Conspiración contra Dayanna. Aparición de Arthias.
Página 1 de 1.
Conspiración contra Dayanna. Aparición de Arthias.
Clyven: Rojo
Limnátide: Naranja
Rhyan Guile: Cyan
Arthias: Violeta
Clyven entró en el local. El golpe de olor a humanidad le hizo arrugar la nariz. Se notaba que ya llevaba bastante tiempo lleno. Buscó con la mirada a Rhyan y Limnátide. Ya tendrían que estar allí. Era él quién llegaba tarde, por causa de Clío. Cuando los localizó, en una mesa apartada, junto a la pared, hizo un gesto hacia la barra para que le llevasen allí una cerveza y fue a reunirse con ellos. Se sentó en la silla libre antes siquiera de saludar. -Buenas.
Obviamente, Rhyan y ella estaban ahí, esperando a ver que aparezca Clyven por la puerta. En cuanto lo hace, realiza un gesto con su mano para que se acerque a su posición. Así, podrían hablar de lo que habían planeado entre ellos. Sería un sitio tranquilo. Ella ya tiene su cerveza y, como la rubia, Rhyan también la tendrá.
Justamente estaba al lado de su mujer, con cerveza en mano a la espera de que llegase el tercero. La verdad es que allí era un buen lugar para hablar sobre aquellos asuntos que traían entre manos.- Buenas, señor rancio.
Clyven bufó. Sabía que llevaban mucho tiempo esperándole, pero Clío estaba antes que ellos. Ajo y agua. -Bien, ¿qué era tan importante que teníamos que tratar?
Sabemos que hay un eslabón débil en la hermandad dónde está Esthia. Seguro que sabes a quien me refiero. Siempre que te ve, se pone colorada y nerviosa.- Para entrar en materia. Coge su jarra y le da un trago a ésta, dejándola después con un toque sobre la mesa. Mira de reojo a Rhyan. Con él, ya lo ha hablado anteriormente.
Limnátide, no digas eso que se nos cree un ligón.- Bromea aunque sabe que Clyven se lo tomará como algo personal, al menos él lo cree así. Termina depositando encima de aquella mesa su jarra de cerveza, al menos esa que dejaba en ella ya estaba vacía.- La cuestión es qué se sabe o se deja de saber de ella y quienes le rodean.
Dayanna, sí. ¿Qué pasa con ella? No creo que plantee ningún problema. No es más que una muchacha y no sabe ni qué es una espada. No habría ni que echarle cuenta. -En un enfrentamiento, Dayanna no aportaría demasiado, así que tampoco necesitaban estar muy pendientes de ella.
Ahí es dónde entra Cyv. Deberás convencerla para llevártela al bosque y, ahí, raptarla hacia nuestro cuartel. Ganate su confianza y será nuestra.- Desvía su mirada hacia Clyven.- Nunca subestimes a un rival. Yo me he enfrentado con ella y te aseguro que esconde un secreto.
¿Un secreto? Como no sea que es capaz de reventar tímpanos con esa voz de pito que tiene... Porque yo la veo normalita tirando a petarda.- Dice encogiéndose de hombros, piensa como Clyven, esa mujer no puede dar ni ápice de chungo.
Clyven asintió a las palabras de Rhyan. Dayanna era una chiquilla obsesionada con las flores, ¿qué mal podía hacer? -No sé, no me convence... Una cosa es ir a por Esthia, a por la drow o a por el español ese que tienen... Son gente que pelea, que sabe defenderse, que hay que vigilar. Pero Dayanna... no es que la subestime... pero no me gusta eso de ir atacando mujeres indefensas.
¿Subestimáis a la gente porque se asuste a la primera de cambio?.- Niega.- ¿No dicen que las altas torres también se derrumban? Pues.. Dayanna no es como se muestra. Guarda un secreto. Un secreto diábolico.- Para dar misterio al asunto. Ella sabe muy bien de que habla.- Te necesito a ti Cyv. Tu eres el único que puede acercarse y no salga corriendo. Solo se ruborizará y nada más.
Átide... ¿De qué hablas? ¿Te vas a asustar de una blandengue como ella y a nosotros nos echas cara en cuantito puedes? .- Suspira largamente. Tantos cojones para algunas cosas y tan pocos para otras. No hay quién entienda a las mujeres y menos a esa mujer.
Átide, en serio, creo que estás exagerando. ¿Qué es eso tan grave que esconde Dayanna? ¿Que además del rosa conoce el azul y el amarillo? -A menos que le contase cuál era el dichoso secreto, no estaba muy dispuesto a atacar al eslabón débil del Martillo.
Cuando Dayanna pierde el conocimiento y deja actuar esa parte oculta, créeme que es peor que ver a la misma muerte. Yo la vi y, por poco, no lo cuento. Tuve que hacer gala de lo que oculto. ¿Por qué te crees que me llama siempre lobita? No pude evitarlo.- Ha puesto en peligro a los suyos pero necesitaba salvar su vida.- ¿Comprendéis que necesitamos quitarla de en medio?
Deberías de haber empezado por ahí...- Casi que gruñe en un momento, pero vamos, que qué espera... De una mujer por mucho que sea la que ha elegido para que esté con él.- ¿Entonces qué tienes que añadir a ese dato? Pregunta a Clyven, que para algo es el listo, en teoría.
