Twin Falls. Agosto de 1868. Cuarta semana.
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Elizabeth_Bathory
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Camelot :: Fortaleza :: Mundos Paralelos
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Twin Falls. Agosto de 1868. Cuarta semana.
19 de agosto. Iglesia.
Era un poco incongruente ver a alguno de los irlandeses en la iglesia, pero aquel lunes era uno de estos días raros dónde se ven cosas desacostumbradas. Setanta había acompañado del brazo a la mestiza de camino a la misa, y una vez dentro del sacrosanto recinto, se había quedado de pie a su lado. ¿Rezar? ¿Él? Sí, claro. Y que le echase a arder la cabeza, cual tea pecaminosa. ¿Por qué lo había hecho, entonces? Desde que llegasen las noticias de Jerome y el asalto a la diligencia, una gran parte de los habitantes de Twin Falls había declarado que los culpables de tales fechorías eran los indios. Y, claro, Sidney caía en el saco de "informadores". No era de extrañar que se la viese siempre acompañada, pues las acostumbradas murmuraciones de desprecio y miradas gélidas podrían habe rpasado a más. Set no quería que una horda de campesinos ignorantes y enfurecidos tomasen la justicia por sus manos y la india acabase colgada de las ramas de algún árbol. Ahora, a la salida, se empeñaba en arrastrar a la mujer con él.
La maestra había acudido a misa el lunes, debido a que el día anterior no le había sido posible, y se negaba a desatender sus obligaciones para con el Señor. Desde luego las enseñanzas religiosas de su madre no habían caído en saco roto. Entre rezos, se percató de la entrada de más personas en la iglesia y se dio la vuelta para comprobar de quién se trataba, pues los lunes no solía haber demasiada gente por ahí. Comprobó con satisfacción que se trataba de uno de los irlandeses y de la bailarina del Saloon. No era habitual verles por allí y le complacía que se hubieran decidido a tomar la senda de la fé. Al terminar el oficio, se santiguó y se levantó, dirigiéndose a ellos para saludar, pues aunque no podía decirse que eran amigos íntimos, su cortesía no le permitía jamás dejar de saludar a alguien conocido.) Buenas tardes, qué sorpresa verles aquí.
Set, sigue tirando del brazo. Si te quedas con él, al menos tendrás mano ajena para hacerte las pajas. -. La mujer no acostumbraba a usar aquel lenguaje soez en la iglesia, pero en su defensa había que decir que estaba susurrando. De forma enfurecida pero bastante discreta. Pero la frase al irlandés le hizo bastante gracia, por lo que se detuvo en mitad del pasillo y cambió el gesto de la cara a uno más risueño, rompiendo a reír a carcajadas, que resonaron un poco por encima del habitual murmullo de los feligreses, normal al acabar la misa. Risas que acabaron en cuanto oyó la dulce voz de la maestra. "Me cago en..." Su semblante optó por una expresión pétrea. No sabía si la señorita Williams había tomado bando en aquella "guerra social". Sidney, sin embargo, le ofreció una amable sonrisa.- Buenas tardes, señorita. -. Giró la cabeza para echarle un vistazo de socarronería a su acompañante.-¿Verdad? No sé cómo ha conseguido no echar a arder al poner un pie en el recinto. -. Setanta se aguantó las ganas de responder de manera mordaz y usó el único apéndice libre que le quedaba para tocarse el ala del sombrero, con dos dedos. Señorita...
(Le tendió la mano a Sidney en primer lugar, con gesto amistoso y una sonrisa sincera, dándole a entender que no tenía intención de entrar en esa caza de brujas que sabía que estaba en marcha.) Me alegro de verla, señorita. (Comenzaba también a superar los prejuicios contra su "profesión", al fin y al cabo, sólo bailaba, y era una mujer muy creyente, con eso le bastaba. A continuación, le ofreció la mano a Setanta, al tiempo que reía levemente la broma de Sidney.) No le hará ningún daño, descuide. (Le guiñó un ojo a Sidney.) Espero que esta no sea una ocasión aislada.
(El breve interrogatorio al que sometía a los civiles que abandonaban la iglesia no había surtido el efecto deseado. Tal vez se debía a que el boceto del hombre al que buscaba se antojaba una soberana mierda, y más desde que en la travesía por mar hasta América se le mojó, volviéndolo borroso e incierto. Los tres escalones que daban a la puerta de la iglesia crujieron a su paso y las bisagras oxidadas chirriaron cuando la abrió y se coló en el interior. Lucía unas duras botas de un marrón descolorido con afiladas espuelas. El cinto sostenía un pantalón polvoriento semioculto por una gabardina grisácea veinte veces remendada una funda dejaba entrever un revolver en el lateral derecho. Se retiró unos mitones de cuero negro y los guardó en el amplio bolsillo interno de la gabardina. Ajustó el parche al ojo derecho y se colocó de espaldas a los practicantes, justo frente al agua bendita. Obstaculizando la visión ajena se lavó con disimulo sendas manos en el agua bendita y se secó en el chaleco marrón de bordes descosidos. Encaró al grupo de Setanta y se acercó, con una pronunciada cojera en la pierna derecha.)
Sidney apreció aquel gesto por parte de la maestra, por lo que cubrió su mano con las dos suyas durante unos instantes, dejando que la calidez de sus palabras penetrasen su coraza de indiferencia para con los habitantes del lugar. Ni siquiera le molestó ese "señorita" proveniente de boca de ella. Parecía sincero, y seguramente no tuviese otro modo para dirigirse a su persona.-Igualmente, señorita Williams. -. Setanta, por otro lado, era de aquellos hombres que, sin tener aquella aura de peligrosidad que solía envolver a muchos en aquel Infierno, tenía hábitos de alguien acostumbrado a vivir al margen de la ley, en esa penumbra que los ciudadanos de buena casta y costumbre no suelen conocer. Y, claro, su mirada grisácea casi nunca solía permanecer mucho tiempo fija, si no que se paseaba por el recinto, comprobando las salidas, catalogando mentalmente a los seres humanos que ahí había y calculando cómo seguir con vida en el improbable caso de que sucediese algo que amenazase con su existencia. Por lo tanto, cometió la grosería de dejar a la maestra con la mano tendida, sin responder al gesto. Se cambió el acostumbrado palillo mordisqueado de un lado de la boca al otro y barrió con la vista el pulcro personaje de la decente mujer que tenía frente a sus narices.-Si puedo evitarlo, será una situación que no se volverá a repetir. -. Se le escapó el brazo de la mestiza, lo que llamó de inmediato su atención, dejando en la parte trasera de su cerebro la presencia de alguien que comenzaba a molestarle.- Lo que significa que verá a usted a otro irlandés intentando salvar su alma.
(Retiró la mano al darse cuenta de que Setanta no iba a corresponder a su apretón y, queriendo disimular pero sin conseguirlo, la llevó a su cabello, como si quiera retirar un mechón invisible que hubiera caído sobre su frente. No obstante, su sonrisa apenas mermó, quizás un ojo experto lo habría visto, pero no era demasiado evidente. Al escuchar la respuesta del hombre, asintió. No pretendía inculcar a nadie valores que no tenía.) En ese caso, lo lamentaré mucho. De cualquier forma... (Se despistó al percatarse de la presencia de Cogburn, que miraba y escuchaba al grupo a no demasiada distancia.)... Me alegro de haberle visto.
He visto morir a algunos hombres a lo largo de mi vida, y al principio, en mi juventud... Siempre me quedaba al lado de sus cadáveres aún calientes durante horas, a la espera de poder ver ese alma que tanto escucharmos mencionar desde que estamos en el vientre de nuestras madres. Créeme, hijo, lo único que decidirá qué te pase en esta vida y en la próxima lo único que decidirá si comes hierba o carne de buey, son tus cojones y tu habilidad con un winchester. (Intervino el viejo, con voz grave y profunda. Tomó asiento en un banco adyacente al grupo y dejó el sombrero al lado, dejando al aire su cabellera canosa que moría en la parte baja de la nuca. Sacó de un bolsillo una bolsita con tabaco de mascar y se llevó un poco a la boca, ejercitando la mandíbula mientras esbozaba una sonrisa y encaraba de nuevo al grupo.) ¿Qué tal se porta Twin Falls con los viajeros?
Setanta giró lentamente la cabeza hacia el desconocido, evaluándolo con la vista. Sólo podía hacer mil elucubraciones con su ágil cerebro, pero nada que lo llevase a una descripción acertada de aquel personaje. Todo teorías. Y el irlandés sabía bien diferenciar sus teorías de la realidad, pues éstas no tenían asidero visible con la verdad.-O ser taimado como un zorro. -. Él no creía en paparruchas, sino en hechos. Y era una realidad que Set no estaba vivo por gracia del Señor. Quería llevarse todo el mérito él mismo. Sidney se pegó inconscientemente de nuevo al cuerpo de aquel a quien, si quisiera, podía considerar familia.-Depende del viajero. Luego está... Cómo pueda pasarlo de mal por responsabilidad suya. Por ejemplo, si no usa una de las habitaciones libres del Saloon para dormir. Descansar al raso estos días puede resultar peligroso. O hay personas que piensan así.
(La maestra se volvió también hacia el recién llegado, no le habían gustado un pelo sus afirmaciones, y menos el que las hubiera hecho en la casa de Dios. Escuchó las palabras de Sydney y asintó.) Las calles no son muy seguras estos días, señor... (Esperó a que el desconocido dijera su nombre, como gesto de buena educación por su parte. Ignoraba de quién podía tratarse y qué le había llevado hasta Twin Falls. Aunque supuso enseguida que tendría que ver con los turbios asuntos que aquellos días acontecían en el pequeño pueblo.)
Ser taimado es una buena cualidad, sin duda. (Dijo centrando su atención en el hombretón y tendiéndole la bolsa con tabaco de mascar, en amistoso ofrecimiento. A las mujeres no, que por algo eran tal.) Mi espalda me prohibe dormir al raso, os pasará lo mismo cuando lleguéis a mi edad. Si lo hacéis. (Añadió a modo de reflexión personal.) Verán... Estoy buscando a un hombre, un viejo amigo venido de italia, un caballero de buena planta y mejor posición. Tengo un boceto pero el agua ha corrido el carboncillo y es fácil confundir sus ojos con dos huevos de bisonte.
El irlandés pareció desentenderse de la conversación para observar los gestos automáticos que iban haciendo los participantes de la misma durante su transcurso. El lenguaje corporal es el mejor chivato a la hora de desentrañar la verdadera personalidad de un individuo. Escupió el palillo sin miramiento alguno y agarró un pellizco del tabaco que el "viajero" le ofrecía. Le gustaba más fumado que masticado, pero vista la escasez de hoja que había en el pueblo y que él mismo estaba dejándose la piel por un poco como pago por sus servicios, no iba a hacer ascos a aquel regalo.- Italiano... -. Por aquella parte no iba a encontrar respuesta. No por lealtad, qué va. Simplemente, aquellos dos habían recibido la educación de la vida, no la del intelecto. Puede que Setanta sí supiese de quién se trataba, pero éste ni siquiera abrió la boca mientras masticaba con gusto su única adicción - si no se contaba aquella por la que era conocido en todo el pueblo.
(La joven maestra siguió con la mirada el palillo que Setanta había escupido al suelo y no pudo contener una reprimenda.) ¡Oiga! Estamos en la casa de Dios, no debería hacer eso, por mucho que no comparta nuestras creencias. (Cualquiera diría que estaba riñendo a uno de sus alumnos. Sus mejillas se tiñeron de carmesí al enfadarse, como le solía suceder. Aunque quizás también se debiera a que se había dado cuenta de que estaba reprendiendo a un hombre adulto. No obstante, eso no le frenó.) ¡Recoja eso ahora mismo! (Momentos después, miró el ajado retrato, sin tener ni la más remota idea de quién podía tratarse.)
(Levantó la vista y contempló fijamente a la maestra, dejó de mascar tabaco y apretó la mandíbula. Su ojo sano la escudriñó con profundo desprecio y poco decoro y se incorporó, tomando el ajado sombrero y colocándoselo sobre la cabeza. Ninguno de los tres parecían conocer al italiano, y de hacerlo no tenían la más mínima intención de colaborar.
Era imposible que hubiera mucho europeo en un pueblo como Twin Falls. Su rostro abandonó todo intento de resultar carismático y regresó a su expresión austera.) Cuando seas capaz de demostrarme que tu Dios ha hecho algo por tí, enceraré con mi propia lengua a tu martir fetichista. (Lanzó una mirada furtiva al cristo crucificado del fondo y se alejó lentamente por el pasillo hasta la puerta. Antes de abandonar el edificio se volteó para fijar su mirada unos segundos en el irlandés. No sabía por qué pero intuía que ese hombre sabría interpretarle lo que quería decir : Que le buscara si tenía información y quería obtener una compensación a cambio. Y él ya sabía que no dormiría al raso.)
La señorita Williams consiguió la completa atención de Setanta, que le echó una mirada de socarrona incredulidad, ambas cejas levantadas. ¿En serio? Bueno, con ese arranque acabó de entender que una muchacha así siguiese soltera. Al menos consiguió que abandonase su mutismo.-Y también hace recoger a los feligreses la mierda de caballo que traen pegada a sus botas. Lo entiendo. Esa astilla es un insulto para la nula pulcritud del suelo. -. Vaya. Así que el irlandés no era tan basto e iletrado como parecía. Normal, aquel coco valía su peso en oro.- Agáchese usted, si tanto le molesta. #6-. Instaló una de sus típicas sonrisas de suende en la parte inferior de su cara y, mirando a los ojos a la maestra, escupió ahora los jugos del tabaco que había estado masticando, mezclados con su propia saliva. Pero claro, la frase críptica de aquel extraño hizo que se retrayese de nuevo, contemplando la salida de éste.- ... Será que no hay inmigrantes aquí. ¿Italia está en Europa? -. Le preguntaba a la maestra, pero fue Setanta quien asintió de forma distraída.
(A diferencia de lo que había supuesto Jonathan, la línea del telégrafo todavía no había sido reparada y las telecomunicaciones se veían drásticamente entorpecidas por las distancias que separaban los pueblos y ciudades. No obstante, estimaba que la carta con envió urgente que mandó de parte del sheriff ya habría llegado a su destino. Tal vez era soñar demasiado, ya que en agosto todos los servicios parecían relajarse. Cerró la oficina y aquella tarde, en vez de dirigirse al saloon, lo hizo a la parroquia. Quería hablar con el Padre Callahan sobre ciertas actividades que se le ocurrían para los más jóvenes de Twin Falls y, de paso, probar si el ambiente religioso podía darle una tregua a sus nervios. Las manos ya no le temblaban, la mezcla del doctor era efectiva, pero su corazón y sus pensamientos seguían inquietos, sobre todo ahora con Ruby por casa.)
¡Oh! (Se llevó la mano a la boca, en señal de sorpresa por su respuesta y no se atrevió a responderle. Al fin y al cabo, esos puntuales ataques de "furia" no eran lo habitual en una mujer tan retraída como ella, que solía callarse cuando le contestaban, y más cuando lo hacían con esa contundencia. Por suerte eso no era lo que le pasaba con los niños, de ser así, tendría que cambiar de profesión. No obstante, mantuvo la mirada de Setanta por unos segundos, hasta que, todavía sonrojada por la afrenta, se volvió hacia Sidney, tratando de calmar sus momentaneos nervios.) Sí, así es, Italia está en Europa.
Pues va claro. Están estos dos, el tipo este que se murió y estaba casado con la dueña de la armería... -. Siguió enumerando a personajes de Twin Falls de conocida procedencia europea. Eran unos cuantos. ¡Qué se le va a hacer! Aquella era una tierra de inmigrantes.- Lo tiene crudo. Además, ¿para qué buscará al susodicho? -. Sidney continuaba pegada al irlandés, sin haberse querido meter en la confrontación de esos dos. Ella estaba acostumbrada, no había rienda que se ajustase al cuerpo de Setanta, y la reacción ante aquella orden había sido la misma que ella habría podido obtener.
(Jonathan tenía caliente la cabeza. No le gustaba usar sombrero, pero admitía la utilidad de éste para combatir el sol. Tal vez se comprara uno para que no se le cocieran las ideas, aunque para lo que quedaba de verano casi resultaba absurdo malgastar su paga en eso. Se detuvo en la puerta al escuchar voces en el interior. No había contado con que era posible que otras personas quisieran solicitar una entrevista con el Padre Callahan aquella tarde o simplemente buscar, como él, un lugar en el que templar el espíritu y darle de comer. Jon empujó débilmente la puerta sin abrirla del todo y se coló al interior con una expresión neutra. No le gustaban los lugares concurridos, y aunque allí solo había tres personas, según contaba, le parecían una multitud.) B-B-Buenas... Buenas tardes. ¿Están es-esperando p-para ver al Padre Callahan?
(Liberty se volvió hacia la puerta al escuchar cómo se abría. Comprobó con alivio que era el telegrafista, en lugar de ese extraño desconocido que les había abordado un rato antes. Estaba realmente contenta de verle y más tras ese momento incómodo que acababa de tener lugar entre ella y Setanta.) ¡Jon!... Quiero decir... Señor Atwood, qué sorpresa. No, vinimos al oficio religioso y nos quedamos de... cháchara. Pase usted, debe estar en la sacristía.
Setanta decidió que la entrada del telegrafista era más de lo que podía soportar aquella tarde. Y más en la iglesia. No pudo reprimir una mirada de glacial desprecio al pobre señor Atwood, pero pronto desvió su atención a tirar de la reticente mestiza, que tan agusto estaba allí, hablando por una vez con alguien decente de Twin Falls que no la despreciaba.-Sid. Ya. -. La mujer borró la sonrisa de su rostro. Los dos irlandeses le habían puesto al día de lo que Tom Dalton un día viniese a contarle a Set.-Ya ve, señorita, me devuelven a la realidad. . Volvió a tender las dos manos para intentar atrapar en un apretón afectuoso aquella de la maestra.- Un enorme gusto hablar con usted, aunque fuese... Tan poco.
(La maestra devolvió el cariñoso apretón a Sidney, mirándola a los ojos por un momento y esbozando una sonrisa afable.) El placer ha sido mío. (No miró del mismo modo al irlandés, más bien de ninguno. Volvió la mirada hacia la sacristía y decidió esperar a que saliera Jon. Hacía varios días que no se habían visto y necesitaba pasar algo de tiempo con alguien con unos modales mejores que los de la mayoría de habitantes de Twin Falls.
Finalmente, mucho más tarde de lo que él había pretendido, Setanta consiguió arrastrar a la mestiza a través de las dobles puertas de la parroquia, saliendo bajo aquel sol abrasador de media tarde. ¿Su destino? Obviamente, el Saloon. Sidney tenía trabajo, y Setanta seguramente debería volver a la serrería. Tenía obligaciones con la viuda Meier una vez acabase, ya que aquel lunes no se había presentado en la armería para avanzar con su trabajo en el tejado de la misma.
Era un poco incongruente ver a alguno de los irlandeses en la iglesia, pero aquel lunes era uno de estos días raros dónde se ven cosas desacostumbradas. Setanta había acompañado del brazo a la mestiza de camino a la misa, y una vez dentro del sacrosanto recinto, se había quedado de pie a su lado. ¿Rezar? ¿Él? Sí, claro. Y que le echase a arder la cabeza, cual tea pecaminosa. ¿Por qué lo había hecho, entonces? Desde que llegasen las noticias de Jerome y el asalto a la diligencia, una gran parte de los habitantes de Twin Falls había declarado que los culpables de tales fechorías eran los indios. Y, claro, Sidney caía en el saco de "informadores". No era de extrañar que se la viese siempre acompañada, pues las acostumbradas murmuraciones de desprecio y miradas gélidas podrían habe rpasado a más. Set no quería que una horda de campesinos ignorantes y enfurecidos tomasen la justicia por sus manos y la india acabase colgada de las ramas de algún árbol. Ahora, a la salida, se empeñaba en arrastrar a la mujer con él.
La maestra había acudido a misa el lunes, debido a que el día anterior no le había sido posible, y se negaba a desatender sus obligaciones para con el Señor. Desde luego las enseñanzas religiosas de su madre no habían caído en saco roto. Entre rezos, se percató de la entrada de más personas en la iglesia y se dio la vuelta para comprobar de quién se trataba, pues los lunes no solía haber demasiada gente por ahí. Comprobó con satisfacción que se trataba de uno de los irlandeses y de la bailarina del Saloon. No era habitual verles por allí y le complacía que se hubieran decidido a tomar la senda de la fé. Al terminar el oficio, se santiguó y se levantó, dirigiéndose a ellos para saludar, pues aunque no podía decirse que eran amigos íntimos, su cortesía no le permitía jamás dejar de saludar a alguien conocido.) Buenas tardes, qué sorpresa verles aquí.
Set, sigue tirando del brazo. Si te quedas con él, al menos tendrás mano ajena para hacerte las pajas. -. La mujer no acostumbraba a usar aquel lenguaje soez en la iglesia, pero en su defensa había que decir que estaba susurrando. De forma enfurecida pero bastante discreta. Pero la frase al irlandés le hizo bastante gracia, por lo que se detuvo en mitad del pasillo y cambió el gesto de la cara a uno más risueño, rompiendo a reír a carcajadas, que resonaron un poco por encima del habitual murmullo de los feligreses, normal al acabar la misa. Risas que acabaron en cuanto oyó la dulce voz de la maestra. "Me cago en..." Su semblante optó por una expresión pétrea. No sabía si la señorita Williams había tomado bando en aquella "guerra social". Sidney, sin embargo, le ofreció una amable sonrisa.- Buenas tardes, señorita. -. Giró la cabeza para echarle un vistazo de socarronería a su acompañante.-¿Verdad? No sé cómo ha conseguido no echar a arder al poner un pie en el recinto. -. Setanta se aguantó las ganas de responder de manera mordaz y usó el único apéndice libre que le quedaba para tocarse el ala del sombrero, con dos dedos. Señorita...
(Le tendió la mano a Sidney en primer lugar, con gesto amistoso y una sonrisa sincera, dándole a entender que no tenía intención de entrar en esa caza de brujas que sabía que estaba en marcha.) Me alegro de verla, señorita. (Comenzaba también a superar los prejuicios contra su "profesión", al fin y al cabo, sólo bailaba, y era una mujer muy creyente, con eso le bastaba. A continuación, le ofreció la mano a Setanta, al tiempo que reía levemente la broma de Sidney.) No le hará ningún daño, descuide. (Le guiñó un ojo a Sidney.) Espero que esta no sea una ocasión aislada.
(El breve interrogatorio al que sometía a los civiles que abandonaban la iglesia no había surtido el efecto deseado. Tal vez se debía a que el boceto del hombre al que buscaba se antojaba una soberana mierda, y más desde que en la travesía por mar hasta América se le mojó, volviéndolo borroso e incierto. Los tres escalones que daban a la puerta de la iglesia crujieron a su paso y las bisagras oxidadas chirriaron cuando la abrió y se coló en el interior. Lucía unas duras botas de un marrón descolorido con afiladas espuelas. El cinto sostenía un pantalón polvoriento semioculto por una gabardina grisácea veinte veces remendada una funda dejaba entrever un revolver en el lateral derecho. Se retiró unos mitones de cuero negro y los guardó en el amplio bolsillo interno de la gabardina. Ajustó el parche al ojo derecho y se colocó de espaldas a los practicantes, justo frente al agua bendita. Obstaculizando la visión ajena se lavó con disimulo sendas manos en el agua bendita y se secó en el chaleco marrón de bordes descosidos. Encaró al grupo de Setanta y se acercó, con una pronunciada cojera en la pierna derecha.)
Sidney apreció aquel gesto por parte de la maestra, por lo que cubrió su mano con las dos suyas durante unos instantes, dejando que la calidez de sus palabras penetrasen su coraza de indiferencia para con los habitantes del lugar. Ni siquiera le molestó ese "señorita" proveniente de boca de ella. Parecía sincero, y seguramente no tuviese otro modo para dirigirse a su persona.-Igualmente, señorita Williams. -. Setanta, por otro lado, era de aquellos hombres que, sin tener aquella aura de peligrosidad que solía envolver a muchos en aquel Infierno, tenía hábitos de alguien acostumbrado a vivir al margen de la ley, en esa penumbra que los ciudadanos de buena casta y costumbre no suelen conocer. Y, claro, su mirada grisácea casi nunca solía permanecer mucho tiempo fija, si no que se paseaba por el recinto, comprobando las salidas, catalogando mentalmente a los seres humanos que ahí había y calculando cómo seguir con vida en el improbable caso de que sucediese algo que amenazase con su existencia. Por lo tanto, cometió la grosería de dejar a la maestra con la mano tendida, sin responder al gesto. Se cambió el acostumbrado palillo mordisqueado de un lado de la boca al otro y barrió con la vista el pulcro personaje de la decente mujer que tenía frente a sus narices.-Si puedo evitarlo, será una situación que no se volverá a repetir. -. Se le escapó el brazo de la mestiza, lo que llamó de inmediato su atención, dejando en la parte trasera de su cerebro la presencia de alguien que comenzaba a molestarle.- Lo que significa que verá a usted a otro irlandés intentando salvar su alma.
(Retiró la mano al darse cuenta de que Setanta no iba a corresponder a su apretón y, queriendo disimular pero sin conseguirlo, la llevó a su cabello, como si quiera retirar un mechón invisible que hubiera caído sobre su frente. No obstante, su sonrisa apenas mermó, quizás un ojo experto lo habría visto, pero no era demasiado evidente. Al escuchar la respuesta del hombre, asintió. No pretendía inculcar a nadie valores que no tenía.) En ese caso, lo lamentaré mucho. De cualquier forma... (Se despistó al percatarse de la presencia de Cogburn, que miraba y escuchaba al grupo a no demasiada distancia.)... Me alegro de haberle visto.
He visto morir a algunos hombres a lo largo de mi vida, y al principio, en mi juventud... Siempre me quedaba al lado de sus cadáveres aún calientes durante horas, a la espera de poder ver ese alma que tanto escucharmos mencionar desde que estamos en el vientre de nuestras madres. Créeme, hijo, lo único que decidirá qué te pase en esta vida y en la próxima lo único que decidirá si comes hierba o carne de buey, son tus cojones y tu habilidad con un winchester. (Intervino el viejo, con voz grave y profunda. Tomó asiento en un banco adyacente al grupo y dejó el sombrero al lado, dejando al aire su cabellera canosa que moría en la parte baja de la nuca. Sacó de un bolsillo una bolsita con tabaco de mascar y se llevó un poco a la boca, ejercitando la mandíbula mientras esbozaba una sonrisa y encaraba de nuevo al grupo.) ¿Qué tal se porta Twin Falls con los viajeros?
Setanta giró lentamente la cabeza hacia el desconocido, evaluándolo con la vista. Sólo podía hacer mil elucubraciones con su ágil cerebro, pero nada que lo llevase a una descripción acertada de aquel personaje. Todo teorías. Y el irlandés sabía bien diferenciar sus teorías de la realidad, pues éstas no tenían asidero visible con la verdad.-O ser taimado como un zorro. -. Él no creía en paparruchas, sino en hechos. Y era una realidad que Set no estaba vivo por gracia del Señor. Quería llevarse todo el mérito él mismo. Sidney se pegó inconscientemente de nuevo al cuerpo de aquel a quien, si quisiera, podía considerar familia.-Depende del viajero. Luego está... Cómo pueda pasarlo de mal por responsabilidad suya. Por ejemplo, si no usa una de las habitaciones libres del Saloon para dormir. Descansar al raso estos días puede resultar peligroso. O hay personas que piensan así.
