Sangre de invierno.

Miika se paró en seco. Ya esperaba que algún mercenario le sacudiera y se llevara a Skadi con ellos, como solía pasar. PEro en esta ocasión Skadi sabría defenderse, claro que la parte que le tocaba a él, no le hacía ninguna gracia. Pero las cosas no salieron del todo mal, los mercenarios siguieron su camino y no se preocuparon de ellos. Quizá a la próxima se la cobraran, solía pasar.

El barrio más humilde de Camelot tenía una particularidad, estaba cerca del puerto y se podía escuchar el mar con más precisión que en el resto de lugares de la ciudad. Al menos eso era algo de lo que se podía alardear, por lo demás, no dejaba de ser un barrio de maleantes en su mayoría. Pero también había gente que sólo estaban allí por pura humildad. A los primeros, Miika los atendía casi siempre bajo amenazas, algo que siempre le pareció una estupidez, puesto que los hubiera atendido igual. Pero ya se sabe lo que pasa con la gente de mal vivir, que tiene que mantener una reputación. A los segundos, los atendía sin la certeza de cobrar dinero, así que se conformaba en muchas ocasiones con un lugar para dormir un par de noches, o como en aquella ocasión, a cambio de una buena comida. No se había dado cuenta de que Skadi ya se había procurado recursos para alimentarse, aunque tenía la seguridad de que si ella necesitaba cualquier cosa, no tardaba en conseguirla. Miika también las conseguiría, aunque tendría que emplear mucho más tiempo, o que las cosas terminaban por llegar por pura casualidad. Tiró del pomo de la posada y dejó que el ruido cotidiano del lugar les llegara como una ola cálida.

-Bueno, pues aquí es donde se puede comer algo decente, además tengo crédito -dijo con un guiño casi infantil mientras se acercaba y sentaba en una de las mesas, cerca de la ventana que daba al puerto.-¿Qué quieres comer?

Miika miró disimuladamente por encima del hombro de Skadi.

-Vino caliente y pescado cocido.-pidió para comer.

Cruzó las manos encima de la mesa poniendo su atención en Skadi. No era de extrañar encontrarse a ese tipo de gente por allí. POr lo general no armaban jaleo tan a la vista, la gente como Miika no solía ser su objetivo , aunque era mejor no cruzarse con ellos. Sin embargo Skadi, podía ser una buena presa.

-Verás, esta ciudad es el reclamo para muchos, se anuncia prosperidad, pujanza. Pero después no es tanto como parece, la gente termina por pedir dinero, por endeudarse con el juego, en fin. Hace algún tiempo, Camelot contrató mercenarios del norte para cubrir las bajas del ejército de la última campaña. Pero con el timpo, esa gente comprendió que era más lucrativo controlar los bajos fondos de la ciudad, que permanecer en un ejército mal pagado y cuyos ideales no comparten. Desde entonces, se han formado tres clanes, enemigos entre ellos, que pretenden hacerse con el control total de los barrios. La corona lo permite, porque también son una garantía para controlar revueltas contra la subida de impuesto. Pero me parece que se les puede ir de las manos y que todo desemboque en una guerra civil. Esos de ahí, están bajo las órdenes de un tal Ron Parker.

Aprovechó que les traían la comida para mirar más tranquilamente entre los platos que pasaban por sus narices. A Miika lo conocían y que lo vieran no suponía una novedad. Pero su acompañante era otra cosa. Cuando la tabernera acababa de colocar la comida sobre la mesa, uno de los mercenarios la llamó para pedir más vino y cruzó los ojos con los de Miika, que los bajó con rapidez, esperando no llamar la atención sobre ellos.

-Hace algún tiempo, estaba en un prostíbulo de más abajo de la calle. Una prostituta había recibido una paliza y me avisaron para que intentara restaurarle la cara y le cosiera unas puñaladas. La verdad es que poco se podía hacer, tendría que dedicarse a otra cosa, aunque viviría. Escuché ruido fuera de la habitación, pero yo seguí a lo mío. De pronto la puerta de la habitación se abrió de golpe y uno de esos tipos me agarró del jubón y me sacó a rastras sin mediar palabra. En otra habitación había alguien a quien tenía que atender por heridas en una pelea callejera. Cuando les dije que tendría que terminar lo que estaba haciendo para que no muriera la prostituta, me golpearon y me obligaron a trabajar con su compañero. Todo salio bien, se marcharon y me dejaron en paz, pero cuando volví con la prostituta, se había desangrado. Si esa gente quiere, tienes que hacer lo que te pidan si quieres mantenerte con vida. Procuro no ser motivo de su interés.

