Olor a podrido [Rol Libre.].

(Lamento la falta de acentos, este teclado esta un poco arcaico... Mis disculpas.)

Alyssane se mantuvo cerca de la mujer un tiempo, habiendose fijado en todo aquello que habia hecho. Con los cabellos albos al descubierto, camino hasta una mesa cercana y echo a las personas que alli bebian alteradas, alzandola en volandas y colocandola contra los cristales. Aquella mesa era de mucho peso, asique la mujer se habria ayudado de otro tipo de fuerza no corporal.

- No quiero matar inocentes.- fue lo unico que dijo a la vez que atascaba aun mas la madera contra los chirriantes cristales. El pasado, en donde habia conocido a la wiccana Faun, la habia enseñado algo sobre aquello. Y ahora se lo repetia en su mente. "Haz el mal o el bien tres veces, y tres veces se te seran devueltos".

Ahora pensaba simplemente, que era mejor moralmente. Salvar a aquella gente del interior de la taberna, borrachos y maleantes, o dejar que cayeran bajo el yugo de la plaga, compuesto por gente necesitada y hambrienta.
Pero... ¿donde estaba el hombre? Tardaba. Y pronto necesitarian todas las espadas posibles.

Selene gruñó, la mujer estaba dando demasiado espectáculo, ya podia ver que tenía poder mágico, cerró los ojos un momento, y en la cabeza de la mujer que acompañaba al extraño hombre casi infectado sonó una voz.-Si eres mágica, controlate, nos traeras problemas.- Era una orden, no estaba dispuesta a admitir réplicas, las cosas se hacían a su manera, por algo era su taberna,no dejaría que una aparecida, rompiera en mil pedazos, lo que tanto le había costado ocultar, la existencia de la magia ya fuera blanca o negra.
Los gritos, eran cada vez mayores, los que aun quedaban en la taberna y no estaban tan borrachos como para no darse cuenta, miraban a la puerta asustados, pálidos y temblorosos, el miedo los hacía ver como fantasmas, el miedo se olía, el miedo a la muerte y lo desconocido.-Ey tú.- Le gritó a la mujer de capucha.- ¿ Sabes tocar algún instrumento?.-Dios era lo único que se le ocurria, acallar los lamentos de hambre y dolor con música.El hombre tendría que esperar por su ropa, con el alboroto habia olvidado decirle que la ropa se guardaba en la pieza al lado del baño, siempre había algo para los viajeros que la necesitaran.

Ildaron bajó al rato vestido con una vieja camisa ancha de lino, ajustada por su propio cinturón, había dejado los ropajes de cuero arriba. Era la ropa de emergencia de la taberna y bufó cuando llegó junto a Selene.

Joder, tuve que revolver media habitación para encontrar esta blusa, creo que el cuero podrá limpiarse metiendolo en agua hirviendo y dejándolo secar, no pasa nada malo. Tras esto se ajustó la blusa, era de tejido basto pero grueso, algo que agradecía ya que la noche parecía fresca y no llevaba otra cosa debajo. Se remangó y se vieron sus brazales de cuero y sus guantes, porque el puño de su espada estaba viejo y podía herirle la palma de la mano con algún alambre suelto de la empuñadura.

Ya veo que hay constructores de barricadas ¿eh? Sonrió divertido mirando instintivamente a la chica extranjera. Sin saber por qué su mente le decía que ella había tenido algo que ver. Miró a los demás presentes y comprobó caras de miedo, de asco y algunas que simplemente parecían espectros vivos. Menudo ejército...aunque tampoco yo ando exento de precauciones, esos seres se han vuelto violentos y sepan los dioses si tendrán a menester desayunarnos, no obstante rajaré la barriga de más de uno antes de que prueben bocado.

El absurdo humor del mercenario arrancó algunas risitas leves en los hombres que allí había, necesitaban distraerse con cosas como aquellas que además les inspiraban cierto valor, al hacerles ver a los apestados como seres inmundos y nada más. ¡Eso, eso! No son más que seres flácidos y moribundos, ¿Qué hemos de temer? dijo un mozo de cuadras entre los demás hombres, envalentonado.

Alyssane no pensaba controlarse, era una tremenda tontería, ¿qué importaba que se diesen cuenta de sus dotes? El capitán del ejército de Camelot era un alto hechicero de la torre de magia, y eso era bien conocido. No iba a guardar apariencias, iba a salir de allí, que era lo que importaba. No prestó atención al hombre ni a sus palabras, ya había conocido a gente como él y quería mantenerse algo al margen, pero cuando escuchó las palabras de aquel joven, que tenía más pinta de porquero que de cualquier otra cosa, habló con su acento norteño. - Quizá lo que ocurre esque son seres contagiosos, no son simples enfermos.- atajó, quitándose la capa y posándola sobre la mesa, ya había visto esa enfermedad antes, estaba segura, pero no recordaba muy bien donde. Lo que si recordaba era para qué se usaba, pero eso eran pensamientos suyos, y no iba a compartirlos sin nada a cambio. Se había puesto detrás de todo, guardando así un poco de intimidad, mientras de su fardo sacaba un orbe... un palántir, algo muy peligroso, pero muy útil en esos momentos.
La joven movió las orejas y lo puso sobre la capa con extremo cuidado, sin tocarlo directamente.- ¿Hacia dónde está el Sol? - murmuró, girándolo con precaución hasta que alcanzó la posición exacta y el palántir negro se iluminó con la imagen de la taberna por fuera. Fue entonces cuando llamó al hombre, llamado Ildaron, a su lado, para que él controlara la imagen de los semicadáveres en la calle.- No lo toques, porfavor.- advirtió, acordándose entonces de lo que la tabernera la había preguntado. Sus manos volvieron a introducirse en el fardo y rebuscó, sacando una pequeña flauta con forma de raíces enrevesadas y los miró a los dos. Aunque sus ojos mostraban seriedad y sus formas eran las de una mujer, su edad élfica dejaba claro que era una niña, una niña mayor.- ¿Sabéis tocar vosotros? Creo que tengo otra... - musitó, abriendo un poco el saco una vez más, de donde salió un quejido agudo.