Arthias había andado hurgando por ahí por donde él sabia hurgar. Las zonas mas apestosas. Las mas abandonadas. Donde había la gentuza, los indeseables. Quienes nadie quería. A él tampoco le querían mucho, pero ese es otro tema. Buscaba escorpiones... y había dado con ellos. Se estaba tomando una jarra, tranquilamente, a una distancia prudencial de la improvisada reunión de esas tres integrantes. Parando la oreja... Hasta que vio la ocasión. Con total tranquilidad, se alzo de la banqueta, tintineando con suavidad los metales que colgaban embutidos en sendas vainas de su cinturón, y se acerco a la mesa...- Señorita... señores...- sus ojos celestes les observaron depredadores, a los tertulianos. Esbozo una media sonrisa.- Yo podría encargarme de eso que tanto teméis...- Comento con tono discreto. Para que el resto de parroquianos no se diera cuenta del asunto que trataban. Esas cosas no se iban soltando a diestro y siniestro.
Clyven meneó la cabeza. -¿Y cuándo cojones pensabas decirnos eso? -gruñó. Estaba enfadado con ella por irse por las ramas. La intervención de Arthias le hizo mirar al desconocido, fulminándolo. No solía confiar en la gente de entrada, mucho menos si se metían así, en una conversación como aquella. -¿Y tú quién coño eres? -en su voz se notaba que si la respuesta no era satisfactoria, haría crujir algún hueso.
¿Te quieres calmar, Cyv? ¿O te calmo yo a hostias? .- Gruñe, molesta.- No creía que fuese necesario. Ahora si lo es. Ayúdame, por favor. Solo tu..- Se muerde la lengua cuando escucha la voz de Arthias a su espalda. Cuando ladea la cabeza en su dirección, arruga el entrecejo.- ¿No te han dicho que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación? ¿Que pasa? ¿Tu madre no te enseño modales?
No, parece que no se los han enseñado.- Pero no dice ni una sola palabra más al respecto puesto que Clyven ya se había ocupado de decirle cuan bienvenido es a esa conversación. Nada.
No. Me han enseñado otras cosas mas practicas...- sobretodo para asuntos como este... dijo entre dientes, con total normalidad, sentándose como quien no quiere la cosa, en una de las banquetas cercanas a los tertulianos. No, modales no parecía tener, la verdad. Ni falta que le hacían.- Mi nombre es Arthias, y yo puedo encargarme de todos vuestros problemas, de la manera que sea.- y se le veía bastante capaz para eso. Un arco largo compuesto y un carcaj asomaban por detrás de su hombro. E iba vestido con una negra y remendada armadura de cuero tachonado. En el cinturón, se observaban viales metidos en sus departamentos... que a saber para que servían. No inspiraba confianza de ser alguien "pacifico", la verdad.
Clyven arqueó una ceja, escrutando al desconocido. ¿Es que acaso ellos tenían pinta de desvalidos? Porque su altura y su ancho de espaldas no eran precisamente pequeños. Y su mala leche tampoco. -¿Y por qué se supone que deberíamos contar con tus... servicios? -indagó. Nunca estaba de más obtener un poco de información primero, sobre todo ya que se había metido al hablar de las hermandades, tal vez estuviese relacionado con el tema.
¿Quién te ha invitado para que te sientes? Será mejor que te marches.- Esta conversación es privada. Como siempre, la simpatía de Átide, salía a flote. Escudriña, de arriba a abajo, aquel hombre con descaro. Observa que va bien armado. No obstante, no se fía. Nunca lo hace de los desconocidos. Va a hablar ella pero, Clyven, interrumpe con esa pregunta.
Eso digo yo. ¿Quién coño te crees que eres para interrumpir nuestra conversación así por las buenas? Si al menos pudieras ofrecer algo que no tenemos, pero lo dudo mucho.- Dice, con una de sus cejas bien alzadas. Lo que no sabe es como no se han lanzado a pares a por ese desgraciado. Los estaba subestimando y es una de las cosas que al menos a él más le revientan.
Para empezar, deberiáis contar con mis servicios porque soy el MEJOR. Hago lo que se me pide, y no engaño con los pagos.- parece muy seguro de si mismo. Un alto ego. La verdad es que lo necesitaba para hacer frente al tipo de negocios y situaciones a las que se enfrentaba. No hizo caso de que se largara de ahí. Es mas, aun se acomodo mejor en la banqueta y enarbolo una media sonrisa mientras observaba a los tres con sus celestes ojos, intimidantes y depredadores.- Y luego... porque he tenido tratos con... Esthia...- y lo dejo en el aire. A ver como encajaban eso.
Clyven entrecerró aún más los oscuros ojos. Esthia. Eso no sonaba muy bien. Esthia era el general de los Martillo. Vale, era su amigo, habían sido compañeros y habría dado la vida por él. Pero ahora eran enemigos. Y que alguien viniese soltándolo así... No le gustaba. -¿Qué clase de tratos?
¿El mejor? Mira, niñato.. No te pongas medallitas. Por mucho que vayas con tropecientas armas, no significa que seas bueno. Yo podría ganarte con los ojos cerrados.- Se nota que no tiene abuela. Ella se lo guisa, ella se lo come. Aunque tiene mucha confianza en si misma. Normal. Siendo lo que es.. En fin. ¡Oh! ¿Ha oído bien? ¿Ha dicho Esthia? Se le enerva más la sangre. Su respiración se agita. ¡Maldito traidor! Aprieta su mandíbula, chirriándole los dientes de la presión que ejerce. Como no se calme, habrá una masacre.
