaba nada a Susanne.

Susanne y Valentina llegaron de la mano hasta la mesa junto al hogar, sonrientes, metidas en su número de encantadoras damas que bailan el agua a cualquier hombre capaz de permitirse pagar por una noche en el famoso Burdel. Suzzy cogió su muñeco de trapo y dejó a cambio la baraja de cartas sobre la mesa.

- Cincuenta y dos cartas - dijo dando un toquecito dulce con su dedo índice en la nariz de John Darve - Las he contado para evitaros trabajo - le sonrio dulcemente, cargada de falsa inocente. El hombre ya mostraba una mueca de encanto al ver que Susanne había elegido a Valentina, haciendole un gesto a la mulata para que se acomodara junto a él. Susanne hizo lo mismo hacia Jean-Luc, sin esperar gesto por su parte - Señor Delacroix os presento a la encantadora Valentina - señaló hacia Mami y sonrio -. Mami, el nombre de este apuesto caballero es Remy, Remy Delacroix - ladeo su rostro y su mirada hacia Jean-Luc por un momento perdió toda su ingenuidad, quedando inundada de complicidad para con sus intenciones - es.... - miró al cielo fingiendo tener que recordar la corrección de este y volviendo a su encantador papel de muñeca de porcelana - "de la France"
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Mensaje  Tempts_Fate Jue Jul 14, 2011 6:48 pm

Al darse la vuelta la pelirroja, Jean-Luc la siguió con la mirada. Sus curvas pálidas se transparentaban tras el camisón. Intentando no distraerse demasiado, volvió a fijarse en la mesa y en su rival en el juego. Tomó distraídamente la muñeca en las manos, tanteándola, curioso por saber si llevaba algo escondido. Mientras tanto, se puso a hablar con Darve.

-Parece muy niña, Suzanne, n'est-ce pas? No me imagino que puede hacer una muchacha tan pura en un lugar como este.
-Parece pura, pero creedme, en el lecho no lo es tanto. ¡Os lo puedo asegurar!- se rió estruendosamente y le guiñó un ojo a Jean-Luc, buscando complicidad. Éste le devolvió una sonrisa falsa como el beso de una suegra. El hombre le resultaba desagradable. Presumía de sus conquistas en un burdel.
-Vaya, monsieur. Nunca lo habría imaginado- tuvo que hacer un enorme esfuerzo para contener el sarcasmo. -De todas formas, eso es bueno. He de admitir que me atrae enormemente...- bajó la cabeza y levantó la vista, sonriendo azorado. Pura fachada, como todo lo demás. Darve le dio una palmada en la espalda.
-¡Eso es que tienes buen gusto, chaval!

La conversación continuó, mientras Jean-Luc hacía grandes esfuerzos por no soltar algún comentario hiriente. De vez en cuando vigilaba a Suzanne, en parte por su costumbre de controlar a todo el mundo, en parte porque deseaba fervientemente que volviese y acabase con la cháchara de Darve. Primero les sirvieron un par de copas. Una de whisky a Darve -seguramente conociesen ya sus gustos- y otra de vino para él. Como si ella hubiese adivinado sus preferencias. Lo probó. Era bastante bueno, mucho mejor que el que hubiese probado en cualquier otro burdel. Sonrió, pensando que la situación se le acababa de hacer bastante más soportable.
Suzanne llegó con la baraja y una copa de líquido rosado en una mano. Tenía los labios tintados del mismo color, brillantes. Su otra mano estaba enlazada con la de una jovencita mulata y sonriente. Tenía aspecto de hablar por los codos. Al llegar, la pelirroja tomó de nuevo su muñeca de trapo, y Jean-Luc se preguntó si se daría cuenta de que la había estado manoseando.

Sospechó ella en cuanto afirmó haber contado las cartas. La mirada de complicidad que le lanzó luego, tras sentarse junto a él sin preguntar, sólo fue una confirmación. Le acarició con suavidad la pierna, dedicándole una sonrisa estúpida. Y se aseguró de que Darve la viera.