(La maestra se volvió también hacia el recién llegado, no le habían gustado un pelo sus afirmaciones, y menos el que las hubiera hecho en la casa de Dios. Escuchó las palabras de Sydney y asintó.) Las calles no son muy seguras estos días, señor... (Esperó a que el desconocido dijera su nombre, como gesto de buena educación por su parte. Ignoraba de quién podía tratarse y qué le había llevado hasta Twin Falls. Aunque supuso enseguida que tendría que ver con los turbios asuntos que aquellos días acontecían en el pequeño pueblo.)
Ser taimado es una buena cualidad, sin duda. (Dijo centrando su atención en el hombretón y tendiéndole la bolsa con tabaco de mascar, en amistoso ofrecimiento. A las mujeres no, que por algo eran tal.) Mi espalda me prohibe dormir al raso, os pasará lo mismo cuando lleguéis a mi edad. Si lo hacéis. (Añadió a modo de reflexión personal.) Verán... Estoy buscando a un hombre, un viejo amigo venido de italia, un caballero de buena planta y mejor posición. Tengo un boceto pero el agua ha corrido el carboncillo y es fácil confundir sus ojos con dos huevos de bisonte.
El irlandés pareció desentenderse de la conversación para observar los gestos automáticos que iban haciendo los participantes de la misma durante su transcurso. El lenguaje corporal es el mejor chivato a la hora de desentrañar la verdadera personalidad de un individuo. Escupió el palillo sin miramiento alguno y agarró un pellizco del tabaco que el "viajero" le ofrecía. Le gustaba más fumado que masticado, pero vista la escasez de hoja que había en el pueblo y que él mismo estaba dejándose la piel por un poco como pago por sus servicios, no iba a hacer ascos a aquel regalo.- Italiano... -. Por aquella parte no iba a encontrar respuesta. No por lealtad, qué va. Simplemente, aquellos dos habían recibido la educación de la vida, no la del intelecto. Puede que Setanta sí supiese de quién se trataba, pero éste ni siquiera abrió la boca mientras masticaba con gusto su única adicción - si no se contaba aquella por la que era conocido en todo el pueblo.
(La joven maestra siguió con la mirada el palillo que Setanta había escupido al suelo y no pudo contener una reprimenda.) ¡Oiga! Estamos en la casa de Dios, no debería hacer eso, por mucho que no comparta nuestras creencias. (Cualquiera diría que estaba riñendo a uno de sus alumnos. Sus mejillas se tiñeron de carmesí al enfadarse, como le solía suceder. Aunque quizás también se debiera a que se había dado cuenta de que estaba reprendiendo a un hombre adulto. No obstante, eso no le frenó.) ¡Recoja eso ahora mismo! (Momentos después, miró el ajado retrato, sin tener ni la más remota idea de quién podía tratarse.)
(Levantó la vista y contempló fijamente a la maestra, dejó de mascar tabaco y apretó la mandíbula. Su ojo sano la escudriñó con profundo desprecio y poco decoro y se incorporó, tomando el ajado sombrero y colocándoselo sobre la cabeza. Ninguno de los tres parecían conocer al italiano, y de hacerlo no tenían la más mínima intención de colaborar.
Era imposible que hubiera mucho europeo en un pueblo como Twin Falls. Su rostro abandonó todo intento de resultar carismático y regresó a su expresión austera.) Cuando seas capaz de demostrarme que tu Dios ha hecho algo por tí, enceraré con mi propia lengua a tu martir fetichista. (Lanzó una mirada furtiva al cristo crucificado del fondo y se alejó lentamente por el pasillo hasta la puerta. Antes de abandonar el edificio se volteó para fijar su mirada unos segundos en el irlandés. No sabía por qué pero intuía que ese hombre sabría interpretarle lo que quería decir : Que le buscara si tenía información y quería obtener una compensación a cambio. Y él ya sabía que no dormiría al raso.)
La señorita Williams consiguió la completa atención de Setanta, que le echó una mirada de socarrona incredulidad, ambas cejas levantadas. ¿En serio? Bueno, con ese arranque acabó de entender que una muchacha así siguiese soltera. Al menos consiguió que abandonase su mutismo.-Y también hace recoger a los feligreses la mierda de caballo que traen pegada a sus botas. Lo entiendo. Esa astilla es un insulto para la nula pulcritud del suelo. -. Vaya. Así que el irlandés no era tan basto e iletrado como parecía. Normal, aquel coco valía su peso en oro.- Agáchese usted, si tanto le molesta. #6-. Instaló una de sus típicas sonrisas de suende en la parte inferior de su cara y, mirando a los ojos a la maestra, escupió ahora los jugos del tabaco que había estado masticando, mezclados con su propia saliva. Pero claro, la frase críptica de aquel extraño hizo que se retrayese de nuevo, contemplando la salida de éste.- ... Será que no hay inmigrantes aquí. ¿Italia está en Europa? -. Le preguntaba a la maestra, pero fue Setanta quien asintió de forma distraída.
(A diferencia de lo que había supuesto Jonathan, la línea del telégrafo todavía no había sido reparada y las telecomunicaciones se veían drásticamente entorpecidas por las distancias que separaban los pueblos y ciudades. No obstante, estimaba que la carta con envió urgente que mandó de parte del sheriff ya habría llegado a su destino. Tal vez era soñar demasiado, ya que en agosto todos los servicios parecían relajarse. Cerró la oficina y aquella tarde, en vez de dirigirse al saloon, lo hizo a la parroquia. Quería hablar con el Padre Callahan sobre ciertas actividades que se le ocurrían para los más jóvenes de Twin Falls y, de paso, probar si el ambiente religioso podía darle una tregua a sus nervios. Las manos ya no le temblaban, la mezcla del doctor era efectiva, pero su corazón y sus pensamientos seguían inquietos, sobre todo ahora con Ruby por casa.)
¡Oh! (Se llevó la mano a la boca, en señal de sorpresa por su respuesta y no se atrevió a responderle. Al fin y al cabo, esos puntuales ataques de "furia" no eran lo habitual en una mujer tan retraída como ella, que solía callarse cuando le contestaban, y más cuando lo hacían con esa contundencia. Por suerte eso no era lo que le pasaba con los niños, de ser así, tendría que cambiar de profesión. No obstante, mantuvo la mirada de Setanta por unos segundos, hasta que, todavía sonrojada por la afrenta, se volvió hacia Sidney, tratando de calmar sus momentaneos nervios.) Sí, así es, Italia está en Europa.
Pues va claro. Están estos dos, el tipo este que se murió y estaba casado con la dueña de la armería... -. Siguió enumerando a personajes de Twin Falls de conocida procedencia europea. Eran unos cuantos. ¡Qué se le va a hacer! Aquella era una tierra de inmigrantes.- Lo tiene crudo. Además, ¿para qué buscará al susodicho? -. Sidney continuaba pegada al irlandés, sin haberse querido meter en la confrontación de esos dos. Ella estaba acostumbrada, no había rienda que se ajustase al cuerpo de Setanta, y la reacción ante aquella orden había sido la misma que ella habría podido obtener.
(Jonathan tenía caliente la cabeza. No le gustaba usar sombrero, pero admitía la utilidad de éste para combatir el sol. Tal vez se comprara uno para que no se le cocieran las ideas, aunque para lo que quedaba de verano casi resultaba absurdo malgastar su paga en eso. Se detuvo en la puerta al escuchar voces en el interior. No había contado con que era posible que otras personas quisieran solicitar una entrevista con el Padre Callahan aquella tarde o simplemente buscar, como él, un lugar en el que templar el espíritu y darle de comer. Jon empujó débilmente la puerta sin abrirla del todo y se coló al interior con una expresión neutra. No le gustaban los lugares concurridos, y aunque allí solo había tres personas, según contaba, le parecían una multitud.) B-B-Buenas... Buenas tardes. ¿Están es-esperando p-para ver al Padre Callahan?
(Liberty se volvió hacia la puerta al escuchar cómo se abría. Comprobó con alivio que era el telegrafista, en lugar de ese extraño desconocido que les había abordado un rato antes. Estaba realmente contenta de verle y más tras ese momento incómodo que acababa de tener lugar entre ella y Setanta.) ¡Jon!... Quiero decir... Señor Atwood, qué sorpresa. No, vinimos al oficio religioso y nos quedamos de... cháchara. Pase usted, debe estar en la sacristía.
Setanta decidió que la entrada del telegrafista era más de lo que podía soportar aquella tarde. Y más en la iglesia. No pudo reprimir una mirada de glacial desprecio al pobre señor Atwood, pero pronto desvió su atención a tirar de la reticente mestiza, que tan agusto estaba allí, hablando por una vez con alguien decente de Twin Falls que no la despreciaba.-Sid. Ya. -. La mujer borró la sonrisa de su rostro. Los dos irlandeses le habían puesto al día de lo que Tom Dalton un día viniese a contarle a Set.-Ya ve, señorita, me devuelven a la realidad. . Volvió a tender las dos manos para intentar atrapar en un apretón afectuoso aquella de la maestra.- Un enorme gusto hablar con usted, aunque fuese... Tan poco.
(La maestra devolvió el cariñoso apretón a Sidney, mirándola a los ojos por un momento y esbozando una sonrisa afable.) El placer ha sido mío. (No miró del mismo modo al irlandés, más bien de ninguno. Volvió la mirada hacia la sacristía y decidió esperar a que saliera Jon. Hacía varios días que no se habían visto y necesitaba pasar algo de tiempo con alguien con unos modales mejores que los de la mayoría de habitantes de Twin Falls.
Finalmente, mucho más tarde de lo que él había pretendido, Setanta consiguió arrastrar a la mestiza a través de las dobles puertas de la parroquia, saliendo bajo aquel sol abrasador de media tarde. ¿Su destino? Obviamente, el Saloon. Sidney tenía trabajo, y Setanta seguramente debería volver a la serrería. Tenía obligaciones con la viuda Meier una vez acabase, ya que aquel lunes no se había presentado en la armería para avanzar con su trabajo en el tejado de la misma.
Elizabeth_Bathory- Esclavo
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19 de agosto. Tarde.
(Jon no tardó demasiado en salir, ya que el padre Callahan tenía la cabeza lejos de Twin Falls y el telegrafista no deseaba incordiarle. Sus asuntos no eran lo suficientemente urgente como para insistir, y aunque lo fueran, no era un hombre impaciente. Volvió a cruzar la iglesia percatándose de que se había vaciado del todo. Los bancos estaban libres, pero el calor de los parroquianos aún seguía latiendo en el ambiente íntimo de ese lugar cerrado. También latía otra cosa: el odio de Setanta O'Shaughnessy. Jon no había pasado por alto la cargada mirada que le había lanzado al entrar; aquello había impregnado hasta el último rincón del templo, por lo que Jonathan ya no lo consideró apto para descansar. Al salir, prácticamente en la misma entrada, se encontró con la señorita Williams. Estaba sola.) Buenas tardes... otra v-vez. (Le sonrió con amabilidad.) ¿Cómo s-se encuentra? Parece q-que las v-v-vacacio-ones le sientan bien.
(Liberty abandonó sus pensamientos cuando vio salir a Jon de la sacristía. Se acercó hacia él, sonriente. Era de las pocas personas con las que se encontraba realmente a gusto en aquel pueblo al que había llegado tan sólo unos meses antes, pese a todos los rumores que corrían sobre él. Ella comenzaba a creerlos, pero no le suponían ningún problema para relacionarse con él, es más, tal vez representasen una ventaja para ella. Se detuvo frente a él, a una distancia más que prudencial.) Muy bien, gracias por preguntar. ¿Cómo está usted, señor Atwood? ¿Mucho trabajo en la oficina?
No, a decir v-v-verdad, no. La línea está c-ca-caída. Aun no la repararon. (Le explicóa a la maestra por encima cómo había sido el supuesto accidente y lo mucho que le fastidiaba estar incomunicado porque los tiempos de espera se multiplicaban por cantidades que el telégrafo había superaro ampliamente.) Pe-pero hasta q-que no inventen a-a-algo más seguro, esto es l-lo que hay. (Se encogió de hombros y le dedicó una sonrisa resignada.) ¿Le apetece pas-sear? (Le ofreció. La señorita Williams no parecía dejarse llevar por los prejuicios y rumores que existían sobre él y aquello le entusiasmaba. Además, disfrutaba de su compañía por ser de las pocas personas con las que podía conversar de algo más que de Twin Falls o el tiempo.)
(Pasó por alto los titubeos y la leve tartamudez de Jon, ya los había asociado a su personalidad, como un rasgo más. Escuchó atenta sus explicaciones y asintió compasiva. Después, sonrió a su ofrecimiento.) Claro, no tengo nada que hacer ahora. Incluso diría que las vacaciones se me están haciendo demasiado largas. Echo de menos a esos pequeños monstruitos. (Río suavemente.) ¿Vamos?
(Jon la siguió sin dudarlo, aunque procuraba que en su camino siempre hubiera sombra que los protegiera a los dos.) Es comp-comprensible, señorita Williams. Estos días estoy... b-b-bueno, cuando cierra la o-oficina voy a visitar a T-Tom Dalton y le pr-propongo c-cosas. El otro día, s-sin ir más lejos, hicimos una m-maravilla giratoria. (Comentaba con un orgullo casi fraternal pensando con sinceridad que aquella diversión era difícilmente superable. Jonathan Atwood era un hombre de placeres sencillos.) Lo próximo q-que tengo en mente e-es un zoótropo, pero c-creo que... bueno, necesitaré estudiar los materiales. Por-por cierto, le he p-prestado algunas lecturas... No e-estaba muy entusiasmado con lo que usted le mandó. (Reconoció con cierto alborozo por cuestionar la decisión de la maestra.)
Tom es un chico muy especial, comprendo que sus inquietudes sean diferentes a las de los otros muchachos. Puede recomendarle las lecturas que crea necesarias, lo que verdaderamente me interesa es que adquiera el placer por la lectura. (Caminaba despacio y sin rumbo fijo, mientras mantenía la conversación. El calor era sofocante, de modo que decidió hacer uso del abanico que aquellos días llevaba a todas partes.
Oh, yo creo q-que eso ya lo t-tiene. Su mente es muy in-inquieta y su curiosidad v-voraz. Ojalá no pierda e-esas cualidades. (Musitó en voz baja con aire lastimoso, aunque tampoco quería para Tom una vida triste por sentirse diferente. Pensó en sí mismo y después en la maestra, aunque para ella era más fácil. Podía dedicarse a ciertas cosas sin que la criticaran por ello. Jon elogió la decoración del abanico.) Es m-muy dulce...Como u-u-usted. (Añadió sin saber de dónde demonios había salido esa apreciación.)
(Los movimientos de su abanico se detuvieron por unos segundos al oir lo que le había dicho. Ese hombre cada día la desconcertaba más. De cualquier manera, supuso que no había sido más que un gesto de amabilidad por su parte y decidió no darle más importancia. Sin embargo, por un momento no supo muy bien qué decir a continuación, de modo que optó por el camino fácil, seguir con la conversación sobre Tom.) Si se le estimula de la forma adecuada, no tiene por qué perderlas. Seguramente usted sea un buen mentor para él, mucho más que la mayoría de los tarados de este lugar. (Añadió esto último en voz baja, nunca se sabía quién podía estar escuchando.)
(Y Jonathan se alegró de que no le diera mayor importancia a sus palabras porque no habría sabido cómo continuar o dónde meterse.) ¿Un buen mentor? (Preguntó del tirón, a caballo entre la sorpresa y el escepticismo. Negó con la cabeza.) P-p-puedo... puedo distraerlo un p-poco, pero eso n-no servirá d-de nada cuando crezca y s-se aburra de los t-trucos y c-c-curios-sidades poco prácticas q-que yo puedo aportarle... A menos q-que se int-terese r-realmente por el telégrafo, pero p-para cuando Tom s-sea mayor... supongo q-que hasta eso habrá cambiado.
Oh, nunca se sabe, no hay que perder las esperanzas. (Deja por un momento de mirar al frente, para mirarle a él. Quiere hacerle una pregunta, pero no sabe si será demasiado adecuado hacerlo teniendo en cuenta las habladurías. Aún así, se decide a hacerla) Y... ¿usted no desea tener hijos? Creo que sería un buen padre.
Señorita Williams... (La pregunta fue absoluta y totalmente inesperada. No se habría quedado más perplejo si la señorita Liberty_Williams le hubiera tirado una olla con agua hirviendo por encima de la cabeza. De hecho, estaba tan impactado que se detuvo en seco y la miró. No sabía si era una pregunta trampa, si pretendía explorar sus sentimientos o si de verdad había surgido de una inocente curiosidad. Cualquiera de las posibilidades le parecía, de todos modos, abrumadora. Sintió que debía responderle en la misma línea.) ¿Quién q-querría tener hijos conmigo? Ya no solo i-i-insinúan que... que soy poco masculino, s-sino también un peligro para... para... los niños. (Bajó la voz a medida que acababa la frase, aunque no se sentía en absoluto calmado.)
(Se detiene a su vez, mirándole incrédula. Sí había oído y creído los rumores sobre su... orientación, pero no se le habría ocurrido creer que ese hombre tan apocado pudiera resultar un peligro.) A la gente le encanta hablar, señor Atwood. Yo no creo que usted sea un peligro para esas criaturas. (Le mira a los ojos, tratando de discernir si lo que cree es verdad o no. Realmente, con estas cosas, nunca se sabía.)
(Jon apretó los labios y la miró incapaz de contener lo que parecía una sonrisa irónica, algo que muy pocas veces afloraba en ese telegrafista cuya máxima era la amabilidad para con los demás.) No lo cree, ¿eh? ¿D-de verdad que n-no lo cree? ¿Me de-dejaría a solas con a-alguno de sus alumnos, se-señorita Williams? No. Seguro que no.
(No sabe cómo interpretar esa reacción en Jon. Jamás se había mostrado así ante ella.) ¿Cómo no iba a dejarle? Si usted fuera un depravado, no creo que la señora Dalton permitiera que usted pasase tanto tiempo con Tom. (Comprende que ha entrado en un tema delicado, y no sabe muy bien cómo hacer para suavizar el asunto.) Vamos, Jon (Es la primera vez que utiliza su nombre de pila.) ¿De verdad piensa que iba a juzgarle de esa manera, habiéndole visto tratar a los niños?
No, no lo pienso... P-pero estoy seguro d-d-de que su p-pensamiento ya ha sido infectado, corrompido, puesto a-a-al servicio d-de la congreg-gación de brujas d-d-de Twin Falls. Júr-júreme que nunca ha dudado de mí, hágalo mirándome a los o-ojos y la creeré, señorita Williams. (Sin duda alguna, aquél era un tema que disgustaba al telegrafista y la señorita Williams había tenido la mala fortuna de tocarlo, aunque de esa manera también podía asegurarse de que Jonathan Atwood tenía sangre en las venas.)
(La maestra miró a los ojos al telegrafista. Lamentaba profundamente haber formulado esa pregunta, de no ser así, a estas alturas estarían teniendo un paseo agradable y no se vería sometida a esa presión. Siempre había creído que Jon era un hombre íntegro, pero era inevitable escuchar lo que se comentaba, aunque ella jamás habría podido dar crédito a semejante aberración.) No dudo de usted, señor Atwood, se lo aseguro. (Sus palabras eran sinceras. Era incapaz de creer que aquel hombre pudiera hacer daño a un niño.)
(La señorita Williams le había cerrado la boca. Jon no podía hacerle ningún reproche más, puesto que ella afirmaba que no dudaba de él, aunque lo hacía en presente porque antes probablemente habría albergado sus reservas. El telegrafista conocía la naturaleza de esas comentarios y si él fuera cualquier otro vecino del pueblo, tal vez les habría dado crédito porque esas cosas funcionaban así. Asintió con la cabeza.) De acuerdo, de acuerdo. Por-por supuesto que no se m-me ocurriría... No soy e-esa clase de pe-persona. Solo s-soy reservado, ¡e-eso es todo!
(Liberty puso la mano sobre su hombro, tratando de tranquilizarle. Imaginaba lo duro que sería que la gente del pueblo lanzase esa clase de afirmaciones, era demasiado cruel para que nadie lo soportase, y mucho más para una persona tan retraída.) Lo sé, le creo, de verdad. (Le sonrió levemente, con la esperanza de que le creyera.)
(Jon volvió a asentir y trató de poner una sonrisa que representara más o menos un espíritu calmado, pero no le salía muy bien. Agradeció el contacto pese a que de normal no era propicio a buscarlo; no siempre era algo agradable.) Me refiero a que a-ahí re-reside todo mi misterio. No soy el v-vecino más idóneo para d-d-diseccionar, casi es mejor d-dar pábulo a los rumores para mayor i-intriga. (Se permitió bromear y reanudó el paseo.) Quizás más adelante, s-señorita Williams, pu-pueda ser padre, pero hoy p-por hoy... Es una fa-fantasía. ¿Y usted? E-es raro que siendo b-bonita, joven y pac-ciente con los n-niños no esté ya c-comprometida.
(Se encoge de hombros y echa a caminar de nuevo, tal vez para ganar algo de tiempo y meditar su respuesta.) Supongo que no he encontrado al hombre adecuado. Es complicado, ¿sabe? Además, no suelo frecuentar los mismos ambientes que la mayoría de... caballeros de este pueblo. (Y era cierto. Tal vez tiempo atrás había pensado en el telegrafista como una posibilidad, pero evidentemente la había descartado debido a los rumores sobre su hombría, por decirlo de alguna manera.)
Ahí no puedo más que darle la razón, señorita W-Williams. (Jon se sentía más relajado con ella, aunque había una pequeña parte de su cerebro que se mantenía en guardia todo el tiempo. Aquella actitud desconfiada era inevitable. No obstante, a Jon le gustaría poder combatirla y sentirse tranquilo de una vez por todas.) Pero t-tengo la esperanza d-de que algún hombre decente qu-quede entre nosotros ahora que mi hermana ha r-regresado. Así que si aún está interes-sada en buscar marido, dése prisa. (Le dijo en broma, aunque era evidente que Jon esperaba que Ruby se casara bien, con un hombre bueno que la quisiera y la respetara.)
(Le rió la broma. Ella misma esperaba que Ruby se casara como Dios manda, con un buen hombre. No la había tratado demasiado, pero le parecía una buena chica.) Eso espero, sinceramente. Si encuentra algún buen hombre debe darse prisa y adelantárseme, yo ya me he resignado en ese sentido. Por suerte, mi profesión me llena y ocupa una gran parte de mi vida. Además, me hace un poco "madre", aunque no sea de forma biológica. (Respiró más tranquila al ver que Jon comenzaba a relajarse, no le había gustado verle en ese estado.)
(A Jon le agradaba aquella mujer más allá de lo que se podría haber deducido por el cariz que había tomado la conversación al principio; aunque se hubiera tensado a causa de un tema muy espinoso, Jon no estaba dispuesto a enemistarse con la única persona del pueblo que sabía emplear bien ciertas expresiones.) No se enfade, señorita Williams, p-pero suena ridículo en s-su boca aquello de que ya está re-resignada. Es m-muy joven y su b-b-belleza n-no se va a marchit-tar fácilmente porque n-no solo la tiene en la cara, s-sino aquí también. (Jonathan se llevó una mano al pecho, pero la bajó enseguida temiendo que se malinterpretara lo que estaba insinuando. Claramente no se refería a sus senos, que, por cierto, estaban muy bien donde estaban.) ...Si... si usted mantiene eso, será herm-mosa para siempre.
(Liberty aceleró los movimientos del abanico, tratando de cubrir su rostro que, claramente, había enrojecido tras ese comentario. De nuevo se sentía confundida, y, otra vez, decidió creer que sus halagos no eran más que una forma de expresar su cariño y amabilidad, puesto que le costaba mucho pensar que tuviesen otro motivo.) Se lo agradezco. Pero tal vez para ello deba marcharme del pueblo y buscar trabajo en un lugar más grande. Tal vez ahí... (Evidentemente quería casarse, qué joven de su edad no deseaba eso.)
Pensamos igual. (Atajó Jon con una expresión nostálgica que lo llevaba hasta Utah o más allá. Tenía que existir un lugar donde el telegrafista pudiera sentirse a gusto sin cambiar ni un ápice sus aficiones o su personalidad más bien suave, pero no se le ocurría ninguno. Twin Falls era su hogar. No tenía sentido abandonarlo por algo que no conocía.) Dic-c-cen que las grandes m-mentes así lo hacen.
(Asintió, pensativa. Si las líneas de telégrafo y el correo no funcionasen tan mal aquellos días, ya podría haber empezado a buscar trabajo en otro lugar. Ella no se sentía atada a Twin Falls, apenas llevaba seis meses en el pueblo y, salvo los niños y el telegrafista, había pocas cosas que la sujetasen allí.) Tal vez algún día... ¿Sabe si las comunicaciones tardarán en volver a la normalidad?
(Negó con la cabeza.) Mucho me temo qu-que no. Agosto e-es un mes malo. (Ya tenía asumido que tardarían unos días más en arreglar la línea, aunque a efectos prácticos no fuera un trabajo tan difícil ni pesado como para que necesitaran tanto tiempo. Jon dirigió la conversación a un tema en el que se sentía más cómodo: los libros. Le preguntó a la maestra si estaba al tanto de algunas novedades. Ya se habían prestado ejemplares con anterioridad, así que el telegrafista no tenía ningún problema en poner a su disposición la bien surtida biblioteca personal que poseía. Era un orgullo para él haberse hecho con tantos libros viviendo en Twin Falls. La mayoría los recibía a través del correo. Jonathan no quería retener más tiempo a la maestra, pues además de que probablemente tenía mejores cosas que hacer, él también debía ocuparse de sus asuntos: Ruby era uno de ellos, así que empezó a despedirse de ella invitándola a pasarse por su casa para recoger alguno de esos libros de los que con tanto entusiasmo le había hablado y tras hacerlo, se inclinó hacia delante muy rápido y muy torpemente para darle un beso en la mejilla. El contacto de la piel suave, limpia y caliente le impresionó tanto que no llegó ni a decirle adiós, sino que se fue corriendo de allí.)
(Se quedó tan pasmada con el beso que ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. Y cuando consiguió hacerlo, Jon ya se había ido corriendo. Definitivamente, ese hombre cada día la desconcertaba más.)
(Liberty abandonó sus pensamientos cuando vio salir a Jon de la sacristía. Se acercó hacia él, sonriente. Era de las pocas personas con las que se encontraba realmente a gusto en aquel pueblo al que había llegado tan sólo unos meses antes, pese a todos los rumores que corrían sobre él. Ella comenzaba a creerlos, pero no le suponían ningún problema para relacionarse con él, es más, tal vez representasen una ventaja para ella. Se detuvo frente a él, a una distancia más que prudencial.) Muy bien, gracias por preguntar. ¿Cómo está usted, señor Atwood? ¿Mucho trabajo en la oficina?
No, a decir v-v-verdad, no. La línea está c-ca-caída. Aun no la repararon. (Le explicóa a la maestra por encima cómo había sido el supuesto accidente y lo mucho que le fastidiaba estar incomunicado porque los tiempos de espera se multiplicaban por cantidades que el telégrafo había superaro ampliamente.) Pe-pero hasta q-que no inventen a-a-algo más seguro, esto es l-lo que hay. (Se encogió de hombros y le dedicó una sonrisa resignada.) ¿Le apetece pas-sear? (Le ofreció. La señorita Williams no parecía dejarse llevar por los prejuicios y rumores que existían sobre él y aquello le entusiasmaba. Además, disfrutaba de su compañía por ser de las pocas personas con las que podía conversar de algo más que de Twin Falls o el tiempo.)