Átide, tranquila, cielo.- Aunque a él se le atraviesa un poco esas palabras. Esthia, vale que fuera alguien importante para su mujer, pero hoy por hoy es un traidor con el que no le importaría acabar si se diese el caso.- Creo que te estás metiendo en camisetas de once varas, tipo prepotente.
La verdad, no me apetece comprobar si podrias o no conmigo...- eso le soltó a Limnátide, sin mas. Se mantenía acomodado en la banqueta, como si nada. Estaba soltando sus cartas, pero poco a poco. Jugándolas... y estudiando a sus contertulios. Procuraba mantener la situación. Acechar a la presa. Como un cazador.- Mis tratos con Esthia han sido que se en que esta metido, se que punto débil tienen, e incluso podría encontrar un modo de terminar con dragones...- guiño un ojo tras decir eso. Otro recurso que sacaba, sin hacerlo del todo.- Y la verdad... yo quiero sacar tajada de esto. Y estar en el lado ganador... que es el mio, claro.- vendía un producto: Con él, tendrían mas opciones que sin él. Contra él, las podrían perder todas.
Clyven ladeó ligeramente la cabeza. Conocía a Esthia, sabía que controlaba bien la información que le interesaba. Pero también sabía que había otros en su hermandad que no lo hacían. Aquella información podría serles útil y, si de verdad conocía los puntos débiles de todos los miembros de la hermandad, aunque sólo fuese por información, podría ser interesante. -¿Y qué nos garantiza a nosotros que sabes sus puntos débiles de verdad?
Como vuelvas a nombrar a Esthia, te juro que vas a comer papillas.- Respira hondo, escuchando la voz de Rhyan y tranquilizándose. Es normal que actúe así. La persona que ha pasado mucho tiempo con ella, ahora es un traidor. Le crispa los nervios. Coge la jarra con desgana y da un largo trago hasta finiquitarla. Pedirá otra. Lo necesita. Dejará a Clyven que maneje la situación. Es un líder nato.
Creo que efectivamente estás hablando demasiado. ¿No ves que somos tres y tú sólo uno? ¿O es que la prepotencia no te deja ver ese dato? .-Vale, puede ser todo lo bueno que quiera, pero no, son tres personas contra una y no son monjitas de la caridad precisamente.
¿Y que importa el numero? La cuestión es saber hacer bien el trabajo.- dijo cruzándose de brazos, con total tranquilidad. No se dejaba llevar por las amenazas de Limnatide. No estaba para meterse en problemas con sus futuros mecenas, la verdad.- Ademas, a mi no me conocen. Para Esthia soy solo otro idiota que le ha arreado en el calabozo y luego lo ha soltado por ahí, sin mas. Para ese eslabón débil llamado Dayanna, solo soy otro que camina por la calle. Puedo acercarme a ella y...- desenvaina el puñal que lleva en una improvisada vaina de la armadura, en el pecho.- ... ZAS! En el corazón. Rápido, sin mas. Y se terminan los problemas. Su punto débil es el desconocimiento. Que ellos no saben donde estoy, pero yo si se muy bien donde quiero estar.- era una indirecta. Estaba definiendo su bando. Los Escorpiones, claro estaba.
De Dayanna podríamos encargarnos nosotros. Creo que vamos a necesitar algo más consistente. ¿Por qué deberíamos confiar en ti? -es un hombre bastante desconfiado.
Hoy vas a ir calentito a la cama.- Está a punto de levantarse y darle un guantazo. "Calma, calma. Que, al final, te van a echar de aquí y tendrás que buscar otra taberna. Además, recuerda que papel desempeñas en la hermandad." Piensa para si misma. Con lo feliz que era sin tener responsabilidades. Solo cuidar a sus hijos y trabajar. En fin. ¿Ha oído bien? Madre del amor hermoso. ¿Matarla? Este tío es gilipollas. Deja a Clyven que siga encargándose. Será lo mejor.
Bueno,rancio, ocúpate tú del zasca este, porque creo que yo voy a tener que controlar a esta mujerzuela.- Suelta una carcajada. Realmente era ese tipo que le parecía lo bastante imbécil para soltar semejantes barbaridades por la boca, pero él se va a mantener al margen porque si no se controla él entonces han perdido a Limnátide.
Sencillamente porque Esthia me dio. Me dio desarmado y de mala manera. Ese en los calabozos y tras su bonita hermandad es todo un valiente, pero a ver que tal les va a esos pamfilos en las callejuelas, ¿sabes? .- odio. Venganza. Y ganas de ganar dinero. Eran motivos suficientes para formar parte de un negocio de ese tipo.- Ademas, no seria tan gilipollas de deciros todo esto y luego no estar dispuesto a hacerlo. No me apetece que os peléeis por mi cabeza...- miro de reojo a Limnatide, y luego al resto de contertulios. Era un guiño a su capacidad. Un halago quiza. Daba a entender que no les tenia por hermanitas de la caridad.
Clyven parecía estar hasta convenciéndose. Esthia estaba algo cambiado y no dudaba que hubiese golpeado a ese hombre. Él mismo lo habría hecho hasta el cansancio para sacarle información. Eran métodos efectivos y el fin los justificaba. Punto. Y era normal que el apaleado quisiese tomar venganza. -Bien... puede ser... pero de todos modos, no queremos matar a Dayanna. De momento. Nos vale con tenerla unos días con nosotros.
