Olor a podrido [Rol Libre.].

Era la primera vez que Alyssane veía la ciudad por dentro, antes se había limitado a observarla desde fuera, con sus murallas llenas de musgo y golpes de guerra, con su portón astillado y oxidado, a veces abierto, que le ofrecía una superficial vista de Camelot. Ahora se movía entre sus laberínticas calles. Viendo, observando, escuchando y memorizando.

Si no fuera por su padre, Alyssa no habría visto nada en aquella calle, donde solo la luz de los prostíbulos y de las tabernas a rebosar iluminaban el suelo. La visión nocturna era agradable en momentos como aquel.
La calle estaba llena de mujeres semidesnudas acompañadas por galantes caballeros o, en su defecto, por borrachos que mostraban su trasero dentro de unos ajustados y corroídos pantalones que habían conocido tiempos mejores. Por suerte, Alyssa, se cubría con una capucha, si no habría llamado demasiado la atención.

Caminó unos cuantos metros para alejarse de aquellas vistas tan agradables para unos y tan aburridas para ella. Mientras sus pasos se movían rápidos por el suelo de piedra pudo ver algunos vagabundos tirados en la calle. Y maldijo a su padre por haberla conferido también un olfato tan sumamente perfecto.

Olía a sangre, a sudor y a cerveza agria. Nunca había provado la cerveza, ella solo bebía agua, pero conocía muy bien su olor. Pero, camuflado entre todos estos olores, había otro mucho más dulzón y asqueroso. El olor a podredumbre.
Alyssa recordó la de veces que había notado ese olor en el bosque, mientras algúna animal era devorado por los gusanos detrás de un arbusto. Pero esta vez estaba mezclado con el olor de las heridas infestadas y el pus.

Caminó con el ceño fruncido y el arco y las armas escondidos tras la capa, no había ningún cadáver allí, pero Camelot, apestaba a muerte.

Ildaron se encontraba vagando por las calles de Camelot, aquello cada vez estaba más descontrolado. Vagabundos, monjes mendicantes a montones, pillos y ladrones, prostitutas y caballeros venidos a menos y entre ellos, los apestados, era una visión degradante de la sociedad próspera que un día conformara la ciudad.

Y una sociedad muy generosa sí...dale la mano a uno y te pegará todas las enfermedades habidas y por haber. Decía para sí el mercenario, que se ajustó bien los guantes impermeables de cuero a las manos. La investigación sobre la enfermedad le había llevado hasta los mercenarios...pero sabía que alguien más tejía los hilos, no obstante no sabía la forma de averiguar quién era aquel macabro titiritero.

Tan sólo espero que no me rajen el cuello antes de desentrañar esta mierda. Maldijo antes de chocar su hombro con el de una persona encapuchada que pasaba a su lado. No la había visto venir y se giró cuando escuchó el sonido de la madera contra el suelo cuando el arco de aquella persona cayó al suelo por el golpe.

- Rinnun moivonën... - maldijo y se inclinó con agilidad, recuperando el arco y volviéndolo a colgar de su funda, en su espalda. Apesar de la capucha se veía que tenía formas de mujer, al igual que la voz que sobresalía de entre la tela, era femenina, como un canto de sirena.- Gurnaf ikroiej... - aunque las palabras sonaran infernales...

Se giró con cautela, manteniendo su capucha lo suficientemente baja que ella pudiera ver al hombre pero el hombre no pudiera ver más que sus labios y su pálida piel, demasiado pálida. Apartó la capa con una mano y posó la mano sobre el puñal, quizá para apoyar la mano y no dejarla colgando, en una postura demasiado informal.

- Cuidado, podrías tropezar con alguien peligroso.- dice alzando la voz, su voz acaricia el aire, pero su acento es fuerte, arrastrando las "erres" y las "tes". Cuando sus labios se mueven, se adivinan unos finos colmillos, afilados, pero pequeños.

Ildaron la miró con atención, estudiando los puntos visibles de su atuendo, tantos años como mercenario le habían enseñado a escudriñar bien a los demás.

Lo mismo os digo, pues no sois la única que lleva acero en la vestimenta. Dijo antes de dar unas palmaditas en el puño de cuero de su larga espada, colgando siempre en su cintura. No debéis de ser de aquí cuando echáis mano a las armas tan rápidamente ¿no? Se permitió sonreír de medio lado tras la pregunta.

Entre tanto en Camelot anochecía, y las sombras del crepúsculo hacía terribles a los apestados, que vagaban rabiosos por las escoceduras y las heridas llenas de pus. Ildaron miró a ambos lados y torció el gesto en una mueca de asco.

Deberíamos continuar esta bonita conversación sobre espadas y puñales en un lugar con puerta para poderse cerrar. Dijo antes de volverla a mirar con atención, la brisa mecía su largo cabello oscuro y sus ojos castaños seguían escudriñándola.

-No temo a los muerrrrtttos...- Dijo en un susurro,volviendo a clavar su acento. La mujer agachó la cabeza y agarró bien su fardo, pasando por su lado en total silencio, como una simple sombra. Y dirigió sus pasos hacia la taberna, haciéndole un chasqueo con los labios para que la siguiera. Si quería seguir hablando, sería allí.

