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El sueño del General.

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Mensaje  Pallas_Atenea Vie Ago 05, 2011 6:08 pm

[Lo pongo aquí, por se supone que el pj está en el cuartel general de la hermandad, si por el contenido, por la temática o por lo que sea, debe ir en otro lugar, por favor, indicádmelo y lo cambiaré cuando pueda.]


En su recién estrenada habitación en la Torre, Esthia, el General, como le llamaba Dayanna, a pesar de que le hubiese dicho ya varias veces que no lo hiciese, se dejó caer en la cama, tras ordenar sus escasas pertenencias. Hacía mucho que no tenía un sitio al que pudiese llamar medianamente propio, así que su ropa y enseres solían permanecer generalmente en el hatillo. Sobre todo aquellos objetos más personales. Pero en aquella ocasión, se había regalado unos segundos para revisarlos. Eran pocos, sin valor material, pero habían marcado al soldado a fuego. O a plata, como dirían los suyos.
Se quitó las botas y la camisa y los dejó como cayeron en el suelo y el respaldo de una silla, respectivamente. Se estiró en la cama y levantó el brazo izquierdo hasta verse la cicatriz que lo recorría. Se la había hecho con un cepo de niño. No lo recordaba, pero eso le habían dicho. Se giró, para quedar de costado y, con la mano que no se sostenía la cabeza, empezó a toquetear los objetos sobre la tela: un brazalete de cuero, que ya no podía ponerse, la cabeza de un juguete de madera que él mismo había destrozado al poco de recibirlo, pero que era una de sus posesiones más preciadas, pues se la había regalado Viktor, el hombre que le había enseñado todo lo que sabía y del que derivaba su apellido, una daga envainada en cuero y un puñado de plumas negras.
Se le encogió el corazón al verlas, por eso casi nunca las sacaba del lugar donde las guardaba. Pero no podía deshacerse de ellas. Estaban rotas, ajadas, y ya no resultaban tan suaves al tacto, pues la mayor parte de ellas había quedado endurecido a causa de la sangre reseca que las cubría. Ya apenas se notaba. Quizás ni estaba ya allí, pero para el General del Martillo el recuerdo seguía tan vívido como si acabase de ocurrir.
Mientras sus dedos acariciaban las plumas como si se tratase de la piel de aquel a quien habían pertenecido, Esthia dejó que las imágenes de aquel momento inundasen su mente.



<Mordecai> tocó por fin tierra en Icarión. Estaba oscuro. Sólo la Dama de Plata iluminaba el puerto. Vestido de oscuro, sin armas, sin equipaje. Todo lo que necesitaba estaba allí, en aquella pequeña isla. Tan sólo tenía que llegar hasta el Refugio, en el interior de los acantilados. Sus pasos hicieron crujir la madera y dejaron huellas profundas en la arena. No habló con nadie. Pasó por la calle principal hasta el camino que subía a la cima de la enorme columna de roca oscura que salía del agua. De ahí llegaría al escondite. Pasaría allí la noche, protegido por los suyos, recuperaría fuerzas, pues ellos le darían alimento y descanso, y continuaría su viaje de regreso a Parakalia.

<Kozma> En el acantilado, sitio de reunión de Kozma y Esthia, se veía al primero delante del segundo pero dándole la espalda .- ¿Por qué te tienes que ir ya? Aún es pronto .- Se quejó con un quedo suspiro, mirando la luna. O, como los licántropos la denominaban; La Dama de Plata. Sus alas estaban extendidas al saber de su marcha para volver a su refugio y no parecía estar conforme. Siempre pasaban la noche juntos. ¿Por qué ese día era diferente?

<Esthia> sonrió y dejó que sus dedos recorriesen la espalda de Kozma, por su columna. -Vamos, pollito, ya te lo he dicho, tengo cosas que hacer. Además, estoy seguro de que Phoe agradecerá que pases un rato con ella. Últimamente la tienes muy abandonada. -asió una de las alas y tiró de ella con suavidad. Una señal de que quería que se girase. Un beso corto, intenso, una sonrisa, un guiño, y le dio la espalda para marcharse .Buenas noches, pollito. -dijo antes de perderse en la oscuridad de los corredores internos de aquella mole rocosa que les servía de hogar. Al llegar al Refugio, oculto de miradas indiscretas, donde sólo los suyos podían encontrarles, Esthia notó un olor extraño. Alguien había llegado. Entró. Níoster y Celeno ya se habían encargado de darle comida y prepararle un cubil. Ahora era su turno de presentarse.

<Mordecai> levantó la mirada del plato que le habían servido. Carne, ¿qué si no? Y estaba muy buena. Se limpió los restos de grasa con el dorso de la mano. Luego limpió la mano en los pantalones para poder estrechársela al hombre que acababa de aparecer. Sonrió, dejando a la vista restos de comida en sus dientes, pero no le importaba. -Bonito lugar. -Le ofreció un poco de carne, que Esthia rechazó, y sin entrar demasiado en detalles, iniciaron una conversación acerca de los motivos de su llegada a Icarión, cuánto tiempo pensaba quedarse y alguna que otra anécdota sin importancia. Lo normal. La Dama de Plata estaba ya cayendo en el cielo cuando se retiraron a dormir. Pocas horas, el sol los despertaría temprano.