(Pasó por alto los titubeos y la leve tartamudez de Jon, ya los había asociado a su personalidad, como un rasgo más. Escuchó atenta sus explicaciones y asintió compasiva. Después, sonrió a su ofrecimiento.) Claro, no tengo nada que hacer ahora. Incluso diría que las vacaciones se me están haciendo demasiado largas. Echo de menos a esos pequeños monstruitos. (Río suavemente.) ¿Vamos?
(Jon la siguió sin dudarlo, aunque procuraba que en su camino siempre hubiera sombra que los protegiera a los dos.) Es comp-comprensible, señorita Williams. Estos días estoy... b-b-bueno, cuando cierra la o-oficina voy a visitar a T-Tom Dalton y le pr-propongo c-cosas. El otro día, s-sin ir más lejos, hicimos una m-maravilla giratoria. (Comentaba con un orgullo casi fraternal pensando con sinceridad que aquella diversión era difícilmente superable. Jonathan Atwood era un hombre de placeres sencillos.) Lo próximo q-que tengo en mente e-es un zoótropo, pero c-creo que... bueno, necesitaré estudiar los materiales. Por-por cierto, le he p-prestado algunas lecturas... No e-estaba muy entusiasmado con lo que usted le mandó. (Reconoció con cierto alborozo por cuestionar la decisión de la maestra.)
Tom es un chico muy especial, comprendo que sus inquietudes sean diferentes a las de los otros muchachos. Puede recomendarle las lecturas que crea necesarias, lo que verdaderamente me interesa es que adquiera el placer por la lectura. (Caminaba despacio y sin rumbo fijo, mientras mantenía la conversación. El calor era sofocante, de modo que decidió hacer uso del abanico que aquellos días llevaba a todas partes.
Oh, yo creo q-que eso ya lo t-tiene. Su mente es muy in-inquieta y su curiosidad v-voraz. Ojalá no pierda e-esas cualidades. (Musitó en voz baja con aire lastimoso, aunque tampoco quería para Tom una vida triste por sentirse diferente. Pensó en sí mismo y después en la maestra, aunque para ella era más fácil. Podía dedicarse a ciertas cosas sin que la criticaran por ello. Jon elogió la decoración del abanico.) Es m-muy dulce...Como u-u-usted. (Añadió sin saber de dónde demonios había salido esa apreciación.)
(Los movimientos de su abanico se detuvieron por unos segundos al oir lo que le había dicho. Ese hombre cada día la desconcertaba más. De cualquier manera, supuso que no había sido más que un gesto de amabilidad por su parte y decidió no darle más importancia. Sin embargo, por un momento no supo muy bien qué decir a continuación, de modo que optó por el camino fácil, seguir con la conversación sobre Tom.) Si se le estimula de la forma adecuada, no tiene por qué perderlas. Seguramente usted sea un buen mentor para él, mucho más que la mayoría de los tarados de este lugar. (Añadió esto último en voz baja, nunca se sabía quién podía estar escuchando.)
(Y Jonathan se alegró de que no le diera mayor importancia a sus palabras porque no habría sabido cómo continuar o dónde meterse.) ¿Un buen mentor? (Preguntó del tirón, a caballo entre la sorpresa y el escepticismo. Negó con la cabeza.) P-p-puedo... puedo distraerlo un p-poco, pero eso n-no servirá d-de nada cuando crezca y s-se aburra de los t-trucos y c-c-curios-sidades poco prácticas q-que yo puedo aportarle... A menos q-que se int-terese r-realmente por el telégrafo, pero p-para cuando Tom s-sea mayor... supongo q-que hasta eso habrá cambiado.
Oh, nunca se sabe, no hay que perder las esperanzas. (Deja por un momento de mirar al frente, para mirarle a él. Quiere hacerle una pregunta, pero no sabe si será demasiado adecuado hacerlo teniendo en cuenta las habladurías. Aún así, se decide a hacerla) Y... ¿usted no desea tener hijos? Creo que sería un buen padre.
Señorita Williams... (La pregunta fue absoluta y totalmente inesperada. No se habría quedado más perplejo si la señorita Liberty_Williams le hubiera tirado una olla con agua hirviendo por encima de la cabeza. De hecho, estaba tan impactado que se detuvo en seco y la miró. No sabía si era una pregunta trampa, si pretendía explorar sus sentimientos o si de verdad había surgido de una inocente curiosidad. Cualquiera de las posibilidades le parecía, de todos modos, abrumadora. Sintió que debía responderle en la misma línea.) ¿Quién q-querría tener hijos conmigo? Ya no solo i-i-insinúan que... que soy poco masculino, s-sino también un peligro para... para... los niños. (Bajó la voz a medida que acababa la frase, aunque no se sentía en absoluto calmado.)
(Se detiene a su vez, mirándole incrédula. Sí había oído y creído los rumores sobre su... orientación, pero no se le habría ocurrido creer que ese hombre tan apocado pudiera resultar un peligro.) A la gente le encanta hablar, señor Atwood. Yo no creo que usted sea un peligro para esas criaturas. (Le mira a los ojos, tratando de discernir si lo que cree es verdad o no. Realmente, con estas cosas, nunca se sabía.)
(Jon apretó los labios y la miró incapaz de contener lo que parecía una sonrisa irónica, algo que muy pocas veces afloraba en ese telegrafista cuya máxima era la amabilidad para con los demás.) No lo cree, ¿eh? ¿D-de verdad que n-no lo cree? ¿Me de-dejaría a solas con a-alguno de sus alumnos, se-señorita Williams? No. Seguro que no.
(No sabe cómo interpretar esa reacción en Jon. Jamás se había mostrado así ante ella.) ¿Cómo no iba a dejarle? Si usted fuera un depravado, no creo que la señora Dalton permitiera que usted pasase tanto tiempo con Tom. (Comprende que ha entrado en un tema delicado, y no sabe muy bien cómo hacer para suavizar el asunto.) Vamos, Jon (Es la primera vez que utiliza su nombre de pila.) ¿De verdad piensa que iba a juzgarle de esa manera, habiéndole visto tratar a los niños?
No, no lo pienso... P-pero estoy seguro d-d-de que su p-pensamiento ya ha sido infectado, corrompido, puesto a-a-al servicio d-de la congreg-gación de brujas d-d-de Twin Falls. Júr-júreme que nunca ha dudado de mí, hágalo mirándome a los o-ojos y la creeré, señorita Williams. (Sin duda alguna, aquél era un tema que disgustaba al telegrafista y la señorita Williams había tenido la mala fortuna de tocarlo, aunque de esa manera también podía asegurarse de que Jonathan Atwood tenía sangre en las venas.)
(La maestra miró a los ojos al telegrafista. Lamentaba profundamente haber formulado esa pregunta, de no ser así, a estas alturas estarían teniendo un paseo agradable y no se vería sometida a esa presión. Siempre había creído que Jon era un hombre íntegro, pero era inevitable escuchar lo que se comentaba, aunque ella jamás habría podido dar crédito a semejante aberración.) No dudo de usted, señor Atwood, se lo aseguro. (Sus palabras eran sinceras. Era incapaz de creer que aquel hombre pudiera hacer daño a un niño.)
(La señorita Williams le había cerrado la boca. Jon no podía hacerle ningún reproche más, puesto que ella afirmaba que no dudaba de él, aunque lo hacía en presente porque antes probablemente habría albergado sus reservas. El telegrafista conocía la naturaleza de esas comentarios y si él fuera cualquier otro vecino del pueblo, tal vez les habría dado crédito porque esas cosas funcionaban así. Asintió con la cabeza.) De acuerdo, de acuerdo. Por-por supuesto que no se m-me ocurriría... No soy e-esa clase de pe-persona. Solo s-soy reservado, ¡e-eso es todo!
(Liberty puso la mano sobre su hombro, tratando de tranquilizarle. Imaginaba lo duro que sería que la gente del pueblo lanzase esa clase de afirmaciones, era demasiado cruel para que nadie lo soportase, y mucho más para una persona tan retraída.) Lo sé, le creo, de verdad. (Le sonrió levemente, con la esperanza de que le creyera.)
(Jon volvió a asentir y trató de poner una sonrisa que representara más o menos un espíritu calmado, pero no le salía muy bien. Agradeció el contacto pese a que de normal no era propicio a buscarlo; no siempre era algo agradable.) Me refiero a que a-ahí re-reside todo mi misterio. No soy el v-vecino más idóneo para d-d-diseccionar, casi es mejor d-dar pábulo a los rumores para mayor i-intriga. (Se permitió bromear y reanudó el paseo.) Quizás más adelante, s-señorita Williams, pu-pueda ser padre, pero hoy p-por hoy... Es una fa-fantasía. ¿Y usted? E-es raro que siendo b-bonita, joven y pac-ciente con los n-niños no esté ya c-comprometida.
(Se encoge de hombros y echa a caminar de nuevo, tal vez para ganar algo de tiempo y meditar su respuesta.) Supongo que no he encontrado al hombre adecuado. Es complicado, ¿sabe? Además, no suelo frecuentar los mismos ambientes que la mayoría de... caballeros de este pueblo. (Y era cierto. Tal vez tiempo atrás había pensado en el telegrafista como una posibilidad, pero evidentemente la había descartado debido a los rumores sobre su hombría, por decirlo de alguna manera.)
Ahí no puedo más que darle la razón, señorita W-Williams. (Jon se sentía más relajado con ella, aunque había una pequeña parte de su cerebro que se mantenía en guardia todo el tiempo. Aquella actitud desconfiada era inevitable. No obstante, a Jon le gustaría poder combatirla y sentirse tranquilo de una vez por todas.) Pero t-tengo la esperanza d-de que algún hombre decente qu-quede entre nosotros ahora que mi hermana ha r-regresado. Así que si aún está interes-sada en buscar marido, dése prisa. (Le dijo en broma, aunque era evidente que Jon esperaba que Ruby se casara bien, con un hombre bueno que la quisiera y la respetara.)
(Le rió la broma. Ella misma esperaba que Ruby se casara como Dios manda, con un buen hombre. No la había tratado demasiado, pero le parecía una buena chica.) Eso espero, sinceramente. Si encuentra algún buen hombre debe darse prisa y adelantárseme, yo ya me he resignado en ese sentido. Por suerte, mi profesión me llena y ocupa una gran parte de mi vida. Además, me hace un poco "madre", aunque no sea de forma biológica. (Respiró más tranquila al ver que Jon comenzaba a relajarse, no le había gustado verle en ese estado.)
(A Jon le agradaba aquella mujer más allá de lo que se podría haber deducido por el cariz que había tomado la conversación al principio; aunque se hubiera tensado a causa de un tema muy espinoso, Jon no estaba dispuesto a enemistarse con la única persona del pueblo que sabía emplear bien ciertas expresiones.) No se enfade, señorita Williams, p-pero suena ridículo en s-su boca aquello de que ya está re-resignada. Es m-muy joven y su b-b-belleza n-no se va a marchit-tar fácilmente porque n-no solo la tiene en la cara, s-sino aquí también. (Jonathan se llevó una mano al pecho, pero la bajó enseguida temiendo que se malinterpretara lo que estaba insinuando. Claramente no se refería a sus senos, que, por cierto, estaban muy bien donde estaban.) ...Si... si usted mantiene eso, será herm-mosa para siempre.
(Liberty aceleró los movimientos del abanico, tratando de cubrir su rostro que, claramente, había enrojecido tras ese comentario. De nuevo se sentía confundida, y, otra vez, decidió creer que sus halagos no eran más que una forma de expresar su cariño y amabilidad, puesto que le costaba mucho pensar que tuviesen otro motivo.) Se lo agradezco. Pero tal vez para ello deba marcharme del pueblo y buscar trabajo en un lugar más grande. Tal vez ahí... (Evidentemente quería casarse, qué joven de su edad no deseaba eso.)
Pensamos igual. (Atajó Jon con una expresión nostálgica que lo llevaba hasta Utah o más allá. Tenía que existir un lugar donde el telegrafista pudiera sentirse a gusto sin cambiar ni un ápice sus aficiones o su personalidad más bien suave, pero no se le ocurría ninguno. Twin Falls era su hogar. No tenía sentido abandonarlo por algo que no conocía.) Dic-c-cen que las grandes m-mentes así lo hacen.
(Asintió, pensativa. Si las líneas de telégrafo y el correo no funcionasen tan mal aquellos días, ya podría haber empezado a buscar trabajo en otro lugar. Ella no se sentía atada a Twin Falls, apenas llevaba seis meses en el pueblo y, salvo los niños y el telegrafista, había pocas cosas que la sujetasen allí.) Tal vez algún día... ¿Sabe si las comunicaciones tardarán en volver a la normalidad?
(Negó con la cabeza.) Mucho me temo qu-que no. Agosto e-es un mes malo. (Ya tenía asumido que tardarían unos días más en arreglar la línea, aunque a efectos prácticos no fuera un trabajo tan difícil ni pesado como para que necesitaran tanto tiempo. Jon dirigió la conversación a un tema en el que se sentía más cómodo: los libros. Le preguntó a la maestra si estaba al tanto de algunas novedades. Ya se habían prestado ejemplares con anterioridad, así que el telegrafista no tenía ningún problema en poner a su disposición la bien surtida biblioteca personal que poseía. Era un orgullo para él haberse hecho con tantos libros viviendo en Twin Falls. La mayoría los recibía a través del correo. Jonathan no quería retener más tiempo a la maestra, pues además de que probablemente tenía mejores cosas que hacer, él también debía ocuparse de sus asuntos: Ruby era uno de ellos, así que empezó a despedirse de ella invitándola a pasarse por su casa para recoger alguno de esos libros de los que con tanto entusiasmo le había hablado y tras hacerlo, se inclinó hacia delante muy rápido y muy torpemente para darle un beso en la mejilla. El contacto de la piel suave, limpia y caliente le impresionó tanto que no llegó ni a decirle adiós, sino que se fue corriendo de allí.)
(Se quedó tan pasmada con el beso que ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. Y cuando consiguió hacerlo, Jon ya se había ido corriendo. Definitivamente, ese hombre cada día la desconcertaba más.)
Elizabeth_Bathory- Esclavo
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19 de Agosto, tarde rozando la noche.
Irrumpieron en la casa, portando sus herramientas y sus materiales, no atendieron a razones por muy insistentes que estas se entregaron, aquellos tres hombres pasaron omitieron su presencia y comenzaron a trabajar. Con cada impacto del martillo su temperamento se fue alimentando y a los diez minutos descendía las escaleras, saltando los escalones de dos en dos, en dos minutos se encontraba fuera de la tienda, en cinco en las puertas del banco. Abrió estas, empujando con ambas manos y pasó al interior, miró a un lado, luego a otro y por fin hacia delante, el señor Dwayne estaba allí, pero no era con él con quien pretendía hablar, así que sesgó su pretensión de hablarle, alzando la mano y mostrándole la palma. - ¿Dónde se encuentra el señor Montanari ? - no recibió respuesta, pero una mirada esquiva señaló una posición, y esta fue la que siguió, su despacho era de fácil localización. Cuando pasó al interior, aplacó sus formas y buscó la presencia de los dos pequeños, simplemente para no dejar que aquella conversación quedara ante ellos, tendría la calma suficiente como para esperar a que marcharan, si se encontraban en el interior .
(Si el asalto al banco federal ya había puesto precio a cualquier información útil que llevara a la captura de aquellos que lo habían perpetrado, estaba seguro de que atentar contra una persona como él terminaría de atraer agentes federales que incansables y gustosos les darían caza. Aún así no escatimó en gastos a la hora de encargar a dos hombres versados en cuestión de armas, la protección de sus dos hijos, que ahora se encontraban en casa a punto de cenar. Y es que ya estaba anocheciendo y el banco ya despachó a sus últimos clientes para cuando aquella mujer enfurecida irrumpió en el edificio sin dar pie a que nadie la detuviera. Se encontró a un solitario Montanari, que revisaba unos préstamos que aún no había cobrado y cuyo interés se incrementaba semanalmente por la tardanza. Entre sus labios sostenía una pipa de la que inhalaba con parsimonia. Abandonó toda concentración cuando las bisagras de su robusta puerta chirriaron y la puerta se abrió repentinamente.) Señorita Meier, no esperaba verla por aquí... (Se incorporó y sosteniendo la pipa con la mano derecha acortó distancias con la dueña de la armería.) Y tampoco imaginaba que la educación la hubiera exportado junto con las armas que vende.
Antes de destrozar por completo aquella imagen delante del señor Montanari, tuvo los reflejos de cerrar la puerta, con el talón empujó con fuerza la puerta del despacho y esta se cerró de un portazo. Sus manos pasaron, al menos dos veces, por encima de su talle, y tan sólo tras entregarle un par de tirones a su chaleco negro comenzó a hablar. La mirada había reptado por el suelo del despacho buscando las palabras adecuadas en un tono agradable que, desde luego, no encontró. Aspiró el aire por la nariz y los hombros ejercieron un movimiento de retroceso. - Señor Montanari... - entrelazó los dedos ante el vientre, tratando de serenarse. Era sumamente difícil. - No se puede pedir educación ante quien manda irrumpir en mi hogar , sin consentimiento... - comenzó a apretar las palabras entre los dientes - Primero, hará entrar en razón a esos hombres estiró al tiempo que hablaba el índice - segundo, los echará de allí , puesto que ese es trabajo que confié a Setanta y no permitiré que sus compañeros pasen por encima de su trabajo, por lo que - había extendido un segundo dedo y el tercero - le pedirá perdón por interrumpir su trabajo. Cuarto, no venga a por el arma, yo se la haré traer aquí. Ya está pagada ... pues, no tenemos más que decir. - cruzóse de brazos, elevando el mentón, detestando un poco más si era posible el olor que desprendía aquella pipa saturaba el aire con aquel humo pernicioso. La mano sacudió el aire, tratando de dispersar el olor .
(La escuchó en silencio y conforme Evelyn avanzaba en su reprimenda su rostro se endurecía al arrugar la frente en una expresión cada vez más colérica. Sus ojos se entornaron enfurecidos y todo él exudaba ira cuando la señorita Meier terminó su exposición.) Puedo entender que sea una mujer orgullosa e independiente a la que no le gusta recibir tratos de favor...(Respondió con voz taimada. Pero entonces perdió el control y estampó con fuerza la pipa de fumar contra el mármol del escritorio que representaba su hogar de infancia, rompiéndola en mil pedazos.) Pero lo que es jodidamente inadmisible es que sea tan ingrata, maleducada, desagradecida y bravucona! (Acortó las distancias colocando el dedo índice a un milímetro de su mentón) Así que ya le puede decir a su amigo que me sudan los sacrosantos COJONES haber interrumpido su trabajo. Lo único que siento es haberme preocupado por el bienestar de su familia y, concretamente, de su hija. Así que ya puede recoger sus faldas y largarse a tomar por el... (A punto estuvo de romperse la mandíbula en un exitoso intento de contener lo que iba a decir.) viento fresco. Y si alguna vez necesita de los jodidos servicios de este banco federal trate con Dwayne, que es tartamudo pero desde luego tiene el triple de sesera que usted.
El aire se coló por aquellos labios separados, estiró el cuello tan sólo para mantener el mentón alejado de aquel índice, según argumentaba sus malas cualidades aumentaba la enfatización de su indignación, mantenía los ojos muy abiertos y hasta por dos veces buscó las esquinas de sus palabras para entrometerse en su perorata , mas cuando encontró el momento, aquel ataque de cólera le frenó , doblegando su necesidad de contradecirle, se negó a seguir con la mirada los fragmentos de la pipa que había destrozado , fija sobre sus ojos, pero dió un paso atrás. La verdad es que no lo pensó, simplemente el momento encendió un ánimo ya de por si enervado y su mano entregó el resto, su brazo puso de su parte y meció la clavícula cuando , con suma presteza , meció en el aire una sonora bofetada, antes de que cayera sobre él la contundencia del impacto, ya había lamentado entregarlo. Se rodeó la muñeca con los dedos de la mano y entornó los ojos. - Esas no son palabras para un caballero y menos para entregarlas delante de una dama! Espero, de inmediato una disculpa! - el brazo se tensó hacia el suelo, apuntó con el índice hacia este al tiempo que la otra mano era apoyada sobre la cadera. - Podría enumerar sus cualidades , señor ... Montanari, pero no soy mujer que emplee tales ... tales... - las palabras se eclipsaban por la rabia en su boca . Sus ojos no dejaron de mirar a Vinicio_Montanari.
(Su rostro se volteó cuando recibió el bofetón. Su piel pétrea y de color tostado no mostró el enrojecimiento que un impacto así podría haber provocado. Se llevó la mano izquierda a la mejilla afectada y se la frotó ligeramente, cuando levantó el rostro para mirarla su expresión mostró la más absoluta decepción precedida por la indiferencia y el destierro.Afirmó, con voz áspera y taimada.) Tenga cuidado señora Meier, no todos los hombres son tan benévolos como yo ni encajan con tanta maestría una afrenta a su orgullo y al sentido común. (La esquivó para acercarse a la puerta y la abrió, colocándose a un lado.) Márchese, y la aconsejo que si requiere servicios que conlleven la implicación de un director, acuda a la cercana ciudad de Rexburg, aquí, no vuelva.
Le costó recuperar el talante tras una punzaba nerviosa de un temor extraño y olvidado, una situación incontrolada y unas duras palabras. Asintió y caminó hacia la puerta por la cual le ofrecía marchar, al pasar por su lado se detuvo. Sumamente calmada, como si hubiera recibido una dosis de tranquilidad, o tal vez de frialdad. Si hubiera pretendido ser verdaderamente impertinente hubiera hablado de la carencia de modales que impartía a sus hijos, de la absoluta despreocupación por entregarles el ejemplo de un padre sin educación, temperamental y colérico, pero ... ella no era quien tras haber alimentado aquel enojo con sus palabras. Miró al suelo y suspiró. Su mano se perdió en el interior de su bolsillo y de esta sacó un pequeño fardo. Tomó la mano de Montanari y la elevó, despacio, con cierto cuidado, y antes de que él pudiera rechazar su contacto con el apropiado y hasta esperado desdén, ella lo depositó sobre la palma, le hizo flexionar los dedos. - De igual modo encuentro ... aceptable que nuestro negocio se vea interrumpido. Le entrego los veinte dólares. No ... - su voz era un susurro lento y cansado. - dudo que en Rexburg encuentre una armeria a su gusto. - separó el contacto , inclinó la cabeza a modo de despedida antes de marchar del despacho.
(Cuando la mujer abrió la puerta se encontró con Dwayne el tartamudo, que o bien había estado escuchando al otro lado de la puerta o realmente era una casualidad muy precisa y oportuna. ) Eh...Eh... ¡Ho...Hola se-señora Meier! (Rápidamente evitó la mirada de la señorita y buscó la del italiano) Se... Señor, hace media hora que debíamos haber cerrado nu-nuestras pu...puertas. Mi ma-madre esta-tará preocupada señor. Le impo-porta que me marche? ( Con el dinero en la mano flanqueó a Evelyn y palmeó el hombro derecho al tartamudo.) No Dwayne, puedes marcharte. Asegúrate de cerrar con llave. (El mozo asintió agradecido y abandonó el edificio con sus pertrechos personales, asegurándose de cerrar a conciencia ventanas y portón principal a su salida. Vinicio, que se había quedado bajo el marco de la puerta, fijó su mirada un buen rato en el rostro de Evelyn y tomó la palma de su mano, colocando el dinero nuevamente en ella y cerrándola el puño con sus dedos largos y robustos. ) Después de habernos enfadado como monos, creo que ya podemos tutearnos. Tomemos una copa antes de regresar a nuestros hogares... Y no me digas que eres abstemia porque te ahorco.(Alzó la mano derecha y la posó en su antebrazo izquierdo, apretando levemente en un gesto que ofrecía tregua. Después fué al armario del licor y sacó su mejor güisqui y dos vasos...)
Abrió la puerta sin esperar la presencia que se interponía entre ella y la salida, dió un paso lateral, corto y el cuerpo del señor Dwayne seguía en medio, hablando con el señor Montanari como si se hubiera vuelto invisible, la preocupación de este por salir del trabajo se había vuelto una molestia lacerante para Meier. Su ceño se frunció, últimamente lo hacía con demasiada asiduidad por lo que a fuerza de práctica se le hacía fácil dejar de ocultarlo. La falda no podría estrecharse entre el cuerpo del director del banco y la puerta, por lo que esperó , encerrada, a que este se hiciera a un lado, esperó demasiado, incluso con asombro cuando el señor Dwayne abandonó el banco, dejándola allí a merced de semejante tirano. Se sintió perdida, y ahora si, intimidada, y ambas cosas la enfurecían. - Desde luego que se disfrutar de una buena copa... pero ... señor Montanari.- enfatizó sus últimas palabras al relentizarlas , casi, en exceso. - No será aquí. Y no será en este momento. - Se giró hacia la salida , miró la puerta con las manos entrelazadas sobre el regazo, con el dinero entre los dedos. No tuvo más alternativa que tornar hacia el directo del banco - Si es tan amable de abrirme la puerta, se lo agradecería... tal vez, invitándole a esa copa... en mi tienda. A... una hora prudente. - Elevó el mentón, el recogido se echó un poco hacia atrás y la punta de su nariz casi señaló contra el techo. Si quería jugar, serian bajo sus normas, sobre su tablero y al ritmo que ella impusiera. Aquello no entraría a debate .
(Cuando salió en la conversación el concepto de hora decente el tic tac del gran reloj de su despacho pareció materializarse por primera vez y cobrar protagonismo.) Tic... Tac... (Centró su vista en las agujas y después asintió brevemente. Rodeó la mesa del despacho y abrió el cajón superior, de él sacó su revólver debidamente enfundado y lo enganchó en el lateral derecho de su cinto. Después tomó el sombrero y se lo colocó, por último despejó la mesa guardando los papeles que tenía en la misma en uno de sus múltiples archivadores. Lanzó una mirada fugaz y analítica a toda la estancia y tras comprobar que todo estaba en orden, se detuvo frente a Evelyn) Así sea. Pase primero.(Esperó a que la mujer se adelantara, cerró la puerta del despacho con llave, luego descendieron conjuntamente las escaleras hasta la planta principal y abrió la puerta central, de madera robusta con revestimiento de acero. Una vez fuera del edificio cerró con llave y se despidió de la señorita Meier, bifurcándose sus caminos hacia sus respectivos hogares.)
Ignea- Soldado
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20 de agosto. Mañana. Casa de Jonathan Atwood.
(Jonathan aguardaba a la maestra hecho una maraña de nervios; habían quedado en verse en su casa para compartir un té y unos libros. Frederick le había hecho el favor de ocuparse de la oficina mientras él estuviera ausente, ya que, después de todo, le debía muchas horas, pero solo con ese acto se verían todas ellas compensadas. Era la primera mañana que Jon se tomaba para asuntos propios desde que empezó a trabajar para el servicio de mensajería de Twin Falls. Se había puesto una camisa blanca que había lavado con esmero y mantenía como si fuera un preciado tesoro, pues adoraba el suave tacto que proporcionaba. Para complementarla llevaba un pañuelo morado y encima un chaleco ceñido que le hacía parecer un poco más esbelto. Quería darle una buena impresión a la señorita Williams para contrarrestar la libertad que se tomó el otro día al despedirse de ella.)