La puerta chirrió,al igual que las oxidadas bisagras de hierro. Las mesas eran de madera vieja y pocos eran los que había allí. Todo Camelot estaba maldito, pero no de enfermedad.

La parte más sombría de la estancia parecía la menos infectada y la más tranquila para olvidarse de los problemas del camino...tras dias viajando de aquí para allá, era de agradecer una buena jarra de cerveza...pocas cosas que le gustaban de los hombres. Sentado, apoyado sobre una pésima y resquebrajada mesa y pensando en sus asuntos giró la cabeza y vio entrar a una esbelta silueta...era imposible confundirla con una humana, al menos para él.

Se reincorporó, dejó sus pensamientos a un lado y centró su atención en observar a los nuevos inquilinos.

Qué se ha de temer en este mundo si no es a la muerte y más si es de esa manera. Murmuró Ildaron para sí mientras entraba tras ella a aquel solitario lugar. Algún bardo pinzaba las cuerdas de su laúd arrancando notas melancólicas mientras más gente bebía de mugrientas jarras, como si intentasen olvidar lo que les rodeaba, el mercenario paseó la mirada por el lugar, examinando a los presentes sin darles mayor importancia, hasta que se topó con uno que parecía más desconcertante que el resto...sin bajar la guardia se sentó con la encapuchada en una mesa junto a la pared.

Un pequeño hombrecillo con un delantal sucio se les acercó para tomar nota de qué querían, Ildaron pidió una jarra de cerveza con alguna cosa de comer mientras esperaba a que ella hablase también, su acento le resultaba realmente exótico.

La estancia la produjo mareo, hacía bastante calor por el fuego encendido y ella odiaba el calor. Su rostro oculto compuso una mueca y tomó asiento, mirándolo en la oscuridad de su anonimato.
- Fuego de dragón.- musitó ante el tabenero, que rápidamente negó para confirmar sus sospechas de que no tenían esa bebida, y de que ni siquiera sabía que era.- Agua.
El hombrecillo de nariz pequeña y ojos saltones asintió y se marchó en el acto en busca de lo que habían pedido para ganarse unos monedas.
Mientras tanto, Alyssa, golpeó la mesa por debajo, con los dedos, haciendo un sonido como el galopar de un caballo que se fue transformando en los latidos de un corazón desbocado.
No se fijó en nadie, nunca lo hacía.

Le repugnaba esa gente mal oliente que hablaba a gritos, sin complejos,sin higiene,sin educación... -humanos.. -murmuró para sí.

Pero ahora ya había centrado su atención en la última clienta, su presencia le resultaba inquietante y curiosa...se había llevado la mano a la barbilla masajeandose mientras quedaba expectante de lo que iba a acontecer...

¿Fuego de dragón? Vaya, sí que debéis de venir de lejos ¿eh? dijo el mercenario paseando los ojos despacio por la estancia, era lúgubre, como la vida en aquellos tiempos, recordó que más de una vez había bañado su espada con la sangre putrefacta de aquella plaga. Se giró un poco hacia ella, quizá para que oídos indiscretos no escuchasen la conversación.

Quién sois vos? preguntó sin más mientras observaba el ir y venir del tabernero tras la barra sirviendo lo que habían pedido.

Alyssa detuvo sus dedos, hasta hacer que la imitación de los latidos fuera lenta, pausada, como en el sueño de un niño. Levantó levemente el rostro y la luz del fuego la iluminó la cara.

Las llamas se reflejaban en sus ojos como una danza diabólica y provocaban que cambiaran más rápidamente de color. En esos momentos, adquirían un matiz morado mientras iba evolucionando a uno más verdoso, como el lago, como sus profundas aguas... En su mejilla izquierda, sobre la pálida piel con matices rosados, descansaba una cicatriz que no deformaba su rostro, pero sí la marcaba.

La mujer alzó ambas manos y se retiró la capucha con suavidad, mostrando así también sus labios rosados y pálidos, perfectamente definidos bajo una nariz recta y dos finas cejas grisáceas. Su cabello era plateado, cayendo en cascada sobre la curva de sus desarrollados pechos hasta su cintura, produciendo ondulaciones.

- Yo soy yo. Nadie más.- contestó con aquel acento.

Vio como se desenmascaraba suavemente desplazando su capucha y dejando que se desplomará en sus hombros, al igual que sus cabellos,... abrió un poco más los ojos, de mirada fría, pero se había vuelto cálida como el fuego que atisbaba...dejó caer su brazo en la mesa, que chirriaba una vez más, con cada movimiento... y sintió que ese rostro le resultaba tremendamente familiar..pero no estaba seguro, asique permaneció espectante y cauteloso, eso sí, sin quitarle los ojos de encima...

Parecéis hermosa, un ser hermoso...digo ser porque no se qué sois dijo mirándola, intentando averiguar qué era, aunque había visto algunos seres parecido en lejanas tierras que no quería recordar ahora. Cuando el tabernero trajo las bebidas tomó un trago de cerveza para ver si su memoria se refrescaba, no obtuvo éxito.