De entre la tela, asomó una cabecita pequeña, que por su proporción pertenecería a un cuerpo del tamaño de una mano humana. Su rostro era algo feucho, y sus pequeñas orejas tenían la misma forma que las de Alyssane.
- *¿Dónde está Dalla?* - chilló, a lo que la mujer respondió volviéndolo a meter para dentro, por lo que otro quejido se oyó.

El mercenario miró extrañado aquel objeto y frunció el ceño al ver aquel diminuto ser que hablaba. ¿Qué demonios era aquello? Jamás había visto algo semejante.

¿Que es todo esto? Que quieres tocar una canción o qué, no creo que sea el momento más adecuado para ponerse a cantar y a tocar ¿no? Decía sin entender qué hacía o qué pretendía, y afuera los apestados parecían tomar el control de las calles, no se veía a nadie por ellas, sólo vagaban ellos. Ildaron se aproximó a la ventana tapiada, mirando por un hueco al exterior, aquello era peor de lo que parecía desde dentro.

No podemos aguardar aquí, o nos rodearán y no daremos a basto con tantas de esas alimañas sueltas. Miraba ahora a la tabernera con gesto impaciente, deberíamos salir de aquí.

[¿No le tocaba a Selene? Ai que lío....]

u.u yo tmb me lio, mirad como hablamos todos de la misma tematica, pues si nos alternamos no creo que pase nada, siempre que sea 1 respuesta de cada uno, porque es que si no un descuido o algo como me ha pasado a mi y ya se nos desbarata ))

waaaaaaa!!! lo he tenido descuidado, pense que nadie estaba respondiendo porq no me llegaban los avisos,juuumm no importa, si quieren continuas, solo, o arreglo todo en mi parte para meterme nuevamente, anda lo siento chicos >_< ya podran darle una patada en el culo a Selene)

Pero no hay nada que arreglar a ver, postea y ya xD no ha pasado tiempo como para tenerte que volver a integrar, estan en el mismo lugar y en el mismo momento.))

(... ¿?...)

No estoy muy seguro de que selene siga, no obstante le preguntaré en el msn a ver que hace al final si no sigue continuamos nosotros))

La mujer era una idiota, o eso era lo que parecia, su actitud dejaba mucho que desear, ¿acaso era la única que se daba cuenta que si sabían que había magia los atacarian primero? estaba claro que la peste había sido soltada por alguien, con un motivo más que claro, destruir el reino y lo primero que destruirian serían las fuentes de poder, ella habíka tomado su desición, no intervendría si la mujer no lograba entender que la magia aun era temida, y muchas veces odiada.

El hombre había vuelto, no parecia haber cambiado, las cosas iban por buen camino, el mercenario no parecia estar contaminado, y eso era bueno, pues la gente de la taberna se había calmado un poco, ahora tendría que mantener el lugar animado a como diera lugar,de un lugar de la barra que no quedaba a la vista de las personas, sacó un laúd, ahora agradecia las clases que le habían dado, con suavidad lo puso entre sus manos y comenzó a rasagar las cuerdas con delicadeza,una suave musica comenzó a salir del instrumento, era una melodia tranquila y relajante, creada especialmente para calmar los animos.

Ildaron se sentó en un destartalado taburete con la espada desenvainada, apoyándola en la cercana pared igual de destartalada. Si iban a morir por culpa de aquellos seres, la tabernera había tenido una buena idea de al menos distraer a la gente con música. Él por su parte indagaba en sus pensamientos, recordando viejas canciones e historias, así como anécdotas que le hicieron sentir bien. Con una sonrisa de satisfacción echó un trago de una jarra cercana, sin importarle de quién fuese y luego miró a la tabernera.

Bien hecho, distráenos con alguna melodía, ¡entre tanto afilaré el acero para lo que se avecina! dijo riéndose mientras pasaba una piedra de amolar por el plateado brillo de su espada, sólo había dos cosas importantes en la vida de Ildaron, su espada era la primera y las mujeres la segunda, aunque siempre habría hueco para su hermanita pequeña.

Echó un vistazo a la misteriosa mujer que sacaba duendes y flautas extrañas de su mochila y se encogió de hombros, tras ver apestados hambrientos de vivos no le extrañaba nada. Deberíais pensar en yacer con un hombre antes de lo que pueda suceder rió diciéndole a la llamada alysanne, luego negó disculpándose bueno...era una broma, aunque he dicho esto último por cortesía claro, ¡no negaría nunca el calor de una mujer! rió aun más. Ante aquellas chanzas los presentes reían también, distrayéndose de afuera.