<Kozma> La noche pasó sin remedio alguno. No había querido que se marchara y, por ende, lo había retenido pero sin remedio pero, cuando quiso darse cuenta, ya se había marchado. Por eso, tal vez, decidió volver a su nido. Casi no había podido dormir con aquel nudo en su garganta y Phoe no le había podido animar pero si se quedó con él para que no se sintiera solo. Le había intentado decirle que se marchase pero le había denegado esa petición. Al día siguiente, con ojeras, buscó poder sobrevolar el cielo de Icarión, en busca de Esthia. Lo había añorado durante todo aquel tiempo que habían estado separados y necesitaba saber que era más importante que pasar la noche con él.

<Esthia> estaba en la playa, esperando a que acabasen de descargar el carguero de Kere. Mordecai y él se harían con un par de piezas de caza para los siguientes días. En Icarión no había demasiada carne disponible (que no supusiese delito, al menos). Levantó los ojos y sonrió al ver la silueta de Kozma recortarse en el cielo.

<Kozma> se había percatado de la presencia de Esthia cuando bajó la mirada para ver quién se encontraba en el puerto. Sonrió pero, de inmediato, desapareció al ver que estaba acompañado de otro hombre. No es que fuera celoso pero le hervía la sangre ver a su pareja con otra persona que no fuera uno de los que ya conocía. Pasó lo mismo con Clyven cuando vino y retomó lo que tenía hacía 5 años atrás con su lobo. Para saber de quien se trataba, bajó en picado hacia la posición dónde se encontraba ambos. Cuando estuvo a su altura, formó una nube de polvo, al mover las alas para frenar en seco .- Buenos días .- Saludó con su habitual sonrisa. No quería que sospechará que no le hacía mucha gracia su acompañante.

<Esthia> sonrió a Kozma y le golpeó suavemente el hombro con el puño. -Hola, pollito. Menuda carita me traes. ¿Una noche movidita con Phoe? Voy a tener que decirle a esa niña que no te canse demasiado. Ven, voy a presentarte a alguien. Mordecai, Kozma. Kozma, Mordecai. Es uno de los nuestros.

<Mordecai> observó al icarionte de arriba a abajo. Mucha familiaridad con Esthia. Se suponía que nadie, o casi nadie, debía saber que estaban allí. ¿Qué significaba aquello? ¿Quién era ese tipo alado? ¿Sabría lo que eran? Parecía que sí y eso no le gustaba. Aun así, le estrechó la mano.

<Kozma> No he dormido. La verdad .- Indicó para que estuviera al corriente. Si quería saber más, lo hablarían en privado y sin nadie más a su alrededor. Cuando vio la mano de aquel hombre, el cuál ya sabía su nombre, alargó la suya para unificar aquel acuerdo .- Un placer, Mordecai. ¿Eres nuevo por aquí, no?

<Esthia> Está haciendo una escala antes de seguir hacia Parakalia. Para eso estamos aquí, ¿recuerdas? -No pareció percatarse de la forma en que el otro entrecerraba los ojos. -Se quedará unos días, por eso hemos venido a comprar carne. Es eso o tendré que cazarte. -se echó a reír.

<Mordecai> No le gustaba. Nada en absoluto. Demasiada información. Y ese tipo sabía quiénes eran y qué hacían allí. Puede que Esthia no lo recordase, porque era demasiado pequeño, pero él había sobrevivido al ataque a Parakalia y no confiaba en nada que proviniese de aquella isla. Mucho menos en un icarionte.

<Kozma> ¿Cazarme a mi? Já. No podrás .- Bromeó para buscar calmar sus nervios y quitarse tensión. Si ambos eran lobos, notarían su estado de inmediato .- Si queréis os puedo acompañar .- Al menos, así, podría estar más tiempo con Esthia. Delante de los demás, solo eran un par de buenos amigos. Nada más. Solo unos pocos sabían la verdad.

<Esthia> Claro, ven con nosotros, así nos ayudas a elegir la mejor pieza. -con alegre disposición, echó a andar por la arena, hacia la pasarela de madera donde empezaban a colocar la mercancía para venderla antes de volver a zarpar.

<Mordecai> soltó un quejido. Cada vez le gustaba menos aquel tipo. ¿A qué venía pegarse tanto? ¿Qué era lo que buscaba? Sólo iban a comprar carne, no era nada interesante. No, no le gustaba. ¡Por la Dama de Plata! No le gustaba en absoluto. Además... aquellos dos... sus olores estaban extrañamente mezclados. Pasaban demasiado tiempo juntos. Allí había algo más. Y esa noche, al caer el sol, lo averiguaría.

<Kozma> se percató de aquel quejido y giró su cabeza hacia Mordecai. - ¿Ocurre algo? - Aún no había empezado a andar hasta saber que pasaba ahí. ¿Por qué aquella desconfianza? Seguramente sería por no tener el placer de saber quien los seguía. Aunque ya se hubieran presentado. Por un nombre, no conocías a una persona.