-Encantado de conoceros, Valentina-sonrió el ladrón, besándole la mano igualmente.
-¡Muy bien, ya estamos todos! Creo que podemos empezar-acortó Darve, empezando a barajar las cartas.
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Mensaje  Happy_Halloween Mar Oct 11, 2011 2:01 pm

Ophidia dio una calada a su pipa de opio. Puso los ojos en blanco y sonrió ligeramente , ya sentía como la droga le proporcionaba esa sensación de paz a la que estaba estrechamente ligada. No imaginaba su vida sin ese olor ;mezcla de drogas e inciensos que embriagaban a cualquiera que entrara en la habitación. A diferencia de las demás estancias , ésta tenía una disposición diferente ; en el centro había una mesa redonda , cargada con un mantel ornamentado al propio estilo oriental. Sobre ella una baraja de cartas del tarot cuidadosamente colocadas , un cenicero y un par de copas vacías .Dos sillas la rodeaban , una frente a la otra. Al fondo una cama con cortinas transparentes cayendo sobre las almohadas , había tantas alfombras que no podía pisar el frío suelo .La tenue luz proporcionada por las velas arrancaba de la nada extrañas sombras que se perfilaban en las paredes. Allí pasaba casi todo el tiempo. Ella , a diferencia de las demás , tenía un extra con su trabajo.
Algunos años atrás el dueño del burdel la compró a un traficante de esclavos para prostituirla , pero descubrió que tenía un pequeño don del que podía sacar más dinero ; Ophidia podía ver a los muertos. Al menos esa era la manera en que todos se referían a ella. Lo cierto era que vivía en un mundo atemporal , donde el pasado , presente y futuro se encontraban a menudo. Podía ver a los muertos , pero también a los que morirían. Pero la muerte podía cambiar, Sus visiones ondulaban continuamente, Era por eso por lo que todo tipo de persona capaz de pagar por saber acudía a ella. Normalmente , después de consultar estaban tan profundamente apenados , preocupados o alegres que decidían salir de allí lo antes posible . La norma de la casa era que NUNCA , bajo ningún concepto podía predecir la muerte del cliente. Red Apple se caracterizaba por el trato cortés hacia los clientes. Por ello , cuando la situación lo requería , ella actuaba como prostituta. Volvió a acercar la pipa a sus labios y aspiró por última vez mientras consultaba su agenda ; Darve. Murmuró el nombre con tranquilidad , saboreando cada una de las letras. Lo conocía muy bien. Era la cuarta vez que la visitaba ; pobre ingenuo que aspiraba a ser rey. Lo que él no sabía era que su muerte estaba sellada. Suspiró y se agachó para recoger a la serpiente que comenzaba a enroscarse sobre su tobillo. Era una pitón albina. La colocó sobre su cuello , parte del cuerpo del ofidio ya tanteaba la cintura de la chica.
Caminó lentamente , descalza , hacia el salón donde estaban todos presentes. Esquivó a las prostitutas que se cruzaban en su camino , intentaba no rozarlas. No conocía a la mayoría de ellas , aunque tampoco les deseaba mal. A lo lejos distinguió la figura de Darve , junto a él la pelirroja con cara de ángel y junto a… Parpadeó varias veces , si no hubiera estado totalmente embriagada quizá se hubiera parado. ¿Quién era? No sabía por qué pero su cara le resultaba familiar. Acarició la piel de la serpiente y apretó el paso. Sus tobillos estaban tatuados ; serpientes de tinta recorrían la blanca piel de Ophidia , dos brazaletes apretaban sus antebrazos. Toda ella era una contradicción ; realeza y pobreza. Altivez y servidumbre. Sin duda era la más esclava de todas; su cuerpo tatuado , el paso inseguro , la mirada perdida. Parecía un fantasma que se movía entre el gentío en ser vista. De hecho , Darve no se percató de su presencia hasta que una de sus manos se posó sobre su hombro :
-Lamento molestarle , señor. Pero ha llegado la hora de nuestro encuentro.- Hablaba en su susurro , cerca del oído de él. Para que sólo ellos pudieran oír lo que decía.
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