Y dale peras al olmo. Se levanta, dando un golpe a la mesa, gruñendo a Arthias.- Me estás tocando los ovarios. Deja de nombrar ese nombre o ninguno de ellos dos podrá pararme. ¿Te ha quedado claro o eres imbécil? .-Vale, ahí se ha excedido pero está hasta el moño de que tenga que sacar al soldado en toda la conversación. Parece que está enamorado de él. Se sienta, de mala gana, resoplando.
Tampoco hace falta que reacciones así.- Que parece que es ella la que está enamorada de él, pero lo deja escapar. Suspira largamente y decide que sus palabras ya han sido demasiado mentadas en esa noche... Ya no diría ni una más.
¿Entonces... queréis que os la traiga? Para mi, perfecto.- le dijo a Clyven, sin mas, encogiéndose de hombros. Matarla, secuestrarla... tanto le daba. Lo haría igual de bien y de forma eficaz y sigilosa. Pero luego, vio la reacción de Limnátide. Se quedo ahí, sentado, como si nada. Frunció una ceja mientras la muchacha vociferaba. Luego volvió a encogerse de hombros. No le apetecía meterse en problemas. Y responder, lo seria.
Clyven miró a Limnátide y Rhyan. Sí, no era mala idea. Que se encargase otro. Así, si Esthia estaba cerca no sospecharía. Y si le descubría, pues otro pagaría el pato. -Bien, digamos que es una prueba. Tú nos traes a Dayanna y nosotros nos pensamos si confiamos o no en ti.
Me toca los cojones, cariño.- Es su forma de expresarse su exasperación. Resopla. Ahora vuelve su atención hacia Clyven.- ¿Estás seguro de que tenemos que fiarnos? Si hace un momento que ha soltado que quiere matarla. No sé si será una buena idea.
Yo confío en el criterio de Clyven, aunque sea un rancio tiene buen criterio.- Dice aunque de mala gana, lo de antes le ha molestado. A veces Átide no puede ni imaginar lo que pueden molestar sus comentarios, pero como buen marido que es... Se lo calla y a tragar.
Solo me queda deciros que no os arrepentireis de iniciar negocios conmigo.- realizo una lobuna media sonrisa, y sus ojos relampaguearon de victoria, celestes y brillantes, a la luz de las tenues antorchas que pudieran iluminar el local.- Entonces, secuestrare a Dayanna. 500 monedas de oro antes de hacer el trabajo y 500 después de haberosla entregado. El pago podéis dejarlo a la salida del bosque, dentro del tronco del primer árbol podrido que veáis saliendo des de la puerta norte de la ciudad.- claro, conciso, sin giros ni nada. Puro negocios. Sabia hacer su trabajo.
Clyven negó con la cabeza. -200 ahora y el resto cuando la tengamos. -aquí las cosas había que pagarlas después de hechas, que ya se sabe que paga adelantada, paga viciosa.
¡¿Qué?! ¡¿Que hay que pagarle?! Y un cuerno. Yo me opongo. Nosotros podemos encargarnos de Dayanna sin problemas. No voy a pagar por algo que podemos hacer gratis.- Así, todo digna ella, mirando con desconfianza a Arthias. Después, contesta a Rhyan.- Y yo, cariño. Y yo.- Susurrado. Así, con voz suave.
Clyven, ¿cómo piensas pagar esa suma? .-Porque él no piensa pagar una sola moneda... Confía en su criterio pero no por ello tiene que peligrar su economía. Era una cantidad desorbitada por algo que ellos mismos son capaces de hacer, ahí tiene que darle la razón a su mujer.
Bien. Ya veo que no todos estáis de acuerdo. Lo entiendo, de verdad.- tampoco se pondría a presionar ahora mismo. Ese grupo tendría sus propios problemas, y no era plan meterles mas desconfianza al cuerpo. Hizo ademan de levantarse, mostrando una media sonrisa. Sus ojos celestes refulgían depredadores, llenos de seguridad y confianza.- Haremos una cosa. Si mañana hay esas primeras 200 monedas dentro del tronco, lo haré, y tendréis a esa comeflores donde me hayáis indicado, dejándome una oportuna nota junto al pago. Si no...- se cruza de brazos, mira a los tres tranquilamente.- Yo me habré ido y jamas habremos tenido esta conversación. Que tampoco trabajo gratis. ¿Os parece?
Nos parece. Y ahora -se levantó. -Si me disculpáis, y si no me la sopla, me voy a casa, que tengo una mujer a la que atender. -y bien atendida.
Me niego. No va a haber acuerdo. Vámonos, mi amor. Voy a hacer que mi primo recapacite porque yo no pienso pagar. Y menos, él.- Hace un gesto a su pareja para que se levante y se vayan detrás de Clyven. Si hace falta lo hará ella. No va a permitir gastarse una sola moneda en nadie externa a su familia.
Bueno, ya hablaremos de eso y lo sopesaremos.- Dice levantándose al igual que había hecho su mujer y no porque se lo indicase si no porque era lo suyo.- Ya nos pondremos en contacto, supongo.- Dice a Arthias antes de dirigirse a salir de tal antro junto a su mujer.
Arthias se encoge de hombros y lo deja ahí. Si estaban de acuerdo, había quedado muy claro que era lo que tenían que hacer. Sin mas, hizo una ligera, pero a la vez irónica, reverencia a los tres y, finalmente, se marcho del lugar antes que ellos. Cuando los tres salieran a la calle, ya no encontrarían ni rastro del mismo.