<Mordecai> arqueó la ceja. -¿Debería? -no sabía quién era ese tipo, pero estaba claro que no era trigo limpio. Esa noche tendría una charla con él, sin Esthia de por medio. Averiguaría lo que sabía y lo que no. Llegaron por fin a los tenderetes. Esthia no hacía otra cosa que mirar las piezas y olisquearlas con disimulo para elegir la mejor. Él fingía hacer lo mismo, aunque de hito en hito, echaba una mirada a Kozma.

<Kozma> No lo sé. Dímelo tú. No entiendo a que ha venido ese quejido .- Era muy observador. Y, aunque usará un tono más bajo, Esthia llegaría a enterarse. Total, su oído era muy fino por ser lo que era. Él también se dispuso a mirar la carne para ver cuál sería la mejor. Debía elegir una buena pieza.

<Mordecai> Sólo es un sonido. No tiene nada de particular. No veas monstruos en tu nido, pollito. -se encogió de hombros. Así que estaba pendiente de lo que hacía y dejaba de hacer... Ummm, demasiado sospechoso. Cada vez tenía más ganas de pillarlo a solas.

<Esthia> le hizo un gesto con la mano desde varios metros más allá. No estaba atento a su conversación, así que no se había percatado de la tensión entre ellos. -Kozma, Mordecai, por aquí, creo que he dado con la pieza ideal. -alzó la voz, señalando con entusiasmo lo que parecía un pequeño corzo.

<Kozma> prefirió no seguir con la conversación. Desvió su atención hacia Esthia, dando los pasos necesarios hasta quedar a su altura. Observó el pequeño corzo .- Es perfecta. Ya tenéis carne .- Sentenció con una sonrisa. Esthia entendería bien aquella mueca porque era muy diferente a las habituales.

<Esthia> cargó la pieza comprada y emprendió el regreso al Refugio, seguido de Mordecai y Kozma, del que se despidieron en el acantilado. Mordecai no habló con Esthia de sus sospechas, tampoco le gustaba la actitud del supuesto líder en Icarión. Le parecía un mocoso confiado al que se le había subido a la cabeza el haber sido uno de los protegidos de Viktor. Hasta se atrevía a tomar su apellido. Esperó a que callese la noche, cuando las mujeres se habían dormido y los hombres discutían sobre algo que a él no le interesaba, y se escabulló por el corredor que llevaba a la gruta donde solían encontrarse Esthia y Kozma. No le fue difícil seguir el rastro hasta la pequeña explanada rocosa, acariciada por el agua.

<Kozma> Y, como no, Kozma estaba esperando ahí. Lo hacía cada noche para ver si se topaba con Esthia. Estaba acostumbrado a hacerlo y no le importaba si tenía que esperar. Sabía que, tarde o temprano, terminaría llegando hasta él. Escuchó pasos detrás suyos. Creyó que era Esthia pero, cuando se giró, observó la figura de Mordecai .- ¿Que haces tu aquí? .- Poca gente conocía aquel lugar. ¿Tal vez Esthia le había comentado sobre dicho sitio? Aún así, el tono que usó fue, más bien, de sorpresa.

<Mordecai> sonrió. -Vaya, vaya, vaya... ¿Decepcionado? -se paseó por el lugar, echándole un vistazo, viendo donde estaba cada piedra, cada hueco, cada golpe del terreno. -Esthia está ocupado, pero mejor, así podremos tener tú y yo una conversación... ¿Qué es lo que buscas, icarionte? ¿Pensáis volver a arrasar Parakalia?

<Kozma> arrugó el entrecejo .- Más bien sorprendido .- Aún seguía encarado a él con las alas un tanto plegadas pero no del todo para evitar que, si las cosas se ponían feas, salir volando. No parecía transmitirle mucha calma aquel hombre .- ¿Que buscó de qué? ¿Arrasar Parakalia? .- Alzó una ceja. No estaba al corriente de lo sucedido hará unos años. Solo era un niño pequeño.- Pero, ¿de que me hablas, Mordecai? .- Se le había quedado ese nombre. Solo había pasado un día pero tenía buena memoria.

<Mordecai> No te hagas el inocente conmigo, sé lo que pretendes. Tú y los tuyos intentásteis eliminar a mi gente. Y por ello nos vimos obligados a escondernos. Y ahora pretendes hacerte pasar por amigo para obtener información. Y el imbécil de Esthia se atreve a confiar en ti. Y no sólo en ti, sino que tiene a más traidores en el Refugio. O tal vez él sea el traidor. Sí. Eso es. Él es el traidor y vosotros conspiráis con él...

<Kozma> No sé que pasó hace tiempo. Solo tengo 20 años. Soy joven. Si me tienes que acusar de algo es de ser amigo de Esthia y de los suyos. No intento conspirar contra nadie y no voy a dejar que acuses a uno de los tuyos de traidor. No sabes por lo que ha pasado. Antes de acusar a alguien deberías informarte.