Tomó la copa y dio un largo trago, limpiándose con la manga cuando terminó.

-Te aconsejo que hagas lo mismo. Tras estos, hay muchos más por todas partes.

Miika sabía que Skadi sabría defenderse, pero hay acciones que te obligan a no cerrar los ojos nunca más si quieres seguir adelante.

A Miika aquella apreciación le cogió tragando vino y por lo tanto, la consecuencia inevitable fue que se atragantó y tuvo que taparse la boca para no ser el centro de todas las miradas. Aunque ya tenían bastantes sobre ellos con el gesto de Skadi hacia los mercenarios.

-Yo...yo so..solo soy Miika.-Se enjugó los ojos que le lloraban por la tos. Ya se temía que Skadi siguiera por ese camino cuando en el campo, le había preguntado. Era mejor cortar cuanto antes.

-Las cosas no suceden como uno quisiera. Durante un tiempo tuve otro nombre, pero las cosas cambiaron y eso quedó muy atrás. No añoro esa vida salvo por lo que perdí en ella. Lo que soy ahora, es lo que tiene que ser y con ello vivo o sobrevivo, como lo quieras llamar. Supongo que tú también habrás tenido que hacer muchas renuncias para llegar hasta aquí.

-Un barco llegó hace unos días a puerto, pero la tripulación había muerto. Me temo que sea una enfermedad muy grave. La verdad es que apenas se sabe nada, no hay mucha información y la zona del puerto, está restringida. De seguir así, muchos mercaderes se arruinarán y las grandes familias que viven en los barrios lujosos, terminaran sin negocios a los que atender. Esos tipos, seguro que ven una posibilidad de negocio con todo esto. Serían capaces de cualquier cosa.

Miika sonrió y dió un par de golpecitos al montón de bolsitas de Skadi.

-Me temo que me harán falta más cosas para esto, pero es un buen comienzo. Claro que tendrás que darme algunas ideas sobre cómo usar alguna de ellas y yo perfeccionaré su uso y buscaré otros si los hay.

Tomó su jarra de vino caliente y aprovechó para echar una ojeada al local. Nunca estaba de más saber quién podía estar mirando.

-Todos están pendientes de cómo salvar la vida, el negocio, las posesiones ante lo que se avecina. Pero aun no encontré a nadie que buscar la raíz del problema. Yo no tengo nada que defender en esto salvo la vida y la curiosidad. Si quieres saber qué ha pasado realmente y poder evitarlo en el futuro, yo te ayudaré.

Las intenciones de Miika no pasaban por la de usar la enfermedad para beneficio propio. Pero conocerla y mitigarla, si era una de sus prioridades. Con el tiempo se había dado cuenta que cada uno tiene una misión en la vida, y la suya no era la de decidir si se hacía el bien o el mal con algo, la suya era aprender a sanar. Ya se encargaría alguien de valorar si utilizar aquella enfermedad a modo de arma era algo ético o no.

-Si. Te ayudaré.

Aunque en realidad era Skadi la que estaba ayudándole, puesto que Miika no podría adentrarse en según qué lugares sin alguien que supiera defenderse. Si, Miika era alguien de apariencia frágil, de torpes movimientos y de ausencia de peligrosidad, cosas que no fingía en absoluto, pero sabía cómo conseguir lo que quería.

- ¿Qué contienen y qué uso le das a las bolsitas?.- Realmente quería partir de un punto que no fuera el 0, toda ventaja contra aquella dolencia extraña sería bienvenida.

-Pero yo ya sé las fases de la enfermedad. Al principio las ví todas de seguido sin poder hacer nada, después fui retrasando alguna, pero de momento no he conseguido pararlas. Primero aparece una fiebre súbita, seguida de vómitos profusos y mareos. Después comienzan las pústulas, detrás de las orejas, entre los dedos de los pies, tras las rodillas. Son muy dolorosas y necrosan la carne tras varios días de ser un saco purulento. En ocasiones, las pústulas estallan y entrar en contacto con el líquido acelera el contagio de la enfermedad. Durante todo ese tiempo, la persona pierde la razón y creo que es porque dentro de la cabeza, le crecen pústulas también. He visto cómo le salía pus de los oídos cuando morían. Estoy convencido, de que cuando la fiebre brota, es resultado de pústulas internas, que las que vemos no son más que señales de una muerte próxima, pero que el cuerpo en su interior, ya está cuajado de ellas.