Limnátide: Naranja
Rhyan Guile: Cyan
Arthias: Violeta
Clyven entró en el local. El golpe de olor a humanidad le hizo arrugar la nariz. Se notaba que ya llevaba bastante tiempo lleno. Buscó con la mirada a Rhyan y Limnátide. Ya tendrían que estar allí. Era él quién llegaba tarde, por causa de Clío. Cuando los localizó, en una mesa apartada, junto a la pared, hizo un gesto hacia la barra para que le llevasen allí una cerveza y fue a reunirse con ellos. Se sentó en la silla libre antes siquiera de saludar. -Buenas.
Obviamente, Rhyan y ella estaban ahí, esperando a ver que aparezca Clyven por la puerta. En cuanto lo hace, realiza un gesto con su mano para que se acerque a su posición. Así, podrían hablar de lo que habían planeado entre ellos. Sería un sitio tranquilo. Ella ya tiene su cerveza y, como la rubia, Rhyan también la tendrá.
Justamente estaba al lado de su mujer, con cerveza en mano a la espera de que llegase el tercero. La verdad es que allí era un buen lugar para hablar sobre aquellos asuntos que traían entre manos.- Buenas, señor rancio.
Clyven bufó. Sabía que llevaban mucho tiempo esperándole, pero Clío estaba antes que ellos. Ajo y agua. -Bien, ¿qué era tan importante que teníamos que tratar?
Sabemos que hay un eslabón débil en la hermandad dónde está Esthia. Seguro que sabes a quien me refiero. Siempre que te ve, se pone colorada y nerviosa.- Para entrar en materia. Coge su jarra y le da un trago a ésta, dejándola después con un toque sobre la mesa. Mira de reojo a Rhyan. Con él, ya lo ha hablado anteriormente.
Limnátide, no digas eso que se nos cree un ligón.- Bromea aunque sabe que Clyven se lo tomará como algo personal, al menos él lo cree así. Termina depositando encima de aquella mesa su jarra de cerveza, al menos esa que dejaba en ella ya estaba vacía.- La cuestión es qué se sabe o se deja de saber de ella y quienes le rodean.
Dayanna, sí. ¿Qué pasa con ella? No creo que plantee ningún problema. No es más que una muchacha y no sabe ni qué es una espada. No habría ni que echarle cuenta. -En un enfrentamiento, Dayanna no aportaría demasiado, así que tampoco necesitaban estar muy pendientes de ella.
Ahí es dónde entra Cyv. Deberás convencerla para llevártela al bosque y, ahí, raptarla hacia nuestro cuartel. Ganate su confianza y será nuestra.- Desvía su mirada hacia Clyven.- Nunca subestimes a un rival. Yo me he enfrentado con ella y te aseguro que esconde un secreto.
¿Un secreto? Como no sea que es capaz de reventar tímpanos con esa voz de pito que tiene... Porque yo la veo normalita tirando a petarda.- Dice encogiéndose de hombros, piensa como Clyven, esa mujer no puede dar ni ápice de chungo.
Clyven asintió a las palabras de Rhyan. Dayanna era una chiquilla obsesionada con las flores, ¿qué mal podía hacer? -No sé, no me convence... Una cosa es ir a por Esthia, a por la drow o a por el español ese que tienen... Son gente que pelea, que sabe defenderse, que hay que vigilar. Pero Dayanna... no es que la subestime... pero no me gusta eso de ir atacando mujeres indefensas.
¿Subestimáis a la gente porque se asuste a la primera de cambio?.- Niega.- ¿No dicen que las altas torres también se derrumban? Pues.. Dayanna no es como se muestra. Guarda un secreto. Un secreto diábolico.- Para dar misterio al asunto. Ella sabe muy bien de que habla.- Te necesito a ti Cyv. Tu eres el único que puede acercarse y no salga corriendo. Solo se ruborizará y nada más.
Átide... ¿De qué hablas? ¿Te vas a asustar de una blandengue como ella y a nosotros nos echas cara en cuantito puedes? .- Suspira largamente. Tantos cojones para algunas cosas y tan pocos para otras. No hay quién entienda a las mujeres y menos a esa mujer.
Átide, en serio, creo que estás exagerando. ¿Qué es eso tan grave que esconde Dayanna? ¿Que además del rosa conoce el azul y el amarillo? -A menos que le contase cuál era el dichoso secreto, no estaba muy dispuesto a atacar al eslabón débil del Martillo.
Cuando Dayanna pierde el conocimiento y deja actuar esa parte oculta, créeme que es peor que ver a la misma muerte. Yo la vi y, por poco, no lo cuento. Tuve que hacer gala de lo que oculto. ¿Por qué te crees que me llama siempre lobita? No pude evitarlo.- Ha puesto en peligro a los suyos pero necesitaba salvar su vida.- ¿Comprendéis que necesitamos quitarla de en medio?
Deberías de haber empezado por ahí...- Casi que gruñe en un momento, pero vamos, que qué espera... De una mujer por mucho que sea la que ha elegido para que esté con él.- ¿Entonces qué tienes que añadir a ese dato? Pregunta a Clyven, que para algo es el listo, en teoría.
Arthias había andado hurgando por ahí por donde él sabia hurgar. Las zonas mas apestosas. Las mas abandonadas. Donde había la gentuza, los indeseables. Quienes nadie quería. A él tampoco le querían mucho, pero ese es otro tema. Buscaba escorpiones... y había dado con ellos. Se estaba tomando una jarra, tranquilamente, a una distancia prudencial de la improvisada reunión de esas tres integrantes. Parando la oreja... Hasta que vio la ocasión. Con total tranquilidad, se alzo de la banqueta, tintineando con suavidad los metales que colgaban embutidos en sendas vainas de su cinturón, y se acerco a la mesa...- Señorita... señores...- sus ojos celestes les observaron depredadores, a los tertulianos. Esbozo una media sonrisa.- Yo podría encargarme de eso que tanto teméis...- Comento con tono discreto. Para que el resto de parroquianos no se diera cuenta del asunto que trataban. Esas cosas no se iban soltando a diestro y siniestro.