<Mordecai> ¿Informarme? ¡Ja! Demasiado informado estoy. Ese hombre hizo que mataran a Viktor y Esthia le está cubriendo. Pero tranquilo, no llegarán a mañana, sólo tengo que esperar un poco más. Mientras tanto, iré entreteniéndome contigo. -y se lanzó contra el icarionte, con claras intenciones de derribarle.

<Kozma> ¿Que hombre? .- Alzó una ceja. ¿Hablaba de Clyven? Tal vez. Claro que, en ese momento, lo había pillado un tanto sorprendido ante las acusaciones que estaba indicando Mordecai sobre Esthia y los suyos. Había poca distancia entre ellos y, cuando vio que se lanzó contra él, intentó retroceder para expandir sus alas y poder alzar el vuelo. El problema sería que, si seguía por ahí, terminaría despeñándose contra las rocas.

<Mordecai> cayó sobre Kozma como una losa. No conocía la piedad ni la paciencia. Apenas pudo echarle mano, fue directo a por las alas, la mejor vía de escape del icarionte. Eran huesos largos y finos, esbeltos y ligeros, ideales para elevarse en el aire, pero más frágiles que el resto. Y su sonido al romperse era tan encantador...

<Kozma> golpeó con su espalda el suelo cuando Mordecai se lanzó contra suya. Realmente fue un golpe duro y terminó soltando un quejido. Entrecerró los ojos y, cuando sintió como fue aproximando su mano a sus alas, rápidamente, buscó asir su muñeca para impedírselo. Ambas si era necesario.

<Mordecai> era más grande, más fuerte y estaba mucho más acostumbrado que Kozma a luchar. Se limitó a apartar las manos del icarionte de un manotazo y agarró su ala izquierda, tiró con fuerza hacia sí, para que el propio hombro de Kozma sirviese de punto de apoyo para hacer palanca y tratar de romper el hueso.

<Kozma> podría ser muy negado a la hora de la lucha pero no dejaría que tocaran sus alas, sabiendo las intenciones que tenía Mordecai. Pero no era tan rápido que un licantropo. Al menos, en tierra. Por vuelo era otro cantar. Notó como tiró con fuerzas, ese ala y soltó un gemido. Era doloroso. Al final, un "CRACK" se pudo escuchar, al romperse dicho hueso. El gemido se tornó un grito de exasperación. La boca casi se le desencajaba y sus párpados no podían estar más apretados.

<Mordecai> sostuvo con una mano el ala, aprovechando para tirar del hueso y que así la fractura no fuese limpia, sino que se desplazase el hueso. No podría volver a volar. Pero daría igual, porque no iba a ser lo único que le rompiese. Con la otra mano, la izquierda, la que acababa de liberar, descargó un revés sobre el rostro de Kozma, como un latigazo con toda la fuerza que fue capaz de imprimir. -Cállate, pollo. Acabo de empezar a desplumarte y no quiero compañía innecesaria. -El propio arco que había trazado su brazo le dejaba ahora al alcance el ala derecha y, por la sonrisa retorcida que le dedicó al muchacho, no iba a dejarla entera.

<Kozma> El dolor era indiscriptible. Una rotura como aquella haría que, por poco, perdiese la consciencia. Pero no iba a permitir ponérselo tan fácil y, mucho menos, dejarse vencer. Aún así, la fuerza de un licantropo era mucho mayor a la de un icarionte. Cada uno era bueno en sus capacidades. Con un gorjeo, parecido a un quejido, busco poder interceptar aquella mano que buscaba arrancarle la otra ala. No se lo iba a permitir. Emplearía la fuerza necesaria para impedir que consiguiera su objetivo. Con los ojos achinados, buscaba que fuera efectivo su contraataque .- Eres la deshonra de los tuyos .- Por el golpe recibido en su mejilla, la cabeza había acabado ladeada y en la comisura labial se podía apreciar un hilillo de sangre.

<Mordecai> Te equivocas, soy su salvación. Deshaciéndome de espías como tú y de traidores como ellos, protejo a los míos. -Soltó el ala izquierda y, con esa mano, buscó el cuello de Kozma para apretarle con fuerza ambos laterales, tratando de impedir que la respiración y el flujo sanguíneo siguiesen con normalidad. El dolor de Kozma le haría más débil, así que tiró de nuevo del ala sana, aferrándola por la articulación. -No manotees como un chiquillo asustado, icarionte. No te servirá de mucho. -Y tenía razón, pues subía la marea y poco a poco el agua iba acariciando su piel, empapando su ropa y el oscuro cabello de Kozma. Lo tenía inmovilizado, dolorido y el notar como el agua llegaba cada vez más lejos le dio una cruel idea.