(Sintiendo cómo le temblaban las rodillas, Liberty se dirigía hacia la casa del telegrafista, tras haber quedado en que se verían para que él le dejase unos libros prestados. Todavía seguía desconcertada por aquel beso que le había dado la tarde anterior, si bien es cierto que no había sido más que un breve roce en la mejilla, pero nunca antes le había visto hacerlo. Cuando por fin llegó a la puerta, tardó unos instantes en decidirse a llamar. Decidió recolocarse primero el vestido azul celeste, heredado de su madre, que dejaba sus hombros al descubierto, un vestido que muchas veces había deshechado por haberle parecido demasiado provocativo, aunque la mayoría de las mujeres de Twin Falls lo habrían encontrado casi tan recatado como los que solía llevar cada día. Cuando le pareció que todo estaba en su sitio, golpeó la puerta suavemente con los nudillos y esperó.)
(Ruby estaba trabajando en el colmado. Al parecer, a su hermana se le daba muy bien la venta de los productos que se ofertaban allí y tenía ideas innovadoras para el negocio que o bien había visto durante sus viajes por el país o bien se le ocurrían a ella. Jonathan estaba orgulloso de ella, pero en ese momento sentía más bien alivio de que no estuviera en casa. Los golpecitos tenues en la puerta lo sobresaltaron como si se hubiera caído una estantería entera de ollas y sartenes. Se ajustó el chaleco, el pañuelo y se infundó ánimos para ir a abrir.) Señorita Williams... (Sus hombros fue lo primero que vio y lo que provocó el rubor de sus mejillas, pero no hizo ningún comentario al respecto, tan solo relsató lo bonita que estaba. Se hizo a un lado y la invitó a pasar. Aquella era una casa escueta, pero práctica. Estaba limpia y había unas flores silvestres en la entrada que puso Ruby para darle un toque de color. Eran recientes.) Pase, por favor... Bien, por aquí. (La llevó al salón donde había instalado la biblioteca, dos sillones y una chimenea que funcionaba en invierno. Cuando vivían los cuatro hermanos allí y los dos padres, aquello estaba mucho más lleno, sucio y, en cierto modo, mejor aprovechado, pero al quedarse solo Jonathan trasladó la mesa de comer a la cocina y así dejar esa habitación para la lectura, pero no había mucha gente que le fuera a visitar y a criticar los cambios que habían hecho. Arriba había dos habitaciones, una originariamente para el matrimonio y otra para todos los hijos. Ahora Ruby y él podían dormir cómodamente.) ¿Le preparo un té, tal vez?
(Le siguió hasta el salón, observando todo cuanto se cruzaba a su paso y percibiendo el aroma de las flores frescas. Trató de disimular su nerviosismo, que se reflejaba en sus manos temblorosas, jugueteando con su abanico.) Sí, por favor, si no es molestia... (Le sonrió con timidez. Probablemente era la primera vez que visitaba a un hombre en su casa, a solas.)
(Pero ese hombre era Jonathan Atwood, que era como pasear a solas con un eunuco o ser la amiga de un niño: una relación, en teoría, inofensiva. Jon la dejó sola un momento en la sala y marchó a la cocina para preparar la tetera.) Estará en un momento. (Le avisó volviendo de nuevo al salón.) ¿Quiere alguna otra cosa, pastas, algún bizcocho o.... algo?
No, no, con el té es más que suficiente, gracias. (Mientras esperaba, se volvió para mirar las estanterías repletas de libros, sintiendo una gran envidia. Con su pequeño sueldo de maestra, apenas tenía dinero para comprar libros, y todos los que poseía eran de segunda o tercera mano.)
(Jonathan sonrió al mirar los estantes. Le había costado años llegar a tener esa colección, pero no le preocupaba el tiempo, ya que era una de las cosas que más le sobraban. Algunos ejemplares, la mayoría realmente, habían pasado por otros dueños antes. Aquélla no era una característica que despreciara Jon: las cosas usadas pero bien cuidadas seguían manteniendo su valor, al menos así lo creía él.) De acuerdo.. Puede... U-u-usted... (El tartamudeo no parecía abandonarlo ni siquiera en aquella cómoda intimidad.)... Coger el libro o-o-o los libros q-que más le plazcan, señorita Williams.
(Giró la cabeza para mirarle, sus ojos despedían un brillo especial, como el de un niño en la mañana de Navidad.) ¿Los que quiera? Quizás deje sus estanterías vacías, señor Atwood. (Acompañó estas palabras con una risita. Bromeaba, claro, habría sido incapaz de coger más de uno o dos.)
Puede hacerlo, s-señorita Williams, tiene mi permiso ex-expreso para ello. (Le prometió con una sonrisa que correspondía al fulgor de su mirada. La teterá silbó y Jon alzó las cejas. Se disculpó un momento para ir a preparar las infusiones que les aguardaban. A él no le importaba prestar sus libros; al contrario, así podría tener a alguien con quien comentarlos libremente. No tardó en regresar con una bandeja y las tazas humeantes. La en una mesita auxliar mientras observaba en silencio a Liberty.)
(Pese a que habían pasado escasos minutos desde que Jon se fuera a la cocina a buscar el té, a Liberty le había dado tiempo a crear una verdadera pila de libros en la que había al menos nueve o diez ejemplares. El sonido de la bandeja sobre la mesita, le advirtió de la vuelta del telegrafista. Le miró, miró después los libros y volvió a mirarle a él, sonriendo.) Como ve, le he tomado la palabra.
A diferencia d-de muchos de nuestros vecinos, se-señorita Williams, no hablo por hab-hablar ni para s-sonar cortés. (Jonathan no se sentía libre del velo de la hipocresía. A veces no le quedaba más remedio que ser amable con aquellos que no le caían bien o le producían un profundo disgusto, pero en términos generales, estaba bastante contento con esa faceta suya. Tenía, al menos, una cualidad buena: la generosidad. Se acercó para leer por encima los títulos y asintió para sí con una sonrisa. Aquella mujer era un soplo de aire fresco.)
(Siguió su mirada con la suya, releyendo los títulos de los libros que acababa de escoger. Acto seguido, volvió su rostro hacia él.) Si quiere recomendarme alguno más... Aunque quizás por ahora sea más que suficiente. (Realmente estaba sorprendida por la biblioteca de Jon y su buen gusto para la buena literatura, agradecía infinitamente que hubiera alguien como él en Twin Falls.)
Sí, creo que p-por ahora se irá s-satisfecha. (Al decir eso y pensar en su doble significado teniendo en cuenta las condiciones de su encuentro, sus mejillas volvieron a incendiarse. Es más, juraría que podía oír el crepitar del fuego en su maldita cara.) No le he pregunta-tado... ¿Quiere azúcar en su t-té?
(Se ruborizó a su vez, al captar el doble sentido de la frase de Jon. Definitivamente le faltaba mucho para ser una mujer como la señora Dalton, por ejemplo, a la que tanto admiraba en el aspecto de poder relacionarse con todo el mundo sin titubear.) Eh... No, no... Así está bien. (Le sonrió, nerviosa, apartándose un poco de él y dirigiéndose hacia la otra parte de la estantería, fingiendo seguir mirando los libros.)
(Jon, en cambio, sí prefería azúcar en el té, incluso leche, pero aquella mañana no disponía de ninguna botella fresca, así que simplemente añadió una cucharada más de las dos que acostumbraba. Removió la infusión sin hacer ruido con la cuchara y se colocó en el sillón. Intentaba guardar un riguroso silencio para dejar que la señorita Williams se deleitara con los libros, pero no era capaz de mantenerse callado.) Lam-lamento si ayer...
(Se volvió hacia él, a regañadientes. Ignoraba cómo tratar ese asunto. Se sentó frente a él, en el sillón libre y tomó su taza, haciendo tiempo.) Oh, no, no tiene que disculparse... Fue... Un simple gesto de afecto, ¿No? (Le miró, interrogante.)
(Jon agachó la mirada con expresión culpable y tardó largos segundos en dar señales de haber entendido sus palabras. Al final, encima, le respondió de una forma ambigua: se encogió de hombros. Aquello podía significarlo todo o nada. Jon le dio un sorbo a la taza a pesar de que estaba todavía caliente.) ...Es ci-cierto que la aprecio, s-señorita Williams. Es de las po-pocas personas q-que... bueno, aquí en Twin Falls y m-me figuro que d-del mundo, me-mere-rece la pena. Pero yo... No sé cómo explicá-cárselo. (Dijo con sinceridad y fue cuando por fin levantó la mirada hacia Liberty Williams.)
(Fijó su mirada en los ojos de Jon, tratando de comprender lo que quería decir. Se sentía realmente confusa.) Yo... Bueno, no sé exactamente lo que quiere decirme pero... He de decirle que... también le aprecio mucho, es usted la única persona con la que he congeniado de verdad desde que llegué aquí.
(La situación entera era muy confusa y no solo para la señorita Williams. Jon le dio otro trago a la taza y la dejó sobre su plato correspondiente: ese juego había pertenecido a su abuela y antes de ésta, a su madre. Había viajado en barco desde un remoto lugar de Inglaterra.) Lo tomo c-como u-u-un halago. (Y era cierto.) Usted... Bueno, n-no sea hace a la idea... de lo que significa su p-presencia en este pueblo para mí. (Jon se tomó el atrevimiento de volver a mirarla.) M-me gusta de una forma... especial, ¡p-pero no se escand-dalice, por favor! (Se puso recto, al borde de incorporarse temiendo que con esa declaración asustara a la maestra.)
(Sus labios permanecieron entreabiertos durante varios segundos, viéndose incapaz de pronunciar una sóla palabra. Miles de ideas viajaban por su mente a una velocidad de vértigo y era incapaz de decidirse por una. Por fin, pudo articular una palabra.) ¿E...especial?
Usted es una m-mujer diferente. (Aseguró Jon, mirándola. Enseguida sonrió, pero la sonrisa le duró muy poco, unos escasos segundos.) Muy diferente... Y n-no puedo evitar s-sentir cierta... atracción. P-pero le aseguro, le doy mi pala...bra de q-q-que no... que no... pienso en usted d-de forma inapropiada, ¡al contrario, señorita Williams! El s-sentimiento que más despierta es el d-de admiración. (Quiso aclarar torpemente el telegrafista.)
(Liberty se puso en pie, despacio, después de dejar la taza de té intacta sobre la mesita auxiliar. No le dio la espalda, siguió mirándole ya que quería escuchar todo lo que tenía que decirle, pero era incapaz de permanecer sentada.) Y... ¿Qué quiere decir eso...?
N-no lo sé, señorita Williams, le prom-meto que no tengo ni idea de adónde quieren llevarme a p-parar mis propios pensamientos sobre usted. (Reconoció con la más completa sinceridad. Él, por contra, no era capaz de levantarse del sillón. Una fuerza invisible lo mantenía sujeto al asiento, tiraba de él.) Es la ... la... la primera m-mujer que... bueno, m-me desconcierta.
(Dió un par de pasos por la estancia, para después volver sobre ellos y regresar al mismo punto. Es lo que le ocurría cuando estaba nerviosa, era incapaz de estarse quieta.) No es usted el único desconcertado... Se lo aseguro...
Llegados a e-este punto, señorita Williams... Si no es m-mucha condena para usted en... en este desdichado pueblo, ¿q-querría ... (Jon también se puso en pie y dejó la taza medio llena en la bandeja sobre el plato que hacía el conjunto.) le gustaría... que nos viéramos más a m-menudo?
Que... nos viéramos más a menudo... (Repitió casi en un murmullo, mirándole.) Y... ¿qué significado tendría para usted...?
(Jon la observó durante unos segundos como si no entendiera a qué se estaba refiriendo. Cuando desvió la mirada a los libros, de pronto, la claridad se hizo en su mente y encogió solo un hombro, entre tenso y asustado.) Yo no pr-pretendo... Sé qu-que no soy comp-petencia para los d-demas hombres. Tendría e-el significado q-que usted quisiera.
(Se armó de valor y decidió facilitarle las cosas. Caminó un par de pasos, esta vez hacia él, hasta que estuvo lo bastante cerca como para coger su mano, alargando un poco el brazo. Le miró a los ojos, casi con la misma expresión que tenía minutos antes cuando miraba los libros, mientras le sonreía con timidez.) Me encantaría.
(A Jon estaba a punto de darle un ataque, pero no sabía si era su cabeza la que iba a colapsar, su corazón con los acelerados latidos o los nervios, que volvían a sacudir su cuerpo con fuerza. Los dedos del telegrafista se cerraron alrededor de la delicada mano de la maestra y la apretó en un intento de agradecerle su respuesta. Como las palabras no le salían, dejó que los gestos hablaran por él y volvió a demostrarle su afecto a través de otro beso en la mejilla.)
(Sintió cómo su corazón se aceleró cuando Jon se acercó a besar su mejilla, como lo hizo el día anterior. Sin soltar su mano, se dejó besar, notando un ligero rubor atacando sus mejillas. Mirándole, decidió corresponderle a su vez con un beso en la mejilla, apenas un roce de sus labios sobre su piel.)
(En los labios de Jon apareció una sonrisa discreta y verecunda y el color rojo de sus mejillas se había intensificado, aunque por lo menos continuaba vivo tras ese intercambio tan prudente y respetuoso. Si la señorita Williams había accedido era porque, después de todo, algo bueno tenía que tener. A pesar de los rumores, a pesar de su personalidad tan alejada de la esperada en un hombre, a pesar de todo, quería verle más a menudo con un significado especial.) Bueno.... C-Creo... Sería b-buena idea, s-supongo, qu-que nos empezáramos a t-tutear. Si quiere. (Añadió rápidamente levantando ambas manos. Pensaba que eso era un paso más de señal de intimidad, pero, al mismo tiempo, tal vez sonara demasiado precipitado.)
Me parece una gan idea, Jon. (Aunque el día anterior ya le había llamado así, en pleno momento de crisis, esta vez fue diferente. Pronunció su nombre con dulzura, con un todo especial que reunía todo aquello que sentía por él, un gran aprecio y complicidad que, quién sabe, tal vez en poco tiempo se convirtiesen en algo más.)
(Sintiendo cómo le temblaban las rodillas, Liberty se dirigía hacia la casa del telegrafista, tras haber quedado en que se verían para que él le dejase unos libros prestados. Todavía seguía desconcertada por aquel beso que le había dado la tarde anterior, si bien es cierto que no había sido más que un breve roce en la mejilla, pero nunca antes le había visto hacerlo. Cuando por fin llegó a la puerta, tardó unos instantes en decidirse a llamar. Decidió recolocarse primero el vestido azul celeste, heredado de su madre, que dejaba sus hombros al descubierto, un vestido que muchas veces había deshechado por haberle parecido demasiado provocativo, aunque la mayoría de las mujeres de Twin Falls lo habrían encontrado casi tan recatado como los que solía llevar cada día. Cuando le pareció que todo estaba en su sitio, golpeó la puerta suavemente con los nudillos y esperó.)
(Ruby estaba trabajando en el colmado. Al parecer, a su hermana se le daba muy bien la venta de los productos que se ofertaban allí y tenía ideas innovadoras para el negocio que o bien había visto durante sus viajes por el país o bien se le ocurrían a ella. Jonathan estaba orgulloso de ella, pero en ese momento sentía más bien alivio de que no estuviera en casa. Los golpecitos tenues en la puerta lo sobresaltaron como si se hubiera caído una estantería entera de ollas y sartenes. Se ajustó el chaleco, el pañuelo y se infundó ánimos para ir a abrir.) Señorita Williams... (Sus hombros fue lo primero que vio y lo que provocó el rubor de sus mejillas, pero no hizo ningún comentario al respecto, tan solo relsató lo bonita que estaba. Se hizo a un lado y la invitó a pasar. Aquella era una casa escueta, pero práctica. Estaba limpia y había unas flores silvestres en la entrada que puso Ruby para darle un toque de color. Eran recientes.) Pase, por favor... Bien, por aquí. (La llevó al salón donde había instalado la biblioteca, dos sillones y una chimenea que funcionaba en invierno. Cuando vivían los cuatro hermanos allí y los dos padres, aquello estaba mucho más lleno, sucio y, en cierto modo, mejor aprovechado, pero al quedarse solo Jonathan trasladó la mesa de comer a la cocina y así dejar esa habitación para la lectura, pero no había mucha gente que le fuera a visitar y a criticar los cambios que habían hecho. Arriba había dos habitaciones, una originariamente para el matrimonio y otra para todos los hijos. Ahora Ruby y él podían dormir cómodamente.) ¿Le preparo un té, tal vez?
(Le siguió hasta el salón, observando todo cuanto se cruzaba a su paso y percibiendo el aroma de las flores frescas. Trató de disimular su nerviosismo, que se reflejaba en sus manos temblorosas, jugueteando con su abanico.) Sí, por favor, si no es molestia... (Le sonrió con timidez. Probablemente era la primera vez que visitaba a un hombre en su casa, a solas.)
(Pero ese hombre era Jonathan Atwood, que era como pasear a solas con un eunuco o ser la amiga de un niño: una relación, en teoría, inofensiva. Jon la dejó sola un momento en la sala y marchó a la cocina para preparar la tetera.) Estará en un momento. (Le avisó volviendo de nuevo al salón.) ¿Quiere alguna otra cosa, pastas, algún bizcocho o.... algo?
No, no, con el té es más que suficiente, gracias. (Mientras esperaba, se volvió para mirar las estanterías repletas de libros, sintiendo una gran envidia. Con su pequeño sueldo de maestra, apenas tenía dinero para comprar libros, y todos los que poseía eran de segunda o tercera mano.)
(Jonathan sonrió al mirar los estantes. Le había costado años llegar a tener esa colección, pero no le preocupaba el tiempo, ya que era una de las cosas que más le sobraban. Algunos ejemplares, la mayoría realmente, habían pasado por otros dueños antes. Aquélla no era una característica que despreciara Jon: las cosas usadas pero bien cuidadas seguían manteniendo su valor, al menos así lo creía él.) De acuerdo.. Puede... U-u-usted... (El tartamudeo no parecía abandonarlo ni siquiera en aquella cómoda intimidad.)... Coger el libro o-o-o los libros q-que más le plazcan, señorita Williams.
(Giró la cabeza para mirarle, sus ojos despedían un brillo especial, como el de un niño en la mañana de Navidad.) ¿Los que quiera? Quizás deje sus estanterías vacías, señor Atwood. (Acompañó estas palabras con una risita. Bromeaba, claro, habría sido incapaz de coger más de uno o dos.)
Puede hacerlo, s-señorita Williams, tiene mi permiso ex-expreso para ello. (Le prometió con una sonrisa que correspondía al fulgor de su mirada. La teterá silbó y Jon alzó las cejas. Se disculpó un momento para ir a preparar las infusiones que les aguardaban. A él no le importaba prestar sus libros; al contrario, así podría tener a alguien con quien comentarlos libremente. No tardó en regresar con una bandeja y las tazas humeantes. La en una mesita auxliar mientras observaba en silencio a Liberty.)
(Pese a que habían pasado escasos minutos desde que Jon se fuera a la cocina a buscar el té, a Liberty le había dado tiempo a crear una verdadera pila de libros en la que había al menos nueve o diez ejemplares. El sonido de la bandeja sobre la mesita, le advirtió de la vuelta del telegrafista. Le miró, miró después los libros y volvió a mirarle a él, sonriendo.) Como ve, le he tomado la palabra.
A diferencia d-de muchos de nuestros vecinos, se-señorita Williams, no hablo por hab-hablar ni para s-sonar cortés. (Jonathan no se sentía libre del velo de la hipocresía. A veces no le quedaba más remedio que ser amable con aquellos que no le caían bien o le producían un profundo disgusto, pero en términos generales, estaba bastante contento con esa faceta suya. Tenía, al menos, una cualidad buena: la generosidad. Se acercó para leer por encima los títulos y asintió para sí con una sonrisa. Aquella mujer era un soplo de aire fresco.)
(Siguió su mirada con la suya, releyendo los títulos de los libros que acababa de escoger. Acto seguido, volvió su rostro hacia él.) Si quiere recomendarme alguno más... Aunque quizás por ahora sea más que suficiente. (Realmente estaba sorprendida por la biblioteca de Jon y su buen gusto para la buena literatura, agradecía infinitamente que hubiera alguien como él en Twin Falls.)
Sí, creo que p-por ahora se irá s-satisfecha. (Al decir eso y pensar en su doble significado teniendo en cuenta las condiciones de su encuentro, sus mejillas volvieron a incendiarse. Es más, juraría que podía oír el crepitar del fuego en su maldita cara.) No le he pregunta-tado... ¿Quiere azúcar en su t-té?
(Se ruborizó a su vez, al captar el doble sentido de la frase de Jon. Definitivamente le faltaba mucho para ser una mujer como la señora Dalton, por ejemplo, a la que tanto admiraba en el aspecto de poder relacionarse con todo el mundo sin titubear.) Eh... No, no... Así está bien. (Le sonrió, nerviosa, apartándose un poco de él y dirigiéndose hacia la otra parte de la estantería, fingiendo seguir mirando los libros.)
(Jon, en cambio, sí prefería azúcar en el té, incluso leche, pero aquella mañana no disponía de ninguna botella fresca, así que simplemente añadió una cucharada más de las dos que acostumbraba. Removió la infusión sin hacer ruido con la cuchara y se colocó en el sillón. Intentaba guardar un riguroso silencio para dejar que la señorita Williams se deleitara con los libros, pero no era capaz de mantenerse callado.) Lam-lamento si ayer...
(Se volvió hacia él, a regañadientes. Ignoraba cómo tratar ese asunto. Se sentó frente a él, en el sillón libre y tomó su taza, haciendo tiempo.) Oh, no, no tiene que disculparse... Fue... Un simple gesto de afecto, ¿No? (Le miró, interrogante.)
(Jon agachó la mirada con expresión culpable y tardó largos segundos en dar señales de haber entendido sus palabras. Al final, encima, le respondió de una forma ambigua: se encogió de hombros. Aquello podía significarlo todo o nada. Jon le dio un sorbo a la taza a pesar de que estaba todavía caliente.) ...Es ci-cierto que la aprecio, s-señorita Williams. Es de las po-pocas personas q-que... bueno, aquí en Twin Falls y m-me figuro que d-del mundo, me-mere-rece la pena. Pero yo... No sé cómo explicá-cárselo. (Dijo con sinceridad y fue cuando por fin levantó la mirada hacia Liberty Williams.)
(Fijó su mirada en los ojos de Jon, tratando de comprender lo que quería decir. Se sentía realmente confusa.) Yo... Bueno, no sé exactamente lo que quiere decirme pero... He de decirle que... también le aprecio mucho, es usted la única persona con la que he congeniado de verdad desde que llegué aquí.
(La situación entera era muy confusa y no solo para la señorita Williams. Jon le dio otro trago a la taza y la dejó sobre su plato correspondiente: ese juego había pertenecido a su abuela y antes de ésta, a su madre. Había viajado en barco desde un remoto lugar de Inglaterra.) Lo tomo c-como u-u-un halago. (Y era cierto.) Usted... Bueno, n-no sea hace a la idea... de lo que significa su p-presencia en este pueblo para mí. (Jon se tomó el atrevimiento de volver a mirarla.) M-me gusta de una forma... especial, ¡p-pero no se escand-dalice, por favor! (Se puso recto, al borde de incorporarse temiendo que con esa declaración asustara a la maestra.)
(Sus labios permanecieron entreabiertos durante varios segundos, viéndose incapaz de pronunciar una sóla palabra. Miles de ideas viajaban por su mente a una velocidad de vértigo y era incapaz de decidirse por una. Por fin, pudo articular una palabra.) ¿E...especial?
Usted es una m-mujer diferente. (Aseguró Jon, mirándola. Enseguida sonrió, pero la sonrisa le duró muy poco, unos escasos segundos.) Muy diferente... Y n-no puedo evitar s-sentir cierta... atracción. P-pero le aseguro, le doy mi pala...bra de q-q-que no... que no... pienso en usted d-de forma inapropiada, ¡al contrario, señorita Williams! El s-sentimiento que más despierta es el d-de admiración. (Quiso aclarar torpemente el telegrafista.)
(Liberty se puso en pie, despacio, después de dejar la taza de té intacta sobre la mesita auxiliar. No le dio la espalda, siguió mirándole ya que quería escuchar todo lo que tenía que decirle, pero era incapaz de permanecer sentada.) Y... ¿Qué quiere decir eso...?
N-no lo sé, señorita Williams, le prom-meto que no tengo ni idea de adónde quieren llevarme a p-parar mis propios pensamientos sobre usted. (Reconoció con la más completa sinceridad. Él, por contra, no era capaz de levantarse del sillón. Una fuerza invisible lo mantenía sujeto al asiento, tiraba de él.) Es la ... la... la primera m-mujer que... bueno, m-me desconcierta.
(Dió un par de pasos por la estancia, para después volver sobre ellos y regresar al mismo punto. Es lo que le ocurría cuando estaba nerviosa, era incapaz de estarse quieta.) No es usted el único desconcertado... Se lo aseguro...
Llegados a e-este punto, señorita Williams... Si no es m-mucha condena para usted en... en este desdichado pueblo, ¿q-querría ... (Jon también se puso en pie y dejó la taza medio llena en la bandeja sobre el plato que hacía el conjunto.) le gustaría... que nos viéramos más a m-menudo?
Que... nos viéramos más a menudo... (Repitió casi en un murmullo, mirándole.) Y... ¿qué significado tendría para usted...?
(Jon la observó durante unos segundos como si no entendiera a qué se estaba refiriendo. Cuando desvió la mirada a los libros, de pronto, la claridad se hizo en su mente y encogió solo un hombro, entre tenso y asustado.) Yo no pr-pretendo... Sé qu-que no soy comp-petencia para los d-demas hombres. Tendría e-el significado q-que usted quisiera.
(Se armó de valor y decidió facilitarle las cosas. Caminó un par de pasos, esta vez hacia él, hasta que estuvo lo bastante cerca como para coger su mano, alargando un poco el brazo. Le miró a los ojos, casi con la misma expresión que tenía minutos antes cuando miraba los libros, mientras le sonreía con timidez.) Me encantaría.
(A Jon estaba a punto de darle un ataque, pero no sabía si era su cabeza la que iba a colapsar, su corazón con los acelerados latidos o los nervios, que volvían a sacudir su cuerpo con fuerza. Los dedos del telegrafista se cerraron alrededor de la delicada mano de la maestra y la apretó en un intento de agradecerle su respuesta. Como las palabras no le salían, dejó que los gestos hablaran por él y volvió a demostrarle su afecto a través de otro beso en la mejilla.)
(Sintió cómo su corazón se aceleró cuando Jon se acercó a besar su mejilla, como lo hizo el día anterior. Sin soltar su mano, se dejó besar, notando un ligero rubor atacando sus mejillas. Mirándole, decidió corresponderle a su vez con un beso en la mejilla, apenas un roce de sus labios sobre su piel.)
(En los labios de Jon apareció una sonrisa discreta y verecunda y el color rojo de sus mejillas se había intensificado, aunque por lo menos continuaba vivo tras ese intercambio tan prudente y respetuoso. Si la señorita Williams había accedido era porque, después de todo, algo bueno tenía que tener. A pesar de los rumores, a pesar de su personalidad tan alejada de la esperada en un hombre, a pesar de todo, quería verle más a menudo con un significado especial.) Bueno.... C-Creo... Sería b-buena idea, s-supongo, qu-que nos empezáramos a t-tutear. Si quiere. (Añadió rápidamente levantando ambas manos. Pensaba que eso era un paso más de señal de intimidad, pero, al mismo tiempo, tal vez sonara demasiado precipitado.)