Yo soy Ildaron, a diferencia de vos poseo nombre. Miró por el rabillo del ojo al hombre de una mesa lejana, parecía demasiado interesado en ellos dos, o aparentemente en ella, al fin y al cabo era hermosa, quizá sólo mirase sus atributos femeninos. Quizá él también tenga nombre, o quizá os conozca, no os ha dejado de mirar desde que llegamos aquí. Dicho esto bebió otro trago, alerta ante cualquier reacción del desconocido, de todas formas no les escuchaba hablar.

Alyssa se quedó mirando al hombre fijamente, sin ni siquiera mostrar interés en el supuesto extraño que los observaba. De todas formas, ¿qué importaba? Aquel lugar estaba lleno de gente, si miraba, podía incitarle a que se acercara. Asique se quedó quieta, sin mover un músculo, con la jarra de agua frente a ella.

- Ildarroonn...- murmuró en voz alta para hacer familiar el nombre, aunque jamás había oído cosa semejante.- Mi nombre es Alyssssssane.- prosiguió casi sin mover los labios. Sus ojos ahora, se tornaban de nuevo morados.

Permanecía quieto, pausado...observando como había hecho desde que habían llegado...después de estudiar su rostro...meditó...quien podría ser...cuando vio moverse sus labios, pudo leer la palabra que más claro pronunció, su nombre... el elfo era un gran conocedor y estudioso del lenguaje mudo, y pudo leer los gestos de su cara y el movimientos de su boca...después de darse cuenta de su nombre le dio un vuelco el corazón....ella...¿sería posible?...

Cualquiera que no os conociera diría que pronunciáis un poco mal, y yo lo digo, ya que no os conozco, Alysanne dijo mientras daba vueltas a la espesa cerveza en la jarra.

Cada vez que los tiempos empeoran la cerveza sabe peor...más ligera y con menos cuerpo, una lástima cabeceó pero echó otro trago y la volvió a mirar. No parecéis precisamente una doncella inocente...¿Qué habéis venido a hacer en una ciudad azotada por la peste?

- Quizá vos prronunciáis mal y sssoy yo la que habla bien. - zanjó, quedándose luego sumida en el más profundo de los silencios.
Cortó su detenimiento al levantar el brazo y tomar la jarra, llevándosela a los labios y sorbiendo un poco del agua. Compuso una mueca, estaba caliente, asique la dejó con suavidad de nuevo en la mesa y se cubrió la cabeza con una capucha.- Debo marcharme.

¿A dónde vais a ir ahora? Es de noche y no es demasiado agradable la ciudad en estos momentos para pasear bajo la luna. Rió limpiándose con el dorso del guante. ¿Hay sitio para uno más? Creo que la noche se me presenta tranquila o quizá tengáis asuntos turbios y personales entre manos.

[No te tocaba, asique habrá que esperar a ver si contesta el otro participante.]

(ups, perdón que se me fue >.<)

puedo entrar?????

Yo creo que sí, nadie ha vuelto a responder

No te quiero en la taberna.-La mujer empujó a uno de los borrachos que estaban armando un alboroto de proporciones en la taberna, odiaba que la dejaran en las noches, pero era lo mejor, ya que era el momento en el que la gente más deseosa de diverción estaba, y cuando mas información podia sacar.Andaba en busca de un hombre, tenía la orden de acabar con su vida, pues era un traidor de la corona, a ella no es que le importara mucho, pero le pagaban bien y como el diner movia al mundo.- Si volveis, lo pagareis caro, con algo mas que un golpe.

[ Esque se deberían respestar los turnos. ¿Ildaron, Selene y luego yo? Ummff... ]

Alyssane se quedó mirando la figura del hombre, cabeceando levemente hacia un lado.- ¿Asuntos turrbioss? No me gusstan los problemass, y menos en Camelott, nunca sabess a quien te enfrentass.- de vez en cuando tomaba aliento, no la gustaba su acento.
Con las manos sobre la mesa, las movió y las deslizó hasta su regazo, donde se entrelarazon sus alargados dedos mientras no le quitaba los ojos de encima.

La joven notaba el crujir de las sillas y el arrastrar de las mesas, el olor agrio de la cerveza se metía por su nariz de tal forma que casi podía notar su sabor en el final de la lengua, al igual que el desagradable olor de la sangre y el sudor, que la gente desprendía en aquel lugar.

No será el único que proporcione problemas esta noche al lugar, mujer. Dijo Ildaron aun sentado con Alyssane al lado. Pero bueno, yo habría sido más directo y menos parco en palabras con él, habría dejado que hablase mi acero. Se encogió de hombros bebiendo un trago de cerveza largo.

Además, ¿sois vos la posadera como para tener potestad de echar a nadie? De vez en cuando el mercenario miraba a Alyssane, intrigado por sus rasgos extraños y su acento rudo y siseante.

Aun me intrigáis, mi buena señora. Dijo mirando a la extraña mujer.