<Esthia> Mientras tanto, en la explanada del templo de Briseida, oculta en el bosque lo rodeaba, se apartaron las ramas que ocultaban la entrada al Refugio. Era temprano aún, pero Esthia había sentido el olor de Kozma cerca. No sabía que estaba herido, que por eso su aroma era más intenso, por la sangre derramada. A la distancia a la que se encontraban, lo único que se le ocurrió pensar era que el icarionte quería ir a verle y darle una sorpresa. Relativa, porque sabía que le descubriría con antelación. Sonrió, contento. Se moría de ganas de volver a sentir aquellos labios, aquellas caricias. Sacudió la cabeza. -Esthia, ya, que te emocionas. -se dijo. Sólo le restaba esperar a que Kozma apareciese. Su olor era cada vez más intenso, eso quería decir que se acercaba. Se apoyó contra la pared de piedra del acantilado que rodeaba la explanada, oculto de las Brisalias que guardaban el templo, y esperó. Poco se imaginaba que, mientras él esperaba a que Kozma llegase, el icarionte sentía cómo el agua alcanzaba sus orejas sin que Mordecai le dejase levantarse, a base de golpes.
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Mensaje  Pallas_Atenea Sáb Ago 06, 2011 7:49 pm

<Kozma> Tú eres el equivocado. Yo no soy un traidor y vas a cometer un grave error .- Indicó con los dientes apretados por el dolor que sentía en su interior. Lo peor vendría ahora. Aquella presión en su cuello, fue el detonante para que, su respiración, empezará a cesar. Podría empezar a ponerse morado y pocas fuerzas le quedaban para poder debatir y contrarrestar cualquier ataque; Una ala rota, los golpes que estaba recibiendo, la sangre que estaba derramando. Todo parecía tener un fin. Un fin desastroso para él y para Esthia. Eso sería un shock para éste último. Y lo peor de todo es que la marea estaba subiendo. No se podía mover y sabía que no tardaría mucho en aspirar su último aliento. Lo único que quería era ver por última vez a ese lobo de ojos azules que había sido su verdadero amor. Aquella persona que daría su vida porque no le pasará nada. Y ahora iba a darla pero por un error. Un maldito error que le costaría la vida. Todo era demasiado injusto.

<Mordecai> no le escuchó, simplemente apretó con fuerza hacia abajo. Sentado sobre las caderas de Kozma, dejando caer su peso para evitar que se liberase, con los pies sobre sus rodillas, de forma que tampoco pudiese golpearle por la espalda, el mercenario se limitaba a mantenerle pegado al suelo. No le importaban los golpes recibidos, pues cada vez eran menos fuertes y más desesperados. Lo único que quería era mantenerlo así pegado al suelo, mientras subía la marea.

<Esthia> Lejos de allí, Esthia empezó a preocuparse, por la intensidad del olor, Kozma ya debería estar lo suficientemente cerca como para oirle. Y no lo oía. Así que decidió adentrarse en la cueva, en su busca. Con paso tranquilo, porque no sabía lo que pasaba al otro lado del corredor excavado en la piedra. -¿Kozma? ¿Kozma? -su voz llegó tenuemente hasta donde estaban el licántropo y el icarionte, gracias a los ecos que propiciaba la roca.

<Kozma> La voz de Esthia se escuchó como un murmullo que se arremolinaba en sus oídos. Como cada noche, iba a visitarle pero, ese día, sería el último que podría verlo. Con todo el aire que le quedaban en sus pulmones .- Te amo .- Pudo soltar esa palabra a duras penas. Y podría sonar de forma intangible. Debería afinar bien el oído para poder escucharlo con nitidez. Ya no podía abrir los párpados. El agua empezaba a cubrir su rostro hasta hacerlo por completo. Se removía inquieto pero lo hacía tan leve que, al final, aquel líquido transparente se internó en sus fosas nasales, llenando por completo sus pulmones. Las burbujas que formó a la hora de buscar poder aspirar su último aliento, empezaron a cesar hasta que, al final, ya no quedaba ni rastro de ellas. El pulso de Kozma disminuyó hasta desaparecer por completo. Al final, el propósito de Mordecai, había dado sus frutos; El icarionte había muerto en ese instante.

<Mordecai> torció el gesto. ¿Amaba? ¿A quién? ¿Para quién eran esas palabras? Bah, daba igual. Escupió con desprecio en el rostro del icarionte poco antes de que el mar le regalase la primera de muchas caricias en su ir y venir. Lo mantuvo así, pegado al suelo, sangrando y sin poder respirar apenas mientras el agua seguía subiendo y le empapaba los pantalones. Incluso cuando dejó de debatirse, lo mantuvo un poco más así, bajo el agua, quería asegurarse de que estaba muerto. Bien muerto. La luz de la luna hacía que la sangre que se mezclaba con el agua no se viese roja, sino casi negra.

<Esthia> El corredor se acababa y Esthia no había dado con Kozma, el olor ya era demasiado intenso. No era normal. Hizo el último tramo a la carrera, sólo para ver cómo Mordecai se levantaba y se sacudía las manos, escupiendo una vez más sobre Kozma. No se lo pensó, se dejó llevar por la ira y se abalanzó contra el lupino. Iba a pagar por lo que había hecho y muy caro. Más de lo que él mismo era consciente, pues su furia se estaba desatando y no iba a controlarla. No esa noche.