Me parece una gan idea, Jon. (Aunque el día anterior ya le había llamado así, en pleno momento de crisis, esta vez fue diferente. Pronunció su nombre con dulzura, con un todo especial que reunía todo aquello que sentía por él, un gran aprecio y complicidad que, quién sabe, tal vez en poco tiempo se convirtiesen en algo más.)
Elizabeth_Bathory- Esclavo
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Fecha de inscripción : 05/08/2013
19 de agosto. Tras la iglesia.
El lunes no era un día de mucho jaleo en el saloon, así que la tarde estaba tranquila. Minerva estaba tras la barra, con su vestido azul cobalto. Le gustaba ese vestido, porque se ajustaba al talle y la abultada falda hacía un leve fru-frú al caminar. Sirvió un vaso y lo llevó a la única mesa ocupada por los cuatro vejetes tramposos de siempre.
Había sido una mañana larga, al menos para el doctor. Se enteró del suceso de la diligencia, y tuvo que tratar a uno de los guardias que había sufrido de un fortísimo golpe en la cabeza. Tener demasiado trabajo, era bueno porque no te dejaba tiempo para pensar. Pero malo a su vez para su estadio de nerviosismo. Tras salir de la consulta y cerrar la puerta, caminó hacia el saloon con claras intenciones de disfrutar de una buena copa de aguardiente o de whisky. Cualquier cosa que pudiese callar esas voces que desde dentro le recordaban las fatalidades de la guerra. Tras cruzar la calle, caminó por la acera de madera. Llevaba los brazos cruzados en una cómoda postura mientras que miraba a su alrededor. Hacía calor, y eso que pensaban que las temperaturas iban a bajar. Pero en pleno agosto... ni con un monzón se iba a conseguir eso.
Apenas vio abrirse las puertas del saloon, Minerva dirigió hacia ellas su mirada, con la habitual sonrisa con que recibía a los clientes.
-Oh, buenas tardes, doctor. Se le ve agotado. Siéntese. ¿Le pongo una copa? -preguntó, aunque ya estaba sacando un vaso y cogiendo una botella para llenarlo-. ¿Un día duro? Cuénteme, ¿qué ha sido hoy? ¿Lo de la diligencia? -Las noticias volaban y más en Twin Falls-. ¿Qué ha pasado exactamente?
-Señorita Dalton. Es un placer como siempre verla -Sonrio ligeramente mientras que miraba a la mujer. Asintió levemente a sus palabras-. Como me conoce... Doble, por favor -Dijo mientras que se acomodaba un poco contra la barra-. Asi es, lo de la diligencia. He tenido que tratar a uno de los guardias que sufría una conmoción grave. El otro, curiosamente apenas tenía más heridas que algunos raspuñones y desorientación -Alzó levemente los hombros mientras que miraba a la mujer-. No lo se. No han hablado demasiado. Se que han atacado la diligencia y que se han llevado esta por completo. Ya son ganas de robar una diligencia.
Minerva suspiró con resignación.
-Otra semana sin suministros. Y con lo que se bebe en este pueblucho... -deja ante él el vaso, apoyándose en la barra, ligeramente inclinada hacia adelante-. Me alegro de que esos desalmados no hayan dejado a ningún herido grave. Por ellos, y porque así yo disfruto de su compañía un ratito.
-Se costearia tener su propia destileria. Para casos de emergencia.. estaría muy bien. Aunque es una pena también que sea algo muy ilegal -Alzo levemente los hombros-. A mi parecer el licor de garrafón es casi mejor que el otro. Al tener un mayor contenido en alcohol se puede utilizar para muchas cosas. -Sonrio ligeramente mientras que miraba a la joven dama antes de tomar el vaso. Bajo la mirada un instante hacia su escote, pero despues la poso sobre el vaso, que se llevó hacia sus labios para beber-. Agradezco eso, así es. Aunque se toman demasiadas molestias para no herir a nadie. Es demasiado extraño. La gente está loca ultimamente. Como si el calor les hubiese frito alguna que otra neurona.
-Pero me temo que no puedo afrontar el gasto de esos alambiques, doctor. Los precios de las cosas han subido, Tom cada vez necesita más... Imposible. Además, que prefiero que me lo sirvan ya hecho. ¿En serio se toman esas molestias? Yo pensaba que era que habían fallado el tiro. ¿Cree de verdad que eso es lo que intentan? Lo dice como si pensase que pudieran ser buenas personas.
-Hay otras maneras de hacer licor casero. Dijo como si el fuese un experto en eso, o al menos supiese de lo que hablaba. Después movio levemente la mano. Pero no me hagáis caso. No es que entienda demasiado. creo que entiendo más del sabor, que de su complicado proceso de fabricacion. Aunque tambien es cierto que el tenia un alambique para poder hacer sus unguentos y mecicinas, cosas que utilizaba a la hora de curar, y para no tener dependencia con la gran capital -Sonrió levemente antes de alzar los hombros-. Realmente eso es lo que me parece. Es facil disparar.. matar.. llevarse lo que uno quiera... Pero.. ¿Atontar? ¿Acercarse? ¿Atraparlos y emboscarlos? Y dejarlos encima vivos todos... Eso es demasiado raro. Raro, o más propio de un loco.
-¿Usted cree? No lo sé. No me convence. Tal vez sólo sea una maniobra para distraer. Esa gente mató al sheriff y nos ha dejado sin telégrafo. A saber de lo que son capaces... Yo, desde luego, no termino de acostarme tranquila. Y más cuando el hombre de la casa tiene apenas 10 años -Meneó la cabeza.
-Eso es lo que creo. Pero quien sabe, a lo mejor es simplemente una apreciación -Alzo ligeramente los hombros para despues asentir un poco-. Eso me recuerda, señorita Dalton, que tengo ahora después un rato, que podemos aprovechar si quereis para que os pueda ayudar con esas... clases que necesitabais -Sonrio calmadamente mientras que la miraba antes de humedecerse los labios. Se había terminado la copa y ahora su pulso había vuelto a la normalidad. Desvio la mirada después hacia los moradores del saloon para asegurarse de que no tenian curiosos cerca. A fin de cuentas a nadie le interesaba lo que tenian que hacer.
-Oh, eso sería fantástico. Ahora apenas hay gente y Marion y las chicas pueden ocuparse del saloon. Pero... -bajó la mirada, con timidez -real o fingida-. Con el ajetreo de los últimos días y como ahora Tom no tiene clases y necesito estar más pendiente de él, no fui a por un arma a casa de la sra Meier -con casa se refería al negocio-. ¿Tendría algún problema en prestarme la suya?
-Perfecto entonces. Sonrio ligeramente mientras que la miraba para después quedarse pensativo. Supongo que no habrá ningun problema. Pero la idea de hacerlo con vuestra arma.. Era para que os acostumbráseis al peso. Como sabéis cada arma tiene el suyo, y también un retroceso particular. Aun asi, será una clase de introducción, antes de pasar a mayores, por lo que teneis todavia tiempo para conseguir la vuestra. -Hablo de manera confidencial para despues mover algo la mano y rozar su mejilla. Como si simplemente estuviese coqueteando, o al menos eso pareceria si les viesen. Lo hacia por ella, para mantener ese secretismo y evitarle problemas innecesarios.
Minerva sonrió, todavía con la vista baja, aceptando la caricia.
-Gracias por preocuparse tanto por mí, doctor. Intentaré estar a la altura. Y, por favor, no se sienta en ningún momento comprometido. Esto no es ninguna obligación para usted -Levanta la vista y le coge la otra mano, la que tenía en la barra, entre las suyas.
-Para nada, no me deis las gracias. Sois una ciudadana apreciada de la ciudad. Y mi suministradora de bebidas espiritosas favoritas. Odiaria que os ocurriese algo. No daria lugar a ello por ninguno de los motivos. -Dijo mientras que la miraba antes de sonreir ligeramente. Permitio que ella tomase su mano y se llevo la femenina hacia sus labios para posar un dorso sobre esta-. Pues bien. Si teneis tiempo entonces, podemos ir ahora. Salgamos a algun lugar tranquilo, donde podamos disponer de algo de intimidad.. Y campo libre.
-Oh, vaya. ¿Sólo lo odiaría por quedarse sin beber? -Hizo un exagerado mohín de disgusto- Hiere usted mi ego como mujer, doctor -bromeó-. ¿Qué le parece si vamos a las afueras, detrás de la iglesia. No creo que haya mucha gente allí a esta hora y el tejadillo del edificio nos dará algo de sombra. -Salió de detrás de la barra y se detuvo a su lado, dispuesta a cogerse de su brazo, se lo ofreciera o no, y salir del saloon.
-Jajajaja. Sonrio divertido mientras que la miraba. Para nada. Sois una mujer realmente hermosa que volvería loco a cualquier hombre. Os lo aseguro. Pero.. Yo miro más alla que la misma apariencia. De ahí que opine lo que opine de vos, pese a los comentarios que las malas lenguas se encargan de transmitir. Alzo ligeramente los hombros para despues ofrecerle el brazo. Por supuesto, teniamos tambien un paseo pendiente. Será un buen momento para poder disfrutar de el.
-Me encantaría. Ahora que el saloon está tranquilo y Tom entretenido con los libros que le prestó el sr. Atwood, no creo que haya problema alguno en que me ausente un ratito -quién dice ratito, dice un rato largo, por supuesto. Se agarró del brazo del doctor y se dispuso a abandonar el local- ¿Dónde quiere ir?
-Pues creo que podriamos ir donde habíais sugerido. Será un buen lugar donde tener algo de intimidad, y estar alejados de ciertos ojos curiosos. -Sonrio calmadamente mientras que la miraba para despues caminar hacia el exterior del saloon. Una vez que salio se ajusto el sombrero con una de sus manos mientras que a la otra, estaba agarrada la joven señorita Dalton. Sin prisa, empezó a pasear con ella por la acera, buscando la sombra. O mas bien, buscando que a ella no le diese ese sol de justicia.
Cualquiera pensaría que estaban locos aventurándose bajo ese calor, pero Minerva tenía un negocio que atender y, aunque podía ausentarse en determinados momentos, no lo hacía mas que por necesidad. Por eso, los ratos de asueto debían de ser en las horas en las que el negocio flojeaba, como aquellas.
-Me parece perfecto. Pero cuénteme más sobre ese ataque mientras llegamos. Sabe que no me quedo tranquila sabiendo que rondan tan cerca.
-La verdad es que no debería de ser algo en lo que ocupáseis vuestra cabecita. No os puedo contar más de lo que os he contado, porque no se nada. Espero poder ver al Sheriff y que me cuente algo. Porque la gente está bastante nerviosa. Primero el asalto al banco por parte de los indios. Despues el ataque a las granjas de las afueras.. el telégrafo, ahora la diligencia. A este ritmo vamos a terminar por no poder salir a la calle. -Emitió un ligero rebufo. Después miro de soslayo a la dama-. Disculpad, supuestamente debería de tranquilizaros, en lugar de asustaros. Supongo que a veces mi sinceridad termina por poderme.
Ella sonrió, nerviosa.
-No se preocupe, si sólo ha puesto en palabras lo que muchos pensamos, doctor. Tenemos a un nuevo sheriff y a un oficial del ejército y todavía no han logrado una pista sobre esos desalmados. -Siente un escalofrío, que hace que apriete un poco el brazo del galeno entre los suyos- ¿Ve? Sólo de pensarlo se me pone la piel de gallina -levanta un brazo delante e él, para que vea, que efectivamente, se le ha erizado.
-Vaya. Lo siento entonces. Supongo que es lo malo de ser tan sincero. -Dijo mientras que rozaba un poco el brazo de ella, como si buscase de esa manera relajar algo su piel. Tras ese gesto continuo caminando lentamente antes de sonreir. Ambos se alejaron del saloon, caminando ahora por la calle, y tomando el sendero que les conducia hacia la iglesia-. Bueno, espero que me tengais tambien algo de paciencia. No he enseñado a nadie en mucho tiempo.
-Es usted el que tendrá que tenerme paciencia, soy una alumna terrible. Espero no provocar ningún accidente, aunque reconozco que el hecho de ir con usted me tranquiliza mucho. Si ocurre algo, tendré un médico cerca.
-Siempre y cuando no dispare al médico. Por si acaso me pondré detrás de usted. Prefiero tener una buena vista, que no ofreceros un buen blanco. -Bromeaba claramente mientras que la miraba de soslayo antes de sonreir un poco. Seguia cobijandose bajo el sombrero, a quien tenia que agradecer que ese sol de justicia no incidiese sobre el. Una vez que llegaron a la iglesia, caminó hacia la parte de atrás, donde había una especie de campo. La sombra misma que proporcionaba la iglesia lo convertia en el lugar ideal.
Al detenerse, se separó unos pasos del doctor, sin perder esa leve sonrisa en sus labios.
-Espero que el Padre Callahan no se altere demasiado por los disparos, tal vez debimos advertirle que estaríamos aquí cerca para que no salga como alma que lleva el diablo al escucharnos. Bien, doctor, ¿cuál es la primera lección?
-Eso creo yo. Pero ahora mismo no está el padre Cahallan en la iglesia. Le vi salir cuando iba hacia el saloon. Podemos aprovechar éste momento, aunque si escuchamos que alguien viene corriendo, tendremos que decir que simplemente era una travesura. -Sonrio ligeramente para despues desenfundar su arma. Lo primero que hizo el, fué girar el tambor y sacar las balas, quedándose con estas en la mano. Cerró el tambor y le tendió el arma-. La primera leccion es acostumbrarse al peso del arma. Una de las lecciones más dificiles.
-Ya estamos un poco mayores para hacer travesuras de este tipo, doctor. -Minerva la cogió con cierto recelo. La sopesó en la palma de su mano, subiéndola y bajándola ligeramente- ¿Qué tan importante es el peso? ¿No se supone que lo importante es la puntería?
-La punteria es importante, pero no lo es todo. El peso es muy importante. Cada arma, tiene el suyo propio. Y este peso influye en el retroceso. De nada, te serviria tener una buena punteria, si apenas disparases el retroceso te hiciese daño en el brazo, hombro, o incluso cara. -Dijo mientras que la miraba-. Por eso, siempre es bueno fortalecerse un poco. Tienes que tener en cuenta que has de levantar el arma, poner el brazo en un angulo de 45º y entonces apuntar.
Minerva intentó hacer lo que le decía, guiándose por lo que recordaba haber visto hacer a algunos hombres, incluido su marido.
-¿Así? -Levantó el arma hasta tenerla delante de la cara, con la derecha en el gatillo y la izquierda debajo. Si disparase en ese momento se daría a sí misma un buen golpe.
-No. Si asi disparases el retroceso del arma te daria con esta en la cara. -Se movio para ponerse a su espalda-. Permiteme. -Poso su mano sobre la suya mientras que estaba a su espalda, dejando que ella se apoyase sobre su pecho. Empezo a moverla, para ponerle en la postura correcta que deberia de tomar-. Asi, esta seria la correcta postura. No tengas en tension el brazo. Relajalo un poco. Tan solo siente el arma. Has de sujetarla, eso es todo.
Minerva movió la cabeza, rozando al hacerlo el rostro del médico con el pelo. Se dejó mover hasta tener lo que supuestamente era la postura idónea.
-Es bastante más sencillo decirlo que hacerlo, doctor. Ahora estamos aquí, solos, usted y yo. Pero dudo que lograse acordarme de esto ante uno de esos forajidos.
-No queráis correr antes de caminar señorita Dalton. Primero tenéis que acostumbraros al peso. A los gestos. Después se irá convirtiendo en algo mucho más natural. ¿Sabéis como empiezan a aprender los niños? Utilizando tirachinas. Aprenden equilibrio, puntería, y sobre todo, a saber seguir al blanco. Ya que.. en alguien de nuestra edad quedaría tremendamente raro, toca utilizar otros métodos.
-¿Y usted como sabe tanto de armas? Creía que su trabajo era curar las heridas, no hacerlas, doctor. Aunque no le negaré que el hecho de que sepa defenderse me hace sentirme mucho más segura a su lado. Imagine por un momento que aparecen esos sinvergüenzas... ¿qué sería de mí sin usted aquí?
-Se de armas, otra cosa es que tenga buena puntería con ellas. Hoy en dia es necesario llevar un arma. Me enseñaron a utilizarla en el ejército, durante la guerra. Y en Londres me instruyeron en lo básico. -Dijo mientras que seguia ayudandola a que tomase esa correcta postura. Rozaba su brazo y su cadera, para guiarla en como se debía de poner-. Se que el arma pesa, pero es ese mismo peso el que tienes que usar para controlarla.
Minerva se dejó caer, quizás un poco más de lo necesario, contra el pecho del médico.
-Es usted una caja de sorpresas, doctor. Me sorprende que haya habido una mujer en todo Twin Falls que no haya conseguido echarle el lazo -coloca su brazo pegado al de Caleb, metiendo la mano en el hueco de la suya-. ¿Así mejor?
-Jajaja. Creo que eso es, señorita Dalton, porque las mujeres me causan demasiado respeto como para atreverme a algo más con ellas. -Sonrio de manera divertida mientras que seguia guiandola. Asintio ligeramente a sus palabras-. Asi mejor. Has de saber que cuando apuntes, tienes que hacerlo mirando y tomando esta rendijita que está en el cañon, y hacerlo siempre un poco por encima de donde de verdad apuntes.
-Oh, vamos, doctor -bajó el arma y le encaró, con un claro gesto de incredulidad. Hasta se puso las manos en la cintura-. ¿De verdad pretende que me crea que usted no es un rompecorazónes? -Levantó una mano para delinearle la mandíbula y cogerle levemente el mentón-. Mientes muy mal -no le molestaba que le tutease, así que comenzó a hacerlo ella también.
-¡Jajaja! El hombre se rió de manera generosa para después negar un poco. Pues no se donde ves que sea un rompecorazones. Supongo que cada cual es como es. -Sonrio mientras que le miraba a los ojos para mover él la mano masculina y posarla sobre el cuello femenino, dejando un suave roce sobre su piel. Tras esa suave caricia se separó un poco para proseguir con la clase.
Minerva meneó la cabeza con una sonrisa.
-Anda, anda. Eres más de lo que dices ser. Seguro que si sigo tu estela me encuentro una ristra de mujeres llorosas y suspirantes -volvió a darle la espalda para levantar el arma-. Vale. La levanto, miro. ¿Y ahora ya aprieto el gatillo?
-Asi es, ahora tendrias que apretar el gatillo. Se que es algo tedioso al principio. Sobre todo porque tienes que acostumbrarte al peso, al giro, y también a como funciona el arma. Pero después las cosas aldrán naturales. -Sonrio ligeramente mientras que rozaba la cadera femenina al estar el a su espalda. Rozaba la misma, quizas advirtiendo sus curvas de mujer.
--Si tú lo dices... -se encogió levemente de hombros-. Parece que no pesa nada, pero al llevar un rato con ella alzada, se nota mucho el peso. ¿Ves como tengo razón cuando digo que soy una mujer débil e indefensa? ¿Qué va a ser de Tom y de mí si esos bandidos atacan el saloon? Es que ni siquiera hay una sospecha sobre de quién puede tratarse.
-Desgraciadamente todo es acostumbrarse. -Sonrio calmadamente para despues reirse un poco-. Eres una mujer debil e indefensa, pero tienes tus propios encantos. Nunca te subestimes. -Se acerco para tomar la mano femenina en la que sostenia el arma y darle un suave roce-. Creo que estos ejercicios vas a tener que repetirlos. Simplemente apuntar. Nada más. Hará que te acostumbres y que sea algo más natural.
-No me subestimo, doctor, pero esta claro que mis encantos no se centran en el manejo de armas. Tal vez en el manejo de borrachos -rió alegremente, como si la comparación le resultase divertida o fuese un chiste que sólo ella entendiese-. Tal vez deberíamos volver ya -bajó la mano, arrastrando con ella la del médico-, no me gusta dejar demasiado tiempo el saloon solo. Y mucho menos cuando Tom está allí.
-Jajaja. Sonrio ligeramente mientras que la miraba para después asentir un poco. Lo comprendo. Ya te he secuestrado quizás demasiado, aunque disfruto enormemente de tu compañia. Cuando te compres el arma, ven a verme, para que podamos seguir con las clases. Te intentaré ayudar todo lo que pueda. -Se llevo la mano femenina a los labios para posar un beso en el dorso de esta-. Y que la encantadora dama indefensa, sepa defenderse y sacar las uñas.
-Así lo haré. Gracias por la primera lección. Y, sobre todo, por tu agradable compañía -aprovechando la cercanía que le proporcionaba el gesto de Caleb, se atrevió a dejar un beso en su mejilla. Apenas un leve roce de los labios-. Volvamos al saloon. Empiezo a tener demasiado calor.
Caleb sonrió ligeramente ante ese roce en la mejilla que ella le entregó. Asintió de nuevo.
-Desgraciadamente hace un sol de justicia. Estaría bien descansar un poco. -Movió un poco la mano para recuperar el arma y enfundarla de nuevo empezando a caminar con ella tras ofrecerle un poco el brazo. La miro de soslayo algo-. Y de nuevo, puedes estar tranquila. No va a ocurrir nada en la ciudad. La gente necesita tener estabilidad y tu, una persona fuerte, ayudar a ella.
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Fecha de inscripción : 06/06/2010
Tarde-noche del 20
(El trabajo en el colmado era justamente lo que necesitaba Ruby Atwood para recuperar las energías y el entusiasmo por la vida pueblerina a la que se había desacostumbrado durante esos cinco años que pasó de un lado a otro. Se sentía cómoda y apreciada, aunque no todas las mujeres locales la habían recibido con los brazos abiertos por culpa de ese desparpajo natural que la hacía parecer algo insolente. Ella lo definía más bien como una sinceridad aplastante, aunque aceptaba las críticas. A Ruby le gustaba que hablaran de ella incluso si era para decir algo malo: si alguien se tomaba el trabajo de tenerla en mente es que estaba haciendo las cosas bien. La dueña del colmado la valoraba bastante y estaba tan contenta con su actitud que decididamente le permitiría quedarse en la tienda como una empleada más. A última hora, su hermanito Jon se pasó para hacerle un encargo muy sospechoso que despertó las risitas burlonas de Ruby. A menos que Evelyn_G_Meier comprara algo, todo indicaba que el telegrafista iba a ser el último cliente de la tarde. Faltaba poco para cerrar. Jon se mostraba tenso delante de Evelyn y era incapaz de hablar sin tartamudear con su propia hermana. Quería pedirle, discretamente, que mañana apartara para él una cesta con algunos comestibles, pues pretendía llevar a la maestra a merendar cerca del lago.) ¿Y todo esto te lo vas a comer tú solito, Jooon? (Le preguntaba Ruby con una sonrisita maliciosa.)
En los estantes había un espacio para todo, a un lado jabones, perfumes, cintas y frutas, cestas y medias, un montón de espacio que a día de hoy quedaba vacio, sin ocupar esperando de una diligencia que no llegaría cargada. Evelyn quería algo entre el segundo y el tercer estante, decidió mostrarse algo ocupada para entregarle al señor Atwood algo de intimidad, pero ese algo era sumamente laxo, pues se giró hacia Ruby buscando su mirada y en una sonrisa íntima, intercambiaron impresiones. Evelyn no mermó sus intenciones, dirigidas , expresamente a incomodar al señor Atwood, su simple presencia, a su espalda, meciendose de un lado a otro, demasiado cerca como para que sus palabras escaparan a sus oidos atentos y, demasiado lejos como para poder ser amonestarla. Se acercó y quedó a un lado del mostrador, ante ella habia una cajita, dentro de esta una pipa de fumar. Se estaba alargando demasiado la impertinente presencia de Jon, y ella tenía planes para con Ruby, tenía mucho que decir y otro tanto que escuchar, pues en aquellas conversaciones tanto peso tenian las novedades, las alusiones y las opiniones . Los dedos tamborilearon sobre el mostrador, ayudando en poco o en nada al telegrafista.
(Jon detestó que Ruby siguiera tratándolo como cuando era un crío; resultaba humillante que mantuviera esa actitud cuando se había puesto a prueba quién de los dos era el más maduro, responsable y comprometido. Pero lo que más le molestaba, sin embargo, es que lo hiciera delante de la señora Meier. Ya había bastante tensión entre ellos dos como para estirarla aún más. Si aquello estaba en el colmado a Ruby no le gustaría, así que más le valía tragarse esa sonrisa de pazguata que ponía. Respondió de manera tajante, seca y un poco enfadado, lo que, por supuesto, avivó aún más las burlas veladas de Ruby. Jon miró a Evelyn_G_Meier un momento y después se despidió de las dos mujeres para marcharse del colmado. Si había que llevar algo a casa, Ruby lo haría después.) Oh, Cielos, ¿lo ves? Es como un niño pequeño... Se pica enseguida. (Ruby se fijó en la pipa y miró divertida a su amiga.) ¿Ahora fumas? ¿No es mejor masticar el tabaco? O meterlo por la nariz, como hacían antes... (Sugiere tontamente.) ¿O es que hay algún hombre que fume? (Estando solas, se podían permitir la familiaridad. Ruby era directa.)
Evelyn permaneció con la espalda erguida, las manos sobre el mostrador y la sonrisa indiscreta adornando sus labios, le siguió con la mirada en su marcha, tanto como su campo de visión se lo permitió, sin llegar, en ningún momento a girarse de espaldas, cuando la campanilla de la puerta confirmó la marcha se inclinó sobre el mostrador, flexionando los brazos, para acercarse en confidencia con Ruby. - Es una mujer ... apostaría ... y en ello me arriesgo y digo que no es del salón... - Elevó una mano y creó la forma de una pistola, con los dedos flexionados, el pulgar extendido al tiempo que el índice señalaba a Ruby . Su amiga tenía que confirmar la sospecha, si no hoy mañana, pero era tema que podia postergarse, al menos un par de días. - No, no es una pipa para mi, sabes que detesto el tabaco, lo encuentro sumamente incómodo, sea el modo que sea con el que se administre, no ... esto es para ... - se incorporó y detuvo, por un instante meditabundo, su disertación. - bueno... es para Vinicio Montanari... me siento sumamente culpable por su...- se suave - ... genio. Creo que no encontré las palabras adecuadas...y encima - se llevó la mano al rostro sumamente avergonzada ante el recuerdo. Habló tras aquella barricada cargada de dedos. - le sacudí un bofetón... casi se me durmieron los dedos del golpe. Aquella misma mano se separó de ante su rostro y quedó exponiendo la palma hacia su amiga. - ¿Qué se lo mereciera ? Si. ¿Qué pueda excusarme? Lo dudo. - suspiró sonoramente, viró el rostro hacia los estantes demasiado vacios del colmado y entornó los ojos. La pupila pasó por los objetos y cayó sobre Ruby. - Quiero que le conozcas .- aderezó su invitación con una amplia sonrisa cargada de una confianza afable.