Clyven meneó la cabeza. -¿Y cuándo cojones pensabas decirnos eso? -gruñó. Estaba enfadado con ella por irse por las ramas. La intervención de Arthias le hizo mirar al desconocido, fulminándolo. No solía confiar en la gente de entrada, mucho menos si se metían así, en una conversación como aquella. -¿Y tú quién coño eres? -en su voz se notaba que si la respuesta no era satisfactoria, haría crujir algún hueso.
¿Te quieres calmar, Cyv? ¿O te calmo yo a hostias? .- Gruñe, molesta.- No creía que fuese necesario. Ahora si lo es. Ayúdame, por favor. Solo tu..- Se muerde la lengua cuando escucha la voz de Arthias a su espalda. Cuando ladea la cabeza en su dirección, arruga el entrecejo.- ¿No te han dicho que escuchar conversaciones ajenas es de mala educación? ¿Que pasa? ¿Tu madre no te enseño modales?
No, parece que no se los han enseñado.- Pero no dice ni una sola palabra más al respecto puesto que Clyven ya se había ocupado de decirle cuan bienvenido es a esa conversación. Nada.
No. Me han enseñado otras cosas mas practicas...- sobretodo para asuntos como este... dijo entre dientes, con total normalidad, sentándose como quien no quiere la cosa, en una de las banquetas cercanas a los tertulianos. No, modales no parecía tener, la verdad. Ni falta que le hacían.- Mi nombre es Arthias, y yo puedo encargarme de todos vuestros problemas, de la manera que sea.- y se le veía bastante capaz para eso. Un arco largo compuesto y un carcaj asomaban por detrás de su hombro. E iba vestido con una negra y remendada armadura de cuero tachonado. En el cinturón, se observaban viales metidos en sus departamentos... que a saber para que servían. No inspiraba confianza de ser alguien "pacifico", la verdad.
Clyven arqueó una ceja, escrutando al desconocido. ¿Es que acaso ellos tenían pinta de desvalidos? Porque su altura y su ancho de espaldas no eran precisamente pequeños. Y su mala leche tampoco. -¿Y por qué se supone que deberíamos contar con tus... servicios? -indagó. Nunca estaba de más obtener un poco de información primero, sobre todo ya que se había metido al hablar de las hermandades, tal vez estuviese relacionado con el tema.
¿Quién te ha invitado para que te sientes? Será mejor que te marches.- Esta conversación es privada. Como siempre, la simpatía de Átide, salía a flote. Escudriña, de arriba a abajo, aquel hombre con descaro. Observa que va bien armado. No obstante, no se fía. Nunca lo hace de los desconocidos. Va a hablar ella pero, Clyven, interrumpe con esa pregunta.
Eso digo yo. ¿Quién coño te crees que eres para interrumpir nuestra conversación así por las buenas? Si al menos pudieras ofrecer algo que no tenemos, pero lo dudo mucho.- Dice, con una de sus cejas bien alzadas. Lo que no sabe es como no se han lanzado a pares a por ese desgraciado. Los estaba subestimando y es una de las cosas que al menos a él más le revientan.
Para empezar, deberiáis contar con mis servicios porque soy el MEJOR. Hago lo que se me pide, y no engaño con los pagos.- parece muy seguro de si mismo. Un alto ego. La verdad es que lo necesitaba para hacer frente al tipo de negocios y situaciones a las que se enfrentaba. No hizo caso de que se largara de ahí. Es mas, aun se acomodo mejor en la banqueta y enarbolo una media sonrisa mientras observaba a los tres con sus celestes ojos, intimidantes y depredadores.- Y luego... porque he tenido tratos con... Esthia...- y lo dejo en el aire. A ver como encajaban eso.
Clyven entrecerró aún más los oscuros ojos. Esthia. Eso no sonaba muy bien. Esthia era el general de los Martillo. Vale, era su amigo, habían sido compañeros y habría dado la vida por él. Pero ahora eran enemigos. Y que alguien viniese soltándolo así... No le gustaba. -¿Qué clase de tratos?
¿El mejor? Mira, niñato.. No te pongas medallitas. Por mucho que vayas con tropecientas armas, no significa que seas bueno. Yo podría ganarte con los ojos cerrados.- Se nota que no tiene abuela. Ella se lo guisa, ella se lo come. Aunque tiene mucha confianza en si misma. Normal. Siendo lo que es.. En fin. ¡Oh! ¿Ha oído bien? ¿Ha dicho Esthia? Se le enerva más la sangre. Su respiración se agita. ¡Maldito traidor! Aprieta su mandíbula, chirriándole los dientes de la presión que ejerce. Como no se calme, habrá una masacre.
Átide, tranquila, cielo.- Aunque a él se le atraviesa un poco esas palabras. Esthia, vale que fuera alguien importante para su mujer, pero hoy por hoy es un traidor con el que no le importaría acabar si se diese el caso.- Creo que te estás metiendo en camisetas de once varas, tipo prepotente.