<Mordecai> Casi no le daba tiempo a poder reaccionar cuando, Esthia, se abalanzó contra su cuerpo, tirándolo al suelo .- ¿Se puede saber que haces? Os he librado de un traidor .- Había caído justo al lado del cadáver de Kozma, de espaldas y evitando no ahogarse por la marea alta. Como había sido un ataque a traición, reaccionó tardíamente pero, al final, cogió los brazos de Esthia y, con la fuerza que tenía, lo separó de su cuerpo, ayudándose con sus pies para darse más impulso. Cuando consiguió quitárselo de encima, se levantó, mirándole desafiante .- Estás loco .- Indicó con furia. Encima que, bajo su pensamiento, había obrado bien, se le había lanzado como si fuera un animal furioso. En cierto modo, lo era. No entendía el porque había saltado de aquella forma.

<Esthia> no le pestó atención. De sus labios sólo salió un -Asesino. -entre dientes. Las mandíbulas y los puños apretados, tenso, enfadado, rabioso. Furioso. Sentía hervir la sangre en las venas, el pulso le golpeaba en las sienes. Quería venganza. Atacó de nuevo, buscando descargar sus puños contra el estómago de Mordecai.

<Mordecai> ¿Asesino? .- Eso si le sorprendió. Solo por un instante pues, al instante, empezó a atar cabos. También tenía que matar a Esthia. Era tan traidor como Kozma. Normal; Tenía a Clyven bajo su cobijo. Hoy mataría a dos pájaros de un tiro. Después sería Clyven quien moriría. No más traición. No más ataques a Parakalia. Notó el primer golpe sobre su estómago, haciendo que se inclinará un poco pero, cuando pudo recapacitar, se incorporó para coger ambos puños con las palmas de sus manos. Así lo podía parar durante un rato. Con los pies bien apoyados en el suelo, buscó lanzar un rodillazo contra su estómago.

<Esthia> Recibió algunos golpes, pero otorgó más de los recibidos. Él estaba descansado y enfadado y, a pesar de la diferencia de edad con Mordecai, Esthia había luchado junto a Viktor, había aprendido de él y eso le daba cierta ventaja. El corazón le latía desbocado, sentía sus músculos tensarse y relajarse velozmente. Le dolía la cabeza, se le nubló la vista y se separó unos metros, caminando hacia atrás, trastabillando y dejándose caer de rodillas, sujetándose la cabeza y apretándose con fuerza, tirándose del pelo. Un espasmo, otro, otro más. Finalmente, arrodillado, con las piernas separadas a la distancia de sus hombros, desgarrándose la ropa como si quisiera arrancarse la piel, Esthia echó la cabeza hacia atrás y soltó un largo aullido. El pelaje blanco empezó a brotar, sus ojos, azules como el mar que se había llevado a Kozma brillaron con el reflejo de la luna, se clavaron en Mordecai cuando levantó la cabeza, respirando a grandes bocanadas, y el asesino supo que no saldría con vida de allí. Lo que tenía ante él ya no tenía forma humana, pero tampoco era un guerrero licántropo a su nivel, lo que tenía ante sí era una bestia, blanca como la nieve, de terribles garras y colmillos, y que no distinguía a amigos de enemigos. Era la primera vez que Esthia sentía la furia del lobo, la primera vez que perdía el control. La primera vez que buscaría para su presa una muerte lenta y muy, muy, muy dolorosa.

<Mordecai> En cuanto vio aquel cambio, su rostro empalideció. ¿Como podía ser que alguien sacará esa parte tan a la ligera? Tragó saliva forzosamente, quedándose petrificado durante unos segundos para, posteriormente, retroceder unos pocos pasos para que hubiera distancia entre ellos dos. Ahora si que estaba perdido. Él no podía cambiar tan de repente. Tenía que tener cierto tiempo y no creía que Esthia le diera ese período para poder conseguir su objetivo. Debía pensar rápido antes de que terminará la transformación. No debía mermar en su objetivo. Debía hacerlo caer y matarlo con sus propias manos. Como si fuera un loco fuera de sí, se lanzó contra su oponente y lanzó dentelladas junto zarpazos contra el cuerpo del lobo. O crinos. Según se mire. Quería sentir su sangre y que terminará pidiendo clemencia. Sabía que se exponía demasiado pero era arriesgar o morir.

<Esthia> El tiempo que Esthia necesitaba para cambiar de fase le permitió a Mordecai asestarle varios golpes. La dentellada en el hombro reabrió una herida cicatrizada no hacía demasiado tiempo. Aulló con fuerza. Un grito de dolor desesperado que escapó de su garganta directo al oído de su rival. Pero no se detuvo a lamentarse, aún arrodillado, en desventaja momentánea, aferró el pelo de Mordecai por la nuca y tiró con fuerza, la sangre manó a borbotones, tiñendo de rojo su banco pelaje. Ahora que sus fauces ya habían cambiado, atrapó entre ellas el brazo de Mordecai, por encima del codo. Apretó con todas sus ganas, sintió el sabor de la sangre, la tensión de los músculos, la dureza del hueso bajo ellos. Tiró hacia atrás. Con suerte se llevaría un trozo de carne de regalo.

<Mordecai> Aquel mordisco en su brazo hizo que soltará un grito atroz al no esperarse ese ataque traicionero por su parte. La sangre salía, inundando la boca de Esthia, haciendo que no pudiera moverlo en el tiempo que lo mantenía sujeto. En el momento que tiró hacia atrás y se llevó un trozo de carne, el alarido de dolor que soltó podría helar al más valiente de los guerreros. Aún así, no dejaría que eso le afectará y volvería a atacarle con un puñetazo directo hacia el estómago. No sería tan fuerte y certero pero intentaría que fuese lo más doloroso posible. Tenía aún fuerzas en la retaguardia. No por ello, dejaba de ser un guerrero de Parakalia.

<Esthia> se dejó caer hacia atrás, sobre sus talones. Y más atrás, hasta el suelo. El puñetazo lo había encajado y había dolido. Rodó hacia la derecha y se levantó, su ropa desgarrada se deshizo en jirones que quedaron esparcidos por el suelo, como sus botas. Escupió la sangre y el trozo de carne que había arrancado del brazo de Mordecai. Salpicó a Kozma, que seguía en el suelo, con la cabeza ya cubierta, acariciado por las olas. Eso le enfureció más y volvió a saltar sobre Mordecai, con las garras por delante, quería atravesarle, destrozarle. Quería sentir en su cuerpo el calor de la piel, la humedad de la sangre, la viscosidad de las vísceras.

<Mordecai> El trozo de carne que ya no estaba en su brazo, tardaría un buen rato en poder regenerase pero, seguramente, con el esfuerzo, ese día no podría hacer que los tejidos se unificaron entre ellos. La sangre seguiría brotando pero, en un tiempo, terminaría cesando. Su respiración era muy alterada. No obstante, cuando su oponente se lanzó contra él, hizo lo propio. En el aire, a poca distancia del suelo cubierto por agua, chocarían ambos pero eso no indicaba que algún golpe fuese efectivo. Ambos querían lo mismo; La muerte del otro.

<Esthia> La pelea no se alargaría mucho más, la sangre regaba la piedra que de tanto en tanto era lamida por las aguas, la furia consumía sus energías y Mordecai ya había estado luchando antes contra Kozma. Las garras de Esthia se abrieron paso por el cuerpo de Mordecai, pero no tanto como él hubiese querido. En golpe lo recibió en el hombro herido y se vio obligado a retroceder. Pero en su estado no pensaba con lógica, sólo quería matar. Y no importaba morir. Lo único que deseaba era hacerle sufrir. En cuanto tuvo apoyo de nuevo, buscó agarrar a Mordecai para poder desgarrar y morder de nuevo, donde pillase. Si era doloroso y mortal, mejor.

<Mordecai> estaba agotado. Se le notaba. Dos combates en un mismo día, hacía mella en el cuerpo de un gran guerrero como él. El último golpe que había recibido, consiguió que terminase de rodillas con la respiración agitada y buscando poder asestarle un último puñetazo directo hacia sus partes nobles. No dejaría de luchar hasta su último aliento. Aquel oponente era mucho más fuerte que cualquier otro ser que se había afrontado. Sabía que la rabia de un licantropo, nublaba la vista y no se paraba hasta arrasar con todo lo que tenía a su alrededor.

<Esthia> Pero falló. El golpe dio en la cadera y, si bien logró detener un poco el contraataque de Esthia, no fue lo bastante doloroso como para evitarlo. Le agarró ése mismo brazo, con ambas manos, y lo hizo caer con fuerza, poniendo la rodilla a la altura de su codo. El sonido del hueso al quebrarse, fue inconfundible.

<Mordecai> El grito atroz que salió de sus labios, resonó en toda la cueva, haciendo que las paredes retumbasen por la vibración del timbre de la voz en aquel sonido tan agresivo. Aún así, entremedio, se pudó apreciar un "CRACK" a la hora de romperse el hueso. Los oídos de Esthia sufrirían, igual que estaba sufriendo su cuerpo. Ahora no podía usar los brazos y manos por tenerlos incapacitados. Aunque sintiera tanto dolor, ante último recurso, lanzó un cabezazo contra la entrepierna de Esthia. Debía alejarlo de él para poder hacer algo pero no sabía si podría ser efectivo. El cansancio cada vez era peor. Y unido al dolor que sentía su cuerpo, podía ser detonante.

<Esthia> Gritó, pero sonó un rudo gruñido gutural. Ya tenía más de animal que de humano y no iba a detenerse. Apretó las mandíbulas, sangrantes, y cogió a Mordecai del pelo, de la parte alta de la cabeza. Tiró hacia atrás, para obligarle a mirarle y se inclinó para hablarle de modo que notara su aliento, que apestaba a sangre y carne, clavando los ojos en los de Mordecai, ya no eran azules como el mar, sino que tenían un reflejo blanco, como la espuma plateada de las olas que sonaban a su alrededor. -Dale recuerdos a Necreonte de mi parte. -le escupió las palabras y, llevando su mano libre a la cadera, la descargó hacia adelante y abajo, contra el pecho de Mordecai, tirando del pelo hacia arriba, de modo que su cuerpo subiese y sus garras atravesasen su cuerpo bajo las costillas. Ya le había herido antes, así que la resistencia fue menor. -Mírame bien, Mordecai, porque quiero que recuerdes siempre este día, toda la eternidad. Nunca le quites a un lobo su presa, puedes ocupar su lugar. -De un modo distinto. Pero le había arrebatado algo muy importante, hasta ese momento no había sido consciente de verdad de cuánto, y lo único que podía hacer ya era cobrarse su vida. Aunque sabía que eso no le devolvería a Kozma, al menos el alma de icarionte no atravesaría sola los fuegos del Abllos.