(Por supuesto que tenía que ser una mujer, eso quedaba fuera de dudas, ¡y desde luego una que no trabajara en el saloon! Su hermano no era esa clase de hombre. De hecho, no sabía en qué tipo encasillarlo, pero había un saco especial para los raros que le venía al pelo. Cabía la posibilidad de que esa misteriosa mujer lo enderezara y le pusiera los pies en la tierra, aunque la pobre tenía mucho trabajo por delante.) Perdona, ¿cómo dices...? ¿Un bofetón? (Ruby se cubrió la boca con la mano para no reírse, aunque fue un gesto muy poco efectivo porque apenas pudo contenerse. Conocía el carácter de Evelyn_G_Meier y bastante bien, además, pero aquello sonaba como una exageración estratosférica que le sacudía el cuerpo por dentro de la risa que le daba.) Claro que tengo que conocer a ese pobre diablo, Ev, ¡tengo que verle la cara! (Ignoraba, por suerte para ambas, qué clase de maquiavélico plan* *había orquestado su amiga.) Ay, ay... (Ruby se seguía riendo terriblemente divertida por la imagen que la narración proyectó.) Mejor llévale agua fría para ponerle en la cara o cualquier otro remedio, siendo tú... Se la habrás partido en mil pedazos. ¿Pero qué pasó? (Una desagradable idea cruzó por su mente y se asustó.) No intentó propasarse contigo, ¿verdad? Porque entonces se va a llevar algo más que un bofetón.
En el rostro de Evelyn una ceja se arqueó, la derecha exactamente. Más pronto que tarde negó con la cabeza y descartó algo así. - No, no ... por Dios ... - la mano izquierda quedaba sobre el vértice de la camisa, cerrado por un chaleco negro y, entre ambas telas, los dedos jugaron con una pequeña cruz de oro. - Mi enfado viene, ya de paso, por otro. ¿Te acuerdas que Setanta se vendió por un poco de tabaco? Pues su precio ha ascendido, ahora para terminar de arreglar el tejado quiere que le arregle un arma.- se contuvo y no dió detalle técnicos, pero saberlos, los sabía. - le de el tabaco y le pague 45 dólares en oro... ¡En oro! - Elevó ambas manos y negó con la cabeza. - Fuí al banco a pedir el dinero, compraría el oro con él... pero...- Ladeó las caderas, apoyando el peso del cuerpo más sobre un pie que sobre el otro, cruzó los brazos ante el chaleco y disertó con los ojos cerrados - ... el señor Montanari es un hombre sumamente dificil de ... - ¿Soportar, insultar, agredir? - negociar . Si, negociar. - apretó los labios y abrió los ojos. - De ahí esa pipa, vi como se le caía una hecha pedazos, sintiéndome responsable no pretendo dejar deuda sin pagar. Esta me ha gustado ... pero ¿Tienes otras ?
¿45 dólares en oro por repararte el tejado más el tabaco y el arreglo? Creo que ese hombre te está estafando, Evelyn... (Por poco no añade que ha conocido hombres que hacían todo tipo de trabajos por mucho menos que esos 45 dólares en oro.) ¿Y no puedes pagarle tú y que él se busque las habicuelas para cambiarlo? Menudo espabilado. (Dijo con desgana y enfado por la actitud de aquel tipo que, aunque no lo conocía más que de oídas, tenía con su amiga. Ruby estaba más o menos tranquila porque se imaginaba que si ese tal "Vinicio" tuviera las manos largas, no habría dicho que le gustaría presentárselo.) Eres demasiado buena, Ev, con los dos. (Ruby se agachó tras el mostrador, pero no había nada allí que pudiera satisfacer a Evelyn, así que le pidió un momento para ir al almacén donde encontró algunos modelos diferentes. Los sacó todos para que su amiga pudiera decidir cuál pegaba más con el estilo del banquero.) Mmh... Me parece elegante la de manzana y la curva, incluso le doy un pase a la billiard, pero tú le has abofeteado, así que lo conoces mejor que yo. (Ofreció con una sonrisita socarrona que empezaba a indicar algo más.)
Inclinó la cabeza hacia abajo, tasó el resto de pipas mientras, pensativa, tamborileaba con los dedos sobre el mostrador, parecía estar recordando con el movimiento de los dedos alguna pieza musical de piano. Alzó la mano y pensó que otra sería mas apropiada, pero el gesto se tornó una mera intención de elección y, en esas se encontraba cuando escuchó el comentario, alzó los ojos con una mirada lacónica al tiempo que con ella pedía cierta clemencia. - Esta. Encontrar una pipa cargada de caracter ... te aseguro que me sería imposible de encontrar y más porque tendría que tener el tamaño de la Iglesía. Jajajajaja. - fue rotunda y sorpresiva - He quedado para tomar una copa con él. - habia inclinado la cabeza y buscaba en su pequeño bolso con qué pagar a Ruby. Elevó la mirada y estudió su reacción. - Uhmmmm me invitó a ella en el mismo banco, con las puertas cerradas ... me resultó demasiado ... ,bueno,... demasiado... algo. - Todo - - Tiene dos pequeños, de alrededor de 10 años ... - comenzó a dar datos, y estudiar a Ruby, esperanzada de que su investigación no resultara demasiado evidente .
(Ruby apartó la pipa que había elegido. Le gustaba el modelo, pues tenía una cazoleta muy elegante que probablemente casaba con un hombre de nombre como aquél, "Vinicio". Era la primera vez que lo oía, pero sabía que era italiano. La envolvió en papel y preparó un lazo mientras escuchaba a Evelyn_G_Meier. Le alegraba mucho que por fin se decidiera a abandonar su condición de viuda y a intentar, poco a poco, regresar a la vida. Aún era joven y conservaba una belleza muy agradable a la vista. Le perdía un poco el carácter, eso sí, y a los hombres ese detalles solía ponerles nervioso, pero si después de una bofetada el tal Vini aún quería invitarla a tomar una copa es que le gustaba.) Oh, mira... Compañeros de juegos para Sophía. Eso le viene genial, ¿no? Yo me lo pasaba muy bien con Jon y mis otros hermanos. (Guardó las otras pipas en el mostrador por si tenía que volver a exhibirlas.) Y, bueno, séme sincera, ¿qué te parece él? ¿Te es... placentera su compañía? (Eligió la palabra a propósito y la mirada cargada de travesura que le lanzaba a Evelyn_G_Meier lo resaltaba.)
La nariz de Evelyn se fue contrayendo poco a poco, tan lentamente que no se dió cuenta en qué momento esta se había replegado. Hasta el momento su intención había sido vincular al banquero con ella , con Ruby por lo que aquella pregunta la dejó completamente desconcertada. - Oh! Es un asno pretencioso! un hurón de mal carácter, colérico, intimidatorio , bravucón y petulante, mal encarado y hablado! - había elevado demasiado la voz sus mejillas se habían encendido y la respiración casi se le entrecortó porque aquel compendio de virtudes emergió de sus labios sin atadura ninguna, sin protocola, casi con el mismo nervio con el que entró en el despacho del banquero. Una mano se posó sobre el pecho y trató de apaciguarse con algunos pequeños golpecitos. - Pero, a pesar de todo ... no se, he de decir en su favor que me es de agrado un hombre de carácter, aunque se torne en deseos de arrancarle la piel a tira al poco de sentir su presencia, es ... uff... extraño. ¿Quieres tomar una taza de té?
(Salió de casa, apresurándose para ir al colmado antes de que cerrasen, pues necesitaba comprar algunas cosas. Habría querido hacerlo antes, pero la mañana en casa del señor Atwood se había alargado y por la tarde había tenido que dedicarse a otros quehaceres. Había oído que la hermana de Jon trabajaba ahora ahí, pero todavía no había tenido oportunidad de presentarse como es debido. En pocos minutos se encontraba abriendo la puerta de la tienda y atravesándola. Miró a las dos mujeres y les sonrió con amabilidad.) Buenas tardes, señoras. ¿La tienda sigue abierta? Me temo que se me ha hecho un poco tarde.
Jack_ODonell llegó tarde a esa población y estaba claro que andaba cansado. Tanto él como su caballo, la verdad. Lo de no conocerse el territorio era un impedimento que permitía que diera rodeos inútiles o hacía que tuviera que dormir al raso más de una noche. No es que le importase mucho, pero siempre apetecía tener un techo cuando cada dos por tres tienes las estrellas. Y su caballo parecía pensar lo mismo, porqué no es que tuviera muchas ganas de correr. Pero lo que le había ninguneado más es que durante el camino se hubiera quedado sin tabaco, cosa que le hizo refunfuñar en algún punto perdido de aquellas tierras baldías, deseando dar con algo de civilización. La felicidad fué plena cuando encontró aquella tienda, y encima aún abierta. Paró el caballo en la entrada, dejándolo en el * poste y desmontó. Por supuesto antes de entrar se sacudió un poco el polvo acumulado en su poncho y en sus vaqueros y, finalmente, caminó hacia la puerta. Se pudo escuchar como iba acercándose antes siquiera de que tocase el pono, pues sus estribos realizaban un característico sonido metálico al caminar. Cuando entró pudo verse la figura de un hombre de altura media y viéndose corpulento por la anchura de sus hombros. Portaba un sombrero de vaquero que inclinó un poco al ver en el establecimiento a tres señoritas. Sus ojos eran de un castaño intenso, y su rostro endurecido por a saber qué vivencias transcurridas en sus idas y venidas. Se notaba que no había tocado ningún pueblo al menos desde hacía un par de días, pues su mentón estaba barbilampiño y la tez bronceada. El poncho no dejaba ver como vestía en el torso pero si que se podía vislumbrar que portaba un par de pistolas. También remarcaba una cicatriz en el cuello. - Buenas noches, señoritas... Se que no son horas de ir a comprar, pero agradecería una petaca de tabaco, de poder ser. -comentó, buscando con la mirada la que pudiera ser la dueña o dependienta del lugar. Su voz resonaba con fortaleza aunque con característica cortesía poco propia de aquellas tierras.
(Ruby volvió a reírse de una manera muy poco discreta.) ¿No te das cuenta de la pasión que te hace sudar ese hombre? Yo creo que lo vuestro es intenso. Es una de esas historias de amor donde al principio los protagonistas se llevan a rabiar, ya sabes. (Lo decía en broma, pero también había una parte de verdad y el argumento principal para Ruby era, precisamente, ese ánimo exacerbado al hablar sobre Vini.) Yo me pondría bien mona para esa esa noche... Pero no le dejaría tocar nada y le pondría los dientes largos. (Ruby le guiñó un ojo junto a una sonrisa coqueta, pero se calló cuando vio que alguien entraba. Era una chica, la maestra probablemente, ya que no la conocía y se ajustaba a la descripción que le habían dado de ella. Antes de poder contestarle siquiera, una segunda presencia se derramó en el local. A ésta le prestó más atención porque se trataba de un hombre. a pesar de que se había prometido mantenerse alejada de ellos, no pudo evitar echarle un extenso vistazo para evaluar que, aunque no le resultaba demasiado atractivo, tenía un toque.) Bueno, si aún está abierta... se puede comprar. (Le dijo a Liberty_Williams con una sonrisa menos radiante que la que le dirigió a Jack_ODonell, aunque tenía malas noticias para él.) Se nos ha acabado el tabaco y no sabemos cuándo podremos reponernos, pero tenemos… otras cosas en la tienda que tal vez le interesen, "forastero". (Dejó caer las pestañas con teatralidad. Aunque, por desgracia, tenía que atender primero al maestrilla.) ¿En qué la puedo ayudar? (Le hizo un gesto a Evelyn_G_Meier indicándole que en unos momentos volvería a ser toda suya y se tomarían ese té.)
La palma de la mano de Evelyn golpeó el mostrador para hacerla callar, apretaba los dientes y elevaba los labios mostrándolos, con la cabeza negó acabando de enfatizar su enfado, pero este se disolvió como humo en demasiado aire y más cuando reconoció a Liberty_Williams, la maestra, entrar por la puerta, una sonrisa jocosa se extendió en su rostro . Se hizo a un lado, claro está, deslizando la pipa por el mostrador, demasiado bien empaquetada, cuando sus dedos empezaron a jugar con el lazo. La campanilla de la tienda sonó de nuevo, dejando entrar a Jack_ODonell, esa si era una cara nueva, y había que reconocer que en el pueblo no habían muchas, la última fue aquel escritor, Anker Hallstrom a quien suponía ya lejos de allí, el pueblo no tenía demasiado y por el contrario, gozaba de carencias. - Buenas noches señorita Williams - inclinó la cabeza y al elevarla , repitió el gesto ante el desconocido. - Buenas noches .
(Cuando se disponía a tender el papel con el pedido hacia Ruby, la maestra se volvió hacia el recién llegado, examinándolo disimuladamente. Estaba claro que no era del pueblo y que llegaba de hacer un viaje, pues estaba cubierto de polvo.) Buenas noches. (Musitó en voz tan baja que apenas se la pudo oir a un metro de distancia. Acto seguido, se giró de nuevo hacia Ruby, tendiéndole el pequeño papel que contenía su lista de la compra.) ¿Cree que tendrán todas estas cosas? Creo que las diligencias todavía no funcionan con normalidad.
Jack_ODonell escuchó atentamente aquella negativa sobre el tabaco. Sobre aquella rareza de que en una tienda de ahí no pudieran llegar a tener tabaco. O quizá lo veía mucho más caótico al tener en cuenta que había ido a buscar civilización con algo más de ahínco justamente porqué se le había terminado el tabaco. Y claro, el tabaco no es algo que se pueda cazar. Recolectar si, pero no estaba él para cultivar tabaco.- Oh, maldita sea! ¿No hay tabaco?- chasqueó la lengua y bufó, poniendo los brazos en jarras. Ahora si se pudo ver mejor su torso, de aspecto atlético, vistiendo una camisa de color rojo oscuro. Claramente se vieron sus cartucheras con las pistolas y un largo cuchillo Bowie. El gesto de protesta hizo que alzara un poco la cabeza y que la cicatriz del cuello se viera algo más. - En fin, supongo que tendré que esperar a mañana. Aunque tengo alguna que otra cosa para pedir pero esperaré a la señorita.- comentó, refiriéndose a Liberty, la cual había visto que estaba ya pidiendo. No es propio de un caballero el imponerse de este modo, pero es que mi caballo me daba prisa. Se disculpó de forma ciertamente graciosa, usando un sentido del humor agradable, incluso rústico, hacia Liberty.
(Ruby se rió exageradamente con la broma del señor O'Donell, aunque sabía que el comentario no había sido ni tan bueno ni tan gracioso.) Ay, me encantan los caballos... Cuando ahorre lo suficiente, tal vez me compre uno. (Le sonrió al hombre, luego miró a Evelyn_G_Meier con cierto reparo por su actitud, se encogió de hombros como diciéndole que no podía evitarlo y cogió el papel de la señorita Williams. Sabía leer, pero no se le daba muy bien y lo hizo con lentitud. Algunas de las cosas no las tenían a causa de, como bien había dicho ella, los malos servicios de las diligencias. La última, al parecer, fue atacada por los forajidos. Ya les valía. Que se dedicaran a matar indios, no a hacer peligrar su comercio.) Voy a buscarle las cosas... Déme un minuto. (Cogió una cesta de mimbre y se colocó al lado de Evelyn_G_Meier.) Pero mírala, ya está coqueteando con el forastero. Vaya. Por cierto, querida, ¿por qué no te adelantas y me paso yo ahora por tu casa a por ese té? No quiero que esperes mucho... porque presiento que esto va a tardar un poco. (Le sugirió a Evelyn. Ruby trató de sustituir los productos que necesitaba Liberty_Williams por otros y hacerle recomendaciones que pudieran acabar en compra.)
Tarde calurosa. Realmente calurosa. Aunque lo eran todos los días de ese infernal y constante verano. En esos días era cuando echaba de menos la temperatura de la campiña inglesa, su constante niebla y frescor. Para colmo el calor era un calor seco, que se pegaba al cuerpo de una manera indecible. Había estado en la parte de atrás de su consulta, atendiendo a su caballo. No sabía como, se había hecho daño en la pata. Se agarró a lo lógico: alguna alimaña que se habría colado en su cercado e intentó alejarla a base de claras amenazas. Una acción que ahora había tenido que hacer que, una vez más, tuviese que pedir algún favor para poder desplazarse. Cada día. Una aventura. Tras rodear la casa caminó por la acera de madera con cierto aire cansado y ausente. Dió un suave golpecito al ala del sombrero para que se levantase, y de ese modo pudiese ver algo más. El calor y el trabajo habían hecho que su piel se perlase directamente por gotitas de sudor que ahora se deslizaban por su frente. Mientras caminaba, iba pasándose un trapo por las manos, las cuales se limpiaba de manera concienzuda y meticulosa. Paño que tenía un cierto y particular aroma a alcohol. Cruzó al final la calle y se dirigió hacia el colmado. La iluminación del interior hacía entrever que no había cerrado todavía, algo que agradecía. Tras cruzar la calle y acercarse a la puerta, empujó levemente la misma para adentrarse en el interior. Buenas noches. Dijo con un cierto tono de voz neutro, enganchándose después el trapo del cinturón, para que no le molestase ni rozase demasiado su ropa.
Evelyn adoptó una postura protocolaria, entrelazó los dedos , flexionó los brazos y apoyó las muñecas contra el vientre, pero los ojos adoptaron una tasación que, a fuerza de insistencia en su trabajo, resultaba innata, apreció las armas que el extranjero llevaba entorno a las caderas, estudiándolas. Las palabras de Ruby le despertaron del letargo del estudio, mejor, tampoco deseaba que su mirada fuera indiscreta. Le palmeó el antebrazo confirmando sus palabras, declarando abiertamente en una sencilla confidencialidad su conformidad, pero al mismo tiempo pidiéndole calma desde aquel ángulo objetivo. Liberty Williams parecía una mujer sencilla. Ruby Atwood, en cambio, podía ser tan complicada como la situación más adversa. Y saldría de ella. - Cierto... me marcho con ... - alzó la pipa envuelta pero detuvo las palabras cuando le entregó un par de besos por despedida. Se giró hacia la maestra e inclinó la cabeza - Buenas noches querida. - se giró hacia Jack_ODonell - Buenas noches - y caminó hacia la puerta , pensativa, para acabar tropezando con Caleb_McDougal , elevó la mano e impidió que el sombrero cayera por su espalda asiéndolo por la coronilla. - Auch! ... oh...ah...buenas...- le hubiera preguntado sobr sus enfermos, sobre aquella cura y si fue efectiva la pólvora y la sal, pero no era lugar ni momento. - Buenas noches doctor. - asintió, y se recolocó la prenda, sonrió y esquivó a Caleb_McDougal para salir por la puerta .
(Inclinó ligeramente la cabeza hacia Evelyn cuando se fue.) Buenas noches, señora Meier. (Después, sonrió con educación a la broma del forastero aunque, desde luego, ni con la mitad de intensidad que la señorita Atwood. Asintió a las recomendaciones de Ruby y le tendió unas monedas para pagar la compra.) Usted... es la hermana del señor Atwood, ¿verdad? Me comentó que había regresado al pueblo no hace mucho. (Le dedicó una sonrisa afable, quería ganarse su amistad ahora que ella y Jon habían acordado comenzar a verse más a menudo.)
Jack_ODonell se decidió por esperar, como hombre caballeroso que pudiera ser, que no por llevar un poncho polvoriento se podían gastar menos de esas cosas. Se mantuvo en un lugar discreto del lugar, sin dar la sensación de querer inmiscuirse en las conversaciones de aquellas señoritas que, al parecer, se conocían bastante bien. Gente del pueblo, al fin y al cabo. Vió entrar a Caleb, al cual saludó con una inclinación de su sombrero, y al poco, se despidió de Evelyn. Vaya con Dios, señorita. una forma bastante curiosa de despedida. No es algo que se soliera escuchar. Por ahí, claro. Tras ver que ya iba terminando con las compras de Liberty, decidió dirigirse, por fin. -Si la señorita ya está atendida, a ver si puede ponerme una bolsa de avena. Mi caballo seguro que se lo agradece.- Y tras eso, añadió algo más. -Ah, bueno... y si tiene algunos tacos para cartuchos también se lo agradecería.-Eso daba a ver que las armas que llevaba no eran de adorno. Las había usado, y necesitaba recargas para la munición. Al cabo de poco, espetó una pregunta al gentío. -También agradecería si alguien podría decirme donde pasar la noche por aquí. No me apetece estar otro día al raso.
(Al escuchar que otro cliente más se había aventurado a hacer una compra de última hora, Ruby casi soltó una blasfemia, pero como había una señorita delante, la Williams, se abstuvo de hacerlo. Tampoco quedaría muy femenino y no quería darle la impresión a Jack_ODonell de que era una marimacho.) Oh, sí... Soy su hermana. ¿Usted le conoce? (Su rostro pasó de ser un pelín huraño a amistoso y todo porque tenía una corazonada, aunque no la exteriorizó. Guardó el dinero. Era la primera persona que le daba la cantidad exacta y eso sumó puntos a favor de Liberty_Williams, pues los números tampoco se le daban tan bien como había hecho creer a su jefa y tenía pavor a entregar el cambio mal.) Un momento, que le pongo al caballero la avena para su caballo... ¿He dicho ya que me encantan los caballos? (Volvió a reírse como si eso tuviera gracia. Le explicó a Jack_ODonell rápidamente que la munición la encontraría en la armería mañana, porque ahora estaba cerrada, y que podía quedarse a dormir en el saloon, o eso tenía entendido.) Señor McDougal. (Le hizo un gesto con la mano.) Dígame qué necesita. (El doctor le parecía de los hombres más atractivos de Twin Falls y quería servirlo bien, aunque si hubiera sido un esperpento jorobado también habría sido amable: era un hombre que, de alguna manera, la hacía sentir cómoda.)
Cuando la rauda señorita Meier chocó contra su pecho no se inmutó, aunque sí que llevó su mano hacia su sombrero para darle un leve toque de manera respetuosa y saludar de esa manera. -Señorita Meier.... -Conversación demasiado breve. Tanto como podría ser la prisa, ya que de la misma manera que se encontró con él, terminó por marcharse. Cabeceó ligeramente antes de negar para acercarse un poco hacia el mostrador. Inclinó levemente la cabeza antes la señorita Williams. Buenas noches. Volvió a decir, ahora en un ámbito más general. Se llevó la mano hacia la barbilla para rozársela un poco. Debía de afeitarse, ya que el trasiego diario y también el poco tiempo del cual disponía, aunado a su estadio de nerviosismo no hacían que fuese demasiado fiable a la hora de tomar una navaja de afeitar. -Señorita Atwood.- Le dio otro leve toque al sombrero para acercarse un poco a ella.- Pues... Necesitaría que me dijese si tendría en existencias algo de Nuez moscada, y algunos pensamientos secos.- Dijo con cierto aire pensativo. -Y espero que pueda decirme que sí. Aunque la cantidad no sea demasiado grande.- Suponía que debería de tener. Un condimento y una planta decorativa. Pero cuyas propiedades, le eran tan importantes y útiles como a un borracho saber que el saloon estaba abierto.
Buenas noches, señor McDougal. (Liberty sonrió al recién llegado mientras cogía su compra. Antes de irse, se dirigió a Ruby.) Soy una buena amiga de su hermano, señorita Atwood, espero que podamos vernos más a menudo y con algo más de tiempo, hoy tengo algo de prisa. (Se dirigió a todos y a nadie en concreto.) Buenas noches. (Tras despedirse, se dirigió hacia la puerta y salió en dirección a su casa.)
Jack__ODonell vió como ahora Liberty abandonaba el lugar. Era normal. El colmado a punto de cerrar y a aquellas horas. Todos deseaban tener lo que querían a última hora en un momento y volver a sus casas. Bueno, lo que es él, volver a su casa sería un poco difícil, pero si ir a un lugar resguardado, con techo y cama mullida y más caliente que su manta en el campo. Por supuesto también se despidió de ella. estoy muy agradecido. Hoy ha conseguido que un hombre y su caballo puedan descansar la mar de bien! Aunque finalmente, añadió un inciso ante la pregunta repetida de Ruby. Ya me ha quedado claro que los caballos le agradan. El mío está fuera, pero si quiere saludar alguna vez a mi amigo Rayo no le diré que no. Así se llamaba su caballo. Y le había calificado de "amigo". En realidad su trato hacia el animal era como si de un camarada se tratase. Tras todo eso, inclinó el sombrero y se despidió de todos. Vayan con Dios. y tal y como entró, salió del establecimiento haciendo ese sonido característico metálico de las botas con estribos sobre la madera.
(Menudo era aquel hombre; además de guapo y misterioso, ¡amable! Ruby se despidió de él con un deje lastimero y absorbió con la mirada hasta los últimos pasos que lo llevaron al exterior de la tienda. Emitió un suspiro apagado: tenía que centrarse.) Pues creo que tengo muy buenas noticias para usted, doctor... De nuez moscada aún tenemos algunas reservas, y... ¿lo otro que me dijo? (Se le había borrado de la mente por culpa del polvoriento forastero, pero en cuanto el doctor McDougal tuvo la amabilidad de recordárselo, también sabía dónde localizarlo.) Tiene más suerte que el hombre que acaba de salir. Con el problema de las diligencias, hay ciertos productos que el colmado no puede ofrecer... Además, después del ataque de los forajidos, muchos vinieron a comprar de todo para asegurarse. Reconozco que en ese sentido es una ventaja trabajar aquí. (Sin querer, se estaba enrollando con el señor McDougal, pero no podía evitarlo. Ese hombre era tan atento y comprensivo que la lengua se le soltaba sola. Y aunque su actitud frente a él era más bien relajada, no intentaba flirtear. Le preguntó cuántas cantidades quería de una cosa y de la otra y, tras pesarlas, le dijo el precio.) ¿Quiere algo más?
Siguio con la mirada la que profería la señorita Atwood y ladeó un poco la cabeza. Entrecerró sus ojos con un cierto aire analítico antes de sonreir levemente. Quizás de una manera completamente falsa pero necesaria. -Ah. Estupendo. Me ha dado una gran alegría. Pensamientos. Es una flor. Se suele comercializar seca, para los ojales de las damas y también para algunas decoraciones.- Dijo mientras que la miraba antes de cruzarse de brazos en una relajada actitud.- Si, lo entiendo perfectamente. Qué me va a contar. Lo mismo ocurre con mis suministros médicos. De ahí, que tenga que improvisar. Desempolvar mi viejo alambique, y hacer pociones y unguentos siguiendo recetas tradicionales. Para eso quiero la nuez moscada y los pensamientos. -Añadio calmadamente mientras que la miraba antes de repiquetear con sus dedos en su brazo. -No, no quiero nada más. O no al menos de momento. A lo mejor mañana, con más tiempo, veo qué clase de hierbas tiene. Pero ahora.. es tarde, y se que tendrá ganas de cerrar y descansar ya. Ha sido un día largo para todos.
(Ruby escuchó con atención la explicación del doctor, pues encontraba fascinante lo que era capaz de hacer con nuez moscada o pensamiento seco. Aquello le parecía algo cercano a la brujería con la diferencia de que, por suerte para todos, estaba aceptado.) Ah, sí, sí... A mi hermano le mandó ajenjo y... (Se llevó una mano a la boca, tratando de recordar.) ¡Romero! Sí. Vaya, pues... todo lo más que puedo hacer, doctor McDougal, es separar lo que necesite y reservárselo. Es más importante curar a alguien que darle un toque de sabor a la comida o decorar un vestido, ¿no? (La mujer le sonrió con afabilidad.) Esa gente que atacó la diligencia no era consciente del daño indirecto que provoca y... lo peor de todo es que yo creo que ha sido gente de aquí. (Añadió dando una opinión que nadie en absoluto le había pedido, pero ahora que trabajaba en el colmado era normal que se hubiera aficionado al cotilleo. Si el doctor no necesitaba nada más, entonces Ruby lo despidió cordialmente y le agradeció la visita tras cobrarle. Un hombre como él siempre era bienvenido.)