A Miika no se le quitaba el hambre por hablar de esas cosas, pero si ante la impotencia de no poder solucionarlo, así que dejó la cuchara con la que comía el pescado y se limpió los labios.

-Creo que podría saber mucho más si pudiera tener acceso a alguien muerto y abrirlo para ver qué hay dentro. No he podido hacer tal cosa. Las casas se queman con los enfermos dentro, y los que no pueden quemarse así, se apilan y queman ante testigos. Tampoco nadie se atrevería a propiciar un acto así. Pero tú puedes ayudarme.

Sería un acto de misericordia acabar con aquellos que aun vivieran en alguna de las casas con afectados por la enfermedad. A Miika le interesaba la enfermedad en la gente que era como ellos, humanos. Para el resto de habitantes que eran "diferentes" como solía llamarlos, deberían interesarse otros.

-Pues cuando quieras entonces, no creo que nos impidan el paso esos del rincón, hace un rato que están hablando entre ellos. Deben estar planeando algún golpe o algo así.

No necesitaba pagar allí, de hecho era su manera de cobrar servicios anteriores. Pero antes de levantarse, pidió agua caliente para los dos.

-Te voy a dar algo, a mi me está funcionando, pero no se si es porque tenga alguna defensa adquirida en los años que llevo entre apestados de diversas enfermedades, o porque aun no he tenido una exposición completa. Es un preparado de hierbas antisépticas, está asqueroso, pero es la única garantía que tengo para ofrecerte.

Preparó el brebaje para ambos y levantó la copa.- Por un día más con vida..

Skadi se había fiado de su brebaje, él se fiaría de su bolita roja. Hizo lo que le indicó y esperó a que se dehiciera antes de hablar

-¿Crees que Ildaron podrá conseguir lo que necesitamos?

Cerró el morral, no sin antes guardar un trozo de pan que les había sobrado. Nunca se sabía hasta cuando se podía comer y las reservas nunca venían mal. LA puerta se abrió de golpe y entraron dos borrachos canturreando. A Miika se le subió el corazón a la garganta, sin duda estaba con los nervios de punta en ese momento.

Miika se pasó la mano por el mentón buscando alguna aspereza, pero como era obvio, no había notado nada. Le habían dicho que se untara con tocino la barbilla, que eso hacía salir la barba, pero muy al contrario, se le había suavizado tanto la piel que parecía de porcelana. Finalmente lo había dejado por imposible.

-Vengo de una familia poco barbuda.

Y no mentía al respecto. Sería por la necesidad de absorber más sol en la piel, que en la zona donde se había criado Miika, las hombres apenas tenían pelo en la cara o el cuerpo. Y si ibas más al norte, donde vivían aquellos que llamaban esquimales, ya si que no les nacía la barba ni por una plegaria. Claro que el caso de Miika era diferente, pero su mente no lo consideraba así.

-Ese Ildaron, ¿le conoces bien, es de confianza?. Discúlpame pero hoy día no es segura casi ninguna amistad.

Buscaba de nuevo la cercanía a la pared, encontrando la pequeña sombra que le aliviaba de la tenue luz del sol, porque en realidad, no hacía un sol de justicia como otros días. Pero sería que la costumbre termina por asentarse tanto que se hace una constante aprehendida y natural.

-¿Y cuando lo veremos?

Ya tenía ganas de entrar en acción. Se había limitado a utilizar el pasaje secreto para entrar y hacer lo que mejor podía. PEro necesitaba algo más. Hacer una disección de un cadáver y observar qué ocurría por dentro, era algo que le fascinaba en extremo. Por eso, en su ensimismamiento, tropezó con una piedra y dio varios traspiés, agarrándose de Skadi para no caerse.

-Ya no hacen las calles como antes.

Se recolocó las ropas y se quedó mirando a la encrucijada de calles a la que habían llegado mientras hablaban. Había un carro atravesado y dificultaba el tránsito que ya de por si era lento. POr otra parte, no sabía a dónde iban. Quizá Skadi pretendía llegar hasta su hermano, quizá solo deambular por la calle hasta alguna hora en la que poder encontrarlo. Quizá esperaba que Miika la llevara a parte alguna.