<Mordecai> El terror era descriptible en su rostro. Realmente, jamás, se había enfrentado a una bestía desbocada como era Esthia en esos momentos. Estaba perdido. Lo sabía. Un olor fuerte de orina se aprecio cuando una mancha en sus pantalones apareció al instante. No podía moverse ante el estado en que se encontraba. Ya no había marcha atrás; Había enfurecido tanto a su oponente que no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Pero, ¿por qué se ponía así por matar a un traidor? Eran hombres. Nadie se cabrearía tanto sino fuera lo suficiente importante como para estar en un estado tan alterado. Gruñó. Era lo único que podía hacer en ese intante .- Vendrán a por ti y te matarán por traición. No estoy solo .- Sacó algo de valentía, escupiéndole en el rostro con algo de sangre. Otro grito se pudo apreciar al sentir como su piel se desgarraba y soltaba aquel líquido rojo que salía a borbotones, recubriendo los alrededores de dónde iba desgarrando. Sus músculos se tensaron ante el dolor que sentía.

<Esthia> lo dejó caer con desprecio. -Te equivocas, tú eres el traidor. Y has sido condenado como tal. -El haberse cobrado venganza hizo que su furia se aplacase un poco. Además, ya no había nadie más vivo lo suficientemente cerca como para mantener su estado. Cayó de rodillas, dolía cambiar de nuevo cuando era de forma tan forzada. Se retorció mientras revertía y volvía a ser humano. Desnudo, cubierto de sangre y herido se arrastró hasta Kozma, levantó su cuerpo para sacarlo del agua y lo acunó, abrazándolo. -No, pollito, no. -se separó para mirar su rostro, sus ojos vacíos y terrados. Se los cerró. Se inclinó y besó sus labios ensangrentados, mojados y salados por las caricias de las olas. -Te quiero, Kozma. Y nunca llegué a demostrartelo. -susurró, mientras le acariciaba la mejilla, como si pudiese escucharle. -Lo siento, lo siento, no llegué a tiempo -las lágrimas lamieron sus mejillas, mezclándose con la sangre. -Espérame, Kozma, espérame a los pies del Abllos, porque te juro que voy a dedicar cada día de mi vida a proteger a las personas que me importan, para que, cuando la Dama de Plata me reclame, pueda llegar a Arges de tu mano. Espérame, Kozma -metió los dedos en su cabello, empapado, escuro y pegajoso por la sal y la sangre. -Te quiero, no lo olvides, tú has sido el primero y no voy a olvidarte nunca. -Se levantó lo tomó en brazos, no iba a dejarlo allí. A Mordecai sí, que se lo llevase el mar, si quería. Pero a Kozma le iba a despedir como los Dioses mandaban. A fuego y plata.

Esthia abrió los ojos y miró a su alrededor, algo alterado. Se llevó la mano a la cara. Estaba mojado. ¿Había estado llorando? Se limpió los ojos con el dorso de la mano y se sentó en la cama. No recordaba en qué momento sus pensamientos conscientes habían dado paso al sueño. Pero había sido tan vívido como cuando tuvo lugar. Estaba cansado, abatido.
Observó las plumas de nuevo, junto a la daga. pasó los dedos por el cuero antes de tomarla con una mano por la vaina y la otra por el puño y sacarla a la luz. Observó la hoja. Plata, perfectamente afilada. Nunca había sido usada y probablemente ya nunca lo sería. Una inscripción se garabateaba desde el puño hacia la punta. "Mi vida en tus manos." No se había atrevido a entregársela y ahora ya no tendría ocasión de hacerlo. Pero tampoco le había salido en entregársela a ninguno de los que vinieron después. Aquella era la daga de Kozma.

-Te lo prometí, Kozma, y lo mantengo. Mientras yo sea el General de esta Hermandad, haré lo que esté en mi mano para protegerlos a todos. No pude evitar que Viktor muriese, no pude protegerte a ti, pero ya no soy el niño que era entonces. Quiero que, cuando volvamos a encontrarnos, puedas sentirte orgulloso de lo que un día sentiste por mí. -recogió sus recuerdos y volvió a dejarlos en el hatillo, a salvo de sí mismo.

Dejó salir su mejor sonrisa y abandonó su habitación en el cuartel general de la Hermandad del Martillo. Hacia los jardines, allí se relajaría un rato. No podía correr a cuatro patas, pero podría pelearse con el aire. El ejercicio siempre le había relajado. Puede que no fuera un magnífico general, ni un gran guerrero, ni siquiera un buen hombre. O tal vez sí. Pero estaba dispuesto a dejarse la piel y la sangre por conseguir su objetivo, mantener a salvo a aquellas personas que eran ahora sus hermanos.
Pallas_Atenea
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Homo-repartidora de nubes rosas
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