Ajenjo y romero. -Sonrio ligeramente.- Me alegra ver que vuestro hermano se toma en serio mis consideraciones. Son unas hierbas que le mandé yo para tratar... un pequeño problema estomacal. Tiene el estómago demasiado delicado. Pero.. Qué os voy a contar yo. Sonrió ligeramente mientras que la miraba un instante antes de asentir. La verdad es que se lo agradecería, pero eso lo haremos mañana. Es realmente tarde y odiaria seguir molestándola.- Tomo la bolsa y saco el dinero para dejarlo sobre el mostrador. No es que tuviese demasiado, y es que su trabajo no le daba demasiados ingresos, sobre todo en épocas de demasiada actividad. -Esta noche, tengo trabajo entonces.- Sonrio ligeramente y después pareció percatarse de su interés en volver a hablar del tema del asalto. -Señorita Atwood. No se a donde quiere llegar. Ésta situación nos está molestando y fastidiando a todos. Comenzando por mí, que tengo que estar utlizando remedios.... arcaicos... Y terminando por la señorita Dalton, que tiene que estar sirviendo poco más que lo poco que le queda de licor.
¡Oh, no, no! Por favor, doctor McDougal, no me malinterprete. (Dijo apresuradamente la dependienta con las palmas de las manos expuestas hacia el hombre en una clara señal de franqueza.) No estaba insinuando que usted o la señorta Dalton tuviera algo que ver, ¡eso es de locos! Pero hay gente en este mismo pueblo que... (Se sintió avergonzada al haber implicado al doctor en unas suposiciones que no lo tocaban ni de lejos.) De verdad, lo lamento. (Atajó con una sonrisa que muy pocas veces veía la luz; no era una sonrisa de lagarta o juguetona, sino de haber metido la pata.) Pásese mañana por la mañana y apartaremos lo que usted estime oportuno. (Ruby pensó que así la conversación acababa de manera amistosa. Le deseó una buena noche y pensó que tal vez debería invitarlo un día a cenar a casa con Jon presente.)
(Ruby escuchó con atención la explicación del doctor, pues encontraba fascinante lo que era capaz de hacer con nuez moscada o pensamiento seco. Aquello le parecía algo cercano a la brujería con la diferencia de que, por suerte para todos, estaba aceptado.) Ah, sí, sí... A mi hermano le mandó ajenjo y... (Se llevó una mano a la boca, tratando de recordar.) ¡Romero! Sí. Vaya, pues... todo lo más que puedo hacer, doctor McDougal, es separar lo que necesite y reservárselo. Es más importante curar a alguien que darle un toque de sabor a la comida o decorar un vestido, ¿no? (La mujer le sonrió con afabilidad.) Esa gente que atacó la diligencia no era consciente del daño indirecto que provoca y... lo peor de todo es que yo creo que ha sido gente de aquí. (Añadió dando una opinión que nadie en absoluto le había pedido, pero ahora que trabajaba en el colmado era normal que se hubiera aficionado al cotilleo. Si el doctor no necesitaba nada más, entonces Ruby lo despidió cordialmente y le agradeció la visita tras cobrarle. Un hombre como él siempre era bienvenido.)
Ajenjo y romero. -Sonrio ligeramente.- Me alegra ver que vuestro hermano se toma en serio mis consideraciones. Son unas hierbas que le mandé yo para tratar... un pequeño problema estomacal. Tiene el estómago demasiado delicado. Pero.. Qué os voy a contar yo. Sonrió ligeramente mientras que la miraba un instante antes de asentir. La verdad es que se lo agradecería, pero eso lo haremos mañana. Es realmente tarde y odiaria seguir molestándola.- Tomo la bolsa y saco el dinero para dejarlo sobre el mostrador. No es que tuviese demasiado, y es que su trabajo no le daba demasiados ingresos, sobre todo en épocas de demasiada actividad. -Esta noche, tengo trabajo entonces.- Sonrio ligeramente y después pareció percatarse de su interés en volver a hablar del tema del asalto. -Señorita Atwood. No se a donde quiere llegar. Ésta situación nos está molestando y fastidiando a todos. Comenzando por mí, que tengo que estar utlizando remedios.... arcaicos... Y terminando por la señorita Dalton, que tiene que estar sirviendo poco más que lo poco que le queda de licor.
¡Oh, no, no! Por favor, doctor McDougal, no me malinterprete. (Dijo apresuradamente la dependienta con las palmas de las manos expuestas hacia el hombre en una clara señal de franqueza.) No estaba insinuando que usted o la señorta Dalton tuviera algo que ver, ¡eso es de locos! Pero hay gente en este mismo pueblo que... (Se sintió avergonzada al haber implicado al doctor en unas suposiciones que no lo tocaban ni de lejos.) De verdad, lo lamento. (Atajó con una sonrisa que muy pocas veces veía la luz; no era una sonrisa de lagarta o juguetona, sino de haber metido la pata.) Pásese mañana por la mañana y apartaremos lo que usted estime oportuno. (Ruby pensó que así la conversación acababa de manera amistosa. Le deseó una buena noche y pensó que tal vez debería invitarlo un día a cenar a casa con Jon presente.)
Jonathan_Atwood- Criado
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Fecha de inscripción : 05/08/2013
Tarde 22 agosto
(El ayuntamiento había prometido que para mañana, a más tardar, la línea del telégrafo sería repuesta y volvería a su funcionamiento normal, aunque Jon dudaba seriamente de que cumplieran con su palabra siendo jueves. Aquello sonaba a que hasta el lunes no estaría reparada. No obstante, al margen del telégrafo, en la oficina había más cosas que hacer y mientras Frederick se dedicaba a repartir las cartas que seguían llegando por la vía ordinaria, Jon se quedaba al frente para despachar las cartas, atender a los clientes y organizar las cuentas. Esa tarde se saltó la limpieza general porque quería pasarse pronto por el colmado donde Ruby le estaría guardando una cesta con los productos que le encargó el otro día para poder hacer una merienda al aire libre. A las cinco menos algo empezó a recoger.)
(Aburrido de estar en el saloon, a pesar de que había estado toda la mañana más o menos ocupado con el libro que le había prestado el sr. Atwood y la maravilla giratoria que había intentado hacer -una mala copia de la que el telegrafista le había obsequiado, pero lo suficientemente aceptable para sus diez años-, Tom se dispuso a salir a la calle a ver si encontraba alguien con quien jugar, aunque lo dudaba, porque hacía demasiado calor. La plaza estaba vacía, así que acabó, como era de esperarse, en el lugar con sombra más cercano y que le gustaba visitar: la oficina de correos. Empujó la puerta con ambas manos y accedió al interior.) -Buenas tardes. (saludó con una gran sonrisa en el rostro).
(La maestra había estado leyendo desde el día anterior, prácticamente sin despegarse de los libros que Jon le había prestado. Iba cambiando de lugar, según la hora del día, a ratos se sentaba en uno de los sillones de la sala de estar y otros en la mecedora que había colocado en su porche. Era lo que le ocurría cuando nuevo material de lectura caía en sus manos. A esa hora, por el calor, se encontraba en su porche balanceándose distraídamente en la mecedora, con la mirada fija en el libro, el cual estaba a punto de terminar. El calor era intenso, pero conseguía aislarse del mundo sumergiéndose en la lectura.)
(Jon cerró la caja con algo de cambio dentro y guardó el dinero en el escondite secreto del almacén; justo cuando volvía al mostrador, la puerta de la oficina se abría para dejar pasar al pequeño señor Dalton. Él también sonrió de inmediato.) Buenas tardes. E-espero que no quieras p-poner un telegrama, Tom. Seguimos s-sin línea. (Empujó la silla de Fred hacia el interior, cerró las ventanas impidiendo el paso de la luz, por lo que la oficina cobró un aspecto lúgubre y recogió sus cosas: la chaqueta y un mantel perfectamente doblado que se colgó del brazo. Le entregó las llaves a Tom.) Venga, ayúdame a cerrar. (En ningún momento sugirió que se largara porque le estaba molestando, al contrario, agradecía su fiel compañía y buscaba cualquier cosa por minúscula que fuera en la que Tom pudiera serle útil.) O-Oye... ¿Querrías hacerme un favor? ¿Pu-puedes p-pasar por el c-colmado y pedirle a Ruby que te dé la cesta? (Así no tendría que verla y soportar sus burlas y comentarios supuestamente graciosos.) Nos encontramos en ... ¿sabes dónde vive l-la señorita Williams?
(Tom observó como el sr. Atwood recogía, manteniéndose pegado al mostrador para no estorbar.) -¿Todavía? Vaya. Pero no, yo no tengo a nadie a quién mandar telegramas. (Se encogió de hombros. En un primer momento pensó que le invitaría a marcharse para poder cerrar, pero no, Jonathan Atwood no hacía eso. Al contrario. Sonrió ampliamente al saberse útil y asintió con energía.) -Sí. Voy corriendo y se la llevo. ¿Le lleva usted la compra a mi maestra? (Le sorprendía que él hiciera el recado, aunque trabajando su hermana allí, tenía algo de sentido. Con la disposición que le caracterizaba, Tom salió a la carrera hacia el colmado.)
(Se encontraba totalmente enfrascada en su libro, esas últimas páginas la tenían absorbida por completo, lo cual no dejaba de ser una vía de escape del pensamiento que había ocupado su mente esos días: Jon. Nunca había pensado que fuese a proponerle que se vieran más a menudo y estaba realmente encantada con la idea, pese a todos aquellos rumores. Ahora ella estaba convencida de que no eran ciertos, simplemente habladurías sobre un joven retraído y tímido. No podía evitar sonreir como una boba cada vez que pensaba en él y estaba deseando ir a verle a la oficina de Telégrafos, pero no se había atrevido a hacerlo por si Frederick o cualquier persona estaba ahí, le había parecido un gesto demasiado atrevido. De modo que sólo le quedaba esperar a que fuera él quien diera el paso.)
Bueno, a-a-algo así, Tom. Gracias. (Se quedó unos segundos parado observando cómo el chiquillo se alejaba velozmente. No le gustaba aprovecharse de él, pero solo era un recado de nada y estaba seguro de que a Tom no le había fastidiado. Miró la hora de nuevo en su reloj de bolsillo, aunque las agujas no podían haberse adelantado mucho más del último vistazo. Supuso que Liberty_Williams estaría en su casa, así que hacia allí se encaminó con el poco discreto mantel doblado en el brazo que gritaba sus intenciones. Jonathan no contaba con verla en el porche, así que se detuvo en seco cuando distinguió su figura. Los nervios le hacían muy torpe porque él, a diferencia de la mayoría de hombres que conocía, incluso chicos más jóvenes, no sabía cómo tratar con una mujer a la que se le ha pedido verse con más frecuencia. Lentamente, retomó la marcha y la empezó a saludar a unos cuantos metros con el brazo que le quedaba libre.) Lib...Liberty, buenas tardes. (En vez de preguntarle qué libro leía, directamente buscó el título. En el colmado, Ruby tenía mucho tiempo libre porque a esa hora no iba tanta gente como cuando había que cerrar; entonces los vecinos recordaban, ¡casi todos a la vez!, que habían olvidado las compras.) Uy, ¿y este caballerete? (Tom era demasiado pequeño para que Ruby sintiera un verdadero interés por él, pero no dejó de ser simpática por ello. Le dio la cesta que tenía reservada para Jon.) Dile de mi parte que es un cagado, ¿vale? ¿Pesa mucho, cielo? ¿Seguro que puedes arreglártelas? (Y aunque no le estaba permitido, le regaló una bolsita de rodajas de manzanas deshidratadas con canela.)
(Tom llegó al colmado en una corta carrera. Los niños parecen inmunes al calor, porque a esas horas, en Twin Falls el sol caía con dureza. Así llegó, con la respiración agitada, las mejillas sonrosadas y algunos mechones de su rubio cabello desordenados sobre su frente.) -Hola, srta Atwood, ¿cómo está usted? (Entre su maestra y su madre le habían educado bien) -Su hermano me ha pedido que me pasara a por una cesta. (La cogió con ambas manos cuando Ruby se la dio) -Puedo con ella, no se preocupe. (Y si no podía, ya se pararía por el camino, pero no iba a reconocer que no era lo bastante fuerte -¡Hombres!-. Tom recibió el regalo con alegría y un cantarín -Gracias!!- que pareció resonar por toda la tienda. Se despidió de ella y emprendió el camino hacia casa de la maestra.)
(Levantó la cabeza del libro cuando escuchó la voz que la llamaba y, al ver de quien se trataba, una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en sus labios. Señaló la página por la que iba leyendo con un trocito de papel, lo depositó sobre la mesita auxiliar y se puso en pie, correspondiendo a su saludo con la mano, del mismo modo que lo había hecho él. Dio unos pasos hacia los escalones del porche, sin llegar a bajar por ellos, esperando allí al telegrafista.) Buenas tardes, Jon. (Era más que evidente que había estado esperando su visita y que estaba encantada de que al fin hubiera ocurrido. En ese momento, se percató del mantel que llevaba Jon.) ¿Vienes de comprar?
¿Comprar? (Jonathan enarcó las cejas y él también se fijó en el mantel.) Ah, no, no... B-bueno, debería... T-tenía que pasarme por el colmado, pero... (Una tímida sonrisa con una pizca de travesura asomó en sus labios como si lo que fuera a revelarle fuera la mayor picardía que se le ha ocurrido en la vida.)... envié a T-T-Tom de mi parte. Ya tengo bastante con ver a Ruby en casa e-el resto del tiempo. Estás muy bonita, Liberty. (Había ensayado esas palabras cientos de veces por la mañana, antes de ir a la oficina, cientos de veces durante el descanso y ciento de veces antes de cerrar la oficina. "Bonita" le parecía mucho menos agresivo que "guapa", menos chabacano, y Liberty no era como su hermana. Era una mujer que debía mantenerse alejada de todo rastro de ordinariez, por muy bien camuflada que esté. Al girarse levemente reconoció al niño y le hizo un gesto a la maestra para que aguardara: le iba a quitar el peso de la cesta.) Eh, Tom. Hola de nuevo. Gracias. (Aprovechó y colocó el mantel dentro de la cesta.) ¿T-tienes las ll-llaves de la oficina...?
(El camino hasta casa de la maestra se le hizo algo más largo que de costumbre. Tal vez porque caminaba más despacio, con miedo a tropezar, caerse, y estropear el contenido de la cesta. Cuando por fin giró la esquina para encarar la calle donde vivía la srta Williams, Tom vio a lo lejos cómo ésta hablaba con el sr. Atwood y sonrió. Allí estaban dos de sus personas favoritas. Le tendió la cesta a Jonathan en cuanto se acercó) -De nada. (Respondió con una limpia sonrisa. Sonrisa que se convirtió en gesto de duda. ¿Qué llaves?)
(Contempló sorprendida la llegada de Tom con una cesta que parecía bastante pesada. Supuso que Jon le había pedido que fuese a hacerle un recado. Sonrió risueña al niño, que, aunque jamás lo admitiría pues no le parecía correcto, era uno de sus alumnos predilectos, por su curiosidad y sus ganas de aprender.) Hola Tom, ¿cómo estás? Veo que sigues tan trabajador como siempre. (Verdaderamente era un chico muy voluntarioso y siempre tenía ganas de ayudar. Decidió mantenerse en un segundo plano mientras él y Jon tenían su conversación. Sabía que siempre andaban planeando nuevos inventos e ingenios que mantenían entretenidos a ambos.)
Oh, pues... las debo tener yo, no importa. (Le acarició en la cabeza y lo animó a acercarse a la señorita Williams.) Sí q-que es un chico trabajador, sí... Y está leyendo. (Le aseguró a Liberty con una amplia sonrisa. Jonathan decidió desvelar el misterio del mantel.) Pensaba que... bueno, c-como hoy es un día t-tan caluroso, aburrido y p-pesado, podríamos... podríamos ir a merendar al lago. (En sus planes originales no entraba Tom, pero ahora que lo tenía ahí delante no era capaz de invitarle a que se fuera, esa opción no la barajaba Jonathan. El niño era muy agradable, estaba bien educado y, lo que era más importante, es un buen amigo suyo. Además, él y Liberty_Williams apenas habían estado a solas. Podría aliviar un poco la presión del encuentro.)
(Le era imposible no responder a un halago de su maestra con una risita cargada de mal disimulado orgullo. Orgullo que se vio incrementado por las palabras de Jonathan.) -Así es, srta Williams. Estoy leyendo un libro muy interesante que me ha prestado el sr. Atwood. Ya he llegado casi a la mitad. (Se notaba que quería demostrar cuán ciertas eran sus palabras. Miró a los adultos alternativamente. Dudaba. Normalmente, en el saloon, sabía cuándo sobraba. Básicamente cuando le decían aquello de "piérdete, mocoso". Pero allí... Jo. Es que se aburría tanto que no quería volver ya al saloon, pero tampoco quería ser una carga)
(La maestra se mostró encantada por la idea y, del mismo modo que Jon, ligeramente aliviada por que el niño fuera a acompañarles. Su timidez y sus nervios todavía no se habían evaporado y se sentiría mucho más a gusto teniendo un elemento externo que aliviase la presión.) Me parece una idea fantástica, Jon. (Le sonrió, mirándole a los ojos por un momento, para después dirigir su mirada al chico.) Así podrás contarme de tus lecturas. Me ha dicho un pajarito que has estado descuidando las que yo te recomendé antes de las vacaciones. (Dijo esto último en un falso tono de reproche y sin perder la sonrisa, en realidad estaba satisfecha de que el niño mostrase interés por la lectura, aunque no fuesen los libros que ella le había mandado.)
Me temo q-que ese pajarito soy y-yo, Tom. (Reconoció Jonathan con una sonrisita apurada. No quería que el niño se sintiera mal, y aunque el tono de Liberty no podía desencadenar una reacción de culpabilidad o nada semejante, no podía evitar intentar protegerlo. Esperó a que la maestra cerrara la casa y cogiera el libro -porque tal vez sería buena idea que les leyera algunos pasajes en voz alta- para ponerse en marcha hacia el lago. Había que bordear el pueblo y dirigirse hacia el río. Había una zona más ancha con una forma más o menos circular que se había ganado el nombre de "lago", aunque no era tal propiamente hablando. De todas formas, Jon no tenía pensado ningún baño, sino merendar en un entorno amable y libre de vecinos para poder estar con Liberty. Tom, pensó para sus adentros, sería como un entrenamiento para el día en que, si Dios lo quería, fuera padre, aunque todavía prefería verse como un hermano mayor.)
(Bajó la cabeza, algo avergonzado por el reproche de la maestra. Hasta miró de reojo a Jonathan como si se sintiese traicionado) -No es eso, srta Williams. Es que quería acabar pronto el libro que me había dejado el sr Atwood para devolvérselo. Ya sabe que en el saloon, si me bajo a leer a la sala, corre el riesgo de que alguna bebida se derrame. (Levantó el rostro para que vieran la seriedad de sus palabras.)
(Con el libro bajo el brazo, siguió al telegrafista. Decidió que no necesitaba coger un chal ni nada por el estilo, ya que con el calor que estaba haciendo no iba a hacerle falta.) ¿Vamos entonces?
Vamos entonces. (Correspondió con el mismo entusiasmo a Liberty. Si no le ofreció el brazo fue porque, en fecto, hacía mucho calor, tenía que cargar con la cesta y con Tom delante le daba reparo. Aunque el niño no le hubiera pedido permiso a su madre, era mejor que estuviera con ellos que deambulando por el pueblo sin saber muy bien qué hacer. De todas formas no iban a regresar tarde, ya que era solo una merienda y no una cena. Por el camino, Jon trató de animar a Tom y hacerle ver que, en realidad, no le había traicionado. Si hablaba de él con Liberty era porque le tenía mucho aprecio y entre los dos querían buscar lecturas que le agradaran, que no pasaba nada por descartar un libro. Cuando Tom se adelantó para llegar antes al lago, Jon aprovechó para pegarse un poco más a la maestra.) ¿Estás d-d-disfrutando con los l-libros q-que te presté? Sabes q-que si quieres, esta no-noche mismo, al volver, p-puedes coger más.
(Sintió el acercamiento de Jon al tiempo que veía cómo Tom salía casi corriendo, de tantas ganas que tenía de llegar al lago. Admiraba la vitalidad de los niños y el entusiasmo que mostraban por casi cualquier cosa. A su vez, se acercó un poco al telegrafista, hasta que sus brazos se rozaron. Asintió entusiasmada a su respuesta y le contó todos sus avances.) Estaba a punto de terminar este. (Alzó el libro que llevaba en la mano.) Y es el segundo ya, todavía me queda bastante material. (Estaba claro que disfrutaba de poder hablar de ese tema con alguien de Twin Falls.) Pero no me importaría acercarme a buscar más libros cuando volvamos.
(Jonathan asintió. Se había fijado en el punto de lectura.) Estás e-en la mejor parte, d-de los que te presté, creo que es el que mejor final tiene porque no d-d-decae. Pero eso ya lo descubrirás t-tú sola. ¡No te adelantes tanto, Tom! (Le dijo al crío, que se estaba aventurando demasiado. Luego Jon miró el vientre de la maestra y se imaginó cómo estaría cuando allí se estuviera formando una vida. Se volvería redondo y evidente, todo el mundo se daría cuenta. Algunos la felicitarían por el pueblo, le llevarían regalos a casa y sus alumnos probablemente le hicieran muchas preguntas.) P-podrías... si qu-quisiras, quedarte a cenar. (El sitio que Jonathan había determinado para merendar ya no estaba lejos. A la ribera del río lago, había una parte que parecía hecha precisamente para merendolas familiares. En un futuro probablemente instalaran bancos allí. Jon extendió el mantel con ayuda de Tom y luego puso la cesta encima. Ruby había incluido una botellita de licor que hizo fruncir el ceño de Jonathan.)
(Una vez que el mantel estuvo extendido, Liberty se sentó con cuidado sobre él, arreglando la larga falda de su vestido verde claro para que no se viera nada que no debía. Observó el afán de Jon y Tom por prepararlo todo y decidió dejarse mimar, al fin y al cabo ella siempre se había ocupado de sí misma y no había muchas ocasiones en las que alguien le "sirviera". No obstante, por educación, preguntó.) ¿Necesitáis ayuda? ¿Preparo algo?
(Aquél lago era uno de tantos que se formaban a lo largo del curso del río que pasaba cerca de Twin Falls, de caudal moderado, el lago más profundo apenas cubría la cintura de un hombre adulto. Conforme se seguía el curso del río en su ascensión el paisaje se volvía más verde y el entorno se poblaba de rocas musgosas de todo tamaño. El viejo dejó el caballo a unos metros de escena, sin atar, llevaban años juntos y sabía acatar aquello que su amo le imponía. Raylan avanzó con un trapo de tela cubriéndole el rostro, tan sólo se le veían los ojos marrones, de expresión fría y cansada, adornados con múltiples arrugas de expresión. Le costó contener su andar renqueante. Se personó frente a los tres individuos que se disponían a hacer picnic. Lucía un sombrero marrón, las manos enjuntadas en guantes de cuero negro. Había prescindido de la gabardina para lucir una camisa que antaño fué blanca y ahora era amarillenta de puro desgaste. No llevaba el parche sobre el ojo derecho, por lo que se podía apreciar cómo la carne y la piel se plegaba sobre la cuenca vacía del ojo formando una horrorosa "pared" cauterizada. Se llevó la mano derecha a la cadera y la apoyó sobre la funda del revolver.) Creo que sí, puede preparar algo. Prepare todos los objetos de valor que lleve encima suyo. (Dijo señalando a la señorita Williams)
(Jon iba a decirle que no, que los chicos se ocuparían de todo mientras ella se acomodaba sobre el mantel. Tom ya estaba sacando unos panecillos para untar con compota de frutas cuando la voz rasgada de aquel viejo se impuso en la mesa improvisada. La sangre de Jon no se heló: era el hombre dentro de ese mantel, el único que podía proteger a Liberty de entregar sus cosas de valor, que, por otro lado, casi era lo más sensato que podía hacer. Discretamente, cogió la botella de licor que puso su hermana y se levantó. Jon no era de los más altos de Twin Falls y mucho menos de los más musculosos; nunca podría ganar una pelea cuerpo a cuerpo, ni siquiera contra Tom. Él no estaba hecho de esa pasta, aunque si tenía que sacar su lado protector, tal vez...) Eh, eh... No. (No sabía qué decir. Era una situación extraña.) N-no le va a d-d-dar nada. Usted s-s-se va a largar.
(Liberty se quedó pretificada ante la presencia del recién llegado, miró instintivamente a Jon, con los ojos abiertos como platos, pidiéndole en silecio que no se interpusiera, que lo mejor sería darle lo que tuvieran y que les dejase en paz. También, por instinto, cogió a Tom del brazo y le atrajo hacia ella, en actitud protectora, rodeando con sus brazos al chico. No era su hijo, pero habría estado dispuesta a defenderle a toda costa. No se atrevió a abrir la boca hasta que no vio levantarse a Jon, a quien murmuró.) Jon, por favor... Déjalo...
(Contempló fijamente al tartamudo y esbozó una sonrisa divertida bajo el trapo que le cubría el rostro. Desenfundó el revolver con lentitud y le apuntó a escasos metros de distancia.) Hazle caso a tu mujer, muchacho, se ve a leguas que es el cerebro pensante de la familia. (Desplazó la mirada junto con el revolver hacia Tom el cañón se alineó apuntando a la rodilla derecha del zagal y después apretó el gatillo. No pasó nada, el tambor giró sobre sí mismo pero la bala no salió despedida.)
(Jon sintió una fuerte presión en el pecho; era el corazón que le bombeaba a toda velocidad al ver la punta del revolver apuntando hacia alguna parte de Tom. Le daba igual que fuera la oreja, el pelo o el dedo gordo del pie.) ¡No! (A decir verdad, habría sido que Liberty cediera sus cosas, pero algo falló en el arma. Jon no se paró a analizar el qué ni a darle una segunda oportunidad; era posible que el revólver solo fuera una medida disuasoria, pero si al tipo aquel se le daba por utilizar sus propios brazos o algo parecido no habría escapatoria. Jonathan reaccionó en esa fracción de segundo que siguió al click lastimero e hizo lo único que podía hacer en esa situación: levantar el brazo de la botella y dejarlo caer con todas sus fuerzas de telegrafista sobre la cabeza del hombre. Tampoco sentía necesidad de quedarse a ver qué ocurría después, sino que se giró para empujar a Liberty_Williams y a Tom fuera del mantel y de ahí a correr. Nada en la cesta justificaba que volvieran a por ella, ni siquiera la compota de la granja de los Norris. Ya compraría más en otra ocasión.)
(Envolvió a Tom en sus brazos al ver que el asaltante le apuntaba con su revólver, ahogando un grito al pensar que iba a dispararle, y respiró aliviada cuando escuchó el click que indicaba el disparo fallido. Después, miró al telegrafista y se tapó la boca abierta con la palma de la mano al ver que golpeaba al viejo con la botella de licor. No necesitó más explicaciones de Jon para echar a correr como alma que lleva el Diablo, sin soltar la mano de Tom, tan deprisa como sus piernas poco entrenadas le permitían y lidiando con las largas faldas de su vestido, que tuvo que acabar por recoger con su mano libre para no tropezar.)