La verdad, no me apetece comprobar si podrias o no conmigo...- eso le soltó a Limnátide, sin mas. Se mantenía acomodado en la banqueta, como si nada. Estaba soltando sus cartas, pero poco a poco. Jugándolas... y estudiando a sus contertulios. Procuraba mantener la situación. Acechar a la presa. Como un cazador.- Mis tratos con Esthia han sido que se en que esta metido, se que punto débil tienen, e incluso podría encontrar un modo de terminar con dragones...- guiño un ojo tras decir eso. Otro recurso que sacaba, sin hacerlo del todo.- Y la verdad... yo quiero sacar tajada de esto. Y estar en el lado ganador... que es el mio, claro.- vendía un producto: Con él, tendrían mas opciones que sin él. Contra él, las podrían perder todas.
Clyven ladeó ligeramente la cabeza. Conocía a Esthia, sabía que controlaba bien la información que le interesaba. Pero también sabía que había otros en su hermandad que no lo hacían. Aquella información podría serles útil y, si de verdad conocía los puntos débiles de todos los miembros de la hermandad, aunque sólo fuese por información, podría ser interesante. -¿Y qué nos garantiza a nosotros que sabes sus puntos débiles de verdad?
Como vuelvas a nombrar a Esthia, te juro que vas a comer papillas.- Respira hondo, escuchando la voz de Rhyan y tranquilizándose. Es normal que actúe así. La persona que ha pasado mucho tiempo con ella, ahora es un traidor. Le crispa los nervios. Coge la jarra con desgana y da un largo trago hasta finiquitarla. Pedirá otra. Lo necesita. Dejará a Clyven que maneje la situación. Es un líder nato.
Creo que efectivamente estás hablando demasiado. ¿No ves que somos tres y tú sólo uno? ¿O es que la prepotencia no te deja ver ese dato? .-Vale, puede ser todo lo bueno que quiera, pero no, son tres personas contra una y no son monjitas de la caridad precisamente.
¿Y que importa el numero? La cuestión es saber hacer bien el trabajo.- dijo cruzándose de brazos, con total tranquilidad. No se dejaba llevar por las amenazas de Limnatide. No estaba para meterse en problemas con sus futuros mecenas, la verdad.- Ademas, a mi no me conocen. Para Esthia soy solo otro idiota que le ha arreado en el calabozo y luego lo ha soltado por ahí, sin mas. Para ese eslabón débil llamado Dayanna, solo soy otro que camina por la calle. Puedo acercarme a ella y...- desenvaina el puñal que lleva en una improvisada vaina de la armadura, en el pecho.- ... ZAS! En el corazón. Rápido, sin mas. Y se terminan los problemas. Su punto débil es el desconocimiento. Que ellos no saben donde estoy, pero yo si se muy bien donde quiero estar.- era una indirecta. Estaba definiendo su bando. Los Escorpiones, claro estaba.
De Dayanna podríamos encargarnos nosotros. Creo que vamos a necesitar algo más consistente. ¿Por qué deberíamos confiar en ti? -es un hombre bastante desconfiado.
Hoy vas a ir calentito a la cama.- Está a punto de levantarse y darle un guantazo. "Calma, calma. Que, al final, te van a echar de aquí y tendrás que buscar otra taberna. Además, recuerda que papel desempeñas en la hermandad." Piensa para si misma. Con lo feliz que era sin tener responsabilidades. Solo cuidar a sus hijos y trabajar. En fin. ¿Ha oído bien? Madre del amor hermoso. ¿Matarla? Este tío es gilipollas. Deja a Clyven que siga encargándose. Será lo mejor.
Bueno,rancio, ocúpate tú del zasca este, porque creo que yo voy a tener que controlar a esta mujerzuela.- Suelta una carcajada. Realmente era ese tipo que le parecía lo bastante imbécil para soltar semejantes barbaridades por la boca, pero él se va a mantener al margen porque si no se controla él entonces han perdido a Limnátide.
Sencillamente porque Esthia me dio. Me dio desarmado y de mala manera. Ese en los calabozos y tras su bonita hermandad es todo un valiente, pero a ver que tal les va a esos pamfilos en las callejuelas, ¿sabes? .- odio. Venganza. Y ganas de ganar dinero. Eran motivos suficientes para formar parte de un negocio de ese tipo.- Ademas, no seria tan gilipollas de deciros todo esto y luego no estar dispuesto a hacerlo. No me apetece que os peléeis por mi cabeza...- miro de reojo a Limnatide, y luego al resto de contertulios. Era un guiño a su capacidad. Un halago quiza. Daba a entender que no les tenia por hermanitas de la caridad.
Clyven parecía estar hasta convenciéndose. Esthia estaba algo cambiado y no dudaba que hubiese golpeado a ese hombre. Él mismo lo habría hecho hasta el cansancio para sacarle información. Eran métodos efectivos y el fin los justificaba. Punto. Y era normal que el apaleado quisiese tomar venganza. -Bien... puede ser... pero de todos modos, no queremos matar a Dayanna. De momento. Nos vale con tenerla unos días con nosotros.
Y dale peras al olmo. Se levanta, dando un golpe a la mesa, gruñendo a Arthias.- Me estás tocando los ovarios. Deja de nombrar ese nombre o ninguno de ellos dos podrá pararme. ¿Te ha quedado claro o eres imbécil? .-Vale, ahí se ha excedido pero está hasta el moño de que tenga que sacar al soldado en toda la conversación. Parece que está enamorado de él. Se sienta, de mala gana, resoplando.
Tampoco hace falta que reacciones así.- Que parece que es ella la que está enamorada de él, pero lo deja escapar. Suspira largamente y decide que sus palabras ya han sido demasiado mentadas en esa noche... Ya no diría ni una más.
¿Entonces... queréis que os la traiga? Para mi, perfecto.- le dijo a Clyven, sin mas, encogiéndose de hombros. Matarla, secuestrarla... tanto le daba. Lo haría igual de bien y de forma eficaz y sigilosa. Pero luego, vio la reacción de Limnátide. Se quedo ahí, sentado, como si nada. Frunció una ceja mientras la muchacha vociferaba. Luego volvió a encogerse de hombros. No le apetecía meterse en problemas. Y responder, lo seria.
Clyven miró a Limnátide y Rhyan. Sí, no era mala idea. Que se encargase otro. Así, si Esthia estaba cerca no sospecharía. Y si le descubría, pues otro pagaría el pato. -Bien, digamos que es una prueba. Tú nos traes a Dayanna y nosotros nos pensamos si confiamos o no en ti.
Me toca los cojones, cariño.- Es su forma de expresarse su exasperación. Resopla. Ahora vuelve su atención hacia Clyven.- ¿Estás seguro de que tenemos que fiarnos? Si hace un momento que ha soltado que quiere matarla. No sé si será una buena idea.
Yo confío en el criterio de Clyven, aunque sea un rancio tiene buen criterio.- Dice aunque de mala gana, lo de antes le ha molestado. A veces Átide no puede ni imaginar lo que pueden molestar sus comentarios, pero como buen marido que es... Se lo calla y a tragar.
Solo me queda deciros que no os arrepentireis de iniciar negocios conmigo.- realizo una lobuna media sonrisa, y sus ojos relampaguearon de victoria, celestes y brillantes, a la luz de las tenues antorchas que pudieran iluminar el local.- Entonces, secuestrare a Dayanna. 500 monedas de oro antes de hacer el trabajo y 500 después de haberosla entregado. El pago podéis dejarlo a la salida del bosque, dentro del tronco del primer árbol podrido que veáis saliendo des de la puerta norte de la ciudad.- claro, conciso, sin giros ni nada. Puro negocios. Sabia hacer su trabajo.
Clyven negó con la cabeza. -200 ahora y el resto cuando la tengamos. -aquí las cosas había que pagarlas después de hechas, que ya se sabe que paga adelantada, paga viciosa.
¡¿Qué?! ¡¿Que hay que pagarle?! Y un cuerno. Yo me opongo. Nosotros podemos encargarnos de Dayanna sin problemas. No voy a pagar por algo que podemos hacer gratis.- Así, todo digna ella, mirando con desconfianza a Arthias. Después, contesta a Rhyan.- Y yo, cariño. Y yo.- Susurrado. Así, con voz suave.
Clyven, ¿cómo piensas pagar esa suma? .-Porque él no piensa pagar una sola moneda... Confía en su criterio pero no por ello tiene que peligrar su economía. Era una cantidad desorbitada por algo que ellos mismos son capaces de hacer, ahí tiene que darle la razón a su mujer.
Bien. Ya veo que no todos estáis de acuerdo. Lo entiendo, de verdad.- tampoco se pondría a presionar ahora mismo. Ese grupo tendría sus propios problemas, y no era plan meterles mas desconfianza al cuerpo. Hizo ademan de levantarse, mostrando una media sonrisa. Sus ojos celestes refulgían depredadores, llenos de seguridad y confianza.- Haremos una cosa. Si mañana hay esas primeras 200 monedas dentro del tronco, lo haré, y tendréis a esa comeflores donde me hayáis indicado, dejándome una oportuna nota junto al pago. Si no...- se cruza de brazos, mira a los tres tranquilamente.- Yo me habré ido y jamas habremos tenido esta conversación. Que tampoco trabajo gratis. ¿Os parece?
Nos parece. Y ahora -se levantó. -Si me disculpáis, y si no me la sopla, me voy a casa, que tengo una mujer a la que atender. -y bien atendida.
Me niego. No va a haber acuerdo. Vámonos, mi amor. Voy a hacer que mi primo recapacite porque yo no pienso pagar. Y menos, él.- Hace un gesto a su pareja para que se levante y se vayan detrás de Clyven. Si hace falta lo hará ella. No va a permitir gastarse una sola moneda en nadie externa a su familia.
Bueno, ya hablaremos de eso y lo sopesaremos.- Dice levantándose al igual que había hecho su mujer y no porque se lo indicase si no porque era lo suyo.- Ya nos pondremos en contacto, supongo.- Dice a Arthias antes de dirigirse a salir de tal antro junto a su mujer.
Arthias se encoge de hombros y lo deja ahí. Si estaban de acuerdo, había quedado muy claro que era lo que tenían que hacer. Sin mas, hizo una ligera, pero a la vez irónica, reverencia a los tres y, finalmente, se marcho del lugar antes que ellos. Cuando los tres salieran a la calle, ya no encontrarían ni rastro del mismo.
Limnatide- Loba Tocanarices
- Cantidad de envíos : 120
Edad : 41
Localización : ¿A ti que cojones te importa?
Fecha de inscripción : 23/03/2010
Temas similares
» Planeando la conspiración.
» El ataque contra un martillo.
» El ataque contra un martillo.
» Dayanna!!!!!!
» Dayanna
» El ataque contra un martillo.
» El ataque contra un martillo.
» Dayanna!!!!!!
» Dayanna
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.