(No vió venir el botellazo, el telegrafista debía tener dedos rápidos por su profesión, o él se estaba haciendo muy viejo. El caso es que antes de que pudiera destinar un mísero segundo a reparar su arma, la botella de licor impactó contra su frente haciéndose añicos. Se desplomó irremediablemente contra el suelo y les vió marchar, gruñó con furia, como un perro de presa apaleado. Tardó diez minutos en poder incorporarse, su pelo canoso se tiñó de carmesí. Se quitó el pañuelo del rostro para improvisarse un vendaje en la pequeña brecha que le habían abierto. Se quitó los guantes y con la mano izquierda recogió la sangre que se había resbalado por su mejilla, llevándosela hasta sus agrietados y envejecidos labios para lamerla con lentitud. Abrió el tambor del revolver, descubriendo que estaba vacío, lo contempló durante unos instantes antes de dedicar unos segundos a recargarlo con las balas de su cinto.) ¡Caballo! (Elevó la voz, su caballo - de nombre caballo - apareció en escena y quedóse al lado de su dueño, alimentándose como si le importara una mierda su estado.) Joder, apesto a puta barata. Que mierda de whisky.
(Jonathan liberó a la señorita Williams de la responsabilidad que suponía el niño, pero no tanto por ser un caballero sino por permitirle que pudiera cogerse los bajos del vestido con las dos manos para correr mejor. Aquella ropa era una desventaja absoluta que la convertía en una presa fácil, aunque aquel golpe que parecía haber sido muy certero porque no se escuchaban blasfemias, insultos y amenazas a sus espaldas, les concedía un respiro. Jon solo se detuvo cuando el paisaje cambió y las casitas y comercios se volvieron frecuentes. Miró hacia atrás, a ambos lados y de nuevo hacia delante. Estaba despejado. Aquel hombre no les había seguido.) ¿Estáis los dos bien...? (Jonathan tomaba aire y trataba de calmarse. Apostaba lo que fuera a que al doctor McDougal no le gustaría verlo en ese estado. Esa noche duplicaría la dosis de la infusión.) V-vamos a... va-vamos a dejar a T-Tom en el saloon.
(Había visto toda la escena del intento de atraco de Raylan_Cogburn, niega con la cabeza mirando al forajido una vez que sale de detrás de unos matorrales, subida en su caballo, ataviada con pantalones marrones oscuros, unas buenas botas de montar, camisa blanca y chaquetilla de cuero y una gabardina marrón desgastada, un pañuelo cubría su cuello de tonalidades marrones y rojizas oscuras. Llevaba al cinto su pistola enfundada y el cabello tapado completamente en un moño dentro del sombrero negro, se acercó al forajido.) Vaya vaya, ya estás muy mayor y no te vendría mal una ayudante que no le tiemble el pulso y tenga buena puntería, además de tener nociones de medicina.
(Liberada la otra mano, pudo recoger mejor su falda y correr con mayor agilidad. Cuando hubieron llegado al pueblo, estaba sin aliente y sus mejillas se habían teñido de rojo por el esfuerzo. Su pecho jadeante subía y bajaba con rapidez, tratando de recuperar su ritmo normal de respiración.) Sí... Estamos bien... (Ya caminando a paso normal, se encaminó hacia el Saloon. Decidió no reprender a Jon delante del niño, no quería asustarlo más. Aunque, por otro lado, se sentía orgullosa del Telegrafista por su heroicidad, jamás le había imaginado en una situación similar y ahora tenía claro que ese hombre era capaz de cuidar de ella.)
(Jon aún respiraba con agitación; su pecho subía y bajaba rápidamente.) Bien... Eso es i-importante. (Se pasó la mano por la frente y se echó el pelo hacia atrás, que con la carrera se había desordenado dándole un aspecto de lo más curioso. Sonrió a Tom, le pasó un brazo por los hombros y lo acompañó al saloon. Sería mejor que merendara allí. Esa clase de ataques eran, por desgracia, bastante frecuentes, aunque no por ello menos impresionantes para un niño de diez años. Dejó que entrara y le explicara a su madre lo sucedido, él ya se pasaría más tarde para hablar con ella personalmente. Después de todo, no había pasado nada. Sólo había sido un susto. Jon despidió a Tom y se quedó con Liberty. Se recomponía poco a poco mientras procuraba pensar en lo que había hecho.) T-te acompañaré a c-casa.
(Todavía le temblaban las manos y las rodillas cuando hubieron dejado a Tom en el saloon, estaba claro que la escena le había causado una gran impresión. Miró al Jon y su cabello revuelto e, instintivamente, se llevó la mano a su propio cabello, el cual tampoco presentaba el aspecto pulcro que había tenido cuando salió de casa.) Sí, vamos. (Echó a caminar en silencio, mientras trataba de normalizar su respiración y su pulso. Probablemente había sido la primera cita más desastrosa de la historia, aunque se alegraba profundamente de que todo hubiera quedado en un susto. Al llegar a los escalones de su porche, se detuvo y se volvió hacia el telegrafista, mirándole fijamente a los ojos.) Has sido un insensato, lo sabes, ¿verdad? (Pese a que su tono era de reproche, una media sonrisa delataba que lo que había hecho le había impresionado, y no poco.)
(Jonathan agradeció el silencio del trayecto, pues no se sentía muy elocuente en aquel momento y temía que por su boca solo escaparan tonterías. Pensaba en el mantel, la cesta, la botella, el forajido... Tenía la cara cubierta, aunque no sería difícil identificarlo, pues la ausencia de un ojo se convierte rápidamente en un rasgo remarcable.) ¿Mmh...? (Liberty consiguió espantar sus recuerdos. También le hizo sonreír un poco. Jonathan acertó a encogerse de hombros.) Sup-pongo, pero vi la oportunidad y... Era grande, si no usaba su revólver podría hab-habernos lastimado de otra manera. De todas f-formas, yo me habría peleado con él para distraerle y q-que tú y el niño pudierais s-salir corriendo. (Alzó los puños como ha visto hacer algunas veces a Seosamh.)
(No pudo evitar soltar una carcajada al ver su gesto alzando los puños, le pareció demasiado cómico en él. Sin perder todavía la sonrisa que se había quedado en sus labios tras la carcajada, tendió su mano derecha para coger la de él, entrelazando sus dedos con los suyos.) Has sido todo un héroe, no creo que Tom lo olvide nunca. Ni yo tampoco.
(Jon bajó los puños y la contempló con una expresión dubitativa tanto por sus palabras como por el abrazo de las falanges.) ¿Un héroe? No, qué va. (Sacudió la cabeza con una sonrisa.) Tom habría hecho l-lo mismo s-si se le hubiera pr-presentado a él la circunstancia. Y s-seguro que tú t-también. Uno debe proteger aquello que quiere... sea lo que sea. (Añadió con una pátina luctuosa de la que se deshizo enseguida. Le apretó la mano y subió dos escalones para quedar por encima de ella; de esa manera solo tenía que inclinarse un poco para depositarle un casto beso en la frente.)
Sí, supongo que habría hecho lo mismo... (Le miró mientras sube los escalones, teniendo que alzar un poco la barbilla para poder seguir mirándole a los ojos.) Cualquier cosa por aquello a lo que se quiere.
(Jonathan conocía aquella mirada. Liberty le estaba pidiendo algo más que el beso en la frente, tal vez una prueba que sirviera al mismo tiempo como colofón. Al telegrafista le intimidaban mucho más las relaciones interpersonales que cualquier forajidos; a ellas no podía darles un botellazo, ni siquiera uno metafórico.) Cualquier cosa. (Repitió en voz baja y entonces la abrazó contra él.)
(Falta una parte concerniente a Dominique y Raylan)
Última edición por Jonathan_Atwood el Jue Ago 29, 2013 2:05 pm, editado 1 vez
Jonathan_Atwood- Criado
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23 de Agosto: Anochecer. A otros tantos kilometros de distancia.
-Sí, es aquí, sheriff.-repuso Taylor, el alguacil, señalizando el lugar del asalto a la diligencia. A su espalda iba Maxwell, seguidos de "El Pelao" y Bob Madson.
Maxwell maldijo 100 veces a los bandidos. Justo al llegar de sus inquietudes y revisar en la comisaría una y otra vez las pistas, ahora volvían al ataque, o eso le había dicho corriendo el borracho de Madson, pero no cabía duda. Habían vuelto atacar, a posta, a pocos kilómetros de la ciudad y en la otra punta del desierto. Parecía que le pretendían marear. Y si era esa la intención, claramente, lo estaban consiguiendo.
Rogers bajó de Roble de un salto y se quito el sombrero, mientras intentaba repeinarse y serenarse. El lugar era un caos. Muchas pisadas, un caballo muerto con moscas revoloteando, la diligencia abandonada y destrozada con todas la pertinencias de esta, esparcidas por la arena.
Los otros tres, ni siquiera bajaron de sus monturas. Lo observaron solemnes mientras él caminaba con cuidado por aquí y por allá. Bastante tenian con haber acompañado a alguien que al parecer, no estaba logrando en absoluto nada.
Max se agachó a comprobar unas huellas. Esta vez, o lo habían hecho a propósito o se les había escapado, pero llevaban botas. Las huellas alrededor del carromato así se veían. Por lo tanto, el que fuera que se estaba haciendo pasar por indios, había dado una fuerte presión a esa lógica que él había tenido ya preparada. Sin duda, eran unos falsos indios.
El caballo yacía a unos metros del carro. Cuatro flechas clavadas en el animal, volvía a inducir a los indios. Pero algo había raro. Se aproximó a él. En el lomo, se veía una gran carnicería, lograda por algún tipo de coyote o chacal del desierto. Pese a eso, algo no encajaba.
-Qué curioso...las flechas no lo han tumbado. Y no posee signos de ataque al cuello por la bestia que lo mató. Así pues, ¿por qué ha muerto este semental?-concluía en voz alta. Los hombres del alcalde lo miraban extrañados por como se acercaba al animal. No debía importarle las moscas que revoloteaban ni el hedor. Lo que le importo fue las mismas flechas.
Y entonces recordó. Alguien les había impregnado con la sustancia india. Astuto, muy astuto. Una sustancia muy conocida entre indios, capaz de dejar la parálisis. Él mismo vio los efectos cuando los salvajes que lo capturaron cazaban búfalos.
Volvió a dirigirse a la diligencia. Quién fuera, había hecho un desperdicio por el suelo. Pero solo veía ropajes, cajas vacías de alcohol y trozos de madera por el suelo. No era una diligencia rica. No llevaban nada de valor. ¿O tal vez sí?
-Mierda...-pensó. A lo mejor, no buscaban algo grande, si no más bien algo pequeño y por eso rebuscaron tanto: el correo. Dado que la linea de telégrafo quedó cortada, a lo mejor les interesaba saber las respuestas del condado a su petición o algo referente al Fort Douglas.
Maxwell Rogers empezaba a estar muy preocupado. Si habían atacado una diligencia sin importancia, podrían hacer pedazos al pueblo o la gente de él. Esto iba más allá de un simple robo. Esto era una advertencia, era una señal: el pueblo era suyo.
Pateó con fuerza la rueda del carro, con rabia e impotencia. Estaba perdido. ¿Qué tenia? Dos atracos, un sin fin de preguntas, varias sospechas... pero nada concluyente. El alguacil hizo el amago de acercarse pero Joe negó con la cabeza. Solo vieron como el sheriff se apoyaba en el carro y suspiraba de desilusión.
Y entonces lo vio. Un mensaje, en la madera de este. Sabía que iba dirigido a él, no le cabía duda. Pues esto era lo que ahí estaba escrito:
"Persiguiendo sombras no se adquiere sustancia"
-¡Malditos hijos de perra!-gritó el sheriff, dando un fuerte golpe en la inscripción. No era más que un saludo de uno de los desgraciados y se estaban burlando de él.
Pagaría lo que fuera por inyectarles esa sustancia a los cobardes que habían hecho tal atrocidad. Por suerte, los guardias no habían muerto, aunque habían sido gravemente heridos cuando los encontraron. Entonces, una chispa, de súbito, pasó por su cabeza.
Volvió a observar los destrozos. A la vista quedaban algunas frutas podridas, restos de pedidos que los pobres de Twin Falls habían pedido para sus negocios.
Silbó de inmediato. No había tiempo que perder. Corrió a su caballo y subió a su grupa de un salto. Sus ayudantes se acercaron entonces, curiosos.
-Tengo la ligera sospecha de que puede estar pasando, pero antes tengo que hablar con alguien bastante especial del poblado. Vosotros encargaros y es una orden de que se encuentre y encierre en la comisaría a la persona que os diga ahora mismo.
-¿Quién, sheriff? ¿A quién debemos coger?-preguntó Bob Madson, ansioso al fin de que la acción empezaba a desarrollarse muy pronto. Las sonrisas al fin se mostraron. Algo había ya.
-Debéis buscarla y encerrarla en el calabozo mientras hago mis recados. Esto es cosa de indios y solo hay un indio a quién podamos culpar. Que sea así.
Y entonces, el alguacil lo dejó claro ante la expectativa de todos:
-A Sidney.
Maxwell maldijo 100 veces a los bandidos. Justo al llegar de sus inquietudes y revisar en la comisaría una y otra vez las pistas, ahora volvían al ataque, o eso le había dicho corriendo el borracho de Madson, pero no cabía duda. Habían vuelto atacar, a posta, a pocos kilómetros de la ciudad y en la otra punta del desierto. Parecía que le pretendían marear. Y si era esa la intención, claramente, lo estaban consiguiendo.
Rogers bajó de Roble de un salto y se quito el sombrero, mientras intentaba repeinarse y serenarse. El lugar era un caos. Muchas pisadas, un caballo muerto con moscas revoloteando, la diligencia abandonada y destrozada con todas la pertinencias de esta, esparcidas por la arena.
Los otros tres, ni siquiera bajaron de sus monturas. Lo observaron solemnes mientras él caminaba con cuidado por aquí y por allá. Bastante tenian con haber acompañado a alguien que al parecer, no estaba logrando en absoluto nada.
Max se agachó a comprobar unas huellas. Esta vez, o lo habían hecho a propósito o se les había escapado, pero llevaban botas. Las huellas alrededor del carromato así se veían. Por lo tanto, el que fuera que se estaba haciendo pasar por indios, había dado una fuerte presión a esa lógica que él había tenido ya preparada. Sin duda, eran unos falsos indios.
El caballo yacía a unos metros del carro. Cuatro flechas clavadas en el animal, volvía a inducir a los indios. Pero algo había raro. Se aproximó a él. En el lomo, se veía una gran carnicería, lograda por algún tipo de coyote o chacal del desierto. Pese a eso, algo no encajaba.
-Qué curioso...las flechas no lo han tumbado. Y no posee signos de ataque al cuello por la bestia que lo mató. Así pues, ¿por qué ha muerto este semental?-concluía en voz alta. Los hombres del alcalde lo miraban extrañados por como se acercaba al animal. No debía importarle las moscas que revoloteaban ni el hedor. Lo que le importo fue las mismas flechas.
Y entonces recordó. Alguien les había impregnado con la sustancia india. Astuto, muy astuto. Una sustancia muy conocida entre indios, capaz de dejar la parálisis. Él mismo vio los efectos cuando los salvajes que lo capturaron cazaban búfalos.
Volvió a dirigirse a la diligencia. Quién fuera, había hecho un desperdicio por el suelo. Pero solo veía ropajes, cajas vacías de alcohol y trozos de madera por el suelo. No era una diligencia rica. No llevaban nada de valor. ¿O tal vez sí?
-Mierda...-pensó. A lo mejor, no buscaban algo grande, si no más bien algo pequeño y por eso rebuscaron tanto: el correo. Dado que la linea de telégrafo quedó cortada, a lo mejor les interesaba saber las respuestas del condado a su petición o algo referente al Fort Douglas.
Maxwell Rogers empezaba a estar muy preocupado. Si habían atacado una diligencia sin importancia, podrían hacer pedazos al pueblo o la gente de él. Esto iba más allá de un simple robo. Esto era una advertencia, era una señal: el pueblo era suyo.
Pateó con fuerza la rueda del carro, con rabia e impotencia. Estaba perdido. ¿Qué tenia? Dos atracos, un sin fin de preguntas, varias sospechas... pero nada concluyente. El alguacil hizo el amago de acercarse pero Joe negó con la cabeza. Solo vieron como el sheriff se apoyaba en el carro y suspiraba de desilusión.
Y entonces lo vio. Un mensaje, en la madera de este. Sabía que iba dirigido a él, no le cabía duda. Pues esto era lo que ahí estaba escrito:
"Persiguiendo sombras no se adquiere sustancia"
-¡Malditos hijos de perra!-gritó el sheriff, dando un fuerte golpe en la inscripción. No era más que un saludo de uno de los desgraciados y se estaban burlando de él.
Pagaría lo que fuera por inyectarles esa sustancia a los cobardes que habían hecho tal atrocidad. Por suerte, los guardias no habían muerto, aunque habían sido gravemente heridos cuando los encontraron. Entonces, una chispa, de súbito, pasó por su cabeza.
Volvió a observar los destrozos. A la vista quedaban algunas frutas podridas, restos de pedidos que los pobres de Twin Falls habían pedido para sus negocios.
Silbó de inmediato. No había tiempo que perder. Corrió a su caballo y subió a su grupa de un salto. Sus ayudantes se acercaron entonces, curiosos.
-Tengo la ligera sospecha de que puede estar pasando, pero antes tengo que hablar con alguien bastante especial del poblado. Vosotros encargaros y es una orden de que se encuentre y encierre en la comisaría a la persona que os diga ahora mismo.
-¿Quién, sheriff? ¿A quién debemos coger?-preguntó Bob Madson, ansioso al fin de que la acción empezaba a desarrollarse muy pronto. Las sonrisas al fin se mostraron. Algo había ya.
-Debéis buscarla y encerrarla en el calabozo mientras hago mis recados. Esto es cosa de indios y solo hay un indio a quién podamos culpar. Que sea así.
Y entonces, el alguacil lo dejó claro ante la expectativa de todos:
-A Sidney.
Noche 22 de agosto (Raylan- Dominique)
Raylan_Cogburn (Había perdido audición debido a la edad y a la degeneración propia de su condición humana, por lo que no escuchó el sonido de los matorrales de los que emergió Dominique. Pero su equino dejó de comer para lanzar una mirada de soslayo a quien se acercaba, en especial a su otro congénere, y ahí fué cuando Raylan se giró.
Su iris marrón escudriñó de arriba abajo a la fémina de indumentaria tan singular, o trabajaba en algún rancho o se dedicaba a oficios tan poco católicos como el suyo, como posteriormente revelaría al abrir la boca. ) Estoy mayor. (Afirmó con voz profunda y rasgada. La mano derecha, que sostenía el revolver, se movió con rapidez impropia y de manera sorpresiva e impredecible. El dedo índice apretó el gatillo
Y la bala se dirigió con perfecta precisión al cráneo del caballo que Dominique montaba. La bala penetró entre sus dos ojos y se escuchó el crujido propio de los huesos que conformaban su cráneo al astillarse internamente reventando en decenas de pedazos.) Pero aún puedo darle en las pelotas a un asiático a doscientos metros.
Dominique_McElligott (El movimiento demasiado rápido de Raylan_Cogburn la deja perpleja, tanto, que no le da tiempo a reaccionar cuando aprieta el gatillo el forajido. Su montura recibe el balazo y se retuerce de dolor derrumbándose al suelo de inmediato, la joven solo puede agarrarse a las riendas con las manos enguantadas y tratara de quitar las botas de los estribos pero cae al suelo con el caballo encima)
¡Mierda!!! ¡Estás loco maldito hijo de...! (Exclama tratando de salir de debajo del animal dolorida, aún así las yemas de sus dedos acarician el arma enfundada por si acaso. Trata de quitarse al animal de encima que prodiga espasmos ante la muerte inminente)
Raylan_Cogburn (Caballo estaba tan acostumbrado al ruido de las armas que siguió pastando cuando su dueño apretó el gatillo. Enfundó el revolver después de tomarse un tiempo sabático para reponer en su tambor la bala que había gastado. Después se acercó hasta el caballo que aún se debatía entre la vida y la muerte, la vida
animal era la única hacia la que sentía un profundo respeto, aún así la proposición de Dominique no había pasado inadvertida
y tenía prioridad. Se agazapó de manera lenta y pesada y sacó un cuchillo que pendía de su funda de cuero en el lateral izquierdo, después degolló al caballo acabando así con sus espasmos y su sufrimiento. Le cerró los ojos y después se centró en la mujer atrapada bajo el cadáver.) Suelen decírmelo muy a menudo, hija, créeme.
Dominique_McElligott (Sale de debajo del caballo con la ayuda de Raylan_Cogburn. Coge un zurrón que estaba en el animal herido de muerte y lo carga a la espalda. Recoloca el sombrero en la cabeza y se quita de encima el polvo de la tierra al caer, deslizando las palmas de las manos por las posaderas. Clava la mirada versada en la del forajido.) Me debes un caballo maldito loco. Era un buen ejemplar y le tenía cariño. (Replica la joven
resoplando profundamente mirando a su montura muerta, mira de nuevo al forajido) Así que no estás tan viejo... pues tengo un proyecto pensado que tal vez te interese.
Raylan_Cogburn: - Nada de lo que puedas proferir por esa boquita de piñón me sonará a nuevo. ¿Dices que tienes nociones de medicina? Explícame cuánto sabes y cómo. Y a la de tres, empuja. Uno... Dos... Tres. (Agarró al animal con ambas manos y empujó desde abajo hacia arriba, a fin de liberar sus piernas.)
Te reemplazaré el caballo siempre y cuando logres convencerme de que ese proyecto es fructífero. (Se acercó a su equino y se afianzó a la silla de montar con la mano izquierda, colocó el pie derecho en el estribo y se impulsó para ponerse a lomos de su compañero animal. El pañuelo ya estaba encharcado de sangre, pero parecía que la pequeña hemorragia de la herida ya había cesado por completo.)
Yo soy Cogburn, y este es Caballo. (Acompañó a la presentación de su caballo con un gesto de la mano que este, astutamente supo interpretar y zarandeó graciosamente la cabeza de abajo a arriba, acompañándose de un fuerte relincho.) Sube, hablaremos en un lugar más discreto.
Dominique_McElligott: - Me sustituirás a mi caballo y si vuelves a hacerme algo así no contarás con mi alianza, he comprendido que el respeto es fundamental. (Frunce el ceño mirando a su montura muerta.) Dame la mano. (Imperativa se coge a su mano para subir a su caballo cuando se la ofrece, con agilidad se sube de un salto quedando a horcajadas a la grupa.) Dominique. (Se presenta de manera escueta,
se acomoda en el lomo del caballo y se agarra a la cintura del forajido apretando sus manos entrelazando los dedos. En su mente pululan pensamientos de cómo explicarle lo que tiene pensado al forajido, de manera que se una a ella, ya que en Twin Falls no conocía a ningún maleante más y, estaba deseando salir de allí. Un lugar desprotegido no era seguro para nadie, ni siquiera para una pistolera con buena puntería)
Su iris marrón escudriñó de arriba abajo a la fémina de indumentaria tan singular, o trabajaba en algún rancho o se dedicaba a oficios tan poco católicos como el suyo, como posteriormente revelaría al abrir la boca. ) Estoy mayor. (Afirmó con voz profunda y rasgada. La mano derecha, que sostenía el revolver, se movió con rapidez impropia y de manera sorpresiva e impredecible. El dedo índice apretó el gatillo
Y la bala se dirigió con perfecta precisión al cráneo del caballo que Dominique montaba. La bala penetró entre sus dos ojos y se escuchó el crujido propio de los huesos que conformaban su cráneo al astillarse internamente reventando en decenas de pedazos.) Pero aún puedo darle en las pelotas a un asiático a doscientos metros.
Dominique_McElligott (El movimiento demasiado rápido de Raylan_Cogburn la deja perpleja, tanto, que no le da tiempo a reaccionar cuando aprieta el gatillo el forajido. Su montura recibe el balazo y se retuerce de dolor derrumbándose al suelo de inmediato, la joven solo puede agarrarse a las riendas con las manos enguantadas y tratara de quitar las botas de los estribos pero cae al suelo con el caballo encima)
¡Mierda!!! ¡Estás loco maldito hijo de...! (Exclama tratando de salir de debajo del animal dolorida, aún así las yemas de sus dedos acarician el arma enfundada por si acaso. Trata de quitarse al animal de encima que prodiga espasmos ante la muerte inminente)
Raylan_Cogburn (Caballo estaba tan acostumbrado al ruido de las armas que siguió pastando cuando su dueño apretó el gatillo. Enfundó el revolver después de tomarse un tiempo sabático para reponer en su tambor la bala que había gastado. Después se acercó hasta el caballo que aún se debatía entre la vida y la muerte, la vida
animal era la única hacia la que sentía un profundo respeto, aún así la proposición de Dominique no había pasado inadvertida
y tenía prioridad. Se agazapó de manera lenta y pesada y sacó un cuchillo que pendía de su funda de cuero en el lateral izquierdo, después degolló al caballo acabando así con sus espasmos y su sufrimiento. Le cerró los ojos y después se centró en la mujer atrapada bajo el cadáver.) Suelen decírmelo muy a menudo, hija, créeme.
Dominique_McElligott (Sale de debajo del caballo con la ayuda de Raylan_Cogburn. Coge un zurrón que estaba en el animal herido de muerte y lo carga a la espalda. Recoloca el sombrero en la cabeza y se quita de encima el polvo de la tierra al caer, deslizando las palmas de las manos por las posaderas. Clava la mirada versada en la del forajido.) Me debes un caballo maldito loco. Era un buen ejemplar y le tenía cariño. (Replica la joven
resoplando profundamente mirando a su montura muerta, mira de nuevo al forajido) Así que no estás tan viejo... pues tengo un proyecto pensado que tal vez te interese.
Raylan_Cogburn: - Nada de lo que puedas proferir por esa boquita de piñón me sonará a nuevo. ¿Dices que tienes nociones de medicina? Explícame cuánto sabes y cómo. Y a la de tres, empuja. Uno... Dos... Tres. (Agarró al animal con ambas manos y empujó desde abajo hacia arriba, a fin de liberar sus piernas.)
Te reemplazaré el caballo siempre y cuando logres convencerme de que ese proyecto es fructífero. (Se acercó a su equino y se afianzó a la silla de montar con la mano izquierda, colocó el pie derecho en el estribo y se impulsó para ponerse a lomos de su compañero animal. El pañuelo ya estaba encharcado de sangre, pero parecía que la pequeña hemorragia de la herida ya había cesado por completo.)
Yo soy Cogburn, y este es Caballo. (Acompañó a la presentación de su caballo con un gesto de la mano que este, astutamente supo interpretar y zarandeó graciosamente la cabeza de abajo a arriba, acompañándose de un fuerte relincho.) Sube, hablaremos en un lugar más discreto.
Dominique_McElligott: - Me sustituirás a mi caballo y si vuelves a hacerme algo así no contarás con mi alianza, he comprendido que el respeto es fundamental. (Frunce el ceño mirando a su montura muerta.) Dame la mano. (Imperativa se coge a su mano para subir a su caballo cuando se la ofrece, con agilidad se sube de un salto quedando a horcajadas a la grupa.) Dominique. (Se presenta de manera escueta,
se acomoda en el lomo del caballo y se agarra a la cintura del forajido apretando sus manos entrelazando los dedos. En su mente pululan pensamientos de cómo explicarle lo que tiene pensado al forajido, de manera que se una a ella, ya que en Twin Falls no conocía a ningún maleante más y, estaba deseando salir de allí. Un lugar desprotegido no era seguro para nadie, ni siquiera para una pistolera con buena